Resumen Económico de la Semana del 17 al 21 de Marzo de 2025

Resumen Ejecutivo

La semana del 17 al 21 de marzo estuvo marcada por señales mixtas en las principales economías. En EE. UU., la Reserva Federal mantuvo tasas estables y proyectó menor crecimiento, mientras que en Europa, los bancos centrales reafirmaron posturas prudentes frente a una inflación moderada. Asia mostró resiliencia, con China reportando cifras sólidas de consumo e inversión, y Japón avanzando hacia una normalización monetaria.

En América Latina, México enfrentó una fuerte revisión a la baja en sus proyecciones por la amenaza de nuevos aranceles, mientras Colombia reportó un buen desempeño fiscal y exportador, aunque con volatilidad financiera tras el cambio en el Ministerio de Hacienda.

Los mercados financieros reflejaron cautela. La renta variable global mostró comportamiento mixto, la renta fija en Colombia se desvalorizó con fuerza y el dólar se fortaleció como refugio. En materias primas, el petróleo y el oro subieron por tensiones geopolíticas, mientras el cobre repuntó impulsado por la demanda china.

El informe también destaca dos aportes académicos clave: un análisis del Banco de la República sobre la informalidad laboral y empresarial, que reafirma su carácter estructural y regionalizado, y una lectura crítica del déficit fiscal como herramienta de desarrollo, basada en el trabajo del economista Pascual Amézquita Zárate. Ambos documentos invitan a repensar elementos centrales de la política económica colombiana en función de una agenda más incluyente, productiva y sostenible.

Estados Unidos:

La semana en Estados Unidos estuvo marcada por una serie de datos económicos clave que, en conjunto, delinean un panorama de crecimiento moderado, inflación resistente y un mercado laboral que comienza a evidenciar ciertos signos de enfriamiento. En este entorno, la Reserva Federal optó por mantener sin cambios su tasa de referencia, reafirmando un enfoque paciente y basado en datos frente a las crecientes expectativas del mercado sobre eventuales recortes en el transcurso del año.

Las encuestas manufactureras de marzo —tanto la del Empire State como la de la Fed de Filadelfia— mostraron una pérdida de dinamismo. Aunque ambas continúan en terreno positivo, las cifras reflejan un enfriamiento en la actividad industrial, en un contexto de tensiones comerciales, ajustes en las cadenas de suministro y una demanda global menos vigorosa. Esta desaceleración se ve reforzada por el dato de producción industrial, que creció apenas un 0,2% en febrero, frente al 0,5% del mes anterior, con un impulso concentrado en la mayor demanda energética por las bajas temperaturas.

Por su parte, las ventas minoristas ofrecieron un respiro tras el retroceso de enero. En febrero, se registró un crecimiento del 0,6% en el dato general y del 0,3% excluyendo automóviles y gasolina, lo que sugiere una estabilización del consumo. Sin embargo, el gasto se ha centrado en bienes esenciales, mientras que los servicios discrecionales muestran señales de menor impulso, en un entorno donde la confianza del consumidor se ha deteriorado y las expectativas de inflación a largo plazo han repuntado.

El mercado inmobiliario continúa enfrentando restricciones estructurales. Las ventas de viviendas de segunda mano cayeron un 3,2% mensual, a pesar de la moderación en los tipos hipotecarios, que se ubican en 6,67%. La falta de accesibilidad sigue siendo el principal obstáculo para la reactivación del sector, mientras que los permisos de construcción y las viviendas iniciadas mantienen niveles bajos, reflejando la cautela de los promotores ante el encarecimiento de materiales —acentuado por el próximo aumento del arancel a la madera canadiense— y la debilidad de la demanda.

En materia laboral, las solicitudes iniciales de subsidios por desempleo aumentaron ligeramente hasta las 224.000, evidenciando una leve moderación del dinamismo del mercado de trabajo. Aunque la cifra sigue siendo consistente con un mercado sólido, comienzan a observarse indicios de desaceleración, especialmente por el impacto de despidos en el sector público.

El evento más relevante de la semana fue la reunión de la Reserva Federal. Tal como anticipaban los mercados, el FOMC mantuvo su tasa de referencia en el rango de 4,25% – 4,50%, pero las nuevas proyecciones macroeconómicas reflejaron una visión más cautelosa sobre la evolución de la economía. Se revisaron a la baja las perspectivas de crecimiento para 2025 (1,7% frente al 2,1% previo) y al alza tanto la tasa de desempleo (4,4%) como las previsiones de inflación PCE —2,7% para la medida general y 2,8% para la subyacente—. Estas cifras confirman que, si bien la narrativa de desinflación sigue vigente, los riesgos al alza en precios persisten, alimentados por la política arancelaria actual.

En la rueda de prensa posterior, Jerome Powell adoptó un tono deliberadamente prudente, señalando que la Fed está bien posicionada para reaccionar ante la evolución de los datos, pero sin comprometerse con un calendario concreto de recortes. Reiteró que aún no hay evidencia suficiente para justificar una flexibilización monetaria inminente y enfatizó que los recientes repuntes inflacionarios, en parte vinculados a las tarifas, podrían retrasar la convergencia hacia la meta del 2%. Si bien la mediana de expectativas del FOMC mantiene dos recortes para este año, ha crecido el número de miembros que prevén solo uno o ninguno, lo que confirma que el consenso interno se está desplazando hacia una mayor cautela.

En definitiva, la semana dejó claro que el escenario base de la Fed es el de un aterrizaje suave, pero con riesgos crecientes de estanflación. La postura oficial se mantiene sin prisa por relajar la política monetaria, y el mensaje al mercado es inequívoco: la Reserva Federal necesita más evidencia de desaceleración sostenida antes de actuar. Esta narrativa condicionará el comportamiento de los activos financieros en el corto plazo, en un entorno donde la volatilidad sigue latente.

