Resumen Ejecutivo
La primera semana de julio confirmó un cambio en el tablero global: un dólar más débil, tensiones comerciales en ascenso, riesgos fiscales crecientes en economías desarrolladas y una región latinoamericana que transita entre oportunidades técnicas y vulnerabilidades estructurales. Estados Unidos combina señales de fortaleza laboral con un deterioro acelerado en sus cuentas fiscales, mientras Trump reactiva su agenda arancelaria. Europa profundiza su ciclo de estímulos, pero enfrenta una pérdida de competitividad externa. En Asia, China y Japón se mueven en direcciones opuestas, entre expansión interna y presión cambiaria.
En América Latina, Colombia destaca por una apreciación cambiaria notable, aunque tensionada por maniobras fiscales de alto riesgo, caída de exportaciones estratégicas, deterioro en el frente diplomático con EE. UU. y un sistema de salud al borde del colapso. México, en tanto, enfrenta alertas en su sistema financiero y un enfriamiento del mercado laboral. Los mercados financieros globales, por su parte, combinaron máximos históricos en tecnología con caídas en Europa y Asia, mientras el petróleo retrocedió y el oro retomó su papel como refugio en medio del ruido fiscal estadounidense.
La narrativa dominante de la semana ya no gira en torno a inflación o recesión, sino a la confianza en las reglas fiscales, el orden institucional y la sostenibilidad del modelo económico en cada país. Esta tensión es analizada en profundidad en la columna de cierre, que compara las trayectorias de riesgo soberano entre Colombia y Brasil.
Estados Unidos
El dato laboral de junio volvió a desmentir las alertas de enfriamiento: se crearon 147.000 puestos no agrícolas frente a los 106.000 previstos, la tasa de desempleo descendió a 4,1 % y los salarios moderaron su avance hasta 0,2 % mensual / 3,7 % interanual. Aunque la participación retrocedió una décima hasta 62,3 %, el repunte acumulado en los dos meses previos llevó el promedio de empleo del 2T-25 a 150.000 —muy por encima de los 111.000 del 1T— y consolidó la idea de un mercado laboral resiliente. Con estos números, la probabilidad implícita de un recorte de -25 pb en la reunión del 17-18 de septiembre cayó al 77 % y la opción de un recorte inmediato en julio prácticamente se desvaneció, otorgándole a la Reserva Federal margen para “esperar y ver” el efecto de los nuevos aranceles en la inflación.
La actividad empresarial sigue mostrando tenacidad. El ISM de servicios subió casi un punto hasta 50,8, señalando expansión, mientras que el ISM manufacturero repuntó a 49,0 —aún en contracción, pero por cuarto mes consecutivo por encima de la cota mínima de marzo—. En los comentarios cualitativos, directivos de la industria citaron la “incertidumbre arancelaria” y los riesgos geopolíticos como los principales obstáculos para nuevos pedidos, aunque no reportaron suspensiones de inversión significativas.
En el frente fiscal, el presidente Trump promulgó el “Big, Beautiful Bill” el 4 de julio, convirtiendo en permanentes los recortes de 2017, añadiendo deducciones sobre propinas y horas extra, y creando un nuevo gravamen del 1 % a las remesas. La CBO proyecta que la ley sumará USD 3,4 billones al déficit acumulado hasta 2034, al tiempo que eleva el techo de gasto y recorta partidas de transición energética y Medicaid. Con la deuda federal ya en USD 36,2 billones (≈123 % del PIB), la sostenibilidad fiscal vuelve al centro del debate: Moody’s degradó en mayo la calificación soberana a Aa1 con perspectiva estable, advirtiendo que el saldo rojo podría acercarse al 9 % del PIB en 2035 si no se acompasa con mayor crecimiento o aumentos de ingresos.
En paralelo, la Casa Blanca optó por una vía unilateral en su guerra comercial: Trump confirmó que el lunes se enviarán cartas a 12 países con aranceles “de 10 % a 70 %” que entrarían en vigor el 1 de agosto, tras expirar la tregua de 90 días el próximo 9 de julio. El gesto de alivio parcial sobre restricciones tecnológicas a China dio una señal de distensión, pero el tono proteccionista refuerza la narrativa de riesgos para las cadenas de suministro y la inflación importada.
Para los mercados, el equilibrio entre un mercado laboral robusto y un estímulo fiscal procíclico —financiado con mayor deuda— mantiene el debate entre crecimiento e inflación. Nuestra estimación de fin de año sitúa el Treasury a 10 años en torno a 4,50 % y el euro-dólar en 1,15-1,20, con sesgo bajista para el billete verde si la postura de la Fed se normaliza antes de que los efectos inflacionarios de los aranceles afloren.
