Rosa roja

Cierro los ojos, siento su olor, su color su textura, sus líneas… No pueden ser humanas, ¡No!
En la vida, por esencia, no existe la  perfección, sin embargo, al ver sus labios rosados y delineados,  esculpidos hasta en el detalle más mínimo, pienso inexorablemente que fueron creados por deidades que desconozco.
Su piel blanca, esa piel tersa, delicada, tan suave como el lino real, tan bella como el zafiro, una piel que evoca la vainilla, hace apología a la sinestesia de forma tal, que sólo observarla mueve el gusto en mi ser.
Si alguna condena ha de existir en la vida, es no poder poseer tal belleza, no poder tomarla con mis manos y expresarle con mis falanges el valor reverencial que encuentro en su perfección.
Sin embargo, que contrariedad tan grande planteas rosa roja, tu belleza absoluta hace que solo tocarte y tomarte sea mancillarte, dime entonces como debe un simple mortal tenerte. Sí Wolfgang Goethe, conoció a alguien que inspirara su célebre poema Heideröslein (La rosa en el matorral), esa fuiste tu.
Enséñame cómo amarte siendo solamente un hombre, oh rosa roja, enséñame como observarte en delicada pasión.

Juan Sebastián Medina Ríos

Abogado titulado de la Universidad Autónoma Latinoamérica, con estudios de especialización en responsabilidad civil, estatal y seguros, magíster en derecho con énfasis en responsabilidad, investigador, escritor y docente universitario.

Contacto: [email protected]