Europa:

La semana en Europa estuvo marcada por tres ejes clave: la mejora en la confianza económica en Alemania, la confirmación de una inflación moderada en la eurozona y la postura prudente   —pero con matices restrictivos— del Banco de Inglaterra. En conjunto, los datos reflejan un continente en tránsito hacia una posible recuperación, aunque condicionado por riesgos externos, presiones estructurales y el impacto todavía incipiente de las medidas fiscales anunciadas.

La encuesta ZEW de marzo en Alemania ofreció una señal alentadora sobre las expectativas de los inversores, al repuntar hasta los 50,3 puntos desde los 26,0 del mes anterior. Este notable avance se explica, en gran parte, por el renovado optimismo que han generado los anuncios del gobierno alemán sobre el aumento del gasto en defensa e infraestructura, una decisión que rompe con décadas de rigidez fiscal y que pretende revitalizar a una economía que en los últimos trimestres ha flirteado con la recesión técnica. No obstante, esta mejora en la percepción no debe interpretarse como un cambio estructural inmediato: el despliegue de los fondos será progresivo, y su impacto estimado sobre el crecimiento en 2025 es aún modesto —en torno a 0,2 puntos porcentuales—, incrementándose a 0,4 p.p. hacia 2026 y 2027. El efecto pleno de estas políticas se materializará a largo plazo, con implicaciones fiscales que podrían elevar el déficit público alemán por encima del 3,5% del PIB en 2027 y empujar la deuda hasta cerca del 80% del PIB en 2035, desde el 63% actual.

En paralelo, la publicación del IPC final de febrero en la eurozona confirmó la narrativa de moderación de precios. La tasa interanual se situó en 2,4%, frente al 2,5% del mes anterior, mientras que la inflación subyacente se mantuvo en 2,6%. La desaceleración de los precios en servicios fue clave para contener las presiones inflacionistas, aunque persisten riesgos asociados a la posibilidad de una escalada comercial con Estados Unidos, en particular si se materializan nuevos aranceles sobre exportaciones europeas. Este contexto mantiene al Banco Central Europeo en una posición de espera estratégica, observando de cerca la evolución de la inflación antes de cualquier ajuste en su política monetaria.

En el Reino Unido, el Banco de Inglaterra decidió mantener su tasa de referencia en 4,50%, como se anticipaba, pero la votación interna reveló un giro más restrictivo en el tono del Comité de Política Monetaria. Solo un miembro votó a favor de recortar tasas, frente a tres en la decisión anterior, lo que sugiere una inclinación mayor hacia la prudencia monetaria en medio de presiones inflacionistas persistentes. Aunque el consenso del mercado proyecta recortes graduales hacia el segundo semestre del año —con una tasa en torno al 3,75% a finales de 2025—, el ritmo de esa flexibilización dependerá de una mayor evidencia de enfriamiento en salarios e inflación. En el caso de España, aunque aún no se conocen los datos definitivos del cuarto trimestre de 2024, las tendencias apuntan a una continuidad en la presión sobre los costes laborales, que crecieron un 4,4% interanual en el tercer trimestre, acentuando el desafío de equilibrar salarios con productividad y competitividad.

En síntesis, Europa se encuentra en una fase de ajuste y expectativas. Los estímulos fiscales en Alemania comienzan a redefinir las perspectivas de crecimiento, aunque su impacto será gradual. La inflación parece bajo control, pero no suficientemente anclada como para permitir una rápida relajación monetaria. Y en el frente político-comercial, el riesgo de una nueva escalada con Estados Unidos añade una capa de incertidumbre que mantendrá a los mercados y a los bancos centrales en modo de vigilancia durante las próximas semanas.

Asia:

Asia cerró la semana con un conjunto de indicadores macroeconómicos que reflejan una recuperación heterogénea, aunque con señales positivas en los dos principales referentes de la región: China y Japón. Mientras el gigante asiático muestra un primer trimestre con fundamentos relativamente sólidos, impulsados por el consumo y la inversión pública, Japón se prepara para un cambio decisivo en su política monetaria, tras más de una década de estímulo ultraexpansivo.

En China, los datos correspondientes a los meses de enero y febrero revelan una actividad económica que mantiene cierto dinamismo, pese a las tensiones estructurales y el entorno externo desafiante. Las ventas minoristas crecieron un 4% interanual en el acumulado bimestral, superando el ritmo del cuarto trimestre de 2024 (3,8%) y el promedio anual del año pasado (3,3%). Esta aceleración, en parte atribuible al efecto estacional del Año Nuevo Lunar, sugiere que el consumo doméstico podría convertirse en uno de los principales pilares del crecimiento en 2025, en un momento en que el sector exterior enfrenta una notable ralentización.

La producción industrial, por su parte, se desaceleró ligeramente hasta un 5,9%, desde el 6,2% registrado en diciembre, aunque el dato fue más sólido de lo previsto, considerando la debilidad exportadora. Aun así, la señal más relevante proviene de la inversión en activos fijos, que repuntó un 4,1% interanual, superando el 3,2% del promedio de 2024. Este avance fue especialmente visible en el rubro de infraestructuras, donde el estímulo fiscal comienza a hacerse notar con mayor claridad. Las medidas anunciadas en el marco de las “Dos Sesiones” apuntan a una intensificación del apoyo público durante los próximos trimestres, lo que refuerza las expectativas de estabilidad macroeconómica en el corto plazo.

Desde el plano institucional, la Oficina General del Consejo de Estado emitió nuevas directrices orientadas a asegurar que la política comercial china se ajuste plenamente a las normas de la Organización Mundial del Comercio. Esta iniciativa busca consolidar un entorno de negocios más transparente y no discriminatorio, a la vez que fortalece la estrategia de apertura y cohesión del mercado interno. Según el Ministerio de Comercio, estas acciones contribuirán a una asignación más eficiente de recursos y al desbloqueo del potencial latente del mercado chino, lo que puede tener implicaciones estructurales en la percepción de riesgo regulatorio por parte de los inversionistas internacionales.

En Japón, la atención estuvo centrada en la reunión del Banco de Japón del 19 de marzo. Aunque la entidad mantuvo sin cambios su tasa de referencia en el 0,5%, los mensajes emitidos por el gobernador Kazuo Ueda fueron interpretados como una antesala al inminente inicio de la normalización monetaria. Las expectativas de subidas salariales robustas en las tradicionales negociaciones de primavera otorgan margen al BoJ para considerar un alza de tipos en mayo, especialmente si se confirma que la inflación está consolidándose de forma estructural.

No obstante, el banco central japonés enfrenta un dilema técnico y político: avanzar en el desmontaje de su política ultraexpansiva sin provocar una apreciación disruptiva del yen ni un deterioro de las condiciones financieras. Ueda dejó entrever que un tipo de interés de referencia cercano al 1% podría considerarse razonable como nivel de equilibrio a corto plazo, aunque el camino hacia ese objetivo será cuidadosamente calibrado para evitar desestabilizaciones innecesarias.

En conjunto, Asia continúa transitando una fase de reconfiguración macroeconómica. China apuesta por reforzar su demanda interna y blindar su marco comercial, mientras que Japón se aproxima al fin de una era de tasas negativas, con todas las implicaciones que ello supone para los mercados financieros globales. El equilibrio entre crecimiento, estabilidad y normalización será el eje central de las decisiones económicas en la región durante el resto del año.

México:

Las perspectivas económicas para México se han deteriorado de forma acelerada durante el primer trimestre del año, en medio de un escenario de elevada incertidumbre comercial y tensiones geopolíticas que amenazan con frenar la inversión, el consumo y el crecimiento. A medida que se acerca la fecha clave del 2 de abril —cuando se definirá la aplicación o suspensión de aranceles generalizados por parte de Estados Unidos—, los modelos de proyección económica han comenzado a reflejar un escenario mucho más restrictivo para 2025.

De acuerdo con la más reciente encuesta de expectativas de Citi entre analistas privados, el consenso ha recortado la previsión de crecimiento del PIB mexicano para 2025 hasta un magro 0,6%, frente al 0,8% estimado en la edición anterior. Algunas casas de análisis incluso contemplan escenarios de crecimiento nulo o contracción, en función de la severidad de las medidas arancelarias que finalmente se apliquen. La dispersión en las estimaciones refleja el alto grado de incertidumbre que enfrenta la economía mexicana, en particular por su elevada dependencia del mercado estadounidense, que absorbe cerca del 80% de sus exportaciones.

La OCDE y Fitch Ratings han sido contundentes en sus advertencias. Ambas instituciones anticipan una recesión técnica si Estados Unidos mantiene o amplía la aplicación de aranceles del 25% sobre productos mexicanos, incluidas industrias clave como la automotriz, el acero y el aluminio. Según sus proyecciones, la economía mexicana podría experimentar una contracción del 1,3% en 2025, con un rebote limitado en 2026. Fitch, por su parte, ajustó su previsión de crecimiento a cero para 2025, y a solo 0,8% para el año siguiente, señalando que el deterioro en la confianza empresarial y en el consumo interno ya está teniendo efectos tangibles en las ventas del comercio minorista y en la inversión productiva.

El consumo privado, tradicional ancla del crecimiento en México, también está mostrando signos de debilidad. Fitch destaca que la incertidumbre en torno al entorno arancelario, combinada con una inflación elevada y tasas de interés altas, está afectando la disposición de los hogares a gastar. La calificadora estima que las ventas en tiendas minoristas tenderán a estancarse o registrar crecimientos de un solo dígito bajo, con un mayor foco del consumidor en bienes de valor y una reducción en productos discrecionales.

Desde el gobierno, la narrativa es distinta. La administración de Claudia Sheinbaum ha rechazado la posibilidad de una recesión, aunque ha reconocido los riesgos latentes en caso de que la relación comercial con Estados Unidos se deteriore aún más. Si bien no se han anunciado medidas concretas de represalia comercial, la postura oficial ha sido la de esperar a los resultados de las negociaciones diplomáticas en torno al tráfico de fentanilo, que podrían incidir directamente en la decisión final de Washington sobre los aranceles.

En el frente macroeconómico, la OCDE también ha alertado sobre el comportamiento de la inflación, que se mantendría por encima del objetivo del 3% establecido por el Banco de México. Se proyecta una inflación general del 4,4% para 2025 y del 3,5% en 2026, lo que sugiere que la autoridad monetaria podría optar por mantener una postura restrictiva durante más tiempo, limitando así el margen para una reactivación del crédito y del consumo interno.

En este contexto, el 2 de abril se ha convertido en una fecha crítica para definir el rumbo económico del país. De mantenerse los aranceles, México enfrentaría no solo una contracción económica en 2025, sino también un deterioro adicional en sus condiciones fiscales y de competitividad. Por el contrario, una eventual flexibilización de la postura de Estados Unidos podría abrir espacio para revisar al alza las proyecciones, aunque el daño reputacional y la incertidumbre persistente seguirán pesando sobre las decisiones de inversión en el mediano plazo.

Colombia:

El balance económico de Colombia en el primer bimestre del año muestra señales alentadoras en el frente fiscal y de actividad productiva, aunque el entorno institucional continúa tensionado por los cambios en la dirección del Ministerio de Hacienda y los mensajes cruzados desde la Presidencia. Aun así, los datos revelan una economía que, pese a los desafíos, mantiene niveles aceptables de dinamismo y una base tributaria que continúa fortaleciéndose.

Según el más reciente reporte de la DIAN, el recaudo acumulado a febrero alcanzó los $49,5 billones, con un crecimiento del 6,1% frente al mismo periodo del año anterior. La mayor parte de este ingreso provino de tributos vinculados a la actividad económica interna, que representaron el 84,3% del total ($41,7 billones), mientras que el 15,7% restante correspondió a ingresos aduaneros ($7,78 billones). Entre los impuestos con mayor participación destacaron la retención en la fuente sobre la renta, con $18,03 billones (36,4%), y el IVA, con $12,73 billones (25,7%). El recaudo mensual de febrero ascendió a $16,67 billones, destacándose nuevamente la predominancia de la economía interna.

En paralelo, el Indicador de Seguimiento a la Economía (ISE) publicado por el DANE para enero mostró una variación anual del 2,65% en su serie original, y de 2,49% en su serie ajustada por efecto estacional y calendario, lo que confirma una continuidad en la senda de recuperación iniciada a finales del año anterior. Este crecimiento se sustentó principalmente en el buen desempeño de las actividades terciarias, que crecieron un 3,79% anual ajustado, impulsadas por el comercio, transporte, servicios financieros, educación y salud. Las actividades secundarias (industria y construcción) mostraron una expansión más moderada del 0,41%, mientras que las primarias (agro, minería y pesca) registraron una leve contracción interanual del 0,41%.

En el frente externo, el país reportó un sólido desempeño de las exportaciones no minero energéticas, que en enero crecieron un 24,7% interanual, totalizando US$1.894 millones. Estos bienes representaron la mitad del total exportado, y el dinamismo se concentró en productos agropecuarios, cuyas ventas externas aumentaron 43,8%. Sobresalieron la carne bovina (+223,4%), el café (+108,6%) y las flores (+15,4%). Por su parte, las exportaciones industriales y agroindustriales crecieron 11,7%, con buenos resultados en productos como aceite de palma, transformadores eléctricos, cosméticos y plásticos. Nueve de los diez principales departamentos exportadores reportaron variaciones positivas, destacándose Caldas (+109,7%), Huila (+67,8%) y Antioquia (+30,4%).

El panorama institucional estuvo marcado por la designación de Germán Ávila como nuevo Ministro de Hacienda, el cuarto en lo que va del actual gobierno. Ávila, economista de la Universidad Nacional y expresidente del Grupo Bicentenario, asumió el cargo en un momento de alta sensibilidad financiera. Tras su nombramiento, el dólar repuntó y los bonos colombianos sufrieron una leve desvalorización, movimientos que algunos analistas atribuyen a la incertidumbre generada por el relevo ministerial. En su primer pronunciamiento, Ávila se comprometió a garantizar la estabilidad macroeconómica, mantener el cumplimiento de la deuda pública y mejorar los ingresos fiscales, sin anticipar por ahora una nueva reforma tributaria. También recalcó su intención de fomentar el diálogo con todos los sectores productivos del país.

No obstante, las tensiones entre el Ejecutivo y los sectores productivos se intensificaron tras las declaraciones del presidente Gustavo Petro, quien responsabilizó a la “especulación financiera” de obstaculizar la generación de empleo formal. En una serie de afirmaciones publicadas en su cuenta en X, el mandatario criticó duramente a los empresarios que —según él— prefieren invertir en renta y actividades especulativas antes que en producción nacional. Petro también acusó al Banco de la República de mantener una política monetaria que, en su visión, favorece la acumulación de rentas en detrimento del desarrollo productivo y de la creación de empleo formal.

Estos pronunciamientos, en un contexto de presiones fiscales y bajo crecimiento del ingreso promedio, reavivan el debate sobre el modelo de desarrollo, la productividad nacional y el rol de la política monetaria en la estrategia económica del país. Si bien el gobierno insiste en que el desempleo estructural responde a causas históricas vinculadas al modelo económico, la falta de consensos técnicos con el sector privado y la banca central podrían dificultar la implementación de políticas coherentes y sostenibles de mediano plazo.

Colombia inicia el año con datos positivos en materia de recaudo, exportaciones y crecimiento sectorial, pero también con incertidumbre institucional y desafíos fiscales que requerirán decisiones técnicas acertadas y una coordinación más estrecha entre las distintas entidades del Estado. El comportamiento del consumo, el avance del gasto público y el manejo del frente externo serán determinantes para sostener la estabilidad económica en los próximos trimestres.

Renta variable:

Los mercados bursátiles globales cerraron la semana con un comportamiento mixto, en un entorno marcado por alta volatilidad, expectativas divergentes sobre la política monetaria y nuevas tensiones geopolíticas que han recalibrado las proyecciones de los inversionistas. Si bien la renta variable continúa mostrando capacidad de resiliencia, la dinámica de los flujos ha estado condicionada por factores técnicos, noticias sectoriales y movimientos abruptos derivados del vencimiento de instrumentos financieros masivos.

En Estados Unidos, los principales índices bursátiles lograron avances moderados. El S&P 500 subió 0,5%, alcanzando un nuevo máximo histórico en 5.667,56 puntos, mientras que el Dow Jones avanzó 1,2% hasta los 41.985,35. El Nasdaq, más expuesto a valores tecnológicos, registró un alza marginal de 0,2%, cerrando en 17.784,05 unidades. Este desempeño positivo se produjo tras una racha de cuatro semanas consecutivas a la baja, y estuvo sustentado por datos económicos estables y una lectura interpretada como moderada por parte de la Reserva Federal. Aun así, los movimientos reflejan más una estabilización técnica que un cambio estructural, en un contexto donde el sentimiento del mercado continúa oscilando entre la cautela y el optimismo contenido.

En Europa, el balance fue más heterogéneo. Si bien algunos índices lograron mantener cierto impulso, el IBEX 35 de España cayó 2,46%, presionado por la incertidumbre en torno a posibles medidas arancelarias de Estados Unidos que afectarían a exportaciones clave del bloque. El sector automotriz europeo, particularmente vulnerable a la competencia china y al proceso de transición hacia la movilidad eléctrica, mostró un comportamiento débil. La semana también estuvo influida por el cierre temporal del aeropuerto de Heathrow, debido a un incendio en una subestación eléctrica cercana, lo que afectó negativamente al sector de viajes y transporte.

No obstante, algunas bolsas europeas mantuvieron el tono positivo gracias al respaldo de políticas fiscales expansivas, como el plan de inversión anunciado recientemente en Alemania. Este paquete de estímulo, aunque de impacto moderado en el corto plazo, ha reforzado la narrativa de compromiso con el crecimiento, lo que ha permitido cierta rotación sectorial hacia activos más cíclicos. Aunque el entorno sigue siendo desafiante, los mercados europeos se benefician de valoraciones más atractivas y de una mejor percepción relativa frente a otros bloques económicos.

En Colombia, la renta variable atravesó una semana volátil, con el índice COLCAP retrocediendo un 0,7% en medio de presiones selectivas. Sin embargo, algunos títulos de alta liquidez registraron desempeños positivos. Destacaron las alzas de Bancolombia (+2,6%), Grupo Argos (+2,3%) y Ecopetrol (+2,4%), mientras que Corficol (-6,2%), Mineros (-8,8%) y Preferencial Aval (-8,4%) encabezaron las pérdidas. A nivel técnico, el mercado local mostró un avance marginal de 0,07% en la jornada del rebalanceo del índice S&P Colombia Select, alcanzando los 1.608 puntos. Ese día se registró un volumen de negociación de COP $547.000 millones, el más alto desde 2015, impulsado por flujos extraordinarios vinculados a la recomposición de portafolios.

A escala global, los mercados continúan ajustándose a una nueva fase donde predominan las revisiones en las expectativas de tasas de interés, la incertidumbre geopolítica y los efectos de políticas fiscales y comerciales en curso. La corrección reciente en algunos segmentos de renta variable —particularmente en valores de alto crecimiento— no ha sido acompañada de un deterioro fundamental severo, lo que sugiere que estamos ante un proceso de consolidación más que ante un cambio estructural. La Reserva Federal mantiene un enfoque prudente, evitando movimientos abruptos, mientras que la economía estadounidense sigue mostrando indicadores mixtos que permiten sostener el optimismo en torno a un posible aterrizaje suave.

En suma, la renta variable global transita una etapa de redefinición. Si bien la volatilidad persiste, los fundamentales económicos aún ofrecen soporte, y la reacción de los bancos centrales será clave para definir el tono del segundo trimestre. Para los inversionistas, el actual entorno exige una lectura cuidadosa del riesgo, mayor selectividad y estrategias diversificadas, especialmente en un año con alto contenido electoral y un entorno geoeconómico todavía incierto.

Renta fija:

Los mercados de renta fija globales atravesaron una semana de contrastes, marcada por reacciones técnicas, ajustes en las curvas de rendimientos y renovadas preocupaciones sobre sostenibilidad fiscal, especialmente en economías emergentes. En este contexto, Colombia registró uno de los episodios de mayor desvalorización en lo corrido del año, mientras que en EE. UU. y Europa los movimientos reflejaron una recomposición táctica ante señales mixtas de los bancos centrales y un entorno global cada vez más sensible a la incertidumbre política y comercial.

En el mercado colombiano, la curva de TES Tasa Fija evidenció incrementos significativos en sus rendimientos, impulsados por el ruido institucional generado tras la renuncia del exministro de Hacienda, Diego Guevara, y el nombramiento de Germán Ávila como su sucesor. La incertidumbre respecto a la continuidad de la política fiscal, junto con alertas sobre eventuales tensiones de liquidez del Gobierno, generó una oleada de aversión al riesgo que afectó particularmente los títulos de mediano y largo plazo. El nodo de noviembre 2025 subió 38,8 puntos básicos, mientras que los TES marzo 2031 y febrero 2033 lo hicieron en 35,2 y 30,3 pbs, respectivamente.

En paralelo, los TES indexados a la UVR también reflejaron presiones bajistas. Se observaron alzas en los rendimientos de referencias clave como marzo 2027 (+32,5 pbs), abril 2029 (+34,2 pbs) y mayo 2055 (+38,4 pbs), lo que indica una mayor sensibilidad de los inversionistas a los riesgos de largo plazo, posiblemente exacerbada por la percepción de una mayor rigidez fiscal en el horizonte. La única excepción fue el UVR julio 2025, que registró una leve valorización (-2,1 pbs), lo que sugiere una demanda puntual por activos de corto vencimiento ante la volatilidad reciente.

A pesar de esta corrección, el comportamiento de los títulos soberanos en el mercado secundario fue mixto, con variaciones entre -5 y +3 pbs, lo que evidencia cierta estabilización hacia el cierre de la semana, una vez digerido el impacto político. No obstante, los CDS de Colombia continúan en niveles elevados, reflejando una prima de riesgo que el mercado aún no ha logrado disipar. Adicionalmente, se reportó una caída del 29,6% en el uso del mecanismo de Transferencia Temporal de Valores (TTV) en febrero frente al mismo mes del año anterior, con un monto total de préstamos por COP $15,9 billones, lo que podría estar indicando una menor disposición a utilizar instrumentos de financiación respaldados por títulos de deuda pública.

En Estados Unidos, los rendimientos de los bonos del Tesoro retrocedieron tras la reunión de la Reserva Federal, que mantuvo sin cambios su tasa de referencia. El bono a 2 años cayó 6,9 pbs y el de 10 años bajó 6,6 pbs, en una señal de mayor demanda por activos seguros ante la revisión a la baja del crecimiento económico y las dudas en torno a las nuevas medidas arancelarias anunciadas por la administración Trump. Sin embargo, la curva se empinó hacia finales de la semana, tras declaraciones del gobernador de la Fed, Christopher Waller, que impulsaron al alza los rendimientos de largo plazo. El diferencial entre los bonos a 5 y 30 años alcanzó su mayor nivel desde septiembre, acercándose a los 60 pbs, lo que podría anticipar una normalización más lenta en la política monetaria.

En Europa, los bonos soberanos también mostraron una tendencia mixta. La curva alemana se empinó de forma moderada, con caídas en los rendimientos a 2 y 10 años tras la aprobación del plan de gasto en defensa e infraestructura en Alemania, lo que sugiere que el mercado no percibe un riesgo inflacionario inmediato asociado a estas medidas. En contraste, los gilts británicos sufrieron una semana negativa, con el tramo largo liderando las pérdidas. El rendimiento del bono a 30 años subió 9 pbs hasta el 5,31%, mientras que el de 2 años aumentó 2 pbs a 4,26%, luego de conocerse que el déficit fiscal del Reino Unido ha superado las previsiones oficiales. Esta dinámica elevó las expectativas respecto a un posible endurecimiento de las condiciones de financiación en el mercado británico, en vísperas del Spring Statement y del nuevo plan de emisiones de deuda.

Los recientes movimientos en los mercados de renta fija reflejan más una recalibración táctica que una ruptura estructural. Sin embargo, los diferenciales de riesgo y los ajustes en las curvas señalan que los inversionistas se mantienen en modo defensivo, buscando protegerse ante la acumulación de factores de riesgo, tanto internos como externos. Si bien algunos segmentos podrían experimentar una recuperación técnica en el corto plazo, la fragilidad del entorno fiscal y político seguirá condicionando el apetito por deuda soberana en economías como Colombia, y por extensión, el comportamiento de los mercados emergentes.

Monedas:

El mercado cambiario global cerró la semana con una renovada inclinación hacia el dólar estadounidense, que se fortaleció un 0,4% frente a sus principales pares, respaldado por su tradicional rol como activo refugio en contextos de alta incertidumbre. La combinación de tensiones geopolíticas —particularmente en torno a Irán—, expectativas de políticas comerciales más agresivas por parte de Estados Unidos y una postura prudente pero inflexible de la Reserva Federal, generó una rotación hacia activos denominados en dólares, pese al retroceso en los rendimientos de los bonos del Tesoro.

La cotización del dólar se ubicó alrededor de los 104,1 puntos en el índice DXY, alejándose del mínimo anual de 103,2, y marcando su tercera jornada consecutiva al alza. Este repunte se da incluso en un contexto donde la Fed revisó a la baja sus proyecciones de crecimiento para 2025 y mantiene abierta la posibilidad de recortes moderados en tasas de interés hacia la segunda mitad del año. La explicación de este comportamiento está más vinculada a la aversión al riesgo que a los fundamentos monetarios en sí mismos. La debilidad relativa de otras divisas clave, como el euro, también ha contribuido a sostener el impulso del dólar.

En la eurozona, el euro cayó un 0,6% frente al dólar, afectado por las crecientes dudas sobre la sostenibilidad del comercio exterior del bloque. El reciente anuncio de nuevas medidas proteccionistas por parte de la Comisión Europea ha generado inquietudes en los mercados, particularmente en sectores exportadores sensibles como el automotriz. Además, el impacto de la reforma fiscal alemana y la fragilidad de las cifras de inflación continúan erosionando la confianza del mercado en una recuperación robusta del euro.

En Asia, el yen japonés se depreció un 0,5%, reflejando una menor demanda de activos refugio tras una aparente distensión en las relaciones entre Estados Unidos y Rusia. A esto se suma la expectativa de que el Banco de Japón mantendrá una trayectoria cautelosa en su proceso de normalización monetaria, lo que limita la apreciación de su moneda. El won surcoreano también mostró debilidad, afectado por el deterioro en las expectativas comerciales y el aumento del riesgo financiero regional.

Entre las divisas de países desarrollados, el dólar australiano retrocedió un 0,8%, presionado por la incertidumbre comercial global, particularmente por la escalada de fricciones entre Estados Unidos, China y la Unión Europea. La sensibilidad de Australia a la evolución del comercio internacional y a los ciclos de materias primas hace que su divisa sea especialmente volátil ante episodios de tensión geoeconómica.

En América Latina, las monedas emergentes registraron su primera semana de depreciación en marzo, reflejando una mayor percepción de riesgo regional. El peso mexicano lideró las caídas, con un retroceso del 1,5%, afectado por señales de persistencia inflacionaria y la expectativa sobre los aranceles de EE. UU., que podrían definirse el próximo 2 de abril. La depreciación fue acompañada de un incremento en la volatilidad implícita, lo que sugiere que los inversionistas están aumentando su cobertura frente a posibles shocks.

El peso colombiano también cerró la semana en terreno negativo, con una caída del 1,1%. Aunque en la última jornada se observó una leve recuperación técnica, la divisa sigue presionada por la incertidumbre institucional generada por el relevo en el Ministerio de Hacienda, el aumento de la prima de riesgo país y las señales mixtas sobre la dirección de la política fiscal. Estos factores han llevado a una reevaluación del perfil de riesgo soberano en el corto plazo, lo que ha afectado directamente la dinámica del tipo de cambio.

En contraste, el peso chileno (+0,8%) y el sol peruano (+0,6%) se apreciaron, beneficiándose de datos macroeconómicos positivos desde China y de la percepción de continuidad en políticas monetarias prudentes. En ambos casos, el anclaje de expectativas inflacionarias y el enfoque ortodoxo de los bancos centrales han contribuido a mejorar el posicionamiento de los inversionistas frente a estas economías.

En otros frentes, destacó la depreciación de la lira turca, presionada por el aumento del riesgo político interno, en un contexto de tensiones institucionales y señales de intervención oficial sobre los mercados. En suma, la semana estuvo dominada por flujos defensivos y reconfiguraciones tácticas en los portafolios globales, con el dólar consolidando su papel central como activo de cobertura ante eventos sistémicos.

Commodities:

El mercado de materias primas cerró la semana con avances significativos en los precios del crudo y del oro, en un entorno marcado por tensiones geopolíticas, ajustes en la oferta global y una mayor demanda de activos refugio. Las sanciones impuestas por Estados Unidos a entidades chinas vinculadas al comercio de petróleo iraní, sumadas al endurecimiento del cumplimiento de recortes por parte de la OPEP+, reconfiguraron las expectativas de corto y mediano plazo, favoreciendo una dinámica de precios más alcista.

El precio del petróleo experimentó su segunda semana consecutiva al alza. El crudo WTI avanzó un 1,7% y cerró en USD 68,31 por barril, mientras que el Brent subió un 2,3%, alcanzando los USD 72,18. Estos movimientos estuvieron impulsados por la renovada presión de la administración Trump sobre el régimen iraní, que podría traducirse en una reducción sustancial de las exportaciones de crudo de ese país, estimadas en hasta un millón de barriles por día. Además, el anuncio de la OPEP+ sobre una extensión de los recortes de producción hasta junio de 2026 añadió una capa adicional de ajuste en la oferta esperada, aunque el cumplimiento efectivo de estas metas por parte de miembros como Irak, Kazajistán y Rusia sigue siendo motivo de escepticismo en el mercado.

La percepción de una oferta global más ajustada ha comenzado a trasladarse a los precios futuros, especialmente en el tramo intermedio de la curva, donde se anticipa una menor disponibilidad de crudo en un contexto donde la demanda se mantiene relativamente estable. Este equilibrio precario ha renovado el interés por estrategias de cobertura y posiciones largas en el mercado energético, particularmente entre los gestores de portafolio institucionales.

En el mercado de metales preciosos, el oro subió un 1,3% en la semana, alcanzando los USD 3.024 por onza. El repunte se explica por el resurgimiento de la demanda de activos refugio, en medio de la creciente incertidumbre vinculada a las políticas arancelarias de Estados Unidos y la Unión Europea, así como a las tensiones con Irán. La combinación de un dólar fuerte pero no dominante, tasas de interés estables y la expectativa de recortes moderados por parte de la Reserva Federal ha creado un entorno favorable para el oro, que continúa consolidándose como un instrumento defensivo en portafolios globales.

La plata, en contraste, registró una corrección del -2,3%, cerrando la semana en USD 33,00 por onza. El movimiento responde principalmente a tomas de ganancias tras el rally observado en semanas anteriores, y a una menor participación de flujos especulativos frente al comportamiento más robusto del oro. Aun así, los fundamentos de mediano plazo se mantienen sólidos, especialmente por la creciente demanda industrial del metal.

El cobre mostró un avance destacado del 4,3%, cerrando en USD 510,6 por tonelada, impulsado por datos económicos positivos provenientes de China —especialmente en consumo e inversión en infraestructura— y por el repunte de la demanda global en sectores estratégicos como la movilidad eléctrica, la transición energética y la manufactura tecnológica. La perspectiva de un nuevo ciclo de estímulos fiscales en el gigante asiático ha reforzado el apetito por commodities industriales, lo que podría sostener los precios del cobre por encima de su promedio de los últimos meses.

En conjunto, el mercado de materias primas ha reanudado su tendencia ascendente, impulsado por factores estructurales y coyunturales. A corto plazo, los flujos seguirán sensibles a desarrollos geopolíticos y comerciales, mientras que la evolución de la demanda global y las decisiones de política energética en las principales economías marcarán el rumbo de los precios durante el segundo trimestre del año.

Especial: informalidad estructural y brechas regionales en Colombia según el Banco de la República

En su más reciente publicación técnica, el Banco de la República presentó nuevas evidencias sobre la informalidad laboral y empresarial en Colombia, abordando este fenómeno desde una perspectiva multidimensional que destaca tanto su persistencia como sus profundas implicaciones estructurales. El estudio, publicado en el ESPE N°108 (febrero de 2025), revela que más de la mitad de los trabajadores en el país siguen en condiciones de informalidad, con tasas que superan el 67 % en ciudades como Sincelejo o Riohacha, mientras que en centros urbanos como Bogotá o Manizales la proporción cae por debajo del 32 %. Esta heterogeneidad territorial refleja la fuerte dependencia del mercado laboral de factores regionales como la calidad educativa, el acceso al crédito y la fortaleza institucional.

El análisis confirma que la informalidad continúa concentrándose en las regiones Caribe y Pacífica, donde coexisten limitaciones estructurales en materia de capital humano, altos costos de formalización y una baja capacidad de fiscalización por parte del Estado. En paralelo, se documenta que cerca del 90 % de los micronegocios operan por fuera del sistema formal, una cifra que no ha mejorado desde 2019, según el Índice Multidimensional de Informalidad Empresarial (IMIE) que aplica el mismo banco central.

Desde una perspectiva macroeconómica, el documento advierte que la informalidad actúa como freno estructural al crecimiento potencial, pues limita la productividad, reduce la eficiencia del gasto público y distorsiona el diseño e impacto de la política económica. Si bien en periodos de crisis puede cumplir una función amortiguadora, su persistencia erosiona la sostenibilidad del modelo de desarrollo.

El informe también aborda elementos menos discutidos, como la informalidad en el ciclo de vida laboral —con mayor incidencia entre jóvenes y adultos mayores— y la evolución de la brecha de género. En la última década se ha observado una leve convergencia entre hombres y mujeres en cuanto a niveles de informalidad, atribuida en parte al incremento de la participación laboral femenina y al auge del trabajo remoto tras la pandemia.

Como parte de sus conclusiones, el estudio enfatiza la necesidad de avanzar en una agenda de formalización centrada en la reducción de barreras regulatorias, el fortalecimiento del acceso al crédito productivo y la implementación de políticas diferenciadas por región y grupo poblacional. Programas como Jóvenes en Acción y Familias en Acción son citados como ejemplos de intervención con impactos positivos en la inclusión laboral formal, aunque se insiste en que el reto va mucho más allá del diseño de subsidios, exigiendo un enfoque integral de política pública.

La investigación completa está disponible en el documento técnico ESPE N°108 del Banco de la República (febrero de 2025) bajo el título

“Nueva evidencia sobre la informalidad laboral y empresarial en Colombia”, disponible en https://doi.org/10.32468/espe108.

 


Resumen Analítico del Artículo de Pascual Amézquita Zárate sobre el Déficit Fiscal

El artículo de Pascual Amézquita Zárate aborda el déficit fiscal desde una perspectiva crítica, desafiando la visión predominante que lo considera un obstáculo para el desarrollo económico. Con un enfoque keynesiano, el autor sostiene que, bajo condiciones específicas, el déficit puede actuar como un catalizador para el crecimiento económico, como se observó en el auge de economías como Estados Unidos, Alemania y Japón durante el siglo XX. Amézquita argumenta que el abandono de este modelo en favor del equilibrio fiscal responde más a intereses sectoriales que a limitaciones inherentes del déficit, proponiendo un replanteamiento de las políticas económicas actuales.

El análisis destaca que el impacto del déficit depende de su gestión. Cuando los recursos se destinan al sector real de la economía —es decir, a la producción e inversión—, puede estimular el empleo y el desarrollo sin desencadenar efectos adversos. Sin embargo, si el gasto se concentra en la esfera financiera o en actividades sin valor agregado (como importaciones o proyectos especulativos), puede generar inflación o inestabilidad económica, afectando negativamente a la población general. Amézquita subraya la importancia de dirigir el gasto público hacia la oferta real para evitar estas distorsiones, utilizando ejemplos históricos y datos de países desarrollados para respaldar su tesis.

En cuanto a los perjudicados por el déficit, Amézquita identifica principalmente al sector financiero privado. Este grupo se ve afectado cuando el Estado recurre a la emisión monetaria, apropiándose del señoreaje y reduciendo las oportunidades de intermediación y ganancia que el sector financiero obtendría en un escenario de equilibrio fiscal. Asimismo, los inversionistas extranjeros con capitales directos pueden resentir el aumento de tasas de interés inducido por el endeudamiento público, lo que podría llevarlos a retirar sus inversiones. Por otro lado, la sociedad en su conjunto sufre cuando el déficit no se gestiona adecuadamente, resultando en presiones inflacionarias o un crecimiento económico estancado, como ocurrió en Colombia entre 2004 y 2005, donde el gasto público desbocado benefició al sector financiero sin impactar positivamente el sector productivo.

El autor también critica el modelo de equilibrio fiscal, sugiriendo que favorece desproporcionadamente al sector financiero y a los propietarios de capital y tierras, quienes se benefician de la reducción del Estado empresario y de menores impuestos. Este enfoque, según Amézquita, ha dado lugar a un proceso de financiarización, donde la especulación financiera prevalece sobre la inversión productiva, con consecuencias como desigualdad y burbujas económicas. Como recomendación, propone que el Estado recupere el control del señoreaje y reoriente el gasto hacia el sector real, utilizando mecanismos como la planeación indicativa para alinear las expectativas del sector privado con las políticas públicas.

En conclusión, Amézquita Zárate ofrece una perspectiva matizada: el déficit fiscal no es intrínsecamente perjudicial y puede ser una herramienta de desarrollo si se maneja con criterio, pero su mal uso afecta al sector financiero privado, a ciertos inversionistas extranjeros y, potencialmente, a la sociedad en general. Su análisis invita a reconsiderar las políticas fiscales desde una óptica que priorice el bienestar colectivo sobre los intereses de sectores específicos.

Fuente: Amézquita Zárate, P. (2006). “¿Para quién es malo el déficit fiscal?”, Revista Diálogos de Saberes, No. 24, Universidad Sergio Arboleda.

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Enrique Ariza

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