Resumen Económico de la Semana del 24 al 28 de Marzo de 2025

Resumen Ejecutivo

La semana del 24 al 28 de marzo de 2025 mostró un panorama económico global bajo tensión. Trump moderó los aranceles del “Liberation Day”, pero impuso un 25% a autos importados y crudo venezolano, afectando a las automotrices e incrementando la incertidumbre mundial. En EE. UU., una inflación subyacente del 2,8% y un PIB revisado al 2,4% mantienen a la Fed en cautela, mientras la confianza del consumidor cae a 92,9 puntos, el peor nivel desde 2021. Europa impulsa estímulos fiscales alemanes para revitalizar una economía débil, con un PMI compuesto de 50,4. En América Latina, México reduce tasas ante una inflación del 3,67%, pero Brasil las eleva al 14,25% por presiones del 5,06%; Colombia, con remesas récord de US$1.031 millones, proyecta un déficit del -6,7% del PIB. En este escenario, la “mano invisible” de Adam Smith cobra vigencia: los mercados canalizan el interés propio hacia el bien común, pero fallos como desigualdades y crisis ambientales —patentes en 2025— muestran que pueden ser grandes servidores, pero peligrosos amos, cuando la autorregulación no basta. ¿Magia del mercado o espejismo? Hoy, la respuesta exige un timón que ajuste su curso.

Estados Unidos:

La semana fue especialmente relevante para los mercados estadounidenses —no tanto por la publicación de datos concretos, sino por los anuncios del presidente Donald Trump y su equipo económico frente al denominado “Liberation Day”, previsto para el 2 de abril—. Aunque se esperaba la activación de aranceles recíprocos, los comentarios más recientes sugieren un enfoque más matizado. El presidente declaró que sería “más indulgente que recíproco” y que se excluirían barreras no arancelarias —como el impuesto al valor agregado— del cálculo de tarifas, lo cual fue bien recibido por los analistas. Sin embargo, esta aparente moderación fue compensada por decisiones que incrementaron la incertidumbre, como el anuncio de un arancel del 25 % a los automóviles importados y otro, también del 25 %, sobre el crudo venezolano destinado a terceros países.

El impacto no se hizo esperar. Las automotrices anunciaron aumentos de precios entre 4.000 y 15.000 dólares por vehículo, las acciones del sector cayeron globalmente y la confianza del consumidor —medida por el Conference Board— descendió a 92,9 puntos, su nivel más bajo desde enero de 2021. A nivel internacional, Canadá anticipó que evaluará represalias frente a los nuevos aranceles estadounidenses.

En este entorno, los datos de inflación fueron nuevamente protagonistas. El deflactor del gasto en consumo personal (PCE) de febrero mostró un incremento mensual de 0,3 % y una variación interanual del 2,5 %, en línea con lo esperado. No obstante, la lectura subyacente —más relevante para la Reserva Federal— superó las previsiones, con un alza de 0,4 % mensual y 2,8 % anual. Aunque los ingresos personales crecieron un sólido 0,8 %, el gasto subió solo 0,4 %, por debajo de lo estimado, lo cual sugiere una cautela incipiente entre los consumidores. Esta combinación refuerza la postura prudente del banco central, que necesita más claridad antes de definir sus próximos movimientos.

La Reserva Federal mantuvo sin cambios su política monetaria durante la última reunión —como lo anticipaba el mercado—, pero las proyecciones actualizadas dejaron ver un entorno más restrictivo de lo esperado. Aunque el diagrama de puntos aún apunta a dos recortes de tasas en 2025, el número de miembros que espera solo uno —o ninguno— ha aumentado. Jerome Powell sostuvo que los efectos inflacionarios derivados de los aranceles serían “transitorios”, pero algunos analistas consideran que esta lectura subestima los riesgos y responde, en parte, a presiones políticas. El aumento en el costo de la deuda federal y la necesidad de reducir los intereses del financiamiento público podrían estar influyendo en la narrativa del banco central.

Los indicadores económicos publicados durante la semana ofrecieron un panorama mixto. Por un lado, el PIB del cuarto trimestre fue revisado al alza a 2,4 % trimestral anualizado —desde el 2,3 % anterior—, impulsado por un consumo más sólido y un ajuste menos negativo del comercio neto. La producción industrial subió un 0,7 % mensual, superando las expectativas, mientras que las ventas minoristas, aunque moderadas en el total (+0,2 %), mostraron solidez en el grupo de control (+1 %).

En el sector inmobiliario, las cifras sorprendieron positivamente. Las ventas de viviendas de segunda mano crecieron un  4,2 % en febrero, mientras que las  iniciaciones de obra aumentaron un 11,2 %, recuperando lo perdido en enero. Los permisos de construcción cayeron un 1,2 %, levemente por encima de lo esperado. En el segmento de viviendas nuevas, las ventas aumentaron un 1,8 %, hasta alcanzar 700.000 unidades anuales.

No obstante, los indicadores adelantados comenzaron a mostrar cierta fragilidad. La encuesta Empire State cayó bruscamente a -20 puntos, reflejando una contracción significativa de la manufactura en Nueva York. Aunque esta serie es volátil, el retroceso fue acompañado por un nuevo aumento en los precios pagados por los insumos. La encuesta de la Fed de Filadelfia, en cambio, arrojó un dato positivo, situándose en 12,5 puntos, por encima de lo esperado. En la construcción, el índice de confianza de los constructores (NAHB) se redujo al nivel más bajo en siete meses —presionado por el encarecimiento de materiales y la incertidumbre sobre las nuevas tarifas—.

