Resumen Económico de la Semana del 14 al 18 de Julio de 2025

Resumen Ejecutivo

Durante la semana del 14 al 18 de julio, la economía global continuó reconfigurándose entre señales de resiliencia en Estados Unidos, fricciones fiscales en Europa, una expansión moderada en Asia y renovadas tensiones comerciales sobre América Latina. En ese contexto, Colombia enfrentó una combinación de presiones fiscales crecientes y decisiones regulatorias sensibles, pero también mostró señales puntuales de recuperación en consumo, actividad y confianza.

Estados Unidos consolidó su papel como ancla del sistema financiero internacional, con un consumo firme, inflación contenida y avances regulatorios que refuerzan su liderazgo monetario y tecnológico. Europa, en contraste, lidia con tensiones presupuestarias, reformas impopulares y disputas internas sobre la sostenibilidad de su modelo comunitario. China mantiene su ritmo de crecimiento, aunque con dependencia creciente de estímulos internos y presión geopolítica externa. México y Brasil enfrentan escenarios divergentes pero igualmente desafiantes, en medio de un entorno comercial cada vez más adverso.

Colombia cierra la semana en una encrucijada: el deterioro fiscal, la presión sobre el ahorro pensional y el agotamiento de la caja pública contrastan con una economía de servicios que sigue creciendo, una mejora en la confianza del consumidor y una divisa que se aprecia incluso en medio de la incertidumbre local. El desafío radica en canalizar esas señales positivas hacia una senda sostenible, en un entorno donde la credibilidad institucional será clave para sostener la confianza del mercado y evitar nuevos episodios de volatilidad.

 

Estados Unidos

La economía de Estados Unidos reafirmó su solidez, respaldada por una temporada de resultados empresariales robustos, datos macroeconómicos mejores a lo previsto y un entorno de consumo que sigue resistiendo las presiones inflacionarias. Las ventas minoristas de junio repuntaron 0,6 % mensual, duplicando las expectativas, mientras que las nuevas solicitudes de subsidio por desempleo cayeron a su nivel más bajo desde abril (221.000), reforzando la percepción de que el mercado laboral continúa siendo un pilar de estabilidad.

Los datos sugieren que, a pesar de los aranceles impuestos recientemente y de una inflación que repuntó ligeramente, la economía no da señales de desaceleración significativa. El consumo —que representa cerca del 70 % del PIB estadounidense— se mantiene activo, impulsado por una recuperación de la confianza y el efecto positivo de un mercado laboral en equilibrio. El “core control group”, clave para el cálculo del PIB, mostró un crecimiento mensual del 0,5 %, reflejando un gasto privado firme, incluso tras ajustar por factores estacionales y rubros volátiles.

En cuanto a la inflación, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) subió en junio hasta 2,7 % interanual, frente al 2,4 % del mes anterior. El aumento se atribuye parcialmente al impacto inicial de los nuevos aranceles sobre bienes chinos y autos eléctricos europeos, así como al repunte de los precios energéticos, que crecieron un 0,9 % mensual, impulsados por el alza del petróleo tras nuevas tensiones en Oriente Próximo. La inflación subyacente —que excluye alimentos y energía— se ubicó en 2,9 %, mostrando una resistencia a la baja, especialmente por el componente de servicios, que permanece anclado en 3,6 % anual por tercer mes consecutivo.

Una lectura más desagregada muestra que si bien algunos bienes industriales —ropa, muebles, electrodomésticos— comenzaron a reflejar aumentos moderados de precios, otras categorías como los vehículos nuevos y usados registraron caídas por segundo mes consecutivo. Esta heterogeneidad indica que el traspaso de los mayores costos arancelarios a los consumidores aún es parcial y está contenido por los niveles de inventarios acumulados en el primer trimestre del año. No obstante, se prevé que los efectos completos de los aranceles podrían empezar a materializarse a partir del tercer trimestre, especialmente si no se logran acuerdos antes del 1 de agosto, cuando se activaría una nueva ronda de gravámenes.

En el plano monetario, los discursos de miembros del FOMC mantuvieron una línea prudente. Mary Daly, presidenta de la Fed de San Francisco, consideró “razonable” esperar dos recortes este año, pero advirtió que julio es “demasiado pronto” dadas las persistentes presiones sobre los precios. En esa línea, el mercado ha ajustado sus expectativas, y ya descarta casi por completo un recorte en julio, mientras sigue asignando probabilidad al mes de septiembre u octubre como punto de partida para un ciclo moderado de relajación monetaria, que podría completarse con un segundo recorte en diciembre.

En términos de confianza empresarial, el Índice de la Fed de Filadelfia sorprendió al alza con 15,9 puntos en julio (vs. -1,0 esperado), su nivel más alto desde febrero. Destacaron los subcomponentes de nuevos pedidos y envíos, junto con una recuperación del empleo. Sin embargo, el repunte en los precios pagados (58,8 puntos) —máximo desde enero de 2022— pone en evidencia que las presiones inflacionarias en la cadena productiva persisten, especialmente en bienes importados.

El presidente Donald Trump también acaparó la agenda económica con dos anuncios de alto impacto. Por un lado, ratificó la primera gran legislación nacional sobre criptomonedas, conocida como la Ley GENIUS, con respaldo bipartidista. La norma establece un marco regulatorio claro para las stablecoins, promoviendo su adopción global y permitiendo su emisión por parte de bancos regulados, bajo normas contra el lavado de activos y las sanciones internacionales. Trump calificó esta normativa como “la mayor revolución financiera desde internet”, al considerar que facilitará pagos en segundos y aumentará la demanda global de dólares, reforzando su rol como moneda de reserva mundial.

Paralelamente, el mandatario reiteró su amenaza de imponer un arancel del 10 % a las importaciones de los países BRICS, a los que acusó de promover una agenda antiestadounidense. Aseguró que, de consolidarse como bloque influyente, lo “aniquilaría muy rápidamente” mediante medidas económicas unilaterales. También anunció un arancel del 50 % a Brasil desde agosto y el inicio de una investigación por prácticas comerciales supuestamente injustas. El mensaje fue claro: cualquier intento de construir un sistema financiero alternativo al dólar será enfrentado con fuerza. Trump reafirmó además su oposición a crear una moneda digital de banco central, comprometiéndose a preservar la descentralización financiera y el dominio del dólar.

