La primera vez que leí a Gabriel Zaid fue en diciembre de 2012. Había comprado la colección de la revista Vuelta (1976-1998), fundada y dirigida por Octavio Paz. Al tratar de encontrar el espacio para los veinticinco tomos en la biblioteca fue inevitable comenzar a leer el primer volumen. En la editorial de diciembre de 1976, Paz recuerda la censura del proyecto editorial antecesor, la revista Plural (1971-1976), unos cuantos meses antes por parte del gobierno de Luis Echeverría. Al evocar el golpe al diario Excélsior, dirigido por Julio Scherer, señala las debilidades de la izquierda mexicana “paralizada por una tradición dogmática y por su pasado estalinista” y la “obtusa derecha”, que “no tiene ideas sino intereses”. “¿Dónde se va a hacer la crítica del Poder y de los poderosos?” se cuestiona, si todos estaban postrados “de hinojos ante la Silla Presidencial”. Vuelta nacía entonces como un intento de respuesta.
Octavio Paz determina que si bien es cierto que “la literatura no salva al mundo”; por lo menos, “lo hace visible: lo representa o, mejor dicho, lo presenta. A veces, también, lo transfigura; y otras, lo trasciende”. Paz reconoce a la literatura como diálogo continuo hecho de oposiciones y bifurcaciones; es un “tejido de afirmaciones y negaciones, dudas e interrogaciones”. En cada obra se manifiesta una respuesta, declarada o implícita, a otra u otras obras escritas por antecesores, coetáneos, contemporáneos e incluso hasta posibles sucesores. El escritor está al servicio del lenguaje. La literatura implica necesariamente la crítica de los valores, de las creencias, del poder, de las ideas; refleja a la sociedad y, al reflejarla, la niega.
Luego de leer la editorial de Paz, me llamaron la atención dos artículos de Gabriel Zaid, a quien hasta aquella navidad del 2012 no había tenido el gusto de leer. En el primero, este paisano de Alfonso Reyes, recapitula los comentarios de la prensa internacional (El Nacional y el Universal de Caracas, El Tiempo de Bogotá, La Opinión de Buenos Aires, Cambio 16 de Madrid, Le Monde de París) por el cierre de Plural, dada la negativa de la prensa nacional (a excepción del semanario Siempre) de informar sobre el golpe al diario Excélsior. En el segundo artículo: “Alicia en el país de la fluctuación”, Zaid critica la política económica mexicana y la decisión de devaluar el peso pocos días antes de que Echeverría abandonara la presidencia. Tal acción era, a juicio de Zaid, como “apagar incendios con gasolina”. La claridad y precisión de este autor regiomontano me llevaron a proseguir con la lectura de sus contribuciones en los demás tomos de Vuelta.
En el número dos de enero de 1977, en “El 18 brumario de Luis Echeverría”, Zaid se pregunta cómo el sexenio que recién terminaba no podía explicarse “en función del genio demagógico o maquiavélico” del ex presidente: cuestiona la burocratización de la economía y la falsa conciencia progresista de los universitarios. En 1978, a raíz de la conmemoración de los diez años de los acontecimientos de Tlatelolco, Zaid comenta irónicamente sobre los beneficios de aquel suceso: “la sangre del 68 no fue estéril: si no mejoró las tierras ni la alimentación de los mexicanos más pobres (en cuyo nombre protestamos tanto), fecundó inmensamente los presupuestos universitarios […] La Revolución le hizo justicia al Movimiento Estudiantil”. Estos textos hicieron evidente su postura en relación a la corrupción del gobierno, el progreso improductivo, y del mercado de favores con que se había visto beneficiada la “tribu universitaria”. La pasión crítica y claridad de Zaid eran admirables.
Al terminar de leer estos artículos de Vuelta fue entonces cuando comprendí que al adquirir esta memorable revista —Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 1993— había firmado un pacto de lectura. Así como ocurre con las obras completas de los autores clásicos, la colección de la revista Vuelta era un proyecto de lectura para varios años, sino es que para toda una vida.
Aquel diciembre de 2012, en el sexto aniversario de mi llegada a México, tenía la posibilidad de vivir la navidad en compañía de excepcionales escritores. Entre otros temas, Vuelta no sólo otorgó especial atención en dar a conocer la obra de los poetas mexicanos (Marco Antonio Montes de Oca, Carlos Isla, José Luis Rivas), sino también la de los hispanoamericanos (Ulalume González de León, José de la Colina, Tomas Segovia, Gerardo Deniz, Álvaro Mutis, Humberto Díaz-Casanueva). Merecen especial atención los poetas en lengua extranjera que se tradujeron (Charles Tomlinson, Derek Walcott, John Ashberry, Marrk Strand). Dentro del ámbito de la creación literaria propiamente dicha, en Vuelta se dieron a conocer obras de Juan José Arreola, Jorge Luis Borges, Bioy Casares, Guillermo Cabrera Infante, Severo Sarduy, entre otros; así como adelantos de las novelas El miedo a perder a Eurídice de Julieta Campos, Cristobal nonato y Gringo viejo de Carlos Fuentes, Las muertas de Jorge Ibargüengoitia, por mencionar algunos ejemplos de los primeros años. La llegada de Octavio Paz, la colección de la revista Vuelta y Gabriel Zaid a mi vida en aquel fin de año había sido un milagro.