La Selección Colombia pasó al Mundial de la FIFA Rusia 2018 y todos están felices; todos menos yo. A mi me duele, me da una tristeza profunda y a ratos una ira silenciosa. Pero no es porque Colombia clasificara, es porque el Mundial es en Rusia y los gobiernos del mundo están de acuerdo con esto. Siento una mezcla entre náusea e indignación, siento que el mundo entero mira hacia otro lado, se hacen los de la vista gorda y dejan pasar los atropellos que hoy se cometen contra la comunidad LGBTI+ y los Derechos Humanos en ese país. Eso señoras y señores, se llama complicidad.
Durante los últimos años se vienen denunciando las diversas violaciones contra la comunidad LGBTI+ perpetuadas por el gobierno de Vladimir Putin y su ley en contra de la “propaganda gay”. No es un tema nuevo, fue quizá el más polémico que se trató durante los Juegos Olímpicos de 2016, y vuele y juega.
Ahora no solo es Putin. En los últimos meses los medios de comunicación y las redes sociales han denunciado de forma constante las torturas y asesinatos a hombres gay en campos de concentración manejados por el Jefe de la República de Chechenia – estado federal sujeto a Rusia – Ramzán Kadyrov. En un artículo de la revista Attitude UK, uno de los sobrevivientes a estos campos de concentración, da su testimonio y es aterrador. Maxim Lapunov, un joven ruso de 30 años quien vivía y trabajaba en Chechenia, cuenta cómo la policía de este país lo arrestó por sospecha de homosexualismo, lo encerró en una celda salpicada en sangre de torturados anteriores durante 12 días, lo apalearon en las extremidades y órganos genitales, lo violaron y lo amenazaron constantemente de muerte. Su salvación fueron sus amigos, quienes por medio de campañas en redes sociales con sus fotos como desaparecido, llevaron al gobierno a dejarlo en libertad para mitigar el ruido. Maxim escapó, pero cientos de jóvenes pertenecientes a la comunidad LGBTI+ han muerto en esas celdas, como el famoso cantante ruso Zelimakhan Bakaev de 26 años, quien fue arrestado a finales de agosto por sospecha de homosexualismo y fue torturado hasta la muerte en menos de 10 horas por agentes de gobierno Chechenio. Esa es la realidad no solo de la Republica de Chechenia, sino de toda Rusia, La Purga Gay.
Esa noche del diez de octubre mientras conversaba en la sala de mi casa con una de esas hermanas que me regaló la vida, comenzaron los gritos de gloria y felicidad incontrolable de los vecinos que veían a esa hora el partido. Colombia había clasificado al Mundial y seguramente, en ese momento, solo yo sentí esa puñalada en el esófago. Con cada grito imaginaba las caras de pavor y dolor de esos jóvenes que como yo, son o fueron gays, y que hoy son torturados o sepultados tras los atentados perpetuados por el gobierno central Ruso y el gobierno Chechenio. Lo pude disimular, hice un comentario al respecto, pero supe maquillar la indignación y el dolor que sentí con la fachada fuerte que me enseñó a ponerme la sociedad colombiana desde que tengo memoria – la puerta del closet que se cierra cuando sentimos miedo –. A nadie le importa, todos están felices de celebrar un certamen deportivo de talla mundial en un país en el que la comunidad LGBTI+ es asesinada abiertamente y la carta de los Derechos Humanos es violada con desfachatez. Pero a los gobiernos del mundo no les interesa, y si les importa, no se acuerdan mientras haya Mundial de fútbol porque la memoria es selectiva. Es mejor lucrarse y tener al loco de Putin contento que salvarle la vida a jóvenes víctimas de la homofobia y el radicalismo religioso.
Hoy todos están felices porque Colombia va a Rusia 2018, pero recuerden que se le abre la puerta de la validación a nivel internacional a todos los gobiernos que consideren que a la comunidad LGBTI+ se le debe castigar con la muerte por el simple hecho de existir. Hoy son los jóvenes rusos, pero mañana pueden ser los colombianos, como usted, o sus hijos, nietos, sobrinos, hermanos, primos o amigos. Y si ese momento llega, ¿usted qué va a hacer? ¿se va a quedar callado(a) como ahora? Recuerde que la peor de las complicidades es el silencio, porque es la complicidad del cobarde. Espero que si usted lee esto, no sea cobarde, espero que hable, espero que grite y que defienda la vida de quienes no pueden hacerlo por sí mismos, sean quienes sean, porque como dicen unos amigos de Medellín: “Nada justifica el homicidio”.
¡Este es mi grito, déjeme escuchar el suyo!