Resumen Ejecutivo
La última semana de junio cerró con señales mixtas en los mercados internacionales, marcadas por un aparente respiro en las tensiones geopolíticas, datos económicos dispares en las principales economías, y nuevos movimientos en la política arancelaria de Estados Unidos. A pesar del retroceso del dólar y del repunte en los índices bursátiles globales, los indicadores subyacentes siguen revelando fragilidad estructural en la recuperación global.
En Estados Unidos, el optimismo de Wall Street contrasta con un entorno macro cada vez más incierto: la inflación muestra resistencia, los datos de consumo se debilitan y las expectativas de recorte de tasas presionan la curva de rendimientos. A esto se suma una nueva ronda de tensiones comerciales impulsadas por el presidente Trump, que amenaza con extender aranceles a socios estratégicos como Canadá.
En Europa, los mercados celebraron la estabilidad política tras los comicios franceses y las señales de moderación en la inflación de España y Francia. No obstante, el BCE se enfrenta al dilema de postergar nuevos recortes en un contexto de recuperación desigual y curvas de deuda al alza. En Asia, las dudas sobre la fortaleza del rebote industrial en China —cuyo sector manufacturero volvió a mostrar contracción en utilidades— contrastan con la resistencia bursátil en Japón y la estabilidad del yen, pese a los mensajes conservadores del Banco Central.
En Colombia, la atención se centró en la rebaja de la calificación crediticia por parte de S&P y Moody’s, que afectó al peso y desató nuevas presiones sobre los TES. Aunque el Banco de la República mantuvo la tasa de política monetaria sin cambios, la reacción del mercado fue negativa, reflejando preocupaciones por el frente fiscal, el deterioro de la confianza inversionista y el impacto técnico de la salida de los TES del índice Bloomberg Global Aggregate.
En los mercados financieros, la renta variable global cerró con alzas lideradas por el Nasdaq y el S&P 500, impulsados por el avance de Nvidia y las expectativas de menores tasas. Sin embargo, la renta fija mostró empinamientos bajistas tanto en EE. UU. como en Europa y Colombia, con movimientos importantes en los tramos largos de la curva. El dólar cerró en niveles mínimos desde 2022, mientras el euro y el yen ganaron terreno, y el peso colombiano se depreció hasta COP 4,042 por dólar. En commodities, el petróleo cayó más de 10 % tras el anuncio de alto el fuego en Medio Oriente, mientras el cobre repuntó por la caída del dólar y las tensiones logísticas globales.
El contexto global sigue siendo de transición: no hay una recesión declarada, pero tampoco una recuperación clara. La incertidumbre en Estados Unidos, el reacomodo geopolítico y la fatiga institucional en economías emergentes hacen de este un momento especialmente sensible.
A modo de cierre, este informe incluye una columna editorial basada en la obra de Daron Acemoglu y James A. Robinson, que examina cómo la arquitectura institucional —no el azar, ni la cultura, ni la geografía— determina la trayectoria económica de los países. Frente a un entorno global de creciente fragmentación y debilidad en los controles institucionales, retomar el enfoque de las instituciones inclusivas frente a las extractivas permite entender mejor los desafíos actuales en Colombia, América Latina y el mundo.
Estados Unidos
Los activos norteamericanos arrancaron la semana con un sesgo claramente favorable—impulsados por la expectativa de un nuevo acuerdo comercial con China y por el anuncio del Tesoro de retirar la Sección 899, el llamado revenge tax, del proyecto fiscal—medida que despeja obstáculos a la inversión extranjera directa en EE. UU. El índice de precios del gasto en consumo personal de mayo volvió a subrayar la pérdida de tracción inflacionaria: +0,1% mensual y +2,3% anual, mientras que la lectura subyacente avanzó +0,2 % mensual y +2,7 % anual. Con una inflación que converge hacia la meta y tras el tono más conciliador de Jerome Powell en el Capitolio—“estamos bien posicionados para esperar y ver”—los futuros de fondos federales ya descuentan tres recortes antes de que termine 2025.
La tercera estimación del PIB del 1T25 confirmó que la economía se contrajo -0,5 % a tasa anualizada, lastrada por un frenazo del consumo y mayor entrada de importaciones. La confianza del consumidor del Conference Board retrocedió en junio a 93,0 pts, su nivel más bajo desde 2022, ante la incertidumbre derivada de los nuevos aranceles. Sin embargo, la actividad manufacturera ofreció un contrapeso: los pedidos de bienes duraderos repuntaron +16,4% mensual gracias a un mega pedido de aviones a Boeing, y el PMI compuesto de S&P Global se mantuvo en zona de expansión (52,8), con manufacturas en 52,0 y servicios en 53,1—señal de que el segundo trimestre podría volver a terreno positivo, aunque con dinamismo limitado.