Finalmente, los mercados financieros reaccionaron con moderación. Las bolsas estadounidenses alcanzaron nuevos máximos históricos, apoyadas en los resultados de los bancos y del sector consumo, mientras que los rendimientos de los bonos del Tesoro a 2 años se mantuvieron estables alrededor de 3,90 %, reflejando la expectativa de una Fed cautelosa pero sin urgencia por intervenir. El dólar mostró estabilidad frente a las principales monedas, y el euro se mantuvo alrededor de los 1,16 dólares, sin sobresaltos tras los datos de inflación.

Cierre

La economía estadounidense cierra la semana reafirmando su resiliencia en un contexto de inflación controlada, consumo sólido y política monetaria prudente. La entrada en vigor del marco regulatorio para stablecoins podría posicionar a EE. UU. como referente global en tecnología financiera, al tiempo que refuerza el atractivo internacional del dólar. En paralelo, la retórica arancelaria contra los BRICS y la oposición a una moneda digital oficial consolidan la narrativa geopolítica de Trump: defensa del dólar, soberanía monetaria y liderazgo global. La combinación de buenos resultados empresariales, empleo dinámico y consumo sostenido aleja el fantasma de la estanflación y mantiene a EE. UU. como uno de los pocos motores estables del crecimiento global en 2025. El foco de atención ahora se traslada a agosto, cuando el impacto de los aranceles podría comenzar a sentirse con más fuerza, marcando una prueba decisiva para la estabilidad de la demanda interna y las decisiones futuras de la Fed.

 

Europa

La semana cerró con una creciente presión sobre la estabilidad fiscal, política y agrícola del bloque europeo. Mientras algunos indicadores muestran señales de mejora —como la producción industrial o la confianza empresarial en Alemania— otros reflejan un deterioro estructural en la balanza externa, la fragmentación política en Francia y el creciente rechazo a las nuevas directrices presupuestarias de la Comisión Europea.

En el frente macroeconómico, el Índice de Precios de Producción (IPP) de Alemania volvió a caer en junio (-1,3 % interanual), aunque a un ritmo ligeramente menor que en mayo (-1,2 %). La caída estuvo liderada por los precios de la energía (-6,4 %) y de los bienes intermedios (-0,4 %), mientras que aumentaron los precios de bienes de capital (+1,7 %) y de consumo no duradero (+3,6 %). En términos mensuales, el IPP volvió a terreno positivo (+0,1 %), lo que —aunque modesto— indica un posible punto de inflexión en las presiones deflacionarias del sector industrial.

La balanza por cuenta corriente de la eurozona, según el Banco Central Europeo, se ubicó en €32.307 millones en mayo, una caída del 17 % frente a 2024 y por debajo del consenso (€34.800 millones). No obstante, el ajuste se explica más por distorsiones puntuales en bienes intermedios que por una pérdida estructural de competitividad. En paralelo, España redujo su déficit comercial a €2.543 millones, con exportaciones creciendo 2,7 % e importaciones 3,1 %, evidenciando una mejora moderada pero sostenida en su sector externo.

El dato más relevante del bloque fue el fuerte repunte de la producción industrial de la eurozona en mayo (+1,7 % intermensual), impulsado por una recuperación excepcional en Irlanda (+12,4 %) y un rebote en Alemania (+2,2 %) —especialmente en los sectores químico y farmacéutico—. Este repunte también se reflejó en la ampliación del superávit comercial, que alcanzó €16.200 millones (+46 % mensual, +28 % interanual), sustentado en la caída de las importaciones (-7,4 %) y el crecimiento sostenido de exportaciones hacia EE. UU. (+4 % anual).

El índice ZEW de confianza empresarial en Alemania consolidó la mejora iniciada en junio. El porcentaje de encuestados que espera una mejora subió a 59 %, mientras que quienes anticipan deterioro cayó a mínimos de cuatro años (6,3 %). La razón principal es el renovado optimismo sobre un mayor gasto público interno, en contraste con las restricciones fiscales en otros países del bloque.

Francia fue protagonista con el anuncio del plan de consolidación fiscal más agresivo del continente. El primer ministro Bayrou presentó un ajuste de €44.000 millones (1,5 % del PIB) para 2026, que incluye congelación de pensiones y recorte de empleo público. La meta es reducir el déficit del 5,8 % actual al 4,6 % en dos años y al 3 % en 2029. Sin embargo, el plan enfrenta resistencia política generalizada: tanto el partido de Le Pen como los bloques de izquierda han anunciado su rechazo, y se prevé que el Gobierno active el artículo 49.3 para aprobarlo sin mayoría parlamentaria —lo que abriría la puerta a una moción de censura—.

En el Reino Unido, los datos laborales reflejan una desaceleración con matices mixtos. Aunque las nóminas siguen cayendo, la velocidad de la contracción es menor a la prevista. Los salarios crecieron por encima de lo esperado, mientras que el desempleo subió ligeramente a 4,7 %, reflejando una economía que aún enfrenta fricciones pos-Brexit y un mercado laboral que no termina de consolidarse.

En Bruselas, la propuesta de presupuesto comunitario 2028–2034 elevó la tensión política con varios frentes abiertos. La Comisión propuso un marco financiero de €2 billones, con nuevos fondos para competitividad (€409.000 millones), transición verde, defensa, digitalización e investigación —incluyendo el programa Horizonte con €175.000 millones—, pero con un recorte del 22 % en la PAC y reducciones sustanciales en los fondos de cohesión. Alemania y Países Bajos, los llamados países frugales, rechazaron abiertamente el incremento del presupuesto, señalando que no financiarán más con sus aportes nacionales y exigiendo en su lugar el fortalecimiento de los recursos propios de la UE.

Este choque presupuestario se complica por la propuesta de crear nuevos impuestos comunitarios (tabaco, emisiones, residuos electrónicos, grandes empresas), que podrían generar tensiones entre Bruselas y los gobiernos nacionales. Además, el nuevo esquema propone vincular los desembolsos a reformas estructurales, replicando el modelo de los fondos Next Generation, lo que algunos partidos ven como una renacionalización encubierta del presupuesto, centralizando poder en la Comisión a costa de la soberanía fiscal de los Estados miembros.

En este contexto, la reforma de la Política Agraria Común (PAC) ha generado un rechazo transversal. La propuesta de reducir en €80.000 millones las ayudas agrarias —y de convertir la financiación del desarrollo rural en un asunto nacional— ha encendido alarmas sobre el futuro de la soberanía alimentaria europea. Productores y analistas coinciden en que esto implicará un alza de precios para el consumidor, una mayor dependencia de importaciones agrícolas —potencialmente menos reguladas en términos de calidad y sostenibilidad— y una presión adicional sobre los presupuestos nacionales.

