En las últimas semanas se incrementaron los llamados de auxilio del gobierno ucraniano por las amenazas de Rusia de una hipotética ocupación del oriente del país, paso siguiente a la toma por la fuerza de la península de Crimea en 2014, por la cual muchos se quejaron, pero nada más que eso. Ahora Europa, indignada, pero nada más que eso, le advierte a Rusia que si toma medidas de fuerza en Ucrania le caerán encima más sanciones económicas, que, me imagino no, le provocarán un infarto al zar Putin, que recordará que lo mismo le dijeron por robarse Crimea, por apoyar al dictador de Siria que estaba a punto de caer, o cuando le arrebató el control de Abjasia y de Osetia del Sur a Georgia en 2008. Europa ladra, pero no muerde.
Y si Europa occidental olvida con quién está tratando, Putin le recordará en qué estación del año están y, como en otras ocasiones, accidentalmente, se dañará el tubo que suministra gas a los europeos para pasar el frío invierno, que ya pagan a tan alto precio que probablemente sea uno de los factores de la lenta recuperación económica de Europa. Quiero ver al nuevo canciller alemán retirándose del proyecto Nord Stream 2, que lleva gas a su país por el Báltico desde Rusia, o a Europa sin los fertilizantes rusos usados para la agricultura, si de verdad quieren apretarle las tuercas a Putin.
Pero mientras Occidente se indigna por los manotazos en la mesa de Putin, parece no ver las acciones que por debajo de ella acostumbra hacer el Partido Comunista Chino (PCCh), que no hace ruido, pero estrangula en privado a quien lo desafía. Menciono solo un ejemplo, por falta de espacio, de esos múltiples y pequeños países a los que el PCCh primero abraza, para después ponerle la cadena en el cuello y apretarla cuando el nuevo “aliado” se atreve a desobedecer; no invadiendo territorios, como en el pasado, sino con las herramientas de la geoeconomía, la nueva rama de la geopolítica.
Sri Lanka es una coqueta isla del Índico al mismo tiempo cortejada y amenazada, política y económicamente, por India y China. Pero por estos días está sintiendo la cariñosa asfixia del abrazo del dragón chino. Sri Lanka suspendió las importaciones de fertilizantes de una compañía china porque las pruebas señalaron la presencia de patógenos dañinos. La empresa china entabló inmediatamente una demanda por ocho millones de dólares y el gobierno chino le recordó a su homólogo esrilanqués cuántos miles de millones de dólares le adeuda y quién está construyendo puertos en su país. Sri Lanka, que pasa por una terrible crisis económica, una falta severa de divisas y de alimentos, aceptó entonces pagar 6,7 millones por haber ofendido a la empresa china y les reabrió sus puertas a sus impolutos productos.
No tienen que meterse a tu casa para que ya no sea tu casa.
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