Conclusión
La economía mantiene un pulso sorprendentemente firme, pero lo hace sobre un andamiaje fiscal cada vez más frágil. El sólido desempeño del mercado laboral y la resiliencia de la actividad brindan a la Reserva Federal una ventana para mantener su postura de cautela, pero el nuevo plan fiscal —que extiende los recortes tributarios de 2017, eleva el gasto en defensa y control migratorio, y desmantela incentivos a la transición energética— añade USD 3,4 billones al déficit proyectado en la próxima década. Con una deuda ya cercana a USD 36,2 billones (≈123 % del PIB) y un déficit estructural estimado en 7 %, este estímulo procíclico y regresivo concentra beneficios en los tramos altos de ingreso y traslada el costo al balance soberano, limitando el margen de acción contracíclico de la política monetaria.
En un entorno marcado por aranceles unilaterales de hasta 70 % y una menor oferta laboral migrante, el riesgo ya no es una recesión clásica, sino un sobrecalentamiento asimétrico que erosione progresivamente la estabilidad de precios y la confianza en el dólar. La Fed enfrentará el desafío de preservar su credibilidad antiinflacionaria sin sofocar la expansión, mientras los mercados ya incorporan una prima de riesgo fiscal que podría llevar el rendimiento del Treasury a 10 años al rango de 4,50 %–4,65 %. En este contexto, el dólar acumula una depreciación cercana al 10 % frente a una canasta de divisas en lo corrido de 2025 —su peor desempeño semestral desde 1973—, presionado por el deterioro fiscal, la incertidumbre política y las crecientes expectativas de recortes de tasas. Esta tendencia ya se refleja en las principales monedas globales y refuerza el riesgo de una depreciación estructural si los desequilibrios fiscales no se corrigen con consistencia y disciplina institucional.
Europa
La economía europea transita una fase de desaceleración contenida, marcada por señales mixtas en la producción y un sesgo expansivo desde la política monetaria. En mayo, la inflación al productor en la eurozona cayó al 0,3 % anual —arrastrada por la moderación en los precios de la energía—, mientras el PMI manufacturero repuntó levemente hasta los 49,5 puntos, su nivel más alto desde mediados de 2022, aunque aún por debajo del umbral de expansión. El índice del sector construcción se mantuvo en terreno contractivo, reflejando un panorama aún frágil en el frente inmobiliario.
En Alemania, los pedidos a fábrica crecieron 5,3 % interanual, algo por debajo del 5,7 % esperado, pero confirman una recuperación paulatina de la actividad industrial, apoyada en la reducción de los costos energéticos. En Francia, la producción industrial moderó su caída al -0,5 % mensual, mientras en España se registró un crecimiento de 1,7 % anual —impulsado por los bienes de consumo no duradero—, y en Italia las ventas minoristas aumentaron 1,3 % frente a un año atrás, aunque con una caída mensual de 0,4 %. En Reino Unido, a pesar del fuerte incremento en ventas de vehículos electrificados, la confianza empresarial del sector construcción siguió deteriorándose.
Desde la política monetaria, el Banco Central Europeo mantiene un tono decididamente dovish. Las actas de la reunión del 3 al 5 de junio revelaron una alta preocupación por los riesgos globales derivados de la política comercial de Estados Unidos, lo cual justifica el recorte acumulado de tasas —ya ocho desde mediados de 2024— hasta un nivel del 2,00 % para la tasa de depósito. Aunque la inflación general alcanzó el objetivo del 2 % en junio, el BCE advirtió que podría mantenerse por debajo de ese nivel hasta finales de 2026, presionada por factores como la fortaleza del euro, los bajos precios de la energía y el riesgo de deflación importada vía China. El banco considera que las tasas actuales ya se sitúan en un rango “neutral o posiblemente acomodaticio”, y dejó abierta la puerta a un nuevo recorte de 25 pb en diciembre, si el entorno comercial y el debilitamiento del crecimiento lo justifican.
En paralelo, el BCE presentó una revisión moderada de su marco estratégico durante el foro de Sintra, reafirmando su objetivo simétrico de inflación y una función de reacción más equilibrada. También reiteró que las herramientas no convencionales —tipos negativos, compras de activos, forward guidance— siguen disponibles, pero deben utilizarse con mayor prudencia ante escenarios mixtos como el actual. En los mercados, el euro ha ganado más de 14 % frente al dólar en lo corrido de 2025 —su mayor apreciación semestral desde 2009—, un movimiento que el BCE atribuye no solo a la debilidad del dólar, sino también a un renovado interés del euro como divisa de reserva internacional, aunque alertó sobre el impacto negativo que esta fortaleza podría tener sobre las exportaciones.
En el plano fiscal, crecen las tensiones dentro de la Unión Europea por la propuesta de la Comisión de recortar hasta en 20 % los recursos destinados a la Política Agraria Común (PAC), con el fin de redirigirlos al gasto en defensa. El planteamiento busca unificar los fondos de cohesión con los agrícolas, lo que ha generado fuerte resistencia en países como Francia, España e Italia, principales beneficiarios de la PAC. Los agricultores advierten que esta medida debilitaría la estructura de apoyo al campo, mientras el Parlamento Europeo ha aprobado una resolución para mantener la PAC como un fondo separado, ajustado a la inflación y con objetivos climáticos claros. El comisario de Agricultura y el Tribunal de Cuentas de la UE también expresaron reservas sobre la transparencia y eficacia del nuevo modelo. La discusión, que impacta directamente en el equilibrio institucional del bloque, se da en un contexto en que Ucrania busca adhesión plena y los recursos europeos enfrentan presiones crecientes por el vencimiento del plan de recuperación post-pandemia.