Pese a este entorno de alta sensibilidad política, los analistas coinciden en que la inflación en la eurozona sigue contenida, y no se anticipa una segunda ola como la de 2022. La desaceleración salarial, la apreciación del euro, la moderación de la demanda y la reorganización de las cadenas productivas refuerzan este escenario. No obstante, los aranceles anunciados por EE. UU. y los planes de estímulo en defensa podrían alimentar focos inflacionarios si la oferta no responde a tiempo.

Cierre

La eurozona atraviesa una fase de transición delicada. La mejora de algunos indicadores industriales y de confianza no oculta las tensiones latentes: Francia enfrenta obstáculos políticos para ajustar su déficit, el Reino Unido lidia con rigideces laborales, y la Comisión Europea propone un presupuesto que compromete pilares clave como la PAC y los fondos de cohesión. A corto plazo, la estabilidad fiscal y monetaria se mantiene, pero las fracturas entre el norte frugal y el sur agrícola amenazan con debilitar la cohesión comunitaria. Si las tensiones presupuestarias, la oposición parlamentaria y los riesgos proteccionistas no se gestionan con visión estratégica, el bloque podría entrar en una nueva etapa de fragmentación institucional con repercusiones estructurales sobre su competitividad, su legitimidad política y su capacidad de respuesta común ante futuras crisis.

 

Asia

Durante el segundo trimestre de 2025, la economía china volvió a mostrar una notable capacidad de resiliencia en medio de un entorno externo complejo y crecientes tensiones geopolíticas. El PIB creció 1,1 % frente al trimestre anterior y 5,2 % en términos interanuales, apenas por debajo del 5,4 % del primer trimestre, y por encima del consenso de analistas (5,1 %). Si bien se percibe una leve pérdida de impulso —con un crecimiento anualizado del 4,5 %—, los resultados consolidan un perfil de expansión estable, aunque dependiente de estímulos selectivos y de la evolución del frente externo.

Los indicadores mensuales ofrecen un balance mixto. La producción industrial se mantuvo sólida con un crecimiento interanual de 6,8 % en junio (6,2 % promedio trimestral), mientras que las ventas minoristas crecieron 4,8 %, desacelerándose respecto al 6,4 % de mayo. A pesar de ello, el promedio trimestral (5,4 %) marca el ritmo más alto desde 2023, gracias al impulso del programa de incentivos fiscales al consumo duradero. El dato más débil proviene de la inversión urbana, que cayó a 2,8 % interanual en junio, reflejando debilidad en la inversión residencial, industrial y en infraestructuras, en un contexto de agotamiento fiscal y baja confianza empresarial.

En el frente externo, las exportaciones chinas aumentaron 6,2 % en el segundo trimestre, con un repunte hacia regiones como ASEAN, América Latina y África. No obstante, las ventas hacia EE. UU. siguen cayendo a doble dígito (-16 % interanual en junio), aunque se moderan respecto a meses anteriores. Las importaciones, por su parte, cayeron solo 0,9 %, en contraste con el -6,4 % del primer trimestre. La tregua arancelaria negociada con EE. UU., en vigor hasta agosto, ha brindado una pausa táctica, pero el arancel efectivo promedio sigue cerca del 40 %, muy por encima del nivel precomercial de 2024, manteniendo la presión sobre las cadenas de valor chinas.

En paralelo, las presiones deflacionarias muestran señales de moderación. En junio, la inflación general se ubicó en terreno positivo por primera vez desde enero, con 0,1 % interanual, mientras que la subyacente alcanzó 0,7 %, su nivel más alto desde febrero de 2024. La inflación de bienes de consumo duradero llegó al 1,0 % interanual, impulsada por los incentivos fiscales. Sin embargo, el índice de precios de producción cayó 3,6 %, reflejando el exceso de capacidad industrial. La deflación industrial continúa siendo un riesgo sistémico que compromete los márgenes y la inversión empresarial, especialmente si no se reactiva la demanda interna de forma sostenida.

A nivel geopolítico, la escalada arancelaria entre China y EE. UU. dominó el trimestre. Aunque la reciente reanudación de negociaciones bilaterales ha reducido los riesgos inmediatos de desacoplamiento extremo, la estructura comercial global sigue sujeta a reconfiguración, con implicaciones en flujos, rutas y alianzas. Al mismo tiempo, China ha endurecido su postura en torno al control de exportaciones de minerales estratégicos, con medidas de vigilancia y represión al contrabando de tierras raras, galio, germanio y otros insumos clave. Esta ofensiva —motivada por razones de seguridad nacional y ventaja geoeconómica— refuerza el poder de China sobre sectores sensibles a nivel mundial, como tecnología, energía y defensa, pero también eleva la percepción de riesgo para sus socios comerciales.

Pekín enfrenta así una ecuación compleja: mantener el crecimiento sin exacerbar la inflación, contener el sobreendeudamiento sin sofocar la inversión, y estabilizar el comercio sin ceder soberanía tecnológica. La revisión técnica del PIB del segundo trimestre elevaría la proyección de crecimiento para 2025 hacia el 4,7 %, pero el sesgo de riesgo sigue orientado a la baja para el segundo semestre, debido al agotamiento fiscal, la fragilidad inmobiliaria, el envejecimiento poblacional y el riesgo de nuevas fricciones comerciales globales.

En Japón, los datos de junio evidencian un deterioro comercial, con fuerte caída de los envíos hacia EE. UU., lo que ha afectado la confianza empresarial. La inflación general se moderó ligeramente a 3,3 % interanual, pero se mantiene por encima del objetivo del Banco de Japón por 39 meses consecutivos, reforzando las expectativas de una posible normalización monetaria gradual. La inflación subyacente (ex alimentos frescos y energía) aumentó a 3,4 %, mientras que en términos mensuales, el IPC general cayó un 0,1 %, reflejando cierta volatilidad de corto plazo. El mercado interpreta estos movimientos como señales de presión para que el Banco de Japón reevalúe su postura, aunque el margen de maniobra sigue limitado por el entorno internacional y la fragilidad del yen.

Cierre

La región asiática cierra el trimestre con señales mixtas. China mantiene una expansión estable, aunque cada vez más dependiente de estímulos dirigidos y del frágil equilibrio comercial con EE. UU., mientras que la inflación industrial sigue actuando como freno interno. Las exportaciones resisten, pero los riesgos estructurales —débil inversión, envejecimiento poblacional, tensiones geopolíticas— nublan el panorama de mediano plazo. Japón, por su parte, enfrenta el dilema de subir tasas en un contexto externo frágil y con presiones inflacionarias persistentes. En conjunto, Asia mantiene su rol clave en la economía global, pero la combinación de riesgos internos y externos exige una política económica más fina y resiliente en el segundo semestre de 2025.