El mercado laboral empieza a mostrar grietas: las nuevas solicitudes semanales de subsidio cayeron a 236.000, pero las solicitudes continuas escalaron a 1,97 millones, su cota más alta desde 2021, evidenciando mayor dificultad para reinsertarse. Esta divergencia refuerza la percepción de enfriamiento paulatino del empleo—condición que la Fed vigila de cerca para calibrar el futuro ciclo de recortes.
En materias primas, la tregua entre Irán e Israel desplomó el WTI hasta los 67 USD/barril al inicio de la semana y alivió temores sobre la oferta; el crudo se estabilizó en ese entorno durante las jornadas posteriores. Paralelamente, el dólar prolongó su racha bajista: el DXY acumula una depreciación cercana al 10 % en 2025, tocando mínimos de tres años, favorecido por el mayor apetito global por riesgo y las expectativas de política monetaria más acomodaticia en EE. UU.
En el frente geopolítico, Washington y Pekín firmaron un acuerdo para asegurar el suministro de tierras raras—paso que permitió a la Administración anunciar que retirará contramedidas arancelarias en cuanto se materialicen los envíos; el secretario de Comercio Howard Lutnick adelantó que “al menos diez” nuevos convenios bilaterales—entre ellos uno con India—podrían cerrarse antes de septiembre. La retirada de la Sección 899 se integra en esta desescalada fiscal, mientras que en la cumbre de la OTAN en La Haya los 32 aliados se comprometieron a elevar el gasto en defensa al 5 % del PIB para 2035, de los cuales 3,5 puntos corresponderán a gasto militar directo—una decisión con implicaciones de largo alcance sobre la trayectoria fiscal de EE. UU. y el posicionamiento del complejo industrial-militar.
Europa
La Eurozona cerró junio con señales contrapuestas: la confianza de la industria se hundió a -12 —mínimo de cinco meses— mientras la de servicios repuntó a 2,9, su nivel más alto desde febrero. El Indicador de Sentimiento Económico retrocedió ligeramente a 94, reflejo de la debilidad manufacturera, y la confianza del consumidor bajó a -15,3 pese a la resiliencia del empleo. Este sesgo mixto confirma que la recuperación sigue frágil y muy dependiente de los servicios.
En materia de precios, la inflación volvió a ganar tracción. En Francia, el IPC preliminar de junio aceleró a 0,9% interanual y 0,3% mensual, impulsado por servicios y alimentos, mientras la energía continuó en negativo (-6,9 %). En España, la variación interanual subió a 2,2 % y la mensual a 0,6 %, con la subyacente estable en 2,2 % —un recordatorio de que las presiones de segunda vuelta persisten aun con la caída de los bienes energéticos—. La combinación de un IPC que rebota y un sentimiento empresarial titubeante complica el calendario del BCE, cuya próxima reunión deberá equilibrar credibilidad anti-inflacionaria y riesgo de ahogar una expansión todavía incipiente.
Los indicadores adelantados ofrecen un cuadro igualmente heterogéneo. El PMI compuesto de la Eurozona se mantuvo en 50,2, apenas en zona de expansión, pero Alemania mostró un avance hasta 50,4, respaldado por un Ifo que subió a 88,4, máximo de un año. Berlín acompaña esos indicios con una expansión fiscal: el Bundestag aprobó un presupuesto que eleva el gasto federal más de 6 % en 2025 y sitúa el desembolso en defensa en 2,4 % del PIB, con la mira en 3,5 % para 2029 —un estímulo relevante pero que incrementa la presión sobre los rendimientos soberanos y duplica los pagos de intereses a casi €62.000 millones en cuatro años—.
El Reino Unido sigue encajando golpes en su industria automotriz: la producción cayó -32,8 % interanual en mayo, el registro más bajo para ese mes desde 1949. Un respiro parcial llega del nuevo acuerdo con Estados Unidos, que fija un arancel reducido de 10 % para un contingente anual de 100.000 vehículos —por debajo del 25 % previo—, aunque cualquier exceso de cupo pagará tarifas plenas, de modo que la capacidad de recuperación dependerá de la rapidez con que las plantas británicas resuelvan cuellos de botella y diversifiquen mercados.
Finalmente, Irlanda —aún el país más rico de la Eurozona en PIB per cápita y con superávit fiscal de 7 % del PIB— enfrenta su talón de Aquiles: una dependencia extraordinaria de las multinacionales estadounidenses. Fitch advierte que los aranceles farmacéuticos que baraja Washington podrían recortar exportaciones clave y poner en riesgo hasta 75.000 empleos, mientras el ministro Paschal Donohoe reconoce que un giro en la política comercial de EE. UU. bastaría para erosionar la recaudación del impuesto de sociedades y frenar el milagro celta.
En conjunto, la actividad europea mantiene un pulso tenue: los servicios sostienen el crecimiento, la industria continúa en contracción y la inflación repunta en los grandes miembros, todo ello bajo la sombra de un ciclo global de aranceles que reconfigura los flujos comerciales y obliga al BCE a calibrar con bisturí su salida de la política restrictiva.
Asia
El panorama asiático de la semana estuvo dominado por señales mixtas en sus principales economías. China reportó una caída de -9,1 % interanual en las ganancias industriales de mayo, lo que revierte las mejoras previas y refleja el impacto directo de la debilidad en la demanda interna y los nuevos aranceles. Sin embargo, el país registró un superávit por cuenta corriente sin precedentes de 165.400 millones de dólares en el 1T25, impulsado por un crecimiento sostenido de las exportaciones y un consumo doméstico contenido—una combinación que evidencia un modelo de crecimiento todavía muy dependiente del sector externo.
En respuesta al enfriamiento de la demanda y las tensiones geopolíticas, los gobiernos locales emitieron 1,98 billones de yuanes en bonos entre enero y mayo, con una tasa media de apenas 1,95 % y un plazo promedio de 16,4 años, reforzando el sesgo expansivo de la política fiscal. Pekín proyecta 4,4 billones de yuanes en nuevas emisiones para 2025, en línea con la promesa de mantener un soporte económico activo. Este empuje de gasto contrasta con la ausencia de señales claras de estímulo monetario directo, dada la presión sobre la estabilidad del yuan y los crecientes niveles de deuda local.
En Japón, la inflación subyacente de Tokio —considerada indicador adelantado a nivel nacional— se moderó en junio pero sigue por encima del 2 %, manteniendo viva la expectativa de que el Banco de Japón se incline hacia un nuevo aumento de tasas en el segundo semestre. Mientras tanto, el mercado laboral se mantiene firme: la tasa de desempleo se mantuvo en 2,5 % y la ratio de vacantes cayó marginalmente a 1,24, debido a un aumento en la población activa y a cambios sectoriales. Las nuevas ofertas bajaron -5,2 % interanual, con caídas notables en hotelería, comercio y educación, aunque el sector de seguridad sigue dinámico por eventos como la Expo Osaka-Kansai 2025.
Por su parte, India consolida su posición como una de las economías emergentes más resilientes. Las reservas internacionales se mantienen cercanas a máximos históricos en 699.000 millones de dólares, cubriendo más de 11,5 meses de importaciones, mientras que la inflación bajó en mayo a 2,8 %, su nivel más bajo desde 2019, gracias a una caída generalizada, especialmente en alimentos. Este entorno permitió al Banco de la Reserva de la India reducir su tasa de política en 50 puntos básicos (a 5,5 %) y anunciar una relajación del coeficiente de reservas, con una inyección estimada de 30.000 millones de dólares al sistema financiero.
En paralelo, Nueva Delhi busca blindar su soberanía minera con una estrategia nacional para los minerales críticos, como respuesta a las restricciones chinas en exportaciones de tierras raras. India lanzó en enero la Misión Nacional de Minerales Críticos (NCMM), que contempla más de 1.200 proyectos, alianzas internacionales estratégicas y un rol activo en la Minerals Security Partnership (MSP) liderada por EE. UU. Este movimiento geoeconómico —combinado con estabilidad inflacionaria y crecimiento sostenido de 6,5 % para 2025-2026— reafirma el papel de India como actor clave en las nuevas cadenas de suministro global.
En síntesis, Asia muestra una dinámica contrastante: China refuerza su frente externo para contrarrestar debilidades internas, Japón enfrenta tensiones sectoriales en el empleo y mantiene sesgo contractivo, mientras que India, con reservas sólidas, baja inflación y una estrategia minera geopolítica bien articulada, se proyecta como uno de los polos más estables del sur global.
México y Brasil
En México, la Junta de Gobierno de Banxico aplicó un nuevo recorte de 50 puntos básicos, dejando la tasa objetivo en 8 %—cuarto ajuste consecutivo y el menor nivel desde 2022. El voto no fue unánime: Jonathan Heath disintió arguyendo que la inflación, que se situó en 4,51 % interanual en la primera quincena de junio, sigue fuera del rango de tolerancia. La autoridad enfatizó que cualquier relajamiento adicional dependerá de la trayectoria de los precios y de la brecha de producto, dando por terminado el compromiso previo de mantener el ritmo de recortes.
La coyuntura laboral ya acusa el enfriamiento de la actividad—el PIB apenas avanzó 0,2 % en el 1T25—: la tasa de desempleo subió a 2,7 % y la subocupación a 7 % de la PEA, con dos meses seguidos de caída en el empleo formal. El diferencial de tasas con la Reserva Federal se estrecha a 350 p.b., factor que la Junta vigilará para evitar salidas de capital en un contexto de menor dinamismo manufacturero y tensiones arancelarias provenientes de EE. UU.
En Brasil, la semana trajo un giro político y un alivio de mercado: el Congreso anuló el decreto que elevaba el impuesto IOF a transacciones financieras, eliminando una fuente de presión para la renta variable y el real, que recuperó parte del terreno perdido. Al mismo tiempo, la lectura preliminar del IPCA-15 mostró una desaceleración a 5,27 % interanual en junio, aportando argumentos a quienes sostienen que la inflación tenderá gradualmente hacia el objetivo en 2026 pese a la persistencia de indexación salarial.
No obstante, el sesgo monetario sigue contractivo: hace apenas una semana el Banco Central elevó la Selic al 15 %, su nivel más alto desde 2006, y avisó que mantendrá la tasa “significativamente restrictiva” por un período prolongado—una señal de que, aun con el respiro inflacionario, la autoridad prioriza anclar expectativas y reconstruir credibilidad fiscal en un país donde la deuda bruta ya roza el 80 % del PIB.
En balance, México combina una inflación aún alta pero en descenso, un recorte monetario prudente y un mercado laboral que muestra las primeras grietas de la desaceleración; Brasil goza de un alivio impositivo y un respiro inflacionario, pero deberá convivir con la Selic en máximos y con la incógnita de cómo financiar el ambicioso gasto social del gobierno sin erosionar la confianza de los inversores.
Colombia
La semana terminó con un duro revés para la credibilidad soberana. S&P Global Ratings rebajó la nota de largo plazo en moneda extranjera a BB con perspectiva negativa y, en cuestión de horas, Moody’s degradó la calificación a Baa3 (último peldaño del grado de inversión) con perspectiva estable—un doble golpe que deja al país al borde de la categoría especulativa en todas las escalas relevantes. Las rebajas se extendieron a seis bancos –entre ellos Bancolombia, Banco de Bogotá y Davivienda– que ya no pueden tener una nota superior a la del soberano, lo que encarece su fondeo externo y comprime la oferta de crédito.
Los mercados reaccionaron de inmediato. Dieciséis referencias de TES quedaron fuera del Bloomberg Global Aggregate Index y los estrategas estiman ventas técnicas de hasta COP 10 billones, presionando la curva a plazos medios—el rendimiento a 2032 rebasó el 10 % al cierre del viernes. El Banco de la República optó por congelar la tasa de política en 9,25 %, arguyendo que el deterioro fiscal y la volatilidad externa obligan a un “periodo extendido de cautela” pese a la moderación de la inflación.
Detrás de la pérdida de grado de inversión subyace un cuadro fiscal que se complica. La suspensión de la Regla Fiscal por tres años—activada mediante la cláusula de escape—permitirá un déficit del 7,1% del PIB en 2025, mientras la deuda neta subirá al 59,5 %; el CARF advierte que solo 46 % del ajuste planteado por el Gobierno se concretaría durante el periodo de excepción y que se requieren recortes o ingresos adicionales por al menos COP 46 billones para estabilizar la trayectoria de la deuda. Los ingresos tributarios crecieron 9,3 % nominal hasta COP 127,28 billones a mayo, pero COP 27,41 billones ya se destinan a intereses, duplicando la carga histórica y dejando escaso margen para la inversión pública.
En paralelo, el mercado laboral registró su mejor desempeño en dos décadas: la tasa de desempleo bajó a 9 % en mayo, su nivel más bajo desde que existe esta serie estadística, con un incremento neto de 597.000 personas ocupadas frente al año anterior. Sin embargo, persisten brechas estructurales —como la desigualdad por género, con una diferencia de 4,5 puntos en la desocupación entre hombres y mujeres— y una alta dependencia del trabajo por cuenta propia, que representó más del 80% del crecimiento neto de la ocupación.
En este contexto, el Gobierno sancionó el 25 de junio la nueva reforma laboral, con medidas de implementación inmediata y otras de carácter gradual. Entre los cambios ya vigentes se encuentra la laboralización del contrato de aprendizaje en fase práctica, mientras que a partir de diciembre de 2025 se aplicarán nuevos recargos nocturnos desde las 7:00 p. m. y, en junio de 2026, nuevas cuotas de contratación para personas con discapacidad. Aunque la reforma incorpora mecanismos de flexibilización operativa —como la redefinición del día de descanso obligatorio y la eliminación del trámite para autorizar horas extra—, diversos analistas han advertido que el aumento de los costos laborales podría generar desafíos particulares para las pequeñas y medianas empresas.
Por otra parte, la reforma pensional, aprobada por el Congreso en 2024 bajo la Ley 2381, fue suspendida parcialmente tras un fallo de la Corte Constitucional, que identificó vicios de procedimiento durante el segundo debate en Cámara. El Auto 841 de 2025 ordena reanudar la discusión legislativa para subsanar los errores, en un plazo máximo de 30 días hábiles. Mientras se completa el trámite, seguirán en vigor disposiciones específicas como el artículo 76 (ventana pensional) y el parágrafo transitorio del artículo 12, que ya estableció el traslado obligatorio de afiliados con ingresos superiores a 2,3 salarios mínimos. El desenlace de esta revisión será clave para evaluar los efectos fiscales y sociales del nuevo sistema, en particular por su impacto sobre la sostenibilidad del pilar público y la eventual capitalización del Fondo de Ahorro del Pilar Contributivo (FAPC).
En suma, Colombia enfrenta un delicado equilibrio: la economía muestra crecimiento modesto pero constante, el empleo mejora y los precios del petróleo sostienen la balanza externa—no obstante, la erosión fiscal y la pérdida del grado de inversión local ponen en jaque la confianza de portafolio. El Gobierno promete un “plan de consolidación” antes de septiembre; los mercados ya anticipan que la credibilidad de ese ajuste será el factor decisivo para contener la prima de riesgo y evitar nuevas salidas de capital en el segundo semestre.
Renta Variable
Los mercados accionarios internacionales cerraron la semana del 23 al 27 de junio con un tono predominantemente positivo, impulsados por el renovado optimismo en torno a las negociaciones comerciales de Estados Unidos con sus principales socios y la percepción de que los nuevos aranceles no tendrán un impacto macroeconómico inmediato de gran escala. Wall Street lideró el avance global, con el S&P 500 y el Nasdaq Composite marcando nuevos máximos históricos. El impulso vino de empresas como Nvidia, que registró un repunte semanal cercano al 9 %, cerrando en USD 154,31 tras una revisión al alza de su precio objetivo por parte de Loop Capital —hasta USD 250, el mayor estimado entre los analistas de Wall Street—. Con una capitalización bursátil de USD 3,8 billones, Nvidia no solo consolida su dominio tecnológico en el segmento de inteligencia artificial, sino que se posiciona como el mayor emisor del mundo por valor de mercado, superando a Microsoft y representando una proporción significativa en los ETFs SPY, QQQ y SMH.
En Europa, los avances también fueron generalizados. El Euro Stoxx 50 subió 1,6 %, el CAC 40 francés lideró con una ganancia de 1,8 % y el IBEX 35 español aumentó 1,1 %, en un entorno de expectativas favorables sobre la eventual resolución de las fricciones comerciales transatlánticas. Pese a los avances, las autoridades europeas mantuvieron una postura firme. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, advirtió que el bloque está preparado para cualquier desenlace en su diálogo con Washington, incluso una ruptura de las conversaciones.
En Asia, el comportamiento fue más mixto. El índice japonés Topix repuntó 1,3 %, respaldado por el tono estable de los PMI y un mercado laboral resiliente, mientras que el Hang Seng de Hong Kong retrocedió 0,2 %, lastrado por la caída de 9,1 % en las ganancias industriales chinas de mayo, cifra que refleja el peso de los aranceles estadounidenses y la persistente presión deflacionaria sobre el sector manufacturero del país.
A nivel local, el mercado accionario colombiano cerró la semana con un retroceso moderado. El MSCI Colcap terminó en 1.668 puntos, con una variación semanal de –0,61 %, arrastrado principalmente por la caída de Ecopetrol (–3,19 %), luego de que Moody’s ratificara su calificación en Ba1, justo en medio del deterioro fiscal nacional y la rebaja soberana por parte de las agencias internacionales. La presión sobre los títulos del sector energético refleja la mayor sensibilidad del mercado a los anuncios de política fiscal y a las condiciones de financiamiento externo. Por el lado positivo, pocos nombres lograron avances; el más destacado fue Terpel, con un modesto repunte de +0,65 %, en una jornada sin catalizadores relevantes. La tendencia general sugiere que los flujos siguen siendo defensivos y altamente selectivos, con preferencia por emisores con baja exposición a riesgos regulatorios y fiscales.
El balance semanal deja entrever una narrativa global dividida: mientras los mercados desarrollados celebran avances comerciales y un ciclo de política monetaria más predecible, los emergentes como Colombia enfrentan salidas puntuales de capital en renta fija, presiones sobre sus múltiples bursátiles y una recomposición de portafolios que favorece liquidez y emisores externos de menor volatilidad institucional.
Renta fija
Los mercados globales de deuda soberana cerraron la semana con una tendencia de repunte en los rendimientos, en un entorno de menor aversión al riesgo y expectativas más prudentes frente a nuevos recortes de tasas por parte de los bancos centrales. En Estados Unidos, los Treasuries reflejaron un empinamiento bajista de la curva hacia el cierre del viernes, impulsado por declaraciones del presidente Trump sobre posibles aranceles a Canadá —comentario que anuló la reacción positiva inicial ante datos débiles de ingreso y gasto personal en mayo. El rendimiento del bono a 10 años avanzó 4 pbs hasta 4,28 %, con ampliaciones en los diferenciales 2s10s y 5s30s, mientras el volumen de negociación en futuros superó los promedios, especialmente en tramos largos.
En Europa, la dinámica fue similar. La curva alemana se empinó con fuerza, acumulando su mayor alza semanal desde marzo. El rendimiento del bund a 2 años subió a 1,87 %, y el bono a 30 años alcanzó 3,10%, en un contexto de ajuste en las expectativas de política monetaria tras comentarios del presidente del Banco de los Países Bajos, Klaas Knot, quien sugirió que el BCE podría mantener las tasas en niveles elevados por más tiempo. Las cifras de inflación de Francia y España reforzaron esta idea. En el Reino Unido, los gilts también perdieron valor: el bono a 10 años subió a 4,51 %, reflejando una visión de mayor persistencia inflacionaria.
En el mercado colombiano, la curva de TES tasa fija en pesos (COP) registró desvalorizaciones generalizadas, con aumentos de entre 0,5 y 13 pbs en los rendimientos. Los TES 2031 lideraron las pérdidas, presionados por el mantenimiento de la tasa por parte del Banco de la República y el deterioro en la percepción soberana tras la rebaja de calificación de S&P. La curva se empinó moderadamente, con el diferencial 2s10s ampliándose 8 pbs, aunque los títulos de 2027 y 2050 se desmarcaron de la tendencia, presentando leves caídas en tasa. Por su parte, los TES UVR mostraron un comportamiento mixto, con variaciones de rendimiento entre –7,0 y +5,4 pbs, reflejando cobertura específica ante expectativas de inflación.
El hecho más relevante fue la confirmación de que 16 referencias de TES en pesos serán excluidas del índice Bloomberg Global Aggregate, luego de que Colombia perdiera el grado de inversión en dos de las tres agencias principales. Si bien el impacto estaba parcialmente anticipado, analistas estiman que las ventas técnicas podrían acercarse a COP 10 billones, debido a liquidaciones de fondos pasivos. No obstante, al representar menos del 0,1% del índice, el ajuste se proyecta como ordenado y acotado. Aun así, se espera mayor sensibilidad en la curva local, sobre todo en los nodos con mayor liquidez y participación extranjera.
La presión sobre los soberanos se produce en un contexto donde la deuda neta proyectada del Gobierno central alcanzará 63 % del PIB en 2026, según el Marco Fiscal de Mediano Plazo, y en el que las tasas internas —especialmente en el tramo 2030-2036— ya superan el 10,5 %, un nivel que comienza a condicionar las decisiones de portafolio de largo plazo y eleva los riesgos de refinanciación hacia 2026, como ha advertido el CARF.
Divisas
El dólar estadounidense prolongó su racha bajista y el DXY cerró la semana en 97,25 puntos, mínimo de tres años, lastrado por la lectura mixta del gasto e ingreso personal de mayo y por la percepción de que la Reserva Federal abrirá la puerta a tres recortes antes de diciembre —una expectativa reforzada por la contracción del PIB del 1T y el tono más moderado de Powell en el Capitolio. El deterioro de la confianza en la autonomía de la Fed, reflejado en las últimas encuestas de gestores, alimentó ventas sistemáticas del billete verde a lo largo de la curva de tipos.
La debilidad del dólar se tradujo en un repunte sostenido del euro, que llegó a 1.172 USD—su cota más alta desde 2021—antes de ceder algo de terreno al cierre. El avance se produjo a pesar de unos indicadores de sentimiento que siguen tibios en la Eurozona; el mercado privilegió, por ahora, la divergencia de ciclo entre un BCE que habla de pausa prolongada y una Fed que se inclina a flexibilizar. El sesgo técnico de la paridad EUR/USD permanece alcista mientras el soporte de 1,15 se mantenga intacto.
En Asia, el yen se estabilizó alrededor de ¥145 por dólar tras oscilar a la baja cuando Naoki Tamura, miembro del directorio del BoJ, señaló que el banco necesita “algo más de evidencia” antes de subir de nuevo la tasa de referencia—comentario interpretado como una señal de paciencia que revirtió las compras iniciales de yenes ligadas a la caída de los precios del crudo y al estrechamiento del diferencial de rendimientos frente a EE. UU.
Entre las divisas emergentes, el peso colombiano destacó por su debilidad: la cotización abrió COP 4.100 por dólar y llegó a nuevos máximos intradía, presionada por la rebaja soberana simultánea de S&P y Moody’s y por la inminente salida de dieciséis referencias de TES del índice Bloomberg Global Aggregate. La tensión se acentuó cuando comentarios del presidente Trump sobre posibles aranceles a Canadá impulsaron un episodio global de aversión al riesgo.
En conjunto, la semana dejó un cuadro cambiario en el que el dólar cede terreno por la combinación de incertidumbre fiscal interna y expectativas de relajación monetaria, mientras las principales divisas desarrolladas capitalizan ese flujo y las emergentes exhiben comportamientos divergentes según su exposición a shocks de calificación y a la dinámica de materias primas.
Commodities
El mercado de materias primas cerró la semana con tono bajista en los energéticos, corrección en metales preciosos y un empuje selectivo en metales industriales.
El petróleo sufrió su peor racha semanal en varios años: el Brent retrocedió unos 12 % y concluyó el viernes en USD 67,77/barril, mientras el WTI de referencia en Nueva York cedió hasta USD 65,07/barril. La ola vendedora se desató tras el alto el fuego anunciado entre Irán e Israel, que disipó la prima de riesgo geopolítica sobre el Estrecho de Hormuz. En paralelo, la próxima reunión de OPEC+ —6 de julio— podría formalizar aumentos de producción de 411.000 bd adicionales, reforzando la sensación de oferta abundante en un entorno de demanda que se debilita en EE. UU., la UE y China. Solo la llegada de la temporada alta de consumo estadounidense y la debilidad del dólar evitaron caídas todavía más profundas al cierre semanal.
El oro también corrigió: perdió -1,8 % y terminó en torno a USD 3.274/onza, arrastrado por la rotación de flujos hacia renta variable tras el avance de las negociaciones comerciales entre Washington y Pekín y por la menor percepción de riesgo en Oriente Medio. El soporte técnico inmediato se sitúa en USD 3.240, nivel cuya ruptura abriría espacio a una consolidación más amplia antes de que la narrativa de recortes de la Fed pueda devolver tracción al metal.
Entre los metales industriales, el protagonista volvió a ser el cobre: cerró en USD 4,56/libra en la LME (promedio semanal +1,1%), pero en el COMEX estadounidense se disparó hasta USD 5,07/libra, ampliando la prima frente a Londres a máximos de tres años. El impulso responde a tres factores: (i) un dólar en mínimos de 2022 que abarata la cotización en divisa local; (ii) inventarios al contado históricamente bajos en la LME y en depósitos chinos, que mantienen el backwardation pronunciado; y (iii) la anticipación de aranceles estadounidenses que desvían cátodos desde Asia hacia Norteamérica, creando desabastecimiento relativo en los hubs orientales. Además, los márgenes negativos en fundiciones chinas evidencian escasez de concentrados y anticipan recortes de producción para 2H-25, lo que añade presión alcista estructural.
En suma, la semana dejó un panorama dual: el retroceso de los precios del crudo y del oro refleja la desaparición temporal de primas de riesgo y la expectativa de política monetaria más laxa en EE. UU., mientras que el cobre se beneficia de un dólar débil y de tensiones de oferta puntuales, configurando un escenario de divergencia que los portafolios deberán monitorear con atención.
El poder, las reglas del juego y el fracaso de las naciones
Instituciones inclusivas e instituciones extractivas: dos conceptos que, aunque parecen propios de la academia, capturan con claridad el abismo entre las naciones que prosperan y las que se estancan. Esta es la premisa central de Por qué fracasan los países, la influyente obra de Daron Acemoglu y James A. Robinson, que sigue tan vigente hoy como al momento de su publicación. Los autores desmontan explicaciones que atribuyen el desarrollo al clima, la geografía o la cultura, para mostrar que el verdadero motor —o freno— del crecimiento radica en cómo se reparte el poder político y económico. Donde el Estado garantiza derechos de propiedad, fomenta la competencia y sujeta a las élites al imperio de la ley, florecen la innovación y la productividad; donde no, surge el rentismo, la trampa del ingreso medio y, tarde o temprano, la regresión autoritaria.
El mundo actual ofrece un laboratorio perfecto para observar esta tesis. Economías con similares dotaciones naturales han recorrido trayectorias diametralmente opuestas: unas convirtieron el auge de las materias primas en infraestructura, capital humano y diversificación productiva; otras consolidaron redes clientelares, minaron los pesos y contrapesos y desincentivaron la creación de valor fuera del sector primario. La lección es clara: los shocks externos —sean un boom de commodities, una crisis sanitaria o una disrupción tecnológica— solo generan crecimiento sostenible cuando existen instituciones capaces de convertir recursos extraordinarios en bienes públicos, no en privilegios permanentes.
Esa lógica también explica la importancia de la “destrucción creativa”, concepto schumpeteriano que Acemoglu y Robinson actualizan para alertar sobre el riesgo de captura regulatoria. Las élites económicas suelen temer la competencia porque amenaza sus rentas. Cuando bloquean el ingreso de nuevos jugadores mediante licencias restrictivas, barreras arancelarias o monopolios legales, sofocan precisamente aquello que permite a una economía saltar de la imitación a la innovación. Por eso, los episodios de apertura institucional suelen coincidir con avances sostenidos en productividad, mientras que los cierres acaban en estancamiento o colapso.
La coyuntura geopolítica refuerza esta visión. Las tensiones comerciales, la relocalización de cadenas de valor y la carrera por las tecnologías verdes plantean dilemas que solo pueden resolverse con un andamiaje institucional robusto. Sin Estado de derecho, seguridad jurídica ni transparencia fiscal, es imposible atraer capital de largo plazo. Y sin ese capital, no hay forma de absorber —mucho menos escalar— el conocimiento implícito en la revolución digital. Hoy la verdadera competencia entre países no ocurre tanto en los precios, sino en su capacidad para ofrecer entornos predecibles donde las inversiones florezcan.
Frente a este panorama, los autores advierten contra el reduccionismo. Afirmaciones como “es la corrupción”, “es la herencia colonial” o “es el bajo nivel educativo” capturan apenas una parte del problema. La raíz suele ser institucional: no la existencia de élites, sino la ausencia de límites a su poder; no la abundancia de recursos, sino la falta de mecanismos que eviten su captura; no la carencia cultural de cooperación, sino la presencia de reglas que premian la cercanía política sobre la productividad.
La historia económica respalda este enfoque. En el siglo XIX, mientras algunos países aprovecharon la Revolución Industrial para diversificar su aparato productivo y universalizar la educación, otros se limitaron a aumentar sus exportaciones agro-mineras sin modernizar sus instituciones. El resultado, un siglo después, fue un abismo de ingreso per cápita. Esa brecha se repite hoy: la recuperación pospandemia ha sido más vigorosa en naciones con marcos fiscales sólidos y reformas estructurales, y más frágil en aquellas que recurrieron a la emisión o al endeudamiento externo como paliativo.
Acemoglu y Robinson también ofrecen una advertencia poderosa: cuando el descontento social se combina con instituciones extractivas, se abre la puerta a soluciones radicales. Y cuando esas soluciones se implementan sin contrapesos sólidos, suelen derivar en regímenes autoritarios que perpetúan la exclusión. Es el ciclo de “violencia y estancamiento” que documentan en múltiples capítulos, con patrones que se repiten en distintas latitudes.
La conclusión es inequívoca: los países no cambian solo por promulgar nuevas leyes, sino por transformar las reglas del juego que permiten que esas leyes funcionen. Reformar impuestos sin fortalecer la administración tributaria conduce a regresividad; expandir el gasto social sin control fomenta la captura; descentralizar sin capacidades traslada la precariedad. Las políticas fallan cuando las instituciones no están calibradas para sostenerlas.
Este enfoque no invita al pesimismo, sino al rigor. Implica entender que el capital político debe concentrarse en reformas de alto retorno social: independencia judicial, competencia de mercados, estabilidad regulatoria y protección a la propiedad. Sobre esos pilares se construyen la innovación, la inversión, el desarrollo del talento humano y, sobre todo, la legitimidad de un modelo económico que no excluya.
Quien lea con atención encontrará aquí un espejo de los dilemas actuales: deuda creciente, reformas sin institucionalidad, descentralización sin coordinación, populismo fiscal. La advertencia de Acemoglu y Robinson sigue siendo tan pertinente como urgente: cada atajo que posterga la construcción institucional fortalece los incentivos extractivos y encarece la prosperidad futura. Reconocerlo no es resignarse, sino dar el primer paso hacia una transformación real.
Nota del Autor
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