Rompan todo, el silencio ramplón y el cinismo bárbaro. Rompan con la indiferencia para con los rotos por las balas que con impuestos pagamos. Rompan con las lágrimas de las madres de los jóvenes desaparecidos, con el hambre de los niños, con los inocentes bombardeados, con las calles plagadas de desempleo que carcome las familias más que el mismo coronavirus mientras se obliga a las economías base a seguir cerrando.
Rompan todo, las mentiras degradantes y la mil veces bruta fuerza del Estado. Rompan con sentencias ideologizadas y los decretos expedidos por corruptos que tienen al pueblo violentamente indignado, los presupuestos de guerra tenebrosamente aumentados. Rompan con los votos que fueron traicionados, con los votos que supuestamente los muertos depositaron, con los votos que sobre fotocopias se marcaron, con los formularios electorales que con lapicero alteraron.
Rompan todo, el poder dictatorial que extermina los derechos y los intereses particulares que la dignidad a los territorios les está saqueando. Rompan un modelo educativo que nos adoctrina para tomar como prócer a los asesinos más sangrientos, a la servidumbre como ideal modelo, a la guerra como trinchera de pensamiento. Rompan con el sometimiento y el miedo.
Rompan todo, la avaricia que engendró el narcotráfico y la burocracia por pagar favores politiqueros. Rompan con la desidia de supuestos líderes que figuran hipócritas a sus seguidores vendiendo el odio como único medio, que aplastan la sensatez con la imposición de su ego, que toman la vida por menos. Rompan con la homogenización cultural y la aspersión de veneno.
Rompan con el derramamiento de sangre que todo horizonte llamado Colombia nos ha manchado.
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