 

México y Brasil

América Latina vuelve a posicionarse en el centro de la tensión geoeconómica global, afectada por el recrudecimiento de la guerra comercial iniciada por Estados Unidos. México y Brasil, las dos mayores economías de la región, enfrentan presiones externas que reconfiguran sus perspectivas macroeconómicas para el segundo semestre del año.

En México, las amenazas del presidente estadounidense Donald Trump —quien anunció aranceles del 30 % a productos mexicanos desde el 1 de agosto— se suman a los ya vigentes gravámenes del 17 % sobre el jitomate, exacerbando los riesgos inflacionarios en alimentos. El presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), Álvaro Lario, advirtió esta semana desde Ciudad de México que las barreras comerciales están impactando directamente los precios del cacao, el café y otros insumos clave, en un contexto de volatilidad climática creciente y fragilidad en las cadenas de valor.

Lario destacó que la incertidumbre sobre la duración de estas medidas complica la planificación de inversiones agrícolas, especialmente para pequeños productores y comunidades rurales. Con una pobreza rural cercana al 49 %, el impacto de estas distorsiones se agrava por la debilidad de las infraestructuras logísticas —como el almacenamiento o las carreteras terciarias— y por la necesidad de lograr autosuficiencia alimentaria sin sacrificar acceso al mercado. En este contexto, el FIDA reafirmó su compromiso de inversión con proyectos emblemáticos como Cuenca de Balsas y Agribiomex, enfocados en sostenibilidad ambiental, conservación de la biodiversidad y generación de ingresos en regiones vulnerables.

La presidenta Claudia Sheinbaum ha reiterado que la relación con Estados Unidos es prioritaria, aunque su Gobierno aún no ha detallado contramedidas frente a los aranceles. Con una economía que combina estatus de renta media alta y altos niveles de desigualdad estructural, México entra a la segunda mitad de 2025 con un reto complejo: sostener el dinamismo comercial en medio de una disputa asimétrica, sin comprometer el equilibrio fiscal ni la estabilidad agroalimentaria interna.

En Brasil, la situación no es menos desafiante. Esta semana, el Banco Central reportó una contracción del 0,7 % en la actividad económica de mayo, la primera caída mensual del año, confirmando los temores de una desaceleración estructural tras el crecimiento del 3,4 % registrado en 2024. El dato interanual (+3,2 %) mantiene una lectura positiva, pero el enfriamiento de la economía es evidente y se prevé que se intensifique en el segundo semestre debido al efecto contractivo de la tasa Selic, que se mantiene en un agresivo 15 % anual. Con una inflación interanual de 5,35 %, por encima del objetivo del 4,5 %, el margen para estímulos monetarios es limitado, lo que refuerza el sesgo restrictivo del banco central.

En el frente fiscal, el presidente Lula da Silva enfrenta crecientes presiones tras la reciente decisión judicial que restablece de forma retroactiva el aumento del Impuesto a las Operaciones Financieras, lo que podría elevar la carga tributaria sobre el crédito. A esto se suma la propuesta del Ejecutivo de aplicar nuevos impuestos a las plataformas digitales estadounidenses, una medida que busca ampliar el recaudo pero que, en el actual entorno de hostilidad comercial, podría generar represalias desde Washington. En ese sentido, la amenaza de aranceles del 50 % a las importaciones brasileñas anunciada por Trump para agosto introduce un riesgo adicional que el propio Ministerio de Hacienda ha calificado como “una gran fuente de inseguridad”, aunque por ahora se prevé que su impacto sea sectorial y no modifique significativamente la proyección de crecimiento del 2,23 % para 2025.

Ambos países están expuestos a la interacción de riesgos climáticos, arancelarios y fiscales, con efectos inmediatos sobre los precios de los alimentos, la balanza comercial y la inversión. En un contexto de creciente proteccionismo global y deterioro de las cadenas de suministro, la región se enfrenta al dilema de proteger su soberanía económica sin aislarse de los mercados internacionales. En ese marco, las iniciativas de cooperación con organismos multilaterales como el FIDA —que moviliza actualmente más de 100 millones de dólares en inversiones rurales en México— se tornan clave para mitigar el impacto social y preservar la estabilidad territorial en zonas de alta vulnerabilidad.

Cierre

México y Brasil ingresan al segundo semestre de 2025 bajo presiones externas que tensan sus equilibrios macroeconómicos. México enfrenta un entorno de alta dependencia comercial con EE. UU. en un momento de creciente proteccionismo y urgencia por fortalecer la soberanía alimentaria. Brasil, en cambio, lidia con una combinación de desaceleración cíclica, política monetaria restrictiva y tensiones tributarias, agravadas por la amenaza de nuevos aranceles desde Washington. Para ambos países, la incertidumbre comercial no solo compromete sus balanzas externas, sino que amenaza con retrasar proyectos de inclusión productiva, sostenibilidad agrícola y cohesión territorial. En ese escenario, la articulación de estrategias regionales y el fortalecimiento del vínculo con instituciones multilaterales será esencial para amortiguar los impactos de una geoeconomía cada vez más fragmentada y volátil.

 

Colombia

El panorama fiscal colombiano volvió a encender señales de alerta tras la publicación del más reciente informe del Comité Autónomo de la Regla Fiscal (CARF), con corte a mayo y junio de 2025. Aunque el recaudo tributario muestra una leve mejora frente al año anterior, los niveles de déficit, deuda y deterioro en la posición de caja reflejan una presión estructural sobre las finanzas del Gobierno Nacional Central (GNC). A mayo, el recaudo bruto ascendía a $127 billones, con un crecimiento anual del 9,3 %, pero con un rezago de $6,4 billones frente a la meta mensualizada. En términos reales, el recaudo neto presentó una contracción del −0,3 %, mientras que los ingresos por impuesto de renta y el IVA continúan por debajo de las metas oficiales. Paralelamente, el gasto fiscal total acumulado se situó en 9,4 % del PIB, superando el promedio de los últimos años, y el déficit primario alcanzó 1,0 % del PIB, aún distante del objetivo de 2,4 % proyectado en el Marco Fiscal de Mediano Plazo. A este desequilibrio se suma una aceleración del endeudamiento interno —con niveles máximos en TES de corto plazo— y una caída dramática en la posición de caja del Tesoro, que cerró junio en $6,5 billones, su nivel más bajo desde que hay registros. Esta combinación plantea desafíos críticos para la sostenibilidad financiera del Estado en un contexto de expansión del gasto y bajo crecimiento económico.