Conclusión
Europa avanza hacia una etapa de política monetaria flexible en un entorno macroeconómico todavía debilitado y con presiones políticas crecientes. La moderación inflacionaria, los signos de desaceleración en la industria y el repunte del euro han forzado al BCE a adoptar un tono más acomodaticio, con nuevos recortes posibles si se consolida el escenario de inflación por debajo del objetivo. Sin embargo, la apreciación sostenida del euro, que ha alcanzado máximos frente al dólar, amenaza con reducir la competitividad externa de la región y debilitar la recuperación industrial.
La discusión presupuestal para el período 2028–2034 marca un punto de inflexión político: el intento de desviar recursos desde la agricultura hacia la defensa genera divisiones entre los Estados miembro y plantea un nuevo equilibrio entre seguridad alimentaria, cohesión territorial y autonomía estratégica. En conjunto, Europa enfrenta el reto de sostener su política expansiva sin comprometer su estructura institucional ni la credibilidad del BCE, en un contexto de fragmentación económica, tensiones comerciales globales y pérdida de dinamismo estructural.
Asia
En Asia, la semana estuvo marcada por una combinación de tensiones comerciales, ajustes macroeconómicos y contrastes regionales en la actividad económica. En China, el PMI manufacturero subió con fuerza en junio hasta 50,4, desde 48,3 en mayo, lo que señala un retorno técnico a la expansión —y representa el mejor dato desde el primer trimestre—. Sin embargo, este repunte contrastó con la caída del PMI de servicios hasta 50,6 y con una creciente presión comercial con la Unión Europea: en respuesta a las medidas restrictivas del bloque, China anunció aranceles al brandy europeo, aunque eximió de sanciones a 34 exportadores que aceptaron compromisos de precios en el marco de la investigación antidumping. Esta decisión refleja un intento de Pekín por contener las fricciones y proyectar una imagen de moderación regulatoria.
En Japón, el entorno macroeconómico sigue condicionado por la combinación de inflación persistente, salarios estancados y apreciación del yen. La última Encuesta Básica de Vida Nacional reveló que el 59 % de los hogares se considera en situación económica “difícil”, cifra que alcanza el 64 % entre familias con menores. Aunque el ingreso promedio subió 2,3 % anual y algunos segmentos —como hogares de pensionados— mejoraron marginalmente, el desajuste entre costo de vida y salarios reales mantiene una presión social latente que se perfila como tema central en las elecciones de julio.
No obstante, la encuesta Tankan del Banco de Japón mostró señales positivas en el plano empresarial: el índice del sector manufacturero repuntó de 12 a 13 puntos, superando el promedio de los últimos dos años (9,75), y el índice general se mantuvo en 23 puntos. Este repunte estuvo acompañado por un incremento en el gasto de los hogares, lo que fortaleció al yen y añadió presión sobre las exportaciones en un momento de creciente vulnerabilidad externa. La percepción de riesgo entre empresas japonesas también se acentuó: según un sondeo de Teikoku Databank, el 44 % de las compañías espera efectos negativos de los aranceles estadounidenses en los próximos cinco años, mientras que un 38 % se mantiene en incertidumbre. Algunas firmas ya han cancelado planes de expansión en EE. UU., lo que muestra cómo la estrategia comercial de la administración Trump está reconfigurando decisiones de inversión en la región.
India, por su parte, se posiciona como un eje estratégico para la reconfiguración de las cadenas de suministro asiáticas. Esta semana, Japón e India celebraron un evento bilateral centrado en los minerales críticos y la producción de baterías, con participación de más de 70 empresas de ambos países. La iniciativa busca reducir la dependencia estructural de China en el refinado de minerales esenciales y fortalecer la cooperación tecnológica en sectores clave como los vehículos eléctricos y el almacenamiento energético. Mientras tanto, el desempeño manufacturero de India siguió siendo robusto, a diferencia de varios países del sudeste asiático (ASEAN), donde el debilitamiento del comercio global y la incertidumbre arancelaria están frenando la actividad.
Conclusión
Asia enfrenta un entorno cada vez más fragmentado: mientras China intenta proyectar estabilidad con datos positivos en manufactura y decisiones antidumping moderadas, las tensiones estructurales con la Unión Europea y Estados Unidos siguen escalando. Japón, a pesar del repunte empresarial y del gasto de los hogares, continúa atrapado entre una inflación persistente, un yen fortalecido que erosiona la competitividad externa, y una percepción empresarial marcada por la incertidumbre arancelaria.
India se posiciona como socio estratégico en la transición energética y en la diversificación de cadenas de suministro, consolidando un triángulo de poder regional entre Pekín, Tokio y Nueva Delhi. En conjunto, Asia avanza hacia una reconfiguración geoeconómica forzada por el nuevo orden comercial, en el que los flujos de inversión se redirigen según criterios de seguridad estratégica más que de eficiencia productiva. La región ya no compite únicamente por crecimiento, sino por su capacidad de adaptarse institucionalmente a un entorno global de reglas cambiantes.
México
La economía mexicana enfrenta señales preocupantes desde el mercado laboral, en contraste con la narrativa oficial de estabilidad. Según el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), en junio se perdieron 46.378 empleos formales, la cifra más negativa para ese mes desde 2020. Esta pérdida completó un trimestre consecutivo de destrucción neta de empleo, acumulando 139.444 plazas eliminadas entre abril y junio, y dejando el crecimiento del primer semestre en apenas 87.287 nuevos empleos, una caída interanual del 70,4 % —la mayor contracción desde la pandemia. Aunque el 87,5 % del total de los 22,3 millones de empleos registrados sigue siendo permanente, el crecimiento neto anual es prácticamente nulo (0,03 %), lo que refleja una economía formal estancada, aún con avances sectoriales en comercio, electricidad y transporte.
En paralelo, el gobierno mexicano celebra lo que considera una ventaja estructural frente a Vietnam tras el nuevo acuerdo comercial entre EE. UU. y el país asiático, que impone aranceles promedio de entre 35 % y 40 % a las exportaciones vietnamitas. Según el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, esto otorga a México una “ventaja 6 a 1” en términos de acceso al mercado estadounidense bajo el T-MEC. Aunque el gobierno descarta riesgos inmediatos por los incentivos fiscales de EE. UU. para relocalizar empresas, expertos advierten sobre los posibles efectos indirectos si Washington redefine reglas de origen o impone sanciones por “transbordo”, una categoría ambigua que podría afectar sectores estratégicos como el automotor. Las alertas se intensifican por anuncios recientes de relocalización de operaciones por parte de General Motors, Audi y Honda, lo que sugiere que la aparente ventaja mexicana podría diluirse si no se consolida en una política industrial con contenido técnico y reglas claras.
En el frente financiero, el sistema bancario mexicano quedó expuesto a una de las sanciones extraterritoriales más agresivas implementadas hasta ahora por EE. UU. La FinCEN (Red de Control de Delitos Financieros del Tesoro) anunció medidas unilaterales contra CIBanco, Intercam y Vector Casa de Bolsa, por presuntos vínculos con redes de lavado de dinero asociadas a cárteles de droga. Las entidades fueron designadas como “de interés prioritario en materia de blanqueo de capitales” bajo la nueva legislación antinarcóticos relacionada con el fentanilo, lo que implica la prohibición total de transferencias con instituciones estadounidenses. Aunque México no ha encontrado evidencia de lavado sistemático, sí impuso sanciones administrativas por más de 134 millones de pesos, y abrió investigaciones internas tras la visita de un alto funcionario del Tesoro a la Convención Bancaria de mayo.
El impacto inmediato fue severo: se aislaron operaciones, se bloquearon pagos, se suspendieron líneas de fondeo, y clientes individuales y corporativos retiraron fondos masivamente. El caso más delicado es CIBanco, principal fiduciario de emisiones financieras como fondos inmobiliarios y certificados de capital privado en México, lo que pone en riesgo el cumplimiento de compromisos del mercado local de valores. La FinCEN otorgó un plazo hasta el 21 de julio para reestructurar o desvincular las operaciones con las entidades sancionadas. Si bien el gobierno de Claudia Sheinbaum ha cooperado con EE. UU. en materia migratoria y de seguridad, la medida amenaza con escalar tensiones bilaterales justo cuando México busca preservar estabilidad financiera y credibilidad internacional ante la nueva administración republicana.
Conclusión
México atraviesa una coyuntura compleja en la que las fortalezas estructurales del T-MEC contrastan con debilidades internas crecientes. El deterioro del mercado laboral, la incertidumbre normativa en comercio exterior y el impacto reputacional sobre el sistema financiero coinciden en un momento geopolíticamente delicado. Si bien el acuerdo entre EE. UU. y Vietnam abre una ventana competitiva para México, su sostenibilidad dependerá de la capacidad del país para ofrecer reglas claras, seguridad jurídica y una política industrial coherente.
El golpe al sistema bancario —por su severidad extraterritorial y su enfoque punitivo— marca un precedente riesgoso para otros actores del sistema financiero. Más allá de las entidades directamente señaladas, el caso refleja un cambio en el tono y la metodología de Estados Unidos hacia México en materia de seguridad y cumplimiento, con implicaciones no solo legales, sino reputacionales y operativas. En conjunto, el país necesita fortalecer su institucionalidad financiera y laboral si quiere capitalizar las ventajas comparativas que aún conserva y evitar que estas se diluyan bajo la presión de factores externos y debilidades internas persistentes.
Colombia
Colombia cerró la semana con un cuadro macroeconómico de alta complejidad, marcado por divisiones internas en política monetaria, nuevas maniobras fiscales en deuda externa e interna, fricciones diplomáticas con Estados Unidos, caída de exportaciones estratégicas y un deterioro estructural en el sistema de salud. A pesar de señales puntuales de moderación inflacionaria y cierta recuperación en el PIB, los fundamentos fiscales siguen en tensión, mientras se acelera el uso de herramientas extraordinarias para sostener la percepción de solvencia y el flujo de capitales.
Las minutas del Banco de la República evidenciaron una Junta dividida en torno a la continuidad del ciclo de recortes. Cuatro miembros votaron por mantener la tasa en 9,25 %, dos por una reducción de 50 puntos básicos y uno por un recorte de 25 puntos. Aunque la inflación general bajó marginalmente a 5,1 % y la básica a 4,8 %, persisten presiones sobre alimentos procesados y servicios. Las expectativas de inflación, si bien estables en el corto plazo, se mantienen por encima de la meta a mediano plazo. En paralelo, el deterioro fiscal —acentuado por la activación de la cláusula de escape y el creciente déficit para 2025— restringe el margen de maniobra de la política monetaria y ha elevado la prima de riesgo país. No obstante, la economía mostró una expansión de 2,7 % en el primer trimestre, impulsada por consumo privado y sectores primario y terciario, mientras los indicadores del segundo trimestre sugieren continuidad en ese dinamismo.
En materia fiscal y de deuda, el Ministerio de Hacienda activó dos frentes simultáneos. A nivel externo, lanzó un ambicioso programa de recompra de bonos en dólares con altos descuentos, respaldado por una propuesta de financiamiento en francos suizos por hasta USD 10.000 millones y emisiones complementarias en euros. La operación busca reducir el servicio de deuda del 4,7 % al 4,5 % del PIB y mejorar la percepción de riesgo del país —una apuesta arriesgada que intenta aprovechar el diferencial entre tasas implícitas y fundamentos fiscales. En el frente interno, el gobierno anunció un nuevo canje de TES Clase B con vencimientos al 2026 por papeles a 2029, 2033 y 2040, en línea con el Decreto 1068 de 2015 y orientado a suavizar el perfil de vencimientos en moneda local.
Este esfuerzo por reconfigurar la deuda soberana ocurre mientras se deteriora la relación bilateral con EE. UU., tras el llamado a consultas de embajadores, la salida de Laura Sarabia de la Cancillería y las advertencias de Washington sobre posibles represalias. La tensión se traslada al frente comercial: entre enero y mayo, las exportaciones hacia EE. UU. —que representa casi el 30 % del total— cayeron 13,4 % interanual, con reducciones destacadas en hidrocarburos (-16,2 %) y afectaciones en productos clave como café, flores, aguacate y tilapia. Gremios como la SAC y Acopi han alertado sobre la limitada capacidad de diversificación y los riesgos para la inversión extranjera, el turismo y la cooperación técnica si la crisis se agrava. Empresas estadounidenses ya manifiestan incertidumbre, mientras sectores como el software, la agroindustria, los textiles y la educación internacional estarían en la línea de fuego.
En el frente de precios, el DANE reportó que el IPP de junio cayó -0,28 % mensual, arrastrado por fuertes caídas en productos agropecuarios como la papa (-24,25 %) y los cítricos (-16,73 %), mientras que la minería —impulsada por el oro— mostró un repunte de 3,91 %. En el acumulado anual, el IPP registra -1,35 %, y en términos interanuales un alza de 2,09 %, con desempeños heterogéneos entre sectores. Por destino económico, los bienes de consumo final e intermedio, así como los materiales de construcción, mostraron retrocesos en precios.
En paralelo, el monitoreo de alimentos sugiere una posible desaceleración de la inflación de alimentos a 4,48 % anual en junio, con variaciones mensuales contenidas. Las carnes preparadas lideraron los aumentos, mientras que frutas y tubérculos como la papa, la naranja y los bananos cayeron. El próximo dato de inflación —que se publicará el lunes— podría ubicar el IPC general en niveles de 4,8 % a 4,9 %, su punto más bajo desde octubre de 2021, según estimaciones de analistas y bancos locales.
No obstante, en el informe más reciente de la OCDE, Colombia fue el segundo país del bloque con mayor inflación mensual en mayo (5,1 %), solo por detrás de Turquía. Aunque se reconoce el papel técnico del Banco de la República en el control del IPC, expertos como Carlos Sepúlveda han advertido que el gobierno nacional aún no coordina esfuerzos suficientes para apoyar la política monetaria, lo cual limita el proceso de convergencia inflacionaria.