En cuanto al mercado laboral, las solicitudes iniciales de subsidio por desempleo se situaron en 223.000, por debajo del consenso, lo que refuerza la visión de un mercado todavía sólido. Sin embargo, las encuestas de confianza revelaron un deterioro del ánimo de los hogares. La Universidad de Michigan informó que su indicador bajó a 57,9 puntos en marzo—frente a los 64,7 de febrero—, afectado por mayores expectativas inflacionarias, inquietudes laborales y una percepción más sombría del entorno económico.

El PMI de servicios repuntó hasta 54,3 puntos, pero el de manufactura cayó por debajo de 50 —hasta 49,8—, lo que redujo el PMI compuesto a 53,5, señalando una expansión aún moderada, pero menos dinámica. Este panorama mixto refuerza la sensación de que, aunque la economía mantiene una base sólida, la confianza puede deteriorarse más rápidamente si la incertidumbre comercial se intensifica.

En suma, Estados Unidos sigue mostrando una macroeconomía resistente —respaldada por el consumo y el empleo—, pero bajo una presión creciente de factores externos e internos. La Reserva Federal transita una etapa compleja, en la que cada decisión monetaria podría tener implicaciones no solo económicas, sino también políticas. El equilibrio entre credibilidad, autonomía y eficacia será determinante para evitar distorsiones adicionales en los mercados durante el segundo trimestre.

Europa:

La agenda económica de Europa continental estuvo dominada por la incertidumbre que generan los nuevos aranceles estadounidenses —y por la falta de una visión unificada dentro del Banco Central Europeo sobre cómo responder a su impacto—. Mientras la presidenta del BCE considera que las consecuencias sobre el crecimiento serán moderadas y que podrían generar presiones inflacionarias adicionales, otros miembros del Consejo se muestran más pesimistas, advirtiendo que el golpe sobre la actividad podría ser más severo de lo anticipado y que el efecto sobre los precios sería limitado. Esta divergencia refleja no solo la complejidad del entorno económico, sino también las limitaciones estructurales del bloque ante choques externos asimétricos.

La región sigue atrapada entre señales de una desinflación gradual y unos fundamentos macroeconómicos que apenas muestran signos de dinamismo. El crecimiento permanece débil y la inflación —aunque en descenso— aún no converge plenamente con los objetivos del BCE. Sin embargo, el cambio en la postura fiscal de Alemania —tras años de disciplina presupuestaria— ha dado un giro relevante. El aumento del gasto en inversión pública no solo representa un estímulo real, sino que también ha generado un efecto psicológico positivo, tanto en los mercados como en la confianza empresarial.

Los datos recientes permiten hablar de una economía que, si bien estabilizada en niveles bajos, empieza a mostrar signos de mejoría. La confianza del consumidor de la eurozona retrocedió en marzo hasta los -14,5 puntos, tras dos meses de recuperación incipiente. El dato refleja el peso persistente de factores como las tensiones comerciales, la incertidumbre geopolítica y el deterioro del poder adquisitivo. No obstante, la encuesta ZEW de marzo en Alemania ofreció una lectura más alentadora: el componente de expectativas repuntó con fuerza hasta 51,6 puntos, su mejor nivel desde 2022, aunque la percepción de la situación actual siguió muy deprimida —con -87,6 puntos—, revelando las dificultades que atraviesa la economía alemana en el presente.

En materia de precios, el IPC final de febrero en la eurozona se revisó a la baja hasta el 2,3 % interanual, mientras que la tasa subyacente se mantuvo en el 2,6 %. En Alemania, el índice de precios de producción aumentó solo 0,7 % interanual, por debajo del 1,0 % previsto, lo que sugiere que las presiones inflacionarias en origen siguen perdiendo intensidad.

España, por su parte, presentó una batería de datos que confirman la resiliencia de su economía. Los costes laborales del cuarto trimestre de 2024 crecieron un 3,6 % interanual, el ritmo más bajo desde el primer trimestre de 2021. Las ventas de viviendas de enero aumentaron un notable 20,5 % mensual, aunque la variación interanual se moderó del 37,7 % al 11,0 %. Por otro lado, el déficit comercial superó los 6.100 millones de euros en enero, impulsado por importaciones energéticas e industriales, especialmente desde Asia. El único contrapeso se observó en el comercio intraeuropeo, que sigue arrojando superávit.

En cuanto a indicadores adelantados, los PMI preliminares de marzo apuntan a una leve reactivación. El PMI compuesto de la eurozona subió a 50,4 puntos, superando por tercer mes consecutivo el umbral de 50. El avance se explica principalmente por la mejora del sector manufacturero —que alcanzó 48,7 puntos desde 47,6—, mientras que los servicios se estancaron en 50,4. Este patrón se repite en Alemania y Francia, aunque el sector servicios alemán parece estar en mejor posición que el francés. El optimismo generado por el plan de infraestructuras en Alemania también se reflejó en la encuesta IFO, que repuntó 1,4 puntos hasta 86,7, con una mejora destacada en el componente de expectativas.

En el Reino Unido, el IPC de febrero se mantuvo estable en 3,0 % interanual, en línea con el consenso. La inflación de servicios habría descendido a  4,8 %, mientras que los precios regulados —como la energía— podrían repuntar ligeramente en los próximos meses. Por otro lado, las ventas minoristas crecieron 1 % en febrero y el PIB del cuarto trimestre avanzó un 0,1 % trimestral y 1,5 % interanual. La inversión empresarial cayó un 1,9 % trimestral, aunque creció un 2 % en todo 2024. El déficit por cuenta corriente se amplió a £21.000 millones, mostrando un entorno externo aún desafiante.

En el plano monetario, el BCE publicó los datos de oferta monetaria M3 de febrero, que crecieron un 3,8 % interanual, en línea con la recuperación del crédito privado. Aunque aún no puede hablarse de un impulso crediticio robusto, al menos ha dejado de ser un lastre. Asimismo, el índice de confianza económica de la Comisión Europea mejoró ligeramente hasta 96,9 puntos, acumulando cuatro avances en los últimos cinco meses. Este incremento refleja una mejor expectativa en el sector manufacturero y cierta recuperación en el comercio minorista.

En Francia, el IPC armonizado preliminar de marzo subió a 1,1 % interanual, desde el 0,9 % de febrero, debido al alza del IVA en energía y servicios, así como por efectos de base desfavorables. La inflación subyacente también habría repuntado ligeramente, aunque el dato no se conocerá hasta la publicación final.

Finalmente, los datos estructurales de España fueron igualmente sólidos. La actividad del sector servicios creció 1,5 % mensual en enero, y el comercio minorista avanzó 1,2 % mensual y 3,6 % interanual en febrero. El PIB del cuarto trimestre creció un 0,8 % trimestral y 3,4 % interanual, sin cambios relevantes respecto al dato preliminar. Además, la posición de inversión internacional neta mejoró hasta -44,0 % del PIB, el mejor nivel desde 2001, y el déficit público se redujo al 3,15 % del PIB, o 2,8 % si se excluyen los gastos por el fenómeno climático DANA.

Europa sigue mostrando una recuperación frágil, aunque más ordenada que meses atrás. Los estímulos fiscales en Alemania, la estabilización del crédito y el giro del sentimiento empresarial abren la puerta a una reactivación progresiva —pero sujeta aún a riesgos significativos derivados del entorno internacional y de la falta de cohesión política dentro del bloque—.

Asia:

En Asia, los desarrollos recientes confirman un entorno de recuperación desigual —donde el crecimiento sigue condicionado por factores externos, políticas internas de estímulo y las respuestas monetarias aún prudentes—. En China, las autoridades anunciaron la emisión de 1,45 billones de yuanes en bonos durante el primer trimestre con el fin de sostener la actividad económica. Esta estrategia se acompaña de un objetivo de déficit fiscal récord del 4 % del PIB, una señal clara del esfuerzo oficial por amortiguar los efectos de la desaceleración estructural y contrarrestar el impacto de los nuevos aranceles anunciados por Estados Unidos.

Aunque el gobierno chino mantiene un objetivo de crecimiento del 5 % para 2025, el escepticismo persiste ante la debilidad de la demanda interna, la fragilidad del mercado inmobiliario y la creciente exposición al riesgo de aislamiento comercial. El reciente foco de la administración estadounidense sobre el desacople tecnológico añade una capa adicional de complejidad a un entorno que ya enfrenta desafíos de largo plazo. No obstante, los datos de comercio exterior en febrero arrojaron una señal alentadora: el intercambio internacional de bienes y servicios alcanzó los 514.000 millones de dólares, con un superávit comercial de 48.200 millones, y un crecimiento interanual del 14 %. Aunque el dinamismo exportador sigue siendo relevante, los desequilibrios entre bienes y servicios muestran que el consumo externo continúa siendo más robusto que el interno.

En este contexto, el discurso político busca reforzar la apertura económica. Durante el Foro de Boao para Asia, el vice primer ministro Ding Xuexiang hizo un llamado al verdadero multilateralismo y a una globalización inclusiva, destacando que China mantiene fundamentos sólidos para sostener su crecimiento de largo plazo. Afirmó que “invertir en China es invertir en el futuro” y reiteró el compromiso del país con la mejora del entorno empresarial y la atracción de inversión extranjera. La señal fue bien recibida por el sector privado, que reafirmó su interés en seguir ampliando su presencia en el mercado chino.

Mientras tanto, en Japón, la política monetaria permanece estable, pero con señales de mayor firmeza. Aunque el Banco de Japón (BoJ) no modificó su postura en marzo, el gobernador dejó entrever la posibilidad de una subida de tasas antes de lo previsto —posiblemente en mayo— si se disipan las dudas en torno al impacto de los aranceles y los mercados mantienen su estabilidad. La inflación subyacente en Tokio repuntó a 2,4 % en marzo, y la medida que excluye subsidios energéticos subió aún más, hasta 2,6 % anual, lo que refuerza la expectativa de una política monetaria menos expansiva en el segundo trimestre del año.

No obstante, Japón tiene un frente externo complejo. El anuncio de aranceles del 25 % a los vehículos importados por parte de Estados Unidos —con vigencia desde el 2 de abril— afectará directamente a fabricantes como Toyota, Honda, Nissan y Mazda, que exportan a EE. UU. desde México. Según Teikoku Databank, la medida representará un aumento significativo en los costos para las automotrices japonesas, especialmente para aquellas con operaciones en América del Norte. Si estos incrementos se trasladan a los consumidores, se anticipa una caída en las ventas y un impacto negativo en las cadenas de suministro, incluyendo industrias conexas como el acero, los semiconductores y la maquinaria.

Actualmente, 746 empresas japonesas operan en México, lo que representa un incremento del 31 % respecto a 2018. El 65,3 % de ellas pertenece al sector automotriz, con 487 corporaciones activas, incluidas 8 fabricantes de vehículos terminados y más de 400 proveedoras de autopartes —principalmente para Toyota—. De estas, 308 cuentan con plantas o instalaciones productivas, lo que expone a buena parte del ecosistema industrial japonés a los riesgos arancelarios de EE. UU., especialmente si se agrava el desacople comercial en los próximos meses.

En suma, Asia enfrenta un entorno de transición, marcado por ajustes fiscales, tensiones comerciales y señales divergentes entre sus principales economías. Mientras China apuesta por el estímulo y la narrativa globalista para sostener su recuperación, Japón se aproxima a un cambio de ciclo monetario, condicionado por un consumo más firme pero también por un entorno externo crecientemente adverso.

México y Brasil:

En América Latina, la evolución económica reciente de México y Brasil refleja estrategias claramente divergentes frente a un entorno internacional volátil —marcado por la incertidumbre comercial, datos mixtos de actividad y presiones inflacionarias desiguales—. Mientras México ha optado por iniciar un ciclo de recortes de tasas ante señales de enfriamiento, Brasil se mantiene en una postura restrictiva, preocupado por la persistencia de la inflación y el deterioro de las expectativas.

En México, la inflación sorprendió positivamente durante la primera quincena de marzo. El Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) se ubicó en 3,67 % interanual, en lo que constituye uno de los registros más bajos desde mediados de 2020. Tanto la  inflación  subyacente  como la  no subyacente  mostraron señales de desaceleración —con lecturas de 3,56 % y 3,89 % respectivamente—, lo que representa un cambio de tendencia tras dos quincenas consecutivas de alzas. En particular, los precios de frutas y verduras mostraron una contracción anual del 3,67 %, mientras que los alimentos pecuarios subieron 8,93 %, dejando al componente agropecuario con una inflación de 4,22 %.

Este respiro inflacionario refuerza la expectativa de un recorte adicional en la tasa de referencia por parte del Banco de México, que ya ha iniciado una senda más agresiva de relajación monetaria. Según los analistas de Grupo Base, se prevé que la tasa de interés baje a 9,0 % esta semana y cierre el año en torno al 8,5 %, en la medida en que la desaceleración económica contribuya a acercar la inflación al objetivo del 3 % establecido por Banxico. A pesar de que el desempleo se mantuvo estable en 2,5 % en febrero, el deterioro del empleo en términos absolutos refuerza la necesidad de estímulo adicional.

En contraste, Brasil enfrenta un escenario más desafiante. La tasa de desempleo subió a 6,8 %, acompañada de una caída en el empleo total, aunque los ingresos reales marcaron un alza histórica, lo que refleja una dinámica salarial compleja en medio de un mercado laboral aún tenso. La inflación interanual se ubicó en 5,06 % en febrero, su nivel más alto desde septiembre de 2023, y el Banco Central de Brasil elevó su tasa básica de interés a 14,25 %, reafirmando su compromiso con el control de precios.

En las actas de su última reunión, el emisor advirtió que el panorama económico se ha tornado más complejo —con una combinación de expectativas inflacionarias desancladas, menor impulso externo y dudas en torno a la política comercial estadounidense—. Aunque anticipa una próxima subida de tasas de menor magnitud, se ratifica la necesidad de mantener una política monetaria restrictiva por un período más prolongado.

Las proyecciones oficiales prevén un crecimiento del PIB brasileño del 2,3 % para 2025, inferior al 3,4 % registrado en 2024, lo que evidencia una pérdida de dinamismo que no impide, por ahora, una postura firme frente a los riesgos inflacionarios. La decisión del Banco Central de mantener el sesgo restrictivo —en contraste con la actitud más flexible del Banco de México— subraya no solo las diferencias en los fundamentos macroeconómicos de ambas economías, sino también las prioridades institucionales frente a un entorno financiero y geopolítico en continua transformación.

En síntesis, México y Brasil avanzan por senderos distintos: el primero, con un ciclo de relajación monetaria respaldado por la moderación de precios; el segundo, con una política más agresiva para contener un repunte inflacionario que aún no se disipa. Ambos casos reflejan los desafíos que enfrenta América Latina para navegar la nueva fase del ciclo global —donde la prudencia macroeconómica debe balancearse con la urgencia de sostener el crecimiento interno—.

Colombia:

El foco de la semana en Colombia estuvo puesto en las primeras intervenciones del nuevo ministro de Hacienda, Germán Ávila, quien pidió al Banco de la República adoptar una postura más audaz en el proceso de recorte de tasas de interés, calificando como insuficientes los ajustes realizados hasta ahora. Ávila también señaló que no tomará decisiones “exclusivamente” para tranquilizar a los inversionistas internacionales —una postura que refuerza su intención de priorizar el gasto social por encima de las exigencias del mercado—. En línea con ello, ratificó su compromiso con los programas del gobierno e insinuó un alza progresiva del precio del diésel, que no impactaría a los transportadores.

En materia externa, el flujo de remesas sigue destacándose como un soporte relevante para la economía. En febrero, los trabajadores colombianos en el exterior enviaron US$1.031 millones, cifra que implica un crecimiento del 12,9 % interanual y representa el segundo mes consecutivo por encima de los US$1.000 millones, un hito histórico para los registros del Banco de la República. Si bien la tasa de crecimiento muestra una moderación respecto al 20 % observado a finales de 2024, el acumulado de los dos primeros meses de 2025 supera en 11,7 % al del mismo periodo del año pasado.

El auge de las remesas ha sido atribuido al aumento de la migración y a la mejora de los ingresos reales en países receptores como Estados Unidos y España. Esta fuente de ingresos, que superó los US$11.848 millones en 2024, ya supera por segundo año consecutivo a la inversión extranjera directa —una señal contundente sobre el papel creciente de los hogares migrantes en el sustento económico nacional—.

En términos de actividad económica, el DANE reportó que el PIB nacional a precios corrientes fue de $1.584 billones en 2023, y el PIB per cápita alcanzó los $30,3 millones, lo que representa un crecimiento del 6,6 % frente al año anterior. Las regiones más productivas fueron Bogotá ($50 millones per cápita), Casanare ($49,3 millones), Meta ($47,6 millones) y Santander ($43 millones). Sin embargo, el desempeño económico estuvo marcado por profundas disparidades territoriales: mientras Chocó, Vaupés y Amazonas lideraron el crecimiento porcentual, departamentos como La Guajira, Cesar y Meta sufrieron contracciones.

El informe también reveló que Bogotá, Antioquia y Valle del Cauca concentraron el 49,2 % del PIB nacional, y si se suman Santander, Cundinamarca y Atlántico, la participación conjunta asciende al 66,4 %. Aunque las cifras reflejan la alta concentración de la riqueza, también revelan que zonas tradicionalmente rezagadas comienzan a mostrar mejoras estructurales —un cambio relevante en términos de convergencia regional—.

En el frente fiscal, las advertencias sobre los desequilibrios siguen acumulándose. El Banco de Bogotá estima que el déficit fiscal podría acercarse al -6,7 % del PIB en 2025, muy por encima de la meta oficial del -5,1 %. Esta desviación obedece tanto a un mayor gasto como a menores ingresos. Se anticipa un faltante de $40 billones —$30 billones por ingresos no percibidos y $10 billones por gasto adicional—, una carga difícil de absorber en el mercado local sin un plan de financiamiento claro. La ausencia de funcionarios clave en el equipo económico, como el director de Crédito Público, ha generado preocupación adicional en los analistas, quienes temen que la nueva administración no logre contener los riesgos de una crisis de liquidez.

Por contraste, el sistema financiero colombiano mostró señales de solidez en el cierre de 2024 e inicio de 2025. Según el más reciente informe del Comité de Coordinación para el Seguimiento al Sistema Financiero, las entidades de crédito mantienen indicadores de solvencia y liquidez por encima de los mínimos regulatorios. La cartera comercial —que representa el mayor peso dentro del sistema— volvió a registrar crecimiento real positivo, acompañado de mejoras en la cartera hipotecaria y el microcrédito. Aunque persisten focos de deterioro en algunos segmentos, la morosidad ha retrocedido y las provisiones continúan cubriendo adecuadamente la cartera vencida.

Los reguladores advirtieron, no obstante, sobre riesgos latentes asociados a las tensiones geopolíticas, el endurecimiento comercial global y los desafíos fiscales internos. También se subrayó la importancia de una implementación ordenada de los nuevos estándares regulatorios que entrarán en vigor en septiembre de 2025. A pesar del contexto desafiante, el sistema financiero colombiano ha mostrado resiliencia —apoyado en una regulación prudente y una gestión de riesgos activa—, lo que permite prever un entorno de recuperación progresiva en la segunda mitad del año.

Especial | Fondo de Ahorro del Pilar Contributivo (FAPC): implicaciones del nuevo decreto

En el marco de la reforma pensional reciente, el Gobierno Nacional dio a conocer el proyecto de decreto que reglamenta la administración y operación del Fondo de Ahorro del Pilar Contributivo (FAPC), una pieza central del nuevo Sistema de Protección Social Integral para la Vejez, Invalidez y Muerte de Origen Común colombiano —según el documento técnico elaborado por la Unidad de Proyección Normativa y Estudios de Regulación Financiera (URF) en Bogotá, marzo de 2025—. Este fondo tiene como propósito mitigar los impactos fiscales de largo plazo derivados del régimen de prima media y complementar el esquema de capitalización individual en el Pilar Contributivo.

El documento técnico sugiere que el FAPC contará con una estructura de gobernanza clara, probablemente bajo la figura de un comité fiduciario que tomará las decisiones estratégicas de inversión —este comité podría estar integrado por representantes del Ministerio de Hacienda, el Departamento Nacional de Planeación, el Ministerio del Trabajo y el Banco de la República, con la participación de miembros independientes expertos en finanzas y pensiones—. Esta composición busca dotar al fondo de una gestión técnica, profesional y alejada de interferencias políticas.

Entre las posibles novedades relevantes, se espera que los recursos del fondo sean invertidos tanto en instrumentos financieros locales como en activos internacionales, siempre que cumplan criterios de seguridad, rentabilidad y liquidez —también se prevé que los excedentes generados no puedan ser utilizados para cubrir gasto corriente del Gobierno, sino que deberán reinvertirse o mantenerse como reservas para enfrentar los compromisos futuros del sistema pensional—.

Desde la perspectiva macroeconómica, la creación del FAPC representa un paso hacia la sostenibilidad fiscal de largo plazo, al tiempo que fortalece la arquitectura institucional de la seguridad social en Colombia —no obstante, su éxito dependerá de la acumulación efectiva de recursos durante los años de transición y del blindaje frente a presiones políticas que puedan desvirtuar su función técnica—.

A juicio de analistas, si se gestiona con rigurosidad, el fondo puede convertirse en una herramienta clave para reducir la incertidumbre sobre el pasivo pensional y para respaldar la confianza de los mercados internacionales en la capacidad del país de cumplir con sus compromisos futuros —en esa medida, el FAPC no solo es un componente técnico del nuevo modelo pensional, sino también un instrumento estratégico de estabilización macroeconómica de largo plazo—.

Renta Variable

Los mercados accionarios globales cerraron la semana con un tono negativo, marcados por el anuncio de un arancel del 25 % a los vehículos importados en EE. UU., lo que generó una reacción adversa en las principales bolsas. El S&P 500 retrocedió 1,5 %, el Dow Jones un 1,0 % y el Nasdaq un 2,6 %, afectados no solo por el nerviosismo que provocan las tensiones comerciales, sino también por señales de debilidad en el sector tecnológico y una desaceleración en la actividad de fusiones y adquisiciones. Las acciones de fabricantes como Ford y General Motors registraron fuertes caídas, mientras que la incertidumbre sobre la regulación antimonopolio limitó el dinamismo en Wall Street.

En Europa, la cautela inicial generada por la política arancelaria estadounidense presionó a la baja al STOXX 600, aunque el índice logró recuperarse levemente al cierre semanal. Destacó la oferta de UniCredit por Banco BPM, por un valor de 10.000 millones de euros, que impulsó las acciones del banco italiano, pero también encendió alertas sobre una consolidación bancaria acelerada en la región. Francia, por su parte, sumó un factor adicional de volatilidad tras la aprobación del presupuesto por decreto del primer ministro, sin votación parlamentaria, hecho que generó tensión política e incertidumbre en los mercados.

En Colombia, el COLCAP retrocedió apenas un 0,3 %, mostrando relativa estabilidad frente al entorno internacional. La acción de ETB cayó un 10,6 %, posiblemente afectada por la incertidumbre en el sector de telecomunicaciones, mientras que Mineros repuntó un 12,2 %, beneficiada por la subida en los precios de los Commodities.

Más allá de los movimientos semanales, la narrativa estructural en los mercados de renta variable parece estar girando. Tras más de una década dominada por la supremacía del mercado estadounidense y su sector tecnológico, el año 2025 está mostrando un retorno decidido a la diversificación. Activos como la deuda corporativa, los bonos del Tesoro y el oro han superado en rentabilidad al  S&P 500, algunos con diferenciales de hasta  9 puntos porcentuales, y con menor volatilidad.

Este cambio no es meramente táctico —refleja un reconocimiento más profundo de los riesgos asociados a la concentración excesiva de portafolios—. La reactivación de la guerra comercial, sumada a la desaceleración del ciclo económico global, ha generado un reequilibrio forzoso en las carteras institucionales. Según la más reciente encuesta de Bank of America, la asignación a acciones estadounidenses ha caído a mínimos históricos, mientras aumentan las posiciones en Europa y China.

Durante la semana, el tono dovish de la Reserva Federal dio algo de alivio inicial a los mercados —Powell ratificó el enfoque gradualista y la reducción del ritmo del ajuste cuantitativo—, pero las advertencias corporativas comenzaron a empañar el panorama. Empresas como FedEx y Nike, consideradas barómetros adelantados del ciclo económico, alertaron sobre presiones en márgenes y caídas en la demanda —con mención directa al impacto de los aranceles bilaterales—.

No obstante, los datos macroeconómicos de febrero en EE. UU. —ventas minoristas, producción industrial y sector inmobiliario— superaron las expectativas, disipando en parte el temor de una desaceleración inmediata. En Europa, el desbloqueo fiscal alemán y el ambicioso plan de gasto en defensa han favorecido selectivamente al sector industrial, con una fuerte valorización del índice europeo de defensa —aunque parte de este efecto ya estaría recogido en los precios actuales—.

Desde una perspectiva sectorial, las acciones energéticas y financieras lideraron los avances, mientras que el estilo de inversión “value” superó al “growth” por quinta semana consecutiva. Esta tendencia reafirma la creciente relevancia de las estrategias diversificadas, no como una opción conservadora, sino como un pilar central de una gestión de riesgo madura en tiempos de alta complejidad.

Renta Fija

La semana dejó un panorama desigual en los mercados de renta fija, con una marcada dicotomía entre lo ocurrido en Estados Unidos y Europa —donde predominó un tono más constructivo— y la situación local en Colombia, que mostró un claro deterioro en las valoraciones de deuda pública.

En el plano internacional, el comportamiento de los bonos del Tesoro estadounidense fue mixto. Los títulos a 2 y 5 años registraron ligeras caídas en sus rendimientos (-3,8 y -2,4 puntos básicos, respectivamente), mientras que los bonos a 10 y 30 años subieron marginalmente (+0,3 y +4,0 pbs). El descenso en las tasas cortas estuvo influenciado por la revisión a la baja del PIB estimado por la Fed de Atlanta (-2,8 %) y una nueva caída en el índice de confianza de la Universidad de Michigan, elementos que reavivaron las apuestas de recortes de tasas por parte de la Fed —el mercado descuenta ya 71 puntos básicos de recorte para finales de 2025—.

La decisión de la Reserva Federal de mantener inalteradas sus tasas, junto con un discurso más benigno por parte de Jerome Powell y la reducción en el ritmo del ajuste cuantitativo, dio soporte a la deuda soberana. Así, el rendimiento del bono a 10 años se ubicó en 4,25 %, su nivel más bajo en la última semana.

En Europa, la aprobación del giro fiscal alemán —con la suspensión del freno constitucional al endeudamiento— alivió las presiones en los mercados. El bund alemán a 10 años cerró la semana en 2,76 %, con un descenso de 11 pbs, reflejando una demanda sostenida por activos refugio. Sin embargo, persisten las preocupaciones fiscales en economías como Francia o la periferia del bloque —la prima de riesgo volvió a ampliarse—, y han resurgido propuestas para avanzar en una posible emisión conjunta de deuda europea, aunque con escasa viabilidad política a corto plazo. En el Reino Unido, los gilts mostraron una curva más empinada: los rendimientos a largo plazo aumentaron ante temores sobre el volumen de deuda futura, mientras que los de corto plazo cedieron ligeramente, presionados por el entorno internacional y los riesgos de recesión.

Por su parte, el mercado colombiano de renta fija vivió una semana especialmente volátil. La curva de TES Tasa Fija registró fuertes desvalorizaciones tras el sorpresivo relevo en el Ministerio de Hacienda, lo que alimentó los temores de una pérdida de disciplina fiscal. Los rendimientos subieron de manera significativa en nodos clave como TES noviembre 2027 (+46,0 pbs)junio 2032 (+45,7 pbs) y octubre 2034 (+47,5 pbs). A esta situación se sumó el anuncio de Glencore sobre la reducción del 50 % de la producción de carbón en El Cerrejón, lo que plantea riesgos para las cuentas externas y el recaudo fiscal.

Los TES indexados a inflación también reflejaron el aumento de la aversión al riesgo. El UVR marzo 2041 subió 44,7 pbs, y el UVR abril 2029 lo hizo en 36,4 pbs, en un contexto de mayores expectativas inflacionarias y dudas sobre la capacidad del Gobierno para sostener la regla fiscal. El mercado local también se vio afectado por la ausencia de canjes de TES —en especial los de vencimiento en noviembre de 2025 y agosto de 2026, cuyos saldos permanecen sin ajuste en COP $5,12 billones y COP $29,41 billones, respectivamente—.

Al cierre del 21 de marzo, los Depósitos del Tesoro alcanzaron los COP $15,96 billones, más del doble del nivel observado un año atrás, impulsados por las utilidades transferidas por el Banco de la República. Esta acumulación de liquidez ha contenido, por ahora, mayores presiones sobre el mercado primario, aunque el deterioro en el sentimiento de los inversionistas sigue latente.

En definitiva, el entorno de renta fija continúa condicionado por un cúmulo de factores exógenos —comercio, política monetaria, tensiones geopolíticas— y endógenos —fiscalidad, señales del Gobierno, comportamiento de la deuda—. En este contexto, el inversionista institucional privilegia liquidez y calidad crediticia, a la espera de una mayor claridad en las señales fiscales del Ejecutivo y del camino que adoptará el Banco de la República en su próxima reunión.

Monedas

El comportamiento de los mercados cambiarios durante la última semana estuvo dominado por una renovada aversión al riesgo global, impulsada por el anuncio de aranceles del 25 % a las importaciones de México y Canadá por parte de la administración Trump, una decisión que agudizó las tensiones comerciales y debilitó parcialmente la confianza en los mercados financieros.

El índice DXY, que mide el desempeño del dólar frente a una canasta de monedas desarrolladas, retrocedió un leve 0,1 % en la semana, aunque se mantuvo relativamente firme alrededor del nivel de 104,3 puntos al cierre del viernes. La publicación del índice PCE —la medida de inflación preferida por la Reserva Federal— mostró una lectura más alta de lo esperado, lo que reactivó preocupaciones inflacionarias y limitó el margen de caída del dólar, a pesar del incremento en la demanda por activos refugio como el oro y el yen japonés.

Entre las monedas desarrolladas, el euro se apreció un 0,2 %, beneficiado por la decisión del Banco Central Europeo de mantener inalteradas sus tasas, lo que fue interpretado como una postura prudente frente a las señales de desaceleración. El yen japonés, sin embargo, se depreció un 0,3 %, afectado por la continuidad de la política monetaria ultraexpansiva del Banco de Japón, lo que redujo su atractivo relativo en medio de las tensiones globales. Por su parte, el yuan chino cayó un 0,2 %, en línea con la estrategia del Banco Popular de China de permitir una depreciación gradual para mitigar el impacto de los aranceles y sostener la competitividad exportadora.

En los mercados emergentes, el ajuste fue más pronunciado. El peso chileno lideró las pérdidas con una caída del -3,3 %, arrastrado por el retroceso en el precio del cobre. El peso colombiano se depreció 1,4 %, afectado tanto por la volatilidad del crudo como por factores internos —la incertidumbre fiscal y la falta de señales claras sobre la trayectoria de la política monetaria generaron presión adicional sobre la moneda—. A esto se sumó el aumento en la prima de riesgo país (+1,5 %), que reflejó la desconfianza de los inversionistas ante los recientes cambios en el equipo económico y las dudas sobre el cumplimiento de la regla fiscal.

En ese contexto, el dólar en Colombia cerró en $4.200, un nivel que no se registraba desde comienzos de febrero y que representa un aumento de $28 frente al cierre anterior. La jornada estuvo marcada por una curva ascendente, con un máximo intradía de $4.210 y un mínimo de $4.170, lo que evidencia la elevada sensibilidad del mercado a los flujos externos y al panorama político local.

El peso mexicano también cerró con pérdidas (-0,7 %), influenciado por el recorte de tasas del Banco de México, en respuesta al endurecimiento comercial de Estados Unidos. En línea con esa tendencia, el real brasileño y el sol peruano cedieron un 0,6 %, reflejando presiones externas y la fragilidad regional frente a un entorno global cada vez más complejo.

A pesar de la resiliencia de algunos datos macroeconómicos en EE. UU., la dirección del mercado cambiario sigue dependiendo de la evolución de las tensiones comerciales, las decisiones de los bancos centrales y los flujos hacia activos seguros. En este escenario, las monedas emergentes mantienen un sesgo bajista —condicionado por la volatilidad externa y la percepción de riesgo local—, mientras el dólar, sin mostrar una tendencia clara, oscila en función de señales puntuales sobre inflación, empleo y política fiscal estadounidense.

Commodities

El mercado de commodities cerró la semana con dinámicas divergentes, marcadas por tensiones geopolíticas, señales mixtas de demanda y ajustes en la percepción de riesgo global. En el caso del petróleo, los precios extendieron su racha positiva por tercera semana consecutiva, impulsados por un cúmulo de factores que anticipan una posible contracción en la oferta a corto plazo. Las referencias WTI y Brent cerraron con incrementos semanales del 1,2 % y 1,6 %, respectivamente, ubicándose en USD 69,09 y USD 73,30 por barril.

Este comportamiento obedeció a tres catalizadores principales: las nuevas sanciones impuestas por Estados Unidos a los compradores de crudo venezolano, el fortalecimiento de las restricciones a las exportaciones desde Irán y Venezuela, y una caída mayor a la esperada en los inventarios estadounidenses —que se redujeron en 3,3 millones de barriles—. A ello se sumó la disminución en el número de plataformas de perforación activas en EE. UU., que descendieron a 592, lo que sugiere una moderación en la expansión de la oferta doméstica. Sin embargo, la producción se mantiene en niveles récord, cercanos a 13,6 millones de barriles diarios, lo que limita el margen para una presión alcista sostenida.

Por el lado de la demanda, persisten los temores de recesión global y debilidad estructural, amplificados por la reactivación del proteccionismo comercial. Aunque se anunció un alto el fuego en infraestructuras energéticas, las violaciones al mismo y las advertencias de Rusia sobre una eventual sobreoferta impidieron una mayor apreciación en los precios. Además, la inminente entrada en vigor de los aumentos mensuales en la producción de la OPEP+, programados para iniciar en abril, podría alterar el frágil equilibrio del mercado durante el segundo trimestre del año.

En el segmento de metales preciosos, el oro volvió a posicionarse como el principal activo refugio, en un entorno donde el temor a una desaceleración global convive con la expectativa de políticas monetarias más flexibles. El metal cerró la semana con una ganancia del 2,1 %, alcanzando los USD 3.085 por onza, un nivel que consolida su rally reciente y lo ubica con una revalorización acumulada del 15 % en lo que va de 2025. La persistente debilidad del dólar y la creciente búsqueda de cobertura frente a la volatilidad han reforzado su atractivo en las carteras institucionales.

La plata acompañó esta tendencia con un avance semanal del  3,3 %, mientras que el cobre retrocedió un leve  0,1 %, afectado por señales ambiguas sobre la recuperación industrial global. Si bien el renovado estímulo fiscal en China genera cierto optimismo sobre una mejora gradual en la demanda de metales industriales, el panorama sigue ensombrecido por la debilidad de los indicadores manufactureros y los ajustes en las cadenas globales de suministro. La volatilidad persistente en los flujos comerciales internacionales sigue limitando una recuperación más sólida de este segmento.

En suma, los commodities transitan un periodo de elevada sensibilidad a los eventos geopolíticos, con el petróleo y los metales preciosos beneficiándose de un entorno de restricciones en la oferta y aversión al riesgo, mientras los metales industriales siguen reflejando la fragilidad del ciclo económico mundial.

Reflexión: La mano invisible en 2025

Imagina una fuerza que canaliza las decisiones individuales hacia un beneficio colectivo. Eso es lo que Adam Smith describió como “la mano invisible” hace más de dos siglos. En La riqueza de las naciones, el filósofo escocés planteó que, cuando las personas persiguen su propio interés —el panadero que hornea por lucro, el comerciante que busca clientes—, el mercado puede generar un orden espontáneo. A través de la oferta, la demanda y la competencia, las ambiciones individuales se alinean, en teoría, con el bienestar general, sin requerir una dirección centralizada.

El concepto destaca por su claridad. Smith argumentaba que no se necesita un plan maestro para que la sociedad prospere: un empresario que invierte en una fábrica persigue su ganancia, pero también crea empleos; una familia que compra al menor precio busca ahorrar, incentivando a los productores a mejorar. Este mecanismo, según Smith, convierte el interés propio en un motor de progreso, una idea que ha moldeado el pensamiento económico desde entonces.

Sin embargo, el mismo Smith reconocía que este proceso no siempre es perfecto. En La riqueza de las naciones y Teoría de los sentimientos morales, señaló que los mercados pueden fallar bajo ciertas condiciones, como monopolios que distorsionan la competencia, desigualdades que se acumulan o costos —como los ambientales— que nadie asume. Estos límites plantean preguntas sobre hasta qué punto el mercado puede funcionar sin ajustes o supervisión externa, un debate que él dejó abierto.

En 2025, los eventos de la semana —aranceles del 25% en autos y crudo, un déficit proyectado al -6,7% del PIB en Colombia, estímulos fiscales en Europa— reavivan esta discusión. Algunos ven en la “mano invisible” una fuerza aún vigente, capaz de adaptarse a retos modernos; otros argumentan que los problemas actuales, desde la crisis climática hasta las tensiones comerciales, muestran sus carencias. Los datos reflejan un mundo donde los mercados generan tanto oportunidades como desafíos, sin una respuesta clara.

La “mano invisible” de Smith sigue siendo un lente útil. Permite observar cómo el interés individual y el bien colectivo se entrelazan en un mundo donde eventos como los aranceles de Trump o las políticas de la Fed reverberan globalmente. ¿Puede el mercado, por sí solo, equilibrar estas fuerzas, o surgen dinámicas que escapan a su alcance? Los mercados pueden ser grandes servidores, pero peligrosos amos, y los hechos de 2025 ofrecen un escenario vivo para explorar esta dualidad.

 

Nota del Autor

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