En paralelo, el Ministerio de Hacienda presentó ante el Consejo de Ministros el proyecto de Presupuesto General de la Nación para 2026, con un monto de $534,7 billones, equivalente a un crecimiento del 2,1 % frente a 2025. La iniciativa contempla un gasto sin regla fiscal, con fuertes incrementos en funcionamiento y transferencias corrientes, que alcanzarían $353,4 billones y $265,5 billones, respectivamente. El gasto en pensiones y el Sistema General de Participaciones (SGP) concentran los mayores recursos, en medio de incertidumbres jurídicas y fiscales. Aunque se proyecta una reducción del servicio de la deuda —de $112,6 a $102,5 billones—, el presidente Gustavo Petro condicionó su firma a un mayor esfuerzo redistributivo y advirtió que, sin una nueva ley de financiamiento que recaude al menos $19 billones, la viabilidad fiscal del país estaría comprometida. El propio Gobierno estima que el presupuesto real requerido podría superar los $551 billones, lo que refleja una brecha entre lo aprobado técnicamente y las exigencias del Ejecutivo, en medio de la suspensión de la regla fiscal y un ambiente político fragmentado.

En este contexto, la instrucción presidencial de derogar el decreto que permite a los fondos privados de pensiones invertir en el exterior ha intensificado el debate sobre el futuro del ahorro pensional. Actualmente, más de $242 billones —equivalentes a más del 50 % del portafolio— están invertidos en activos internacionales. Diversos analistas advierten que una prohibición en este frente limitaría la diversificación de riesgos, reduciría los retornos para los afiliados y podría canalizar recursos hacia títulos del Gobierno en un contexto de creciente desconfianza fiscal. La medida también encendería alertas regulatorias frente a estándares internacionales y erosionaría la competitividad del sistema pensional colombiano.

Mientras tanto, el Indicador de Confianza del Consumidor (ICC) sorprendió al ubicarse en 2,2 % en junio, su primer registro positivo desde 2022, impulsado por mejoras en las expectativas y condiciones económicas percibidas. Aunque la intención de adquirir vivienda y bienes durables sigue siendo negativa, el repunte sugiere un cambio de ánimo en los hogares, especialmente en Bogotá y estratos medios. Esta señal de optimismo contrasta con la fragilidad del entorno macroeconómico, pero podría anticipar una recuperación gradual del consumo en el segundo semestre.

Desde el frente energético, el Gobierno expidió un decreto que elimina los subsidios al ACPM para vehículos particulares, lo que podría elevar el precio del galón de $10.700 a más de $15.000 en las principales ciudades. La medida busca reducir el déficit del Fondo de Estabilización de Precios de los Combustibles (FEPC), que se ha visto presionado por subsidios acumulados al diésel, pero genera preocupación por su impacto inflacionario y distributivo. Paralelamente, el ministro de Minas criticó las distorsiones en el mercado eléctrico —en particular, el pago del Cargo por Confiabilidad en contextos de abundancia hídrica— y anunció nuevas medidas regulatorias, lo que anticipa un escenario de intervención creciente sobre el sector energético.

El país también enfrentó bloqueos viales generalizados en departamentos clave como Tolima, Meta, Casanare y Huila, en el marco del paro arrocero. Las pérdidas económicas superan los $6 mil millones y más de 300 mil pasajeros han sido afectados. El gremio transportador exigió corredores humanitarios permanentes y advirtió que la continuidad del paro amenaza la seguridad vial, la economía regional y el abastecimiento. En paralelo, Fedearroz hizo un llamado urgente al Gobierno para reactivar el Incentivo al Almacenamiento y evitar el colapso del sector, que enfrenta la peor crisis de precios en más de dos décadas.

En materia de actividad, el Indicador de Seguimiento a la Economía (ISE) mostró un crecimiento anual de 2,81 % en mayo, liderado por el sector terciario —comercio, transporte y servicios financieros—, mientras que la industria y la agricultura continuaron en contracción. La estructura productiva confirma una mayor dependencia de los servicios como motor de crecimiento, en detrimento de sectores tradicionales que siguen afectados por la debilidad de la demanda, los costos de producción y la incertidumbre regulatoria.

Desde el Banco de la República, la codirectora Laura Moisá alertó sobre el riesgo de que la apreciación del peso colombiano —que acumula un avance del 9,6 % en el año— responda a flujos especulativos y no a fundamentos sólidos. Este fenómeno complica las decisiones sobre tasas de interés, actualmente en 9,25 %, y obliga al emisor a adoptar una postura más cautelosa. Moisá también cuestionó la vigencia de la meta de inflación del 3 %, sugiriendo que el banco debe priorizar el crecimiento y el empleo en contextos de shock estructural, sin descuidar la credibilidad del marco monetario.

Finalmente, Fitch Ratings reiteró que la calificación de Colombia (BB+ con perspectiva estable) sigue bajo presión por el deterioro institucional, los desafíos fiscales y la debilidad del crecimiento. La calificadora advirtió que la suspensión de la regla fiscal, adoptada por el Gobierno en un contexto de bajo recaudo y aumento del gasto, ha sido objeto de controversia jurídica y se encuentra actualmente bajo revisión de la Corte Constitucional, lo que abre un frente de incertidumbre institucional. Aunque un eventual pronunciamiento podría fortalecer los contrapesos, la fragmentación política y la falta de reformas estructurales mantienen latente el riesgo de una nueva rebaja. En este entorno, el ajuste fiscal sin respaldo legislativo y con expectativas sociales en aumento se convierte en una tarea políticamente compleja y económicamente crítica para lo que resta del año.

 

Cierre

Colombia atraviesa un momento de alta tensión fiscal y política, donde la expansión del gasto público, la suspensión de reglas fiscales, el agotamiento de la caja y la incertidumbre sobre el rumbo tributario convergen en un escenario de fragilidad estructural. Si bien algunos indicadores como la confianza del consumidor y el crecimiento del sector terciario ofrecen señales de resiliencia, la sostenibilidad macroeconómica se ve comprometida por una estrategia que amplía obligaciones sin asegurar fuentes permanentes de ingreso. Las decisiones sobre el ahorro pensional, la presión sobre los mercados energéticos y la respuesta institucional a los bloqueos y crisis sectoriales configuran un entorno de creciente riesgo regulatorio. En este contexto, la credibilidad fiscal y la autonomía técnica de entidades como el Banco de la República se convierten en activos esenciales para evitar un deterioro mayor de la calificación soberana, sostener el financiamiento del Estado y preservar la confianza de inversionistas nacionales e internacionales en el marco colombiano.

 

Renta Variable

El mercado accionario local cerró la semana con una corrección moderada, en medio de una creciente percepción de riesgo fiscal y tensiones regulatorias. El índice MSCI COLCAP se ubicó en 1.391 puntos, con una variación semanal de –1,0 %, afectado principalmente por el deterioro del sentimiento inversor ante la posibilidad de una nueva reforma tributaria que ampliaría el déficit fiscal proyectado para 2025 por encima del 7 % del PIB. Este escenario generó presiones vendedoras sobre emisores sensibles al ciclo económico, como el sector bancario y Ecopetrol, en un contexto de mayor cautela por parte de los portafolios institucionales.

A lo anterior se sumó la suspensión temporal de la negociación de Grupo Sura y Grupo Argos, en el marco de los ajustes corporativos relacionados con la escisión del Grupo Empresarial Antioqueño (GEA). Esta medida redujo la liquidez relativa del índice y provocó ajustes técnicos en fondos pasivos y portafolios diversificados, que debieron recalibrar su exposición al bloque empresarial. Sin embargo, el anuncio de un programa de recompra de acciones por parte del Grupo Cibest introdujo un elemento de soporte para el sector financiero, atenuando parcialmente las pérdidas y ofreciendo una señal de confianza corporativa en medio del entorno de incertidumbre.

A nivel internacional, Wall Street presentó un desempeño mixto, marcado por alta sensibilidad a los datos inflacionarios y señales contradictorias sobre política comercial. El S&P 500 cerró en 6.296,79 puntos (+0,6 %), sostenido por el buen comportamiento del sector tecnológico. El Dow Jones, más expuesto a sectores industriales, retrocedió 0,1 %, mientras que el Nasdaq lideró las ganancias con un alza del 1,5 %, alcanzando un nuevo máximo en 20.895,66 puntos. El impulso provino de Nvidia, cuyas acciones subieron 4 % tras recibir autorización para exportar su chip H20 a China, lo que fue interpretado como una señal de desescalamiento en las tensiones tecnológicas.

La publicación del Índice de Precios al Consumidor (IPC) de junio en EE. UU., con un incremento mensual del 0,3 % y una variación interanual del 2,7 %, moderó las expectativas de recortes inminentes por parte de la Reserva Federal. Este dato provocó ventas generalizadas en sectores sensibles a tasas, al tiempo que reforzó la rotación hacia activos defensivos y tecnológicos. Por sectores, destacaron tecnología, financieras e industriales (todos con +0,9 %), mientras que salud (−1,2 %) y bienes raíces (−0,2 %) cedieron terreno.

Entre las compañías con mejor desempeño se destacó Snap-On (+7,9 %), tras superar expectativas de ingresos y utilidades en el segundo trimestre gracias al fortalecimiento de su división de herramientas industriales. Albemarle (+7,6 %) repuntó por el alza en los precios del litio, asociada a interrupciones de producción en China, mientras que PepsiCo (+7,5 %) sorprendió con resultados sólidos y una revisión al alza de sus proyecciones anuales, impulsada por su capacidad para mantener márgenes en un entorno de bajo crecimiento del volumen pero sostenidas alzas de precios.

Netflix, por su parte, continúa su escalada bursátil con una capitalización de mercado superior a los USD 550.000 millones, luego de haberse multiplicado por seis desde los mínimos de 2022. El crecimiento del número de suscriptores —que superó los 300 millones— y un flujo de caja libre de USD 7.000 millones acumulado entre 2023 y 2024 explican buena parte del optimismo actual. No obstante, algunos analistas advierten que la compañía ha destinado estos excedentes de forma casi exclusiva a recompras de acciones, incluso en niveles de valoración históricamente elevados, lo que plantea interrogantes sobre la asignación eficiente de capital. Si bien Netflix ya no reporta el número de suscriptores como indicador clave, los resultados del primer semestre sugieren que el modelo de negocio se ha estabilizado. Aun así, la actual valoración —equivalente a cerca de 40 veces el flujo de caja estimado a tres años— implica expectativas ambiciosas que podrían tornarse vulnerables ante cualquier desaceleración en sus ingresos o presión competitiva.

En el caso de PepsiCo, la compañía logró sortear un trimestre desafiante con una caída contenida del beneficio por acción (−1,5 %), gracias a su capacidad para trasladar aumentos de costos a los precios, mantener el control operativo y sostener su presencia global. El grupo registró un alza del 4 % en precios y una caída de 1,5 % en volúmenes, lo que refleja la prudencia del consumidor estadounidense. Más allá de los resultados financieros, PepsiCo enfrenta ahora el reto de adaptarse con mayor agilidad a las nuevas preferencias de consumo, acelerando su reposicionamiento hacia productos percibidos como más saludables. La adquisición de Poppi —una bebida prebiótica—, el rediseño de sabores para marcas como Lay’s y Doritos, y su enfoque en formatos más asequibles buscan preservar cuota de mercado sin sacrificar rentabilidad. La exposición internacional —que representa ya el 40 % de su facturación— y su enfoque estratégico de largo plazo sostienen el perfil defensivo del grupo, aunque los analistas advierten que deberá manejar con cautela los desafíos logísticos, la presión regulatoria y la evolución del dólar en un contexto geopolítico más incierto.

Cierre

La renta variable global continúa operando bajo una lógica de selectividad, donde el apetito por riesgo se concentra en sectores con capacidad de adaptación tecnológica y márgenes defensivos. Mientras las acciones estadounidenses alcanzan nuevos máximos, impulsadas por resultados sólidos y expectativas de estabilidad monetaria, los mercados emergentes —como el colombiano— enfrentan mayor vulnerabilidad ante shocks fiscales y restricciones de liquidez. El caso de empresas como Netflix y PepsiCo confirma que la asignación de capital, la innovación en producto y la eficiencia operativa siguen siendo los factores determinantes en un entorno marcado por tasas altas, menor crecimiento y elevada dispersión sectorial. En este contexto, la gestión activa del riesgo y el análisis fundamental cobran mayor relevancia para navegar un mercado que combina narrativas optimistas en tecnología con incertidumbre regulatoria y fiscal en otras geografías.

 

Renta Fija

Durante la última semana, el mercado de deuda pública colombiano experimentó un ciclo de alta volatilidad seguido por una recuperación técnica generalizada, en un contexto marcado por la incertidumbre fiscal y una demanda persistente en subastas. La curva de TES en tasa fija presentó fuertes valorizaciones, especialmente en los tramos medios y largos, con descensos relevantes en los rendimientos de septiembre 2036 (−59,0 pbs), octubre 2034 (−53,5 pbs) y junio 2032 (−52,3 pbs). Estos movimientos reflejaron inicialmente el deterioro en las expectativas fiscales, tras la filtración de una reforma tributaria por $26 billones, la elevación de la meta de déficit fiscal a 7,1 % del PIB y la suspensión de la regla fiscal, factores que presionaron al alza la prima de riesgo soberano y provocaron ventas agresivas en portafolios institucionales. Sin embargo, ante la magnitud de las caídas en precios, el mercado encontró un punto de inflexión técnico que permitió un rebote sostenido, impulsado por recomposición de posiciones y señales de continuidad en la ejecución del programa de colocaciones del Gobierno.

En los TES indexados a UVR, el comportamiento fue mixto. Se observó una leve desvalorización en referencias intermedias como UVR marzo 2027 (+1,1 pbs), influenciada por el aumento en la oferta de títulos UVR con vencimientos en 2031 y 2062. En contraste, se destacaron valorizaciones en referencias más largas como UVR abril 2029 (−19,6 pbs), UVR mayo 2055 (−13,9 pbs) y UVR febrero 2037 (−11,3 pbs), lo que sugiere un ajuste estratégico de duración en fondos institucionales y una mayor confianza en la estabilidad inflacionaria de mediano plazo.

En el plano operativo, se llevó a cabo con éxito la subasta no competitiva de TES en pesos, adjudicando $1,5 billones, replicando la distribución de la subasta competitiva previa: 63 % en la referencia 2029 y el restante en los vencimientos 2033, 2040, 2046 y 2050. Desde mayo, el Ministerio de Hacienda ha ampliado el número de referencias y el volumen convocado en cada subasta quincenal. Con esta operación, el programa de colocaciones avanza firmemente hacia la meta de $59,5 billones en 2025, dentro de un cupo total aprobado de $80,8 billones, lo que refleja una estrategia de financiación diversificada en un entorno de presión fiscal creciente.

En los mercados internacionales, los bonos del Tesoro de EE. UU. tuvieron una semana de comportamiento mixto con sesgo de empinamiento, en respuesta a señales encontradas desde el frente monetario. El dato de inflación de junio (IPC) sorprendió al alza con una variación interanual de 2,7 %, lo que impulsó inicialmente los rendimientos del bono a 30 años (+3,8 pbs) y a 10 años (+0,6 pbs). Sin embargo, las declaraciones del gobernador Christopher Waller, quien se mostró favorable a un recorte preventivo de tasas, moderaron la presión alcista, generando valorizaciones en la parte corta de la curva: el bono a 2 años cayó −1,6 pbs y el de 5 años −2,6 pbs. A esto se sumó una sólida subasta de US$54.000 millones en Treasuries a 10 años, que ayudó a absorber la oferta y estabilizar el tramo medio.

La curva terminó empinándose levemente, con compresiones en los spreads 2s10s (−1 pb) y 5s30s (−2 pbs), mientras los rendimientos cerraron entre −3 y −1 pbs en promedio. No obstante, el repunte en el tramo corto fue limitado por una venta masiva de futuros SOFR diciembre 2026, que contuvo parte de la expectativa de relajación monetaria. En general, los volúmenes se mantuvieron por debajo del promedio de 20 días, reflejando cautela del mercado antes de la próxima decisión de política monetaria de la Fed.

En Europa, los bonos soberanos cerraron con tono negativo, acompañando el rally de los Treasuries con una curva más inclinada y presionada en sus tramos largos. El bund alemán a 10 años subió +2 pbs hasta 2,70 %, mientras los gilts británicos registraron alzas similares entre +2 y +3 pbs. A pesar de esto, la demanda extranjera por deuda de la eurozona alcanzó en mayo su mayor nivel desde 2023, con compras netas cercanas a EUR $100 mil millones, ante la expectativa de que el BCE mantenga un sesgo más laxo en su reunión de política monetaria del tercer trimestre.

Cierre

La renta fija local continúa reflejando una tensión estructural entre las presiones fiscales internas y la resiliencia técnica del mercado. A pesar del aumento en la prima de riesgo soberano, las recientes valorizaciones indican que los inversionistas institucionales están dispuestos a absorber duración ante niveles atractivos de tasa, incluso en medio de un entorno fiscal incierto. Las subastas del Gobierno muestran una ejecución disciplinada, pero la sostenibilidad del programa de financiamiento dependerá de la capacidad del Ejecutivo para estabilizar la trayectoria fiscal. A nivel internacional, la política monetaria estadounidense sigue siendo el principal ancla de las curvas, con señales mixtas entre inflación y tono dovish de la Reserva Federal. La evolución de los rendimientos globales y la credibilidad fiscal interna serán los determinantes clave para la trayectoria futura de los TES.

Divisas

El dólar estadounidense mantuvo su tendencia de fortalecimiento durante la semana, con una apreciación del 0,6 % frente a sus principales pares, impulsado por datos económicos sólidos en EE. UU., como el crecimiento de las ventas minoristas y una reducción en las solicitudes de subsidio por desempleo. Estos resultados reforzaron la percepción de que la Reserva Federal adoptará una postura más paciente frente a los recortes de tasas, manteniendo el diferencial de tasas a su favor y atrayendo flujos hacia activos denominados en dólares. A pesar de una ligera corrección en las últimas jornadas, el índice DXY conserva una trayectoria alcista, en medio de un entorno dominado por la resiliencia del consumo estadounidense y la cautela monetaria de la Fed.

Entre las monedas desarrolladas, el euro (−0,5 %) se debilitó frente al dólar, a pesar de una recuperación parcial hacia el cierre de la semana, apoyada por un repunte en el apetito por riesgo y comentarios más moderados del gobernador Waller. Sin embargo, persiste un sesgo bajista, en un contexto donde el Banco Central Europeo enfrenta un margen de maniobra más limitado. La libra esterlina (−0,6 %) también se depreció, en medio de una semana volátil a pesar de un IPC por encima de lo esperado, lo que llevó a algunos analistas a posponer sus expectativas de recorte por parte del Banco de Inglaterra. Por su parte, el franco suizo (−0,6 %) perdió atractivo como refugio tras evidenciarse el impacto negativo de la tasa de referencia en 0 % sobre los márgenes del sistema bancario, mientras que el yen japonés (−0,9 %) lideró las pérdidas, presionado por flujos hacia el dólar y la ampliación del diferencial de tasas, en un contexto de especulaciones internas sobre cambios en la conducción económica del país.

En Asia, el yuan chino (−0,1 %) retrocedió levemente luego de que el mercado se viera decepcionado por la ausencia de nuevos estímulos monetarios por parte del Banco Popular de China, en medio de una desaceleración persistente en el sector inmobiliario y cifras débiles de producción industrial.

En América Latina, las monedas mostraron un comportamiento mayoritariamente positivo, beneficiadas por un repunte en el apetito por riesgo global tras señales desde la Fed que apuntan a posibles ajustes monetarios graduales. El peso mexicano (+0,6 %) avanzó con firmeza, apoyado por declaraciones políticas que respaldan una conducción monetaria flexible, aunque con cautela frente a desequilibrios fiscales. El peso chileno (+0,6 %) también mostró resiliencia, pese a la presión del cobre, mientras que el real brasileño (−0,4 %) retrocedió tras la revisión al alza del déficit fiscal y de la deuda pública, lo que deterioró la percepción de riesgo país. En contraste, el peso colombiano (+0,5 %) se destacó entre sus pares, mostrando una apreciación sostenida incluso tras la presentación de una reforma tributaria que elevó las preocupaciones fiscales. La divisa local se benefició de condiciones externas favorables, una relativa estabilidad inflacionaria y flujos que, si bien positivos, podrían responder parcialmente a movimientos especulativos ante diferenciales de tasas atractivos.

Cierre

El comportamiento del mercado cambiario durante la semana refleja un reequilibrio entre fundamentos macroeconómicos sólidos en EE. UU. y señales divergentes de política monetaria en otras economías desarrolladas. Mientras el dólar mantiene su tendencia estructural de fortalecimiento, las monedas emergentes —particularmente en América Latina— mostraron capacidad de recuperación gracias al renovado apetito por riesgo y la moderación en las expectativas de ajuste monetario global. En el caso colombiano, el repunte del peso contrasta con la incertidumbre fiscal interna, lo que sugiere que parte de la apreciación podría estar influenciada por flujos tácticos de portafolio más que por fundamentos sostenibles. La estabilidad cambiaria seguirá dependiendo de la credibilidad de la política fiscal y del posicionamiento global frente a los activos de riesgo.

 

Commodities

 

Los mercados de materias primas cerraron la semana con un tono mixto, en un contexto marcado por tensiones geopolíticas, ajustes de expectativas monetarias y reconfiguraciones en las posiciones de los grandes fondos.

 

El precio del petróleo retrocedió de forma moderada: el WTI cayó un 1,6 %, ubicándose en USD 67,34 por barril, mientras que el Brent perdió 1,5 %, cerrando en USD 69,28. La presión bajista se intensificó tras tres sesiones consecutivas de pérdidas, en medio de señales de menor dinamismo en la demanda global. No obstante, algunos factores compensatorios —como una reducción inesperadamente alta en los inventarios de crudo en EE. UU. (−3,9 millones de barriles) y cifras económicas positivas en China y Estados Unidos— permitieron limitar los descensos. En el caso del Brent, los ataques con drones en instalaciones del Kurdistán iraquí generaron disrupciones puntuales en la producción (~140 mil barriles diarios), lo que amplió el diferencial frente al WTI, aunque sin alterar la tendencia general de debilitamiento.

En el mercado de oro, el precio se ajustó levemente a la baja (−0,2 % semanal), cerrando en torno a USD 3.350 por onza, en respuesta a la fortaleza del dólar y a los datos macroeconómicos favorables en EE. UU., que disminuyeron la presión sobre los activos refugio. A pesar de que el metal ha registrado una valorización cercana al 25 % en lo corrido del año, el reciente estancamiento por debajo de los máximos históricos alcanzados en abril sugiere una pausa en el ciclo alcista. A nivel institucional, la demanda por parte de bancos centrales se mantiene activa: en junio, China completó su octavo mes consecutivo de compras, y entidades como el Banco Nacional de Kazajistán, el Banco Central de Turquía y el de Polonia también ampliaron sus reservas. Esta tendencia refleja una estrategia de diversificación frente al dólar y una búsqueda de resiliencia ante riesgos financieros y geopolíticos.

 

La plata retrocedió 0,6 % en la semana, presionada por movimientos de toma de utilidades tras su reciente repunte. Aunque la demanda física en India se ha mantenido robusta, y varios mercados locales marcaron nuevos máximos trimestrales, el flujo de capitales se redirigió hacia instrumentos de menor volatilidad, en línea con la menor tracción del oro. La consolidación de precios en un rango estrecho evidencia la falta de catalizadores inmediatos que impulsen un nuevo ciclo alcista, mientras los inversionistas evalúan con cautela el balance entre fundamentos industriales y comportamiento especulativo.

 

Por su parte, el cobre se mantuvo prácticamente estable en torno a los USD 560,5 por libra, con señales cruzadas en el mercado. Aunque BHP reportó un aumento significativo en su producción, las proyecciones de menor oferta hacia 2026 —junto con una demanda resiliente de sectores estratégicos como la transición energética— sirvieron de contrapeso. El balance global continúa siendo frágil, y cualquier disrupción adicional en países productores podría volver a tensionar los precios en el segundo semestre del año.

 

Cierre

La semana estuvo marcada por una mayor sensibilidad de los precios de los commodities a factores geopolíticos y a la política monetaria estadounidense. Mientras el petróleo enfrenta presiones bajistas por expectativas de oferta estable y un fortalecimiento del dólar, la dinámica del oro evidencia una pausa estructural en su tendencia alcista, a la espera de nuevos catalizadores que reactiven la demanda de cobertura. El comportamiento lateral del cobre y la resiliencia en la demanda de bancos centrales por oro sugieren que, pese a la volatilidad actual, los fundamentos estructurales en metales preciosos y básicos permanecen sólidos. La incertidumbre comercial y los posibles desequilibrios fiscales en EE. UU. podrían jugar un papel clave en la reactivación del apetito por refugios como el oro si se intensifican los riesgos en los próximos meses.

Nota del Autor

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Enrique Ariza

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