A este panorama se suma la crisis estructural del sistema de salud, según la Contraloría General. Las EPS acumulan pasivos por $32,9 billones y la mayoría opera sin cumplir los requisitos de solvencia ni de reservas técnicas. Solo seis EPS —que cubren apenas el 10,9 % de los afiliados— cumplen con los tres indicadores financieros, mientras el 89 % restante está en manos de entidades inviables. La Nueva EPS, la más grande del país, no ha presentado estados financieros desde 2023, tiene patrimonio negativo y concentra el 22 % de las quejas del sistema. El informe advierte que las medidas de intervención de Supersalud han sido ineficaces y que las PQR aumentaron 23,2 % en 2024. Con una siniestralidad promedio de 110 %, el sistema enfrenta una bomba de tiempo financiera y operativa, cuya desactivación requerirá decisiones de fondo que aún no se han tomado.
Conclusión
Colombia enfrenta una situación fiscal y monetaria delicada, donde el Banco de la República intenta contener la inflación con herramientas limitadas por un déficit creciente y un entorno de incertidumbre institucional. La estrategia del gobierno de financiar recompras de deuda con préstamos en divisas y canjes internos refleja una política fiscal en modo defensivo, que busca sostener la confianza de los mercados a corto plazo. Sin embargo, el deterioro de las relaciones con EE. UU., la caída de exportaciones estratégicas y la crisis en salud agregan presiones estructurales que, de no corregirse, podrían traducirse en un aumento persistente del riesgo país. La resiliencia mostrada por el consumo y algunos sectores no es suficiente para compensar la fragilidad de los fundamentos macro y la creciente percepción de inestabilidad, tanto interna como externa.
Renta Variable
El mercado accionario colombiano cerró la semana con un desempeño positivo, consolidando una valorización del 1,1 % y ubicando al índice Colcap en 1.687 puntos, cerca de sus máximos recientes. El movimiento estuvo impulsado principalmente por las acciones de Terpel y Grupo Éxito, mientras que BMC, ETB y Canacol encabezaron los retrocesos. A pesar del contexto macroeconómico local tenso, la bolsa ha mostrado una resiliencia notable, en parte por la rotación sectorial hacia compañías con fundamentos estables y baja exposición al riesgo regulatorio.
En los mercados internacionales, la renta variable mostró un comportamiento mixto. Las bolsas europeas retrocedieron ante el aumento de la incertidumbre por nuevos aranceles desde Estados Unidos —en especial sobre productos chinos y vietnamitas—, lo que reavivó temores sobre una escalada proteccionista. El Euro Stoxx 50 cayó 1 %, mientras que el CAC 40 francés, el DAX alemán y el IBEX 35 español registraron descensos de entre 0,6 % y 1,5 %. En Asia, la sesión fue más volátil: el Hang Seng de Hong Kong perdió 0,64 % y el KOSPI surcoreano retrocedió 2 %, contrastando con el leve avance del Shanghai Composite (+0,32 %). Japón se mantuvo prácticamente estable.
En EE. UU., las bolsas permanecieron cerradas el viernes por el feriado del 4 de julio, pero la semana cerró con un S&P 500 en 6.173 puntos, ganando 3,0 % semanal y marcando un nuevo máximo histórico. El impulso provino del sector tecnológico, donde Oracle destacó con un alza superior al 11 % tras anunciar un acuerdo estratégico con OpenAI para la provisión de 4,5 gigavatios de capacidad energética en nuevos centros de datos. Esta colaboración, enmarcada en el ambicioso proyecto Stargate, proyecta ingresos anuales por más de USD 30.000 millones a partir de 2028, y consolida a Oracle como actor central en la infraestructura de IA, con expansiones previstas en Texas, Michigan y Georgia.
Otros movimientos destacados incluyeron el repunte de First Solar (+8,5 %) tras la eliminación de un impuesto especial en el nuevo plan fiscal sobre renovables, y las subidas de Cadence Design y Synopsys (más del 5 %), beneficiadas por la flexibilización en las restricciones de exportación de software para diseño de chips hacia China. También brilló CrowdStrike (+3,6 %) tras recibir una mejora de valoración, capitalizando el impulso del mercado por la inteligencia artificial.
En contraste, el sector inmobiliario estadounidense corrigió tras la publicación de un dato laboral superior al esperado. Compañías como Lennar (-4,5 %) y DR Horton (-2,7 %) registraron caídas significativas. El segmento de alimentos también sufrió retrocesos, con Campbell Soup (-2,1 %) y McCormick (-1,8 %) afectadas por riesgos crediticios y arancelarios en la cadena de suministro de productos agrícolas importados.
En términos sectoriales, el S&P 500 registró los mejores desempeños en tecnología (+1,3 %), financieras (+1,1 %) e industriales (+0,8 %). Los sectores más rezagados fueron materiales (0,0 %), salud (+0,1 %) e inmobiliario (+0,1 %), reflejando cautela por parte del mercado frente al entorno regulatorio y las tensiones en comercio exterior.
Renta fija
La semana se caracterizó por movimientos contenidos pero significativos en las principales curvas soberanas, con la atención centrada en las perspectivas de política monetaria y en la gestión de deuda de los países emergentes.
En Estados Unidos, la falta de operativa por el feriado del 4 de julio dejó sin cambios los rendimientos de los Treasuries; la referencia a 10 años quedó anclada en 4,33 %, mientras los swaps mantienen implícito un único recorte de 25 pb de la Fed antes de diciembre.
En la eurozona se observó un empinamiento moderado de la curva alemana, impulsado por un renovado apetito de refugio tras el repunte proteccionista en Washington. El Bund a 2 años cayó 3 pb —mínimo de tres semanas— y el 10 años retrocedió apenas 1 pb, situándose en 2,60 %; los mercados monetarios descuentan ya -27 pb adicionales de alivio del BCE para lo que resta de 2025. La tensión política en el Reino Unido, tras la victoria laborista y el relevo fiscal de Rachel Reeves, provocó un repunte intradía de 15 pb en el Gilt a 10 años (4,60 %), que se suavizó al cierre, transmitiendo algo de volatilidad periférica al cierre europeo.
En Latinoamérica, la curva colombiana de TES COP mostró un comportamiento mixto: se empinó entre los tramos 2026-2032 y se aplanó en nodos largos. Entre los 2032 y 2036 los rendimientos repuntaron entre 1,5 pb y 9,1 pb, mientras que las referencias 2040-2054 se valorizaron hasta -12,7 pb. Los TES UVR tendieron a desvalorizarse (+0,1 pb a +7,5 pb) salvo la UVR-2055 (-1,5 pb). El anuncio de MinHacienda de su tercera operación de manejo de deuda 2025 —canje de TES 2026 por títulos 2029, 2033 y 2040 el 8 de julio— busca suavizar el perfil de vencimientos sin alterar el endeudamiento neto y explica parte de la compresión en la cola larga.
En el comparativo regional semanal, los TES 10 años cerraron en 12,09 % (+1 pb), el Soberano peruano en 6,40 % (sin cambios) y el Treasury 10A en 4,27 % (-10 pb). La resiliencia del bono colombiano contrasta con la presión fiscal interna, mientras Perú se mantuvo estable por su ancla de inflación baja.
Divisas
El mercado de divisas cerró una semana marcada por la debilidad estructural del dólar estadounidense, que sigue perdiendo terreno frente a las principales monedas del mundo en medio de un cóctel de riesgos fiscales, tensiones comerciales y señales mixtas desde la Reserva Federal. El índice DXY, que mide el desempeño del billete verde frente a una canasta de seis monedas (EUR, JPY, GBP, CAD, SEK y CHF), cayó por debajo de los 97,0 puntos, acumulando una pérdida semanal cercana al 1 % y alcanzando su nivel más bajo desde 2022. Esta tendencia refleja una depreciación sostenida que supera el 10 % en lo corrido del año, presionada por el deterioro fiscal proyectado y la incertidumbre política.
A pesar de un robusto informe laboral —con nóminas no agrícolas por encima de lo esperado y una caída de la tasa de desempleo al 4,1 %—, el dólar no logró sostener las ganancias de jornadas previas. La aprobación en la Cámara de Representantes de un nuevo paquete fiscal que extendería los recortes de impuestos de 2017, elevaría el gasto en defensa y eliminaría incentivos climáticos —sumando USD 3,3 billones al déficit en la próxima década— incrementó la percepción de riesgo sobre la sostenibilidad de las finanzas públicas. La situación se agrava con la decisión del presidente Trump de iniciar una nueva ronda de aranceles unilaterales —con tarifas entre 20 % y 30 % a varios países—, lo que aumentó la aversión al riesgo y debilitó aún más al dólar.
En contraste, el peso colombiano cerró la semana con una apreciación de 2,53 %, la mayor desde febrero de 2025, consolidándose como la moneda emergente con mejor desempeño en julio. Este repunte obedece a la combinación de un entorno externo favorable, la búsqueda de retornos vía carry trade, la decisión del Banco de la República de mantener tasas atractivas y señales técnicas que respaldan la fortaleza relativa del peso frente al dólar. La tasa de cambio en Colombia operó en modalidad next day debido al festivo del 4 de julio en EE. UU.
Por su parte, el euro se mantuvo estable cerca de 1,176, su nivel más alto desde agosto de 2021, sostenido por un entorno de inflación alineado con el objetivo del BCE y una mayor resiliencia macro frente a EE. UU. El mercado prevé un solo recorte de tasas adicionales este año, mientras la Comisión Europea reiteró su disposición a negociar en medio de la escalada arancelaria, aunque mantiene preparativos para un escenario sin acuerdo.
La libra esterlina, en tanto, osciló cerca de 1,366, apoyada inicialmente por la estabilidad política tras el respaldo del primer ministro Keir Starmer a su ministra de Hacienda Rachel Reeves. Sin embargo, cedió parte de sus ganancias tras el informe laboral estadounidense. El mercado espera un recorte de tasas por parte del Banco de Inglaterra en agosto, en medio de señales mixtas del gobernador Andrew Bailey y advertencias internas sobre el riesgo de una desaceleración más abrupta si no se flexibiliza pronto la política monetaria.
En síntesis, el mercado de divisas refleja un deterioro sostenido en la posición del dólar como activo refugio, afectado por desequilibrios fiscales estructurales, presiones proteccionistas y un entorno político volátil. Si bien datos puntuales —como el informe laboral— ofrecen soporte temporal, el debilitamiento del DXY confirma que la moneda estadounidense enfrenta una tendencia de fondo a la depreciación, especialmente si no se restablece la credibilidad en la política fiscal. Esta dinámica está siendo aprovechada por monedas emergentes como el peso colombiano, que se benefician del diferencial de tasas, estabilidad relativa y flujos tácticos de capital.
Commodities
El mercado de materias primas cerró la semana con sesgo bajista en los energéticos y tono alcista en los metales preciosos, mientras los metales básicos corrigieron levemente ante la expectativa de menor demanda industrial.
El petróleo retrocedió en una sesión de bajo volumen por el feriado estadounidense. El Brent terminó en USD 68,31/barril (−0,71 %), y el WTI en USD 66,59/barril (−0,61 %), presionado por la combinación de un posible avance en las negociaciones nucleares entre EE. UU. e Irán y la inminente decisión de la OPEP+ de elevar la oferta en 411.000 barriles diarios a partir de agosto. El mercado teme que el aumento de producción acelere la acumulación de inventarios globales justo cuando los aranceles anunciados por Washington añaden un factor de incertidumbre sobre el crecimiento y la demanda de combustibles.
Entre los metales preciosos, el oro mantuvo su racha alcista y cotizó en USD 3.335 por onza troy (+0,22 % diario), impulsado por la búsqueda de refugio frente al deterioro fiscal de EE. UU. y la depreciación estructural del dólar. La plata acompañó el movimiento y se ubicó en USD 36,86 por onza (+0,21 %), consolidándose cerca de máximos de cuatro años.
El cobre corrigió levemente hasta USD 4,52 por libra (−0,06 %), en una toma de beneficios tras las fuertes subidas del trimestre y ante las dudas sobre la demanda manufacturera asiática. Aun así, el metal se mantiene 8 % arriba en el año, respaldado por la transición energética y la escasez de concentrados.
Conclusión
La combinación de mayor oferta prevista por la OPEP+, tensiones arancelarias y un dólar debilitado perfila un escenario mixto para las commodities: los energéticos podrían enfrentar presión bajista si la oferta se normaliza y la demanda se enfría, mientras los metales preciosos seguirán beneficiándose del entorno de incertidumbre fiscal y geopolítica. El cobre, aunque se ajusta en el corto plazo, mantiene fundamentos de soporte estructural ligados a la electrificación y la expansión de redes de IA, lo que sugiere una corrección técnica más que un cambio de tendencia.
Colombia y Brasil: dos países, dos costos de deuda
La diferencia en la prima de riesgo entre Colombia y Brasil no responde a un evento puntual ni a una reacción de corto plazo: refleja trayectorias institucionales divergentes. Mientras Colombia sigue enfrentando dudas fiscales, reformas sin consolidación y episodios de volatilidad política, Brasil —pese a sus tensiones internas— ha logrado estabilizar su percepción de riesgo mediante señales coherentes de política macroeconómica.
Al 5 de julio de 2025, el CDS a 10 años de Colombia se ubicaba en 346,7 pb, frente a 263,9 pb en el caso de Brasil. Esta brecha de más de 80 puntos básicos no solo es significativa, sino persistente. Desde 2022, el diferencial ha oscilado, pero siempre manteniendo a Colombia por encima, incluso cuando los precios de las materias primas favorecían a ambos países.
La explicación está en los fundamentos institucionales. Brasil avanzó en una reforma fiscal que generó confianza, preservó la independencia del Banco Central y evitó choques entre política monetaria y fiscal. Colombia, en cambio, ha enviado señales mixtas: activación de la cláusula de escape de la Regla Fiscal, déficit superior al 7 % del PIB, y un nuevo modelo pensional cuya viabilidad fiscal aún no está clara.
El mercado no reacciona solo a los números: reacciona a la narrativa que los respalda. Por eso el spread se amplía cada vez que surgen dudas sobre la sostenibilidad del gasto o la orientación futura de las finanzas públicas. Y aunque los CDS son instrumentos derivados, sus movimientos no son anecdóticos: influyen en el costo de los TES, en el acceso al financiamiento internacional y en la percepción de los inversionistas institucionales.
A futuro, Colombia puede reducir esa prima si logra articular un plan fiscal creíble, que no dependa exclusivamente de ingresos extraordinarios o financiamiento externo. Pero mientras la credibilidad institucional siga sujeta a vaivenes políticos, la prima de riesgo seguirá reflejando algo más profundo que el precio de un seguro: la confianza —o la falta de ella— en las reglas de juego del país.
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