Resumen Económico de la Semana del 02 al 06 de Junio de 2025

Resumen Ejecutivo

La primera semana de junio estuvo marcada por una aparente contradicción: mientras el empleo en EE.UU. sorprendía al alza, los indicadores manufactureros y de servicios confirmaban una desaceleración persistente. En paralelo, el BCE ejecutó un recorte de tasas en medio de señales divergentes en la eurozona, y Asia vivió una semana tensa entre estímulos, recortes y cautela geopolítica.

En América Latina, el foco estuvo en Colombia, donde la posible activación de la cláusula de escape fiscal encendió las alertas del mercado. En Asia, el recorte inesperado de tasas en India contrastó con la cautela monetaria de China y las tensiones estructurales en Japón, que sigue enfrentando señales de estrés fiscal. El S&P500 alcanzó máximos históricos, mientras el petróleo rebotó con fuerza y el oro reafirmó su papel como refugio ante la incertidumbre global.

La columna de esta semana —“Trump vs. Musk: cuando el poder deja de ser neutral”— propone una lectura crítica sobre la fractura entre el Estado y el capital tecnológico, y plantea una pregunta incómoda: ¿sigue siendo el sistema capaz de contener a sus propios actores?

 

Estados Unidos: señales de estanflación y tensión arancelaria golpean empleo, PMI y comercio exterior

Durante la primera semana de junio, la atención global se centró nuevamente en Estados Unidos, cuyo panorama económico mostró señales claras de moderación en el crecimiento, acompañadas de presiones inflacionarias persistentes que reactivaron los temores de una posible estanflación. Los datos de actividad económica y del mercado laboral, sumados al impacto de las nuevas medidas arancelarias de la administración Trump, delinearon un escenario cada vez más complejo para la Reserva Federal.

Los índices PMI volvieron a decepcionar. El sector manufacturero se contrajo por tercer mes consecutivo en mayo, cayendo a 48,5 puntos, arrastrado por la incertidumbre provocada por los aranceles a insumos clave y las interrupciones en las cadenas de suministro. El componente de precios pagados, que se mantuvo elevado en 69,4, confirmó que el encarecimiento de la producción está lejos de disiparse. Pero la verdadera sorpresa llegó desde los servicios, que representan más de dos tercios del PIB estadounidense: el PMI de este sector cayó a 49,9 puntos, su primer registro contractivo en casi un año, mientras que el subíndice de precios se disparó a 68,7, su nivel más alto desde noviembre de 2022. El deterioro simultáneo de la actividad y el alza de precios consolidan un perfil de estanflación que empieza a permear en las decisiones de consumo, inversión y empleo.

El informe de empleo de mayo confirmó esta tendencia. Las nóminas no agrícolas sorprendieron al alza, con un aumento de 139 000 empleos, lo que alivió parcialmente los temores de una desaceleración. Sin embargo, la tasa de desempleo se mantuvo en 4,2 % porque 625 000 personas salieron de la fuerza laboral, reduciendo la participación al 62,4 % —mínimo preocupante en un contexto de menor inmigración neta. Los salarios promedio por hora subieron 0,4 % mensual y 3,9 % anual, manteniendo la presión inflacionaria y complicando una flexibilización temprana por parte de la Reserva Federal.

El informe JOLTS de abril reflejó señales mixtas. Las vacantes laborales subieron a 7,39 millones, pero los despidos aumentaron en 196 mil, su mayor incremento desde julio de 2024, mientras que las renuncias voluntarias cayeron en 150 mil, lo que sugiere una creciente cautela de los trabajadores ante un entorno de incertidumbre. La expectativa de nuevos aranceles, el alza de costos y la erosión de la confianza empresarial están afectando la dinámica de contratación.

En el frente comercial, los efectos de la política arancelaria ya se traducen en cifras concretas. El superávit comercial se redujo drásticamente de 138,3 mil millones de dólares en marzo a 61,6 mil millones en abril, principalmente por una caída del 16,3% en las importaciones, tras una ola de compras anticipadas en el primer trimestre para evitar el encarecimiento derivado de las nuevas tarifas. Este fenómeno de “stockpiling” comienza a revertirse, lo que también explica la pérdida de tracción de los PMI y de los indicadores de inventario industrial.

A nivel político, el presidente Trump sostuvo una reunión con el canciller alemán Friedrich Merz para discutir asuntos comerciales y de defensa —una señal de distensión que contrasta con el deterioro de su relación con Elon Musk, que esta semana derivó en un cruce público de acusaciones en redes sociales, reactivando el debate sobre la influencia de los líderes empresariales en la política nacional. Mientras tanto, el riesgo geopolítico sigue condicionando a los mercados. Las recientes subidas arancelarias al aluminio y acero, sumadas a nuevos roces con China, han tensado la narrativa de mercado y generado un entorno propicio para la volatilidad.

En este contexto, la Reserva Federal mantiene una postura de espera estratégica. Aunque los mercados continúan descontando dos recortes de tasas este año, la combinación de presiones inflacionarias y enfriamiento gradual de la actividad complica las decisiones del Comité Federal de Mercado Abierto. Por ahora, la curva de los Treasuries se mantiene plana, reflejando la incertidumbre sobre la magnitud real del impacto de los aranceles sobre precios y crecimiento.

 

Europa: el BCE baja tasas en un entorno frágil, con señales mixtas entre recuperación y vulnerabilidad industrial

La economía europea cerró la semana con una mezcla de señales alentadoras y alertas estructurales. Mientras la zona euro duplicó su crecimiento trimestral en el primer trimestre de 2025 —con un avance del 0,6% frente al 0,3% del 4T de 2024, impulsado en parte por el sorprendente 9,7% de Irlanda y la resiliencia de Alemania—, la evolución reciente de los indicadores industriales y comerciales sugiere que ese dinamismo podría no sostenerse. En paralelo, el Banco Central Europeo recortó su tasa de depósitos en 25 puntos básicos, hasta el 2,00%, y proyectó por primera vez desde 2022 una inflación dentro del objetivo del 2,0% para 2025, aunque advirtió sobre un contexto de incertidumbre geopolítica y arancelaria “excepcional” que limita la visibilidad a futuro.

Los datos de producción industrial en abril fueron contundentes. Alemania, el corazón manufacturero de Europa, registró una caída mensual de 1,4%, liderada por el desplome de 17,7% en la industria farmacéutica y un retroceso de 2,4% en maquinaria. Francia también mostró una contracción del 1,4% mensual, mientras su manufactura retrocedió 0,6%. En ambos casos, los resultados fueron inferiores a las expectativas del mercado, lo que refleja un enfriamiento industrial más allá de factores puntuales. La industria alemana, además, encendió las alarmas ante las restricciones impuestas por China a la exportación de tierras raras, advirtiendo sobre una posible “crisis de metales” similar a la energética de 2022, especialmente crítica para sectores como automoción, defensa y tecnología avanzada.

En materia comercial, los resultados también fueron débiles. Alemania vio caer sus exportaciones un 1,7% mensual en abril, mientras las importaciones aumentaron un 3,9%, reduciendo su superávit comercial a 14.600 millones de euros, muy por debajo de los 21.200 millones de marzo. Francia, por su parte, amplió su déficit comercial a -7.900 millones, en un contexto donde la incertidumbre comercial con Estados Unidos comienza a repercutir en las decisiones de intercambio. Si bien el arancel del 30% anunciado por Trump para productos europeos fue suspendido temporalmente hasta el 9 de julio, el riesgo de un endurecimiento del proteccionismo transatlántico sigue latente.

El BCE, consciente de este entorno volátil, optó por un recorte de tasas “prudentemente optimista”, en palabras de Christine Lagarde. Aunque el mensaje oficial fue de una política en “buena posición” para enfrentar los desafíos actuales, la presidenta del BCE advirtió que las decisiones se evaluarán reunión a reunión, y que el organismo no contempla por ahora una nueva baja en julio, a menos que se materialicen riesgos de forma abrupta. En sus proyecciones, el banco central redujo sus estimaciones de inflación general a 2,0% en 2025, 1,6% en 2026 y 2,0% en 2027, mientras que la inflación subyacente (sin energía ni alimentos) se estabilizaría en torno al 2,4% en 2025 y bajaría a 1,9% en 2026 y 2027.

Respecto al crecimiento, el BCE mantuvo su previsión para 2025 en 0,9%, reconociendo un primer trimestre más vigoroso, pero también anticipando una desaceleración en el resto del año, condicionada por la guerra comercial, un euro más fuerte y las restricciones de China. Sin embargo, destacó factores de soporte como el repunte de la inversión en defensa e infraestructuras, la mejora del poder adquisitivo y el alivio de las condiciones crediticias.

Los riesgos para el crecimiento económico continúan inclinándose a la baja, especialmente si los aranceles de EE. UU. entran en vigor y Europa responde con medidas recíprocas. En ese escenario adverso, el BCE estima que el PIB acumulado de la eurozona podría perder hasta 1 punto porcentual entre 2025 y 2027, mientras la inflación caería al 1,8%, reflejando tanto la debilidad de la demanda como la apreciación del euro. Aun así, el escenario base del BCE contempla un impacto contenido y temporal, siempre que se mantenga el diálogo comercial con EE. UU.

Finalmente, los mercados europeos reaccionaron con moderación: las tasas soberanas repuntaron ligeramente, mientras el euro se apreció frente al dólar. En la renta variable, el DAX alemán lideró las ganancias, apoyado por anuncios fiscales internos, y el mercado inmobiliario británico mostró signos de enfriamiento con una caída mensual de 0,4% en el índice Halifax, su peor dato en diez meses. Las ventas minoristas de la eurozona aumentaron apenas 0,1% mensual en abril, pese a mostrar un avance interanual del 2,3%, reflejando una demanda interna todavía débil.

 

Asia: China entra en contracción, Japón se debilita y el realineamiento geoeconómico toma forma

Asia cerró la semana con señales de fragilidad económica y tensión estructural. El contraste más marcado respecto a otras regiones se dio en China, donde el índice Caixin compuesto cayó a 49,6 puntos en mayo —zona de contracción por primera vez desde diciembre de 2022—, arrastrado por la caída en la actividad manufacturera y la ralentización de los servicios. Este deterioro coincide con una creciente incertidumbre empresarial, marcada por las restricciones a exportaciones estratégicas, las tensiones comerciales con Estados Unidos y un entorno interno que combina disciplina política con presión productiva.

La advertencia oficial del Gobierno chino a BYD por sus agresivas rebajas de precios en vehículos eléctricos —a través de un editorial del Diario del Pueblo y un comunicado de la Asociación de Fabricantes de Automóviles— dejó claro que ninguna empresa puede actuar fuera de la línea del Partido Comunista. El episodio ilustra cómo el control político condiciona la dinámica empresarial en sectores clave, especialmente en plena guerra tecnológica y comercial. Pekín, además, busca reimpulsar su estrategia industrial mediante una versión actualizada del plan “Made in China”, orientada a reforzar su autosuficiencia tecnológica y manufacturera en un contexto adverso, sin deteriorar su imagen internacional. El fondo soberano China Investment Corp. adquirió un 1% de BYD, lo que se interpreta como un movimiento simbólico y político para alinear los intereses privados con las prioridades estatales.

En el plano macroeconómico, la OCDE redujo sus previsiones de crecimiento global a 2,9% para 2025 y 2026, citando como principal factor de riesgo la intensificación de la guerra comercial. En ese contexto, China figura entre los países con mayor presión interna, enfrentando una contracción del sector privado y un consumo que no despega, a pesar de los planes para establecer objetivos de gasto interno como proporción del PIB en el próximo plan quinquenal. No obstante, el avance de firmas tecnológicas como Huawei y DeepSeek en campos como la IA y los chips de nueva generación refuerzan el pilar industrial sobre el que se sostiene la apuesta de Xi Jinping para ganar la competencia global con EE. UU.

En Japón, los datos confirmaron una desaceleración. El índice económico líder cayó a 103,4 en abril, su nivel más bajo desde agosto de 2020, reflejando un menor gasto de los hogares y el impacto de la incertidumbre arancelaria. El Banco de Japón, aunque mantiene una política de normalización gradual, enfrenta una economía cada vez más vulnerable a las disrupciones externas y al debilitamiento del consumo.

En India, el Banco de Reserva recortó su tasa de interés en 50 puntos básicos hasta el 5,5%, sorprendiendo al mercado y marcando su tercera rebaja consecutiva en el año. La decisión busca sostener el crecimiento interno frente a la desaceleración global, en un contexto de inflación contenida pero con presiones externas crecientes. Esta medida, además, refuerza la divergencia de política monetaria frente a Occidente, donde los recortes son más cautelosos.

Por su parte, Corea del Sur protagonizó un giro político significativo con la asunción del presidente Lee Jae-myung, quien tomó posesión sin transición tras la destitución de Yoon Suk-yeol. En su primera acción diplomática, sostuvo una conversación con el presidente Trump para avanzar en las negociaciones arancelarias bilaterales. Ambos mandatarios acordaron promover un “resultado tangible” en las conversaciones que se realizarán a nivel técnico en las próximas semanas, lo que podría aliviar la presión sobre exportaciones tecnológicas y automotrices surcoreanas.

La semana cierra con una nueva ronda de negociaciones comerciales entre Estados Unidos y China, anunciada por Trump para el 9 de junio en Londres. Aunque el tono fue optimista —tras una llamada “muy positiva” con Xi Jinping—, los analistas coinciden en que los avances dependerán del margen político que cada país esté dispuesto a conceder, y de si prevalece el interés geoeconómico o el cálