Resumen Ejecutivo
La semana cerró con alta densidad informativa en los frentes geopolítico, monetario y fiscal. En Estados Unidos, el anuncio de un nuevo acuerdo bilateral con Japón marcó un giro en la política arancelaria de la Casa Blanca, reforzando el apetito por riesgo y anticipando posibles movimientos de la Fed. En Europa, el BCE optó por una pausa táctica en su ciclo de recortes, mientras la Comisión Europea reactivó su agenda comercial con socios clave ante la creciente presión proteccionista. En Asia, China y Japón desplegaron señales de estabilización económica y diplomática en un contexto de tensiones estructurales con Washington. En América Latina, los focos se centraron en el impacto arancelario sobre las exportaciones mexicanas, la resiliencia fiscal de Brasil y el ajuste político-diplomático que enfrenta Colombia, con advertencias sobre cooperación bilateral y una política monetaria que prepara nuevos recortes.
En los mercados financieros, la renta variable global consolidó ganancias en EE. UU., mientras Europa y Asia mostraron cautela ante datos mixtos. La renta fija presentó un comportamiento más técnico, con valorizaciones selectivas y recomposición de flujos soberanos. En divisas, el dólar retrocedió a nivel global, aunque repuntó puntualmente al cierre, en una semana marcada por alta volatilidad regional. En commodities, el petróleo cayó por tercera semana consecutiva, mientras el cobre repuntó y los agrícolas cedieron por mayor oferta climática.
Finalmente, este informe integra un análisis editorial sobre el más reciente estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) titulado “Hacia políticas de empleo más efectivas”. El documento plantea la Financiación Basada en Resultados (FBR) como alternativa para alinear recursos públicos con impactos verificables en empleabilidad y reducción de brechas. El enfoque se discute desde la experiencia latinoamericana, y se propone como hoja de ruta técnica para gobiernos que enfrentan restricciones fiscales y demanda creciente de efectividad social.
Estados Unidos
La semana estuvo marcada por un nuevo giro estratégico en la política comercial estadounidense. A mitad de semana, el presidente Donald Trump anunció un acuerdo bilateral con Japón que sorprendió por su envergadura: reducción del arancel a vehículos nipones del 25 % al 15 %, suspensión de nuevas tarifas y un ambicioso plan de inversión japonesa en EE. UU. por 550.000 millones de dólares. El pacto también incluyó la compra de 100 aviones Boeing, compromisos para elevar el gasto en defensa japonés con proveedores estadounidenses hasta los 17.000 millones anuales, y la eliminación de ciertas pruebas regulatorias para automóviles de EE. UU. en territorio japonés.
El anuncio provocó una fuerte reacción positiva en los mercados bursátiles: el índice Nikkei subió casi un 4 %, liderado por los avances de Toyota y Honda, mientras Wall Street abrió en alza, animado por la expectativa de una posible desescalada arancelaria antes del 1 de agosto —fecha clave para nuevos gravámenes. No obstante, hacia el cierre de la semana, surgieron diferencias entre EE. UU. y Japón sobre el reparto de beneficios del programa de inversión, con Tokio reclamando proporcionalidad y Washington buscando quedarse con hasta el 90 % de los retornos. A ello se sumaron tensiones latentes con la Unión Europea, donde Trump estimó en “50-50” las probabilidades de cerrar un acuerdo antes de agosto, al tiempo que anunció cartas a más de 200 países con amenazas de nuevos aranceles y dejó abierta la posibilidad de imponer tarifas del 35 % a productos no amparados por el tratado comercial con Canadá y México. En paralelo, se revelaron nuevos aranceles del 19 % sobre productos de Filipinas e Indonesia, y se consolidó un nuevo “piso de referencia” del 15 % en tarifas de EE. UU., que podría escalar hasta el 50 % dependiendo del país.
Este endurecimiento comercial volvió a proyectarse sobre el debate de política monetaria. El miércoles, durante una visita a la sede de la Reserva Federal, Trump moderó el tono hacia Jerome Powell y aseguró haber tenido una “muy buena reunión”, insinuando que el presidente del banco central podría recomendar un recorte de tasas en el corto plazo. Sin embargo, el viernes, la Casa Blanca retomó las críticas, esta vez enfocadas en el alto costo del proyecto de renovación del edificio del banco. El mercado descuenta que no habrá movimientos en la reunión del 30 y 31 de julio, pero sí anticipa una baja para septiembre si persisten las presiones arancelarias. Powell ha reiterado que, en ausencia del shock comercial, la Fed probablemente ya habría iniciado el ciclo de recortes.
Pese a la elevada incertidumbre, los mercados accionarios cerraron la semana con balances positivos. El S&P 500 avanzó 1,5 %, el Nasdaq 1 % y el Dow Jones 1,3 %, impulsados por resultados corporativos mejores a lo esperado: más del 82 % de las empresas del S&P que han reportado superaron las estimaciones, con menciones destacadas para Alphabet y Verizon. A ello se sumó el efecto del acuerdo con Japón, que reanimó el apetito por riesgo, a pesar de los crecientes nubarrones geopolíticos. Para la próxima semana, el foco estará en los balances de Meta y Apple, así como en la esperada reunión de política monetaria.
En el frente macroeconómico, el PMI compuesto subió a 54,6 en julio, desde 52,9 en junio —el nivel más alto en lo que va del año—, señalando una aceleración de la actividad, particularmente en el sector servicios (55,2). En contraste, el índice manufacturero cayó a 49,5, entrando en zona de contracción. Si bien el empleo continúa creciendo por quinto mes consecutivo, el sector industrial comenzó a recortar personal, reflejando la presión de los costos y la incertidumbre. El reporte también evidenció nuevas presiones inflacionarias, tanto por insumos como por precios de venta, atribuibles en gran medida a los aranceles y al aumento en costos laborales.
A nivel sectorial, la construcción también dio señales favorables. En junio, las viviendas iniciadas aumentaron a 1,321 millones de unidades, superando los 1,300 millones esperados, mientras que los permisos de construcción alcanzaron los 1,397 millones, también por encima del consenso. Este repunte sugiere una resiliencia del mercado inmobiliario, pese al endurecimiento del crédito y la desaceleración esperada en la segunda mitad del año.
Cierre
Estados Unidos inicia el tercer trimestre con señales mixtas —una economía real aún sólida, un mercado laboral dinámico y resultados corporativos robustos—, pero bajo la amenaza de una nueva ola arancelaria, tensiones con aliados estratégicos y una Reserva Federal dividida. Si bien el acuerdo con Japón permitió evitar una disrupción inmediata, el tono impredecible de la política comercial y la fragilidad del consenso en la Fed podrían alterar las expectativas de mercado en cualquier momento. La clave será la reunión del FOMC y la postura que adopte frente al doble desafío de inflación contenida y tensiones geopolíticas crecientes.
Europa
En línea con las expectativas, el Banco Central Europeo mantuvo sin cambios su tasa de interés de depósito en 2,00 %, interrumpiendo el ciclo de recortes iniciado en 2023, que había llevado los tipos desde el 4 % hasta su nivel actual. La decisión refleja un entorno de inflación en el objetivo —2,0 % interanual en junio—, pero también una creciente incertidumbre en el frente comercial, especialmente ante el inminente plazo del 1 de agosto impuesto por Estados Unidos para redefinir sus relaciones arancelarias con Europa. En palabras de Christine Lagarde, la autoridad monetaria optó por “esperar y observar”, valorando la mejora en el crecimiento reciente, pero sin comprometerse con una senda futura de política monetaria.
Los datos macroeconómicos publicados durante la semana reforzaron esa postura de prudencia con matices optimistas. La eurozona experimentó su expansión crediticia más rápida en dos años, con un crecimiento interanual del 2,2 % en préstamos a hogares y del 2,7 % a empresas durante junio. La encuesta Ifo de Alemania registró su séptima mejora consecutiva, y los PMI compuestos del bloque alcanzaron 51,0 puntos, su nivel más alto en once meses. Este impulso ha sido atribuido en parte a un adelantamiento de exportaciones ante la amenaza de nuevos aranceles estadounidenses, así como a una mejora moderada del consumo privado y la inversión. Sin embargo, tanto Villeroy como Olli Rehn, miembros del Consejo del BCE, insistieron en que los riesgos se mantienen inclinados a la baja, destacando la presión desinflacionaria de un euro que ya se ha apreciado un 14 % en lo que va del año frente al dólar.
En ese contexto, el mercado laboral europeo también mostró señales de solidez. La Encuesta de Población Activa de España arrojó un aumento de más de 500.000 ocupados en el segundo trimestre, elevando la cifra total a un récord de 22,3 millones de personas, mientras la tasa de desempleo cayó al 10,3 %, el nivel más bajo desde 2008. Esta fortaleza contrasta con los datos del Reino Unido, donde el crecimiento del comercio minorista se desaceleró hasta el 0,9 % interanual en junio y el PMI compuesto cayó a 51,0 puntos, lo que incrementó las apuestas del mercado sobre un inminente recorte de tasas por parte del Banco de Inglaterra.
No obstante, el panorama europeo no está exento de sombras. España registró un nuevo aumento en su déficit comercial en mayo, que alcanzó los 2.543 millones de euros, impulsado por una expansión más rápida de las importaciones (4,3 %) frente a las exportaciones (0,8 %) en el acumulado anual. En particular, el deterioro del déficit de bienes no energéticos se ubicó en su nivel más alto desde 2010, una señal preocupante en medio de la exposición comercial del país a un entorno global cada vez más proteccionista.
A nivel de precios, los índices de producción industrial en España repuntaron un 0,8 % interanual en junio, saliendo de terreno negativo tras siete meses consecutivos a la baja. La energía fue el componente que más contribuyó a este repunte, aunque las manufacturas aún muestran una recuperación limitada. En cuanto a la confianza del consumidor en Alemania, el índice GfK retrocedió a -21,5 en julio, en un contexto de mayor propensión al ahorro y temor ante el vencimiento del plazo estadounidense para un acuerdo comercial bilateral.
La reunión del BCE también abordó temas estructurales. Lagarde insistió en la necesidad de adaptar el banco central al entorno digital, reiterando que el euro digital debe convertirse en una “realidad posible” ante el cambio en las preferencias de pago de los ciudadanos europeos. En materia de liquidez, el BCE reconoció que los niveles actuales son incluso superiores a los estimados, razón por la cual evitó discutir nuevas medidas expansivas. Tampoco se anunciaron ajustes al plan de reducción de balance, que continúa a razón de ~24.200 millones de euros mensuales para el APP y ~11.500 millones para el PEPP.
Los mercados interpretaron la reunión del BCE con un tono más hawkish de lo previsto. Durante la rueda de prensa, los rendimientos soberanos subieron ligeramente, las bolsas europeas redujeron parte de sus ganancias intradía y el dólar recuperó terreno frente al euro. A pesar de ello, los inversores continúan anticipando al menos un recorte adicional antes de terminar el año, con una probabilidad implícita del 75 % de ver el tipo depo en 1,75 % para diciembre.
Frente a la pérdida de previsibilidad en su vínculo comercial con Estados Unidos y al enfriamiento de las relaciones con China, la Unión Europea ha intensificado su agenda de diversificación geoeconómica. La reelección de Ursula von der Leyen al frente de la Comisión Europea ha reactivado la prioridad de sellar nuevos acuerdos de libre comercio antes de que finalice el año, abriendo frentes simultáneos en América Latina, Asia y Oriente Medio. Entre los procesos más avanzados se encuentran los acuerdos con Mercosur y México, ambos políticamente sensibles. En el caso del bloque sudamericano, la resistencia del sector agrícola europeo —especialmente Francia— ha ralentizado el proceso, ante el temor de que las importaciones ganaderas y agrícolas presionen a la baja los estándares y precios internos. La Comisión Europea evalúa incluir salvaguardas específicas para carne bovina, pollo y azúcar, con el fin de obtener el respaldo unánime de los Veintisiete.
Por su parte, el acuerdo con México —país con el que la UE mantiene una relación estratégica como segundo mayor inversor extranjero— ya fue concluido técnicamente en enero y se encuentra a la espera de ratificación. El entorno de negociación también incluye países del Transpacífico como Japón, Canadá, Australia, Vietnam o Chile, con los cuales Bruselas estudia una “cooperación estructurada” como alternativa parcial a la OMC, en respuesta a la parálisis del sistema multilateral. En paralelo, avanzan negociaciones con Indonesia, aunque temas sensibles como el aceite de palma obstaculizan un cierre inmediato, y se han abierto conversaciones con Emiratos Árabes, Sudáfrica y Nueva Zelanda, orientadas a materias primas, energía verde y tecnologías críticas.
Este viraje estratégico —acelerado por la invasión rusa a Ucrania y por la renovada presión arancelaria de EE. UU.— evidencia que la UE no solo busca protegerse de shocks externos, sino también reposicionarse como actor comercial autónomo, con una red de alianzas resilientes frente al creciente proteccionismo global.
Cierre
Europa avanza con cautela, pero no a ciegas. El BCE ha optado por una pausa táctica, respaldada por una mejora en los indicadores de corto plazo, mientras Bruselas redefine su arquitectura comercial en un entorno volátil y multipolar. La apreciación del euro, el deterioro del saldo externo en economías clave como España y la necesidad de adaptar la política monetaria a riesgos difusos —desde aranceles hasta disrupciones climáticas— configuran un tablero en tensión. En ese contexto, la verdadera fortaleza de la eurozona dependerá de su capacidad para equilibrar estabilidad interna con una proyección internacional estratégica y diversificada.
Asia
En un contexto de desaceleración persistente y crecientes tensiones comerciales, China ha activado señales claras de estabilización económica y diplomática. El 24 de julio, en el marco de la 25ª Cumbre China-UE celebrada en Beijing, el presidente Xi Jinping recibió a Ursula von der Leyen y António Costa, destacando el aniversario número 50 de relaciones diplomáticas con Europa y presentando una hoja de ruta orientada a consolidar una alianza estratégica duradera.
Durante el encuentro, Xi reiteró el compromiso de China con la cooperación económica, la apertura comercial y el multilateralismo, proponiendo tres ejes: respeto mutuo y autonomía institucional, fortalecimiento de las cadenas de valor compartidas y defensa conjunta de un orden internacional basado en reglas. Para el gobierno chino, las diferencias estructurales con Europa no deben convertirse en barreras sistémicas, y una relación estable con la UE puede ser clave en medio de la fragmentación geopolítica global. En este escenario, la posibilidad de crear una alternativa estructurada a la OMC —con socios como Japón, Canadá, México o Chile— toma fuerza como respuesta ante la parálisis del sistema multilateral.
En paralelo, Beijing avanza en una enmienda a su ley de precios, una medida que apunta a contener fenómenos de deflación y competencia desleal, en momentos en que la economía china enfrenta presiones internas de sobreoferta, márgenes reducidos y menor demanda. Los beneficios industriales, cuyo reporte se conocerá en breve, serán clave para calibrar la efectividad de las últimas medidas de estímulo. Además, las negociaciones con Estados Unidos incluyen puntos sensibles como el futuro de TikTok y las inversiones tecnológicas cruzadas, lo que añade tensión a un tablero ya cargado.
Por su parte, Japón selló un acuerdo comercial con Estados Unidos que reducirá los aranceles al 15 %, evitando la aplicación del gravamen del 25 % que iba a entrar en vigor el 1 de agosto. A cambio, Japón se comprometió a abrir su mercado a productos sensibles como el arroz, tradicionalmente protegido por políticas agrícolas internas. Sin embargo, la revisión de tarifas sobre acero, aluminio y automóviles aún sigue en suspenso, y será parte de una negociación más amplia en los próximos meses.
En el frente doméstico, Tokio enfrenta una inflación subyacente del 2,9 % en julio, por encima del objetivo del 2 % del Banco de Japón, lo que reaviva las expectativas de una subida de tipos en el segundo semestre. A pesar de que las cifras muestran una leve moderación gracias a medidas temporales como la exoneración de tarifas de agua y subsidios energéticos, los precios de alimentos básicos continúan escalando de manera alarmante, con aumentos que superan el 50 % en productos como arroz, café y chocolate. Esta divergencia entre inflación de alimentos y alivios regulatorios crea un escenario complejo para el BoJ, que se verá presionado a ajustar su postura monetaria sin comprometer la recuperación del consumo.
En cuanto a la actividad, el PMI del sector servicios en Japón repuntó a 53,5 puntos en julio, mientras que el PMI manufacturero cayó a 48,8, volviendo a territorio contractivo. Esta divergencia refleja un patrón persistente en la región: la recuperación está liderada por servicios, mientras la industria aún enfrenta cuellos de botella, presiones de costos y menor demanda externa, especialmente por la ralentización de China y el endurecimiento arancelario global.
Cierre
Asia transita un equilibrio frágil entre diplomacia estratégica, inflación sectorial y ajuste comercial. China intenta reposicionarse como un garante del multilateralismo y la estabilidad global, mientras aplica correcciones internas para frenar riesgos deflacionarios y estabilizar su aparato industrial. Japón, por su parte, enfrenta presiones inflacionarias localizadas y una negociación comercial con EE. UU. aún abierta en sectores clave, lo que condiciona tanto su política monetaria como sus perspectivas de crecimiento. En ambos casos, las relaciones con Europa y América Latina comienzan a jugar un rol creciente como amortiguador frente al giro proteccionista de Washington y la desaceleración estructural de los mercados desarrollados.
México y Brasil
En un nuevo episodio de tensión comercial con Estados Unidos, el pasado 15 de julio entró en vigor una cuota compensatoria del 17,09 % sobre el jitomate mexicano fresco exportado al mercado estadounidense. Esta decisión, tomada por el Departamento de Comercio tras la expiración sin renovación del Acuerdo de Suspensión de 2019, pone en riesgo más de 1.300 millones de dólares en ventas acumuladas entre enero y mayo de este año, y amenaza con reducir entre 10 % y 15 % del volumen exportado, según estimaciones del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA). La medida impactará todas las variedades comerciales —incluyendo cherry, uva, roma e invernadero— y podría representar pérdidas por hasta 8.300 millones de dólares en toda la cadena agroalimentaria.
Ante este escenario, el secretario de Agricultura, Julio Berdegué, inició contactos con Japón para reubicar parte del jitomate mexicano en el mercado asiático. Acompañado por la subsecretaria de Relaciones Exteriores, Teresa Mercado, y la embajadora de México en Tokio, Melba Pría, el funcionario destacó que se busca no solo un nuevo destino para las exportaciones, sino un replanteamiento integral de las cadenas productivas hortícolas en las regiones afectadas. Desde la perspectiva del Gobierno mexicano, la imposición del arancel ha sido calificada de injusta, advirtiendo que no solo golpea al productor nacional, sino que también afecta la cadena de valor alimentaria en EE. UU., donde el jitomate mexicano es insumo clave en múltiples industrias.
El episodio con el jitomate reaviva las preocupaciones sobre el creciente riesgo arancelario en sectores sensibles y coincide con la búsqueda estratégica de nuevos mercados no tradicionales por parte de México, en medio de un entorno comercial hemisférico más volátil y politizado. Si bien la respuesta institucional ha sido rápida, la reconfiguración de flujos comerciales será más lenta y dependerá de condiciones fitosanitarias, logísticas y diplomáticas que aún están en negociación.
En Brasil, por su parte, el Fondo Monetario Internacional proyecta un crecimiento del 2,1 % para 2025, impulsado por la fortaleza de sus exportaciones energéticas y agrícolas, que se han mantenido resilientes frente a la apreciación del real y a la debilidad del consumo externo. El Banco Central elevó su estimación de expansión para el sector agropecuario, al considerar que las condiciones climáticas y la demanda internacional seguirán favoreciendo al país en el corto plazo. No obstante, el panorama general está matizado por un doble ajuste: una política fiscal menos expansiva y una política monetaria que se aproxima a su fase restrictiva final, en un intento por consolidar la desinflación sin comprometer el dinamismo productivo.
La confianza del consumidor brasileño mostró una recuperación moderada en julio, con un alza de 0,8 puntos, aunque persisten señales de cautela ante las amenazas arancelarias del 50 % provenientes de EE. UU., que aún no han sido desactivadas por la vía diplomática. La falta de avances en las negociaciones genera incertidumbre sobre las exportaciones industriales y agrícolas hacia América del Norte, lo que podría obligar a Brasil a acelerar su propio viraje hacia Asia y África en búsqueda de mercados menos expuestos a las tensiones de política exterior estadounidense.
Cierre
México y Brasil enfrentan un entorno donde la volatilidad comercial y la fragmentación geoeconómica exigen respuestas rápidas, pero también estructurales. México intenta mitigar el golpe arancelario con una estrategia de diversificación exportadora, mientras sufre las consecuencias de la fragilidad institucional en sus acuerdos con EE. UU. Brasil, en cambio, navega con mayor estabilidad macroeconómica, pero se expone a riesgos externos que podrían erosionar sus ventajas competitivas. En ambos casos, la consolidación de nuevos mercados y la solidez en política fiscal y monetaria serán determinantes para sostener el crecimiento sin depender de acuerdos impredecibles.
Colombia
Colombia cerró la semana con una combinación de señales mixtas que reflejan tanto la resiliencia de su economía como los desafíos políticos y sociales que enfrenta el país en el escenario doméstico e internacional. Desde Washington, el Comité de Asignaciones de la Cámara de Representantes aprobó un proyecto que propone reducir en un 50 % la ayuda no militar a Colombia, lo que significaría un recorte de más de 208 millones de dólares. La iniciativa, liderada por el congresista republicano Mario Díaz-Balart, denunció “políticas perjudiciales y comportamiento errático” por parte del gobierno colombiano, señalando además el deterioro en seguridad, el avance de grupos armados, y tensiones judiciales como el caso contra el expresidente Álvaro Uribe. Aunque la ayuda en defensa se mantiene, el mensaje político fue claro: la relación bilateral atraviesa un momento de enfriamiento, y la iniciativa —que aún deberá pasar por plenaria y el Senado— podría condicionar futuras rondas de cooperación. En respuesta, el embajador Daniel García Peña ha intensificado la interlocución diplomática en el Capitolio y AmCham Colombia advirtió que un distanciamiento sostenido podría incluso impactar el acceso a mercados, la calificación de riesgo y los empleos vinculados a exportaciones hacia Estados Unidos, que hoy superan los cuatro millones.
En paralelo, el gobierno se prepara para negociar aranceles con Washington a partir de agosto, con la advertencia de que países competidores como Ecuador podrían avanzar más rápidamente en acuerdos preferenciales que debiliten la posición de Colombia. Desde la Cámara Colombo Americana se insiste en que, aunque el país aún conserva aranceles bajos y cierta competitividad relativa, una eventual desertificación comercial tendría consecuencias más allá del comercio: afectaría la reputación, las condiciones de financiamiento multilateral y la estabilidad del régimen de inversión extranjera directa.
En el frente fiscal, el país mantiene una dinámica de ingresos moderada. Los llamados “impuestos saludables”, aplicados sobre bebidas azucaradas y alimentos ultraprocesados, recaudaron 1,6 billones de pesos en los primeros cinco meses del año, un aumento del 25 % frente al mismo periodo de 2024 y equivalentes al 1,3 % del recaudo total. El impacto no solo es fiscal, sino también conductual: según ANIF, el consumo diario de bebidas azucaradas cayó particularmente entre los jóvenes y los hogares de menores ingresos. No obstante, persisten los cuestionamientos sobre su efecto regresivo, especialmente en un contexto de desigualdad estructural, donde los tributos indirectos pesan más sobre los hogares vulnerables. Desde el inicio del cobro, ANIF ha advertido que estos impuestos no son una solución suficiente y deben ir acompañados de políticas educativas, regulatorias y de oferta alimentaria más saludable.
En ese mismo plano social, el país recibió cifras alentadoras en materia de pobreza. Según el DANE, la pobreza monetaria se redujo en 2024 hasta el 31,8 %, su nivel más bajo desde 2012, con más de 1,2 millones de personas saliendo de esta condición. La pobreza extrema también cayó al 11,7 %, con una reducción de 420.000 personas. El coeficiente de Gini bajó ligeramente de 0,553 a 0,551, reflejando una mejora en la distribución del ingreso. Sin embargo, el Comité Nacional de Expertos en Pobreza reveló que el DANE tuvo que corregir al alza los datos de 2023, debido a errores en el tratamiento de transferencias institucionales, lo que genera cautela sobre la comparabilidad de los avances. Aun así, los datos apuntan a una mejora real del ingreso disponible en los hogares más pobres, empujada por transferencias focalizadas, subsidios energéticos y el alza del salario mínimo, pero con un entorno fiscal que podría limitar su sostenibilidad.
El Banco de la República, por su parte, se prepara para recortar la tasa de interés en su reunión del 31 de julio. El mercado espera un descenso de 25 puntos básicos, que llevaría la tasa al 9 %, y prevé que hacia octubre se ubique en 8,5 %. Esta expectativa se apoya en una inflación que sigue cediendo: en junio, el IPC fue del 4,82 %, por debajo del consenso, y para julio se estima una cifra similar. Sin embargo, la inflación esperada para el cierre de 2025 (4,79 %) sigue por fuera del rango meta, lo que mantiene la prudencia en el ritmo de recortes. Al mismo tiempo, las proyecciones de crecimiento para este año se ajustaron a la baja: la mediana se sitúa en 2,5 %, con un rango entre 2,4 % y 2,6 %. Para 2026, la estimación se ubica en 2,9 %, todavía por debajo del potencial estructural del país.
Cierre
Colombia transita una fase de aparente solidez macroeconómica, con una inflación controlada, un consumo interno que resiste y mejoras en los indicadores sociales. Pero bajo esa superficie persisten desequilibrios delicados: una relación comercial con Estados Unidos en revisión, presiones fiscales sin una reforma clara y una pobreza estructural que, si bien retrocede, sigue dependiendo de un gasto público presionado. La clave será mantener la estabilidad interna sin sacrificar la interlocución internacional ni la confianza del mercado. El país aún tiene espacio para maniobrar, pero ese margen se está acortando.
Renta Variable
La renta variable global registró una semana de comportamiento divergente, marcada por los máximos históricos en Estados Unidos, la volatilidad en Europa y Asia, y una sesión cautelosa en los mercados latinoamericanos. En Wall Street, el S&P 500 cerró en 6.388,64 con un avance semanal del 1,5 %, mientras el Dow Jones alcanzó los 44.901,92 (+1,3 %) y el Nasdaq subió a 21.108,32 (+1,0 %), acumulando su 14° y 15° máximo del año, respectivamente. El repunte estuvo impulsado por una combinación de factores: una reducción en el riesgo arancelario, con acuerdos en marcha con Japón y potencialmente con la Unión Europea; resultados corporativos sólidos, donde cerca del 82 % de las empresas del S&P han superado expectativas; y comentarios del presidente Trump que reforzaron la expectativa de un recorte de tasas por parte de la Reserva Federal en el corto plazo.
El buen tono bursátil favoreció especialmente a sectores sensibles a los tipos de interés como utilities y real estate, mientras los sectores cíclicos como industria y consumo también mostraron una reacción positiva ante la desescalada comercial. A pesar de la caída de Tesla (-4,1 %), el mercado fue sostenido por el buen desempeño de firmas como Alphabet y otras tecnológicas, cuyas cifras reforzaron la confianza en la solidez del consumo estadounidense y en la estabilidad de los márgenes en un entorno de tasas todavía restrictivas.
En Europa, las bolsas intentaron recuperar terreno tras declaraciones moderadas de Trump, pero el Stoxx 600 cerró con una caída semanal del 0,2 %, reflejando un ambiente aún cargado de incertidumbre en torno a las negociaciones transatlánticas. Asia, por su parte, tuvo una semana de pérdidas, afectada por la tensión entre las perspectivas de nuevos acuerdos comerciales y la debilidad persistente en los datos macroeconómicos de China y Japón.
En el plano corporativo, destacaron al alza firmas como Abivax (+561,2 %), que sorprendió al mercado con resultados positivos en la fase 3 de un tratamiento contra la colitis, recaudando 700 millones de dólares en EE. UU.; Medpace (+43,5 %), tras una fuerte revisión al alza de su cartera de pedidos en investigación clínica; y Delivery Hero (+22,9 %), beneficiada por la posible recompra de acciones por parte de Prosus. También avanzaron Exail Technologies (+14,6 %), Rémy Cointreau (+15,4 %) y Thermo Fisher (+15,3 %), todas impulsadas por resultados operativos mejores a lo previsto y revisiones al alza de sus guías anuales. En contraste, destacaron las caídas de STMicroelectronics (-20,4 %), ASM International (-18 %) y Texas Instruments (-14,6 %), afectadas por la debilidad de pedidos en el sector de semiconductores y las preocupaciones sobre la desaceleración del gasto en tecnología avanzada. También retrocedieron Dassault Aviation (-10,2 %), SEB (-17,1 %) y Puma (-5,5 %), esta última tras advertencias de menores beneficios y problemas de rotación de inventarios.
En Colombia, el índice MSCI Colcap cerró en 1.709,23 puntos, con una caída semanal del 1,4 %, golpeado por la suspensión temporal de las acciones de Grupo Argos y Grupo Sura, lo que afectó la liquidez del mercado y forzó rebalanceos en fondos pasivos. A esto se sumó el efecto negativo de las proyecciones operativas conservadoras publicadas por Ecopetrol, que presionaron al sector energético dada su alta ponderación en el índice. El repunte del dólar a COP 4.080 también contribuyó al nerviosismo, afectando especialmente a empresas importadoras y minoristas. Pese a esto, hubo algunos movimientos positivos puntuales: Nutresa (+1,9 %), Canacol (+1,5 %) y PF Aval (+1,2 %) destacaron al alza, mientras PEI (-1,9 %), Celsia (-1,4 %) y Grupo Éxito (-1,3 %) lideraron los retrocesos. En general, el mercado accionario colombiano se mantuvo en equilibrio, reflejando una actitud de espera por parte de los inversionistas ante un entorno externo volátil y una agenda interna aún cargada de incertidumbre regulatoria y fiscal.
Cierre
La renta variable global transita una fase de recuperación desigual. Mientras Wall Street consolida récords alentado por resultados corporativos y menor presión arancelaria, Europa y Asia mantienen un tono más prudente ante datos mixtos y negociaciones aún abiertas. En Colombia, la fragilidad estructural de la liquidez y la sensibilidad a eventos puntuales continúan limitando el potencial del mercado accionario, que permanece atado a flujos externos, condiciones fiscales internas y decisiones políticas que aún no logran despejar el camino para una recomposición sostenida del apetito inversor.
Renta fija
Durante la última semana, el mercado de renta fija mostró señales mixtas tanto a nivel local como internacional, reflejando una dinámica de mayor sensibilidad a flujos puntuales, tensiones políticas moderadas y ajustes técnicos ante la proximidad de nuevas emisiones. En Colombia, la curva de TES Tasa Fija presentó valorizaciones destacadas en los nodos cortos —noviembre de 2025 cayó 73.8 pbs y agosto de 2026 lo hizo en 8.1 pbs— impulsadas por expectativas de recorte en la tasa del Banco de la República, que podría ubicarse en 9 %, según la encuesta de Reuters. En contraste, los tramos medio y largo registraron desvalorizaciones moderadas, como octubre 2034 (+1.1 pbs) y octubre 2050 (+3.9 pbs), reflejando el impacto del estancamiento legislativo en torno a la reforma tributaria, que ha elevado la prima fiscal y presionado los spreads soberanos.
En los TES UVR también se evidenció un comportamiento heterogéneo: mientras abril 2035 y febrero 2062 registraron valorizaciones de -5.2 pbs, los títulos enero 2031 (+10.5 pbs) y marzo 2041 (+7.6 pbs) se desvalorizaron en un contexto de mayor volatilidad, acentuada por la depreciación del peso colombiano. Esta dinámica se tradujo en un empinamiento de la pendiente de la curva, con un spread 2s10s que se amplió en 5.4 pbs. Entre el 18 y el 23 de julio, el saldo en circulación de TES se redujo en
COP$4.3 billones hasta COP$650.7 billones, debido a un canje entre Hacienda y la Tesorería por COP$21 billones, incluyendo portafolios de terceros. Sin embargo, la deuda neta en lo corrido del mes aumentó COP$4.74 billones, impulsada por emisiones de TES de corto plazo (COP$3.3 billones), bonos UVR (COP$2.35 billones) y papeles en pesos (COP$4.09 billones). A nivel compositivo, se destacó una expansión de 11.77 % en los TES de corto plazo y de 1.37 % en los títulos UVR, mientras que los TES largos en pesos se contrajeron levemente.
En los mercados internacionales, los bonos del Tesoro de EE. UU. cerraron la semana con variaciones limitadas y una curva más plana, tras caídas en los rendimientos de largo plazo que revirtieron las subidas iniciales. El bono a 2 años retrocedió 0.7 pbs, el de 10 años bajó 0.8 pbs y el de 30 años lo hizo en 0.5 pbs, en un entorno marcado por menor presión política sobre la Fed y la reactivación de negociaciones comerciales, lo que redujo el riesgo de nuevos aranceles. El bajo volumen en el mercado cash aumentó la sensibilidad a operaciones específicas, como las registradas en futuros el viernes, que generaron un empinamiento temporal. El mercado se alista ahora para una agenda anticipada de subastas del Tesoro: 2 y 5 años el lunes, y 7 años el martes.
En Europa, los rendimientos de los bonos soberanos se moderaron hacia el cierre de la semana, luego de que declaraciones del expresidente Trump elevaran a 50 % las probabilidades de un acuerdo comercial con la Unión Europea, lo que alivió parcialmente la presión sobre los mercados. La tasa del bund alemán a 10 años, que había subido hasta 7 pbs durante la sesión, finalizó en 2.72 %, con una variación neta de apenas 1 pb. En el resto de la eurozona, especialmente en la periferia, se observó estabilidad, mientras los inversores concentran su atención en los próximos datos de crecimiento e inflación. Para este lunes, los bonos de la región abrieron con alzas adicionales en sus TIRes —el bund avanzó 6 pbs hasta 2.70 % y el Treasury a 10 años subió 3 pbs hasta 4.30 %— en medio de nuevas presiones políticas sobre la política monetaria del BCE.
Cierre
La semana dejó una curva de TES más inclinada, reflejo de una combinación entre valorizaciones tácticas en el tramo corto y presiones fiscales que afectan el largo plazo. La composición de la deuda pública mostró un mayor dinamismo en emisiones indexadas y de corto plazo, lo que podría señalar un cambio estratégico en el perfil de vencimientos del Gobierno. A nivel internacional, la moderación de tensiones políticas en EE. UU. y señales de posible distensión comercial con Europa influyeron en la compresión de rendimientos. Sin embargo, la atención de los mercados sigue centrada en las próximas decisiones de política monetaria, los niveles de inflación y los volúmenes de colocación, factores que definirán el comportamiento de la renta fija en el corto plazo.
Divisas
Durante la semana, los mercados de divisas estuvieron marcados por una elevada volatilidad, producto del reacomodamiento de expectativas frente a la política monetaria en EE. UU., nuevos anuncios arancelarios, decisiones de liquidez en Asia y un contexto de riesgo creciente en las economías emergentes. El índice DXY del dólar estadounidense experimentó una caída semanal de 0.8 %, su retroceso más pronunciado en un mes, debido a datos económicos más débiles de lo esperado y la creciente expectativa de un tono más dovish por parte de la Reserva Federal. Sin embargo, el viernes el dólar repuntó hasta 97.8, tras encontrar soporte en el nivel psicológico de 97, apoyado en un renovado optimismo comercial y en cifras que refuerzan la solidez relativa de la economía estadounidense.
El euro ganó 1.0 % en la semana, impulsado por el repunte de los PMI de la eurozona hasta 51 puntos, lo que disipó temores de recesión. No obstante, hacia el cierre, la divisa común se replegó por debajo de 1.175, presionada por la recuperación del dólar y la cautela frente a los avances en las negociaciones entre la UE y EE. UU. El EUR/USD cerró en torno a 1.1765, con un tono de estabilidad relativa. La libra esterlina avanzó 0.2 %, tras conocerse una encuesta que elevó las expectativas de inflación en Reino Unido a 4 %, lo que intensificó las presiones sobre el Banco de Inglaterra, aunque también reactivó el debate sobre la persistencia inflacionaria en el mediano plazo.
En contraste, el franco suizo (-0.7 %) y el yen japonés (-0.8 %) se debilitaron, el primero por señales del Banco Nacional Suizo sobre posibles intervenciones cambiarias tras la moderación de expectativas de subidas de tasas, y el segundo por un efecto de reversión tras el impulso inicial generado por rumores de un giro hawkish del Banco de Japón. Por su parte, el yuan chino (-0.2 %) retrocedió tras el segundo recorte del año en el coeficiente de reservas obligatorias (RRR), lo que incrementó la liquidez en el sistema y presionó a la baja su tipo de cambio.
En América Latina, el comportamiento fue heterogéneo y estuvo fuertemente influido por los anuncios comerciales de Washington y el reacomodo de flujos globales. El peso mexicano (-1.1 %) lideró las pérdidas entre emergentes, afectado por advertencias de Banorte sobre la presión que ejercerán los futuros recortes de Banxico y la creciente volatilidad cambiaria. El real brasileño (-0.3 %) se depreció tras el anuncio de aranceles del 50 % por parte de EE. UU. sobre sus exportaciones, lo que generó preocupación sobre el impacto en el comercio bilateral. El peso chileno (-0.1 %) mostró estabilidad, sostenido por la revisión al alza del precio del cobre, aunque contrarrestado por la disminución en las proyecciones de crecimiento del PIB minero.
En el caso colombiano, la dinámica fue dual y compleja. El viernes, el peso colombiano se depreció COP$67 y cerró en COP$4,141, su nivel más alto desde junio, afectado por el fortalecimiento global del dólar, la caída del petróleo y la cautela del mercado ante la próxima decisión del BanRep. Esta caída llevó a la moneda a registrar su peor semana desde noviembre, liderando las pérdidas regionales. Sin embargo, al observar el desempeño semanal consolidado, el peso colombiano mostró una apreciación neta del 3.1 %, resultado de flujos especulativos y correcciones técnicas asociadas al debilitamiento global del dólar y al reposicionamiento de portafolios, incluso en un entorno de incertidumbre fiscal tras el revés de la reforma tributaria.
Cierre:
La semana dejó una fotografía cambiaria marcada por la fragilidad estructural de las monedas emergentes frente a los reacomodos de política monetaria y comercial global. Aunque el dólar mostró señales de agotamiento como activo refugio, su repunte puntual al cierre revela que los flujos siguen favoreciendo divisas con fundamentos sólidos. El comportamiento del peso colombiano ilustra con claridad la coexistencia de factores especulativos y riesgos fiscales latentes. A corto plazo, la dirección de los tipos de cambio dependerá de las decisiones de bancos centrales, la evolución de los conflictos comerciales y la percepción de riesgo sobre las economías con fundamentos internos más débiles.
Commodities
Durante la semana, los mercados de materias primas estuvieron marcados por una combinación de factores técnicos y geopolíticos, donde los avances en negociaciones comerciales fueron parcialmente neutralizados por señales de mayor oferta global y ajustes anticipados a nuevas medidas arancelarias. Los precios del petróleo acumularon su tercera caída consecutiva, afectados por el aumento de la incertidumbre comercial entre EE. UU. y la Unión Europea, lo que reavivó los temores sobre una desaceleración en la demanda global de crudo. No obstante, el efecto bajista fue contenido por un dólar más débil y por los márgenes sólidos en destilados, respaldados en parte por inventarios restringidos.
El WTI cerró la semana con una caída de -3.2 %, ubicándose en USD 65.16 por barril, mientras que el Brent retrocedió -1.3 %, hasta USD 68.39, en una dinámica que refleja tensiones cruzadas: si bien se registró una reducción mayor a la esperada en inventarios de crudo en EE. UU. (-3.2 millones de barriles), este dato fue neutralizado por la moderación geopolítica y los posibles efectos del levantamiento parcial de sanciones sobre Venezuela. Chevron fue autorizada a reanudar operaciones en el país caribeño, lo que podría añadir 200.000 barriles diarios al mercado global. Hacia el cierre de la semana, los precios mostraron una leve estabilización: el Brent cotizó en USD 69.40 y el WTI en USD 66.20.
En los metales preciosos, el oro retrocedió -0.3 % hasta USD 3,340 por onza, afectado por un fortalecimiento del dólar y la percepción de un entorno menos riesgoso tras las señales de avance en la agenda comercial entre Estados Unidos y la UE. La plata, en contraste, se mantuvo estable en USD 38.2 por onza, tras haber alcanzado máximos de más de una década por temor a represalias arancelarias. El foco de los operadores se desplaza ahora al 1 de agosto, fecha en la que entrarán en vigor nuevos aranceles, incluyendo un impuesto del 50 % a la importación de metales, lo que podría generar disrupciones en el arbitraje entre mercados.
El cobre lideró los avances semanales, con una apreciación de 3.2 % hasta USD 578.5 por libra, y un precio al contado en USD 9,877 por tonelada en Londres. Este repunte se explica por compras anticipadas ante la imposición arancelaria estadounidense, que distorsionaron las condiciones de arbitraje internacional y reactivaron la demanda física.
En los productos agrícolas, el mercado registró nuevas caídas impulsadas por condiciones climáticas favorables en las principales zonas de cultivo. En Chicago, el maíz se negoció en torno a 420 centavos de dólar por bushel, mientras que el trigo retrocedió hasta 535 centavos de dólar, ambos bajo el contrato con vencimiento en septiembre de 2025. La abundante oferta esperada en Estados Unidos y la región del Mar Negro ha generado presiones bajistas consistentes en estas referencias.
Cierre:
La semana dejó una estructura de precios mixta en los commodities, con retrocesos en petróleo y oro por menor tensión geopolítica, estabilidad en la plata y presiones alcistas en el cobre ante medidas arancelarias inminentes. El petróleo continúa en una fase de ajuste delicado, donde los equilibrios entre sanciones, acuerdos comerciales y retornos de producción —como el caso venezolano— podrían alterar el balance de oferta. En los metales, las políticas fiscales de EE. UU. siguen redefiniendo la lógica de precios, mientras que en los agrícolas, las condiciones climáticas y la geopolítica de alimentos serán determinantes en los movimientos del corto plazo.
Políticas de empleo en América Latina: ¿y si el Estado solo pagara por lo que funciona?
América Latina acumula décadas de inversión en programas de empleo que prometen conectar talento con oportunidades, pero los resultados siguen siendo, en el mejor de los casos, inconsistentes. En un contexto de alta informalidad, presión fiscal y fatiga institucional, la pregunta que emerge es incómoda pero urgente: ¿por qué seguimos financiando políticas públicas que no logran resultados medibles?
Frente a esta inercia presupuestaria, un nuevo modelo empieza a ganar espacio: la financiación basada en resultados (FBR). A diferencia del enfoque tradicional, en el cual los gobiernos pagan por actividades (capacitaciones, asesorías, jornadas de intermediación), este mecanismo remunera únicamente el cumplimiento de objetivos verificables, como la inserción formal y sostenida de personas en el mercado laboral, la reducción de brechas estructurales de empleabilidad o la permanencia en puestos de trabajo por periodos definidos.
Este enfoque ya no es solo teórico. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en su reciente informe Hacia políticas de empleo más efectivas, documenta cómo la FBR está emergiendo como una alternativa viable y escalable para rediseñar la arquitectura de los programas de empleo en la región. Casos como los de Colombia, México, Perú y Chile ilustran no solo su potencial de impacto, sino también los desafíos institucionales que supone su implementación.
Un cambio de paradigma en la lógica de intervención
La lógica de la FBR es simple en su formulación, pero transformadora en su aplicación: el Estado paga sólo si el proveedor logra el resultado acordado. Esta condicionalidad obliga a alinear los incentivos de todos los actores del sistema —gobierno, operadores, beneficiarios y financiadores— y desplaza el foco desde la ejecución hacia el impacto.
Para que este modelo funcione, se requieren condiciones técnicas rigurosas: indicadores precisos, sistemas de monitoreo confiables, bases de datos interoperables y una estructura contractual que asigne claramente riesgos, responsabilidades y mecanismos de verificación. Además, la FBR exige capacidades institucionales que no todos los gobiernos han desarrollado aún: desde definir métricas de éxito hasta establecer estándares de evaluación independientes.
No obstante, cuando estos elementos están presentes, la evidencia muestra mejoras en la eficiencia del gasto, mayor flexibilidad operativa y un estímulo real a la innovación en la prestación de servicios. A diferencia de los modelos rígidos centrados en el “compliance”, la FBR premia la adaptabilidad, permitiendo que los proveedores ajusten su enfoque según la población atendida y las condiciones del mercado.
Colombia: avances y aprendizajes
En el caso colombiano, varios pilotos y esquemas en los últimos años han integrado elementos de FBR. Uno de los más destacados fue el contrato de impacto social “Empleando Futuro”, en el cual entidades privadas financiaron servicios de empleabilidad a poblaciones vulnerables, y el Estado —a través de entidades como Prosperidad Social— realizó pagos contra resultados (empleo formal sostenido por al menos tres meses).
Los aprendizajes han sido valiosos: por un lado, los resultados superaron a los esquemas tradicionales en términos de colocación efectiva y sostenibilidad del empleo; por otro, se evidenciaron las limitaciones del aparato institucional para diseñar contratos robustos, monitorear en tiempo real y evitar la exclusión de poblaciones de alta vulnerabilidad (cuyo éxito es más incierto y costoso).
Esto lleva a una reflexión crítica: el éxito de la FBR depende tanto del diseño como de la voluntad política para sostenerla. No se trata solo de delegar al privado el riesgo operativo, sino de construir una gobernanza transparente, con mecanismos claros de rendición de cuentas y protección contra distorsiones perversas (por ejemplo, priorizar a beneficiarios “más empleables” solo para garantizar resultados).
Riesgos, límites y potencial
Como todo enfoque disruptivo, la FBR no está exenta de riesgos. El principal es el riesgo de exclusión: los operadores pueden evitar poblaciones con baja probabilidad de éxito, como personas mayores, mujeres cabeza de hogar o jóvenes sin experiencia. También existe el desafío de medir correctamente el impacto atribuible, especialmente en mercados laborales fragmentados y con informalidad estructural.
Otro reto clave es la sostenibilidad fiscal y política. Implementar este modelo requiere una reingeniería legal y presupuestaria: desde mecanismos de pago diferido hasta fondos contingentes o esquemas de coinversión público-privada. Además, requiere liderazgo técnico para traducir resultados en decisiones de política pública.
A pesar de estos desafíos, la FBR representa un avance técnico y ético frente a modelos asistencialistas ineficaces o puramente transaccionales. Paga por lo que funciona, incentiva la innovación, promueve la rendición de cuentas y fortalece la evidencia como base para el diseño de políticas públicas.
Una agenda para tomadores de decisión
En un contexto donde los recursos públicos son escasos y la presión ciudadana por resultados es creciente, la FBR no debería verse como una innovación marginal, sino como el nuevo estándar para las políticas de empleo en América Latina. Para avanzar en esa dirección, los gobiernos deben:
- Fortalecer las capacidades de diseño, monitoreo y evaluación en las entidades ejecutoras.
- Generar marcos regulatorios y presupuestales que permitan pagos contra resultados.
- Promover pilotos escalables con acompañamiento técnico de organismos multilaterales.
- Asegurar la inclusión de poblaciones tradicionalmente excluidas mediante esquemas de ponderación o bonos de desempeño ajustados.
- Establecer plataformas digitales interoperables que permitan trazabilidad y seguimiento individualizado.
Cierre
La financiación basada en resultados no es una moda pasajera. Es una herramienta de gestión moderna, transparente y centrada en las personas. Implementarla con éxito en América Latina requerirá reformas institucionales profundas, pero también un cambio de mentalidad: dejar de pagar por promesas, y empezar a exigir resultados concretos y medibles.
En tiempos de escasez y desconfianza, el mejor uso del dinero público es aquel que demuestra —con evidencia— que cambia vidas de manera sostenible.
Nota del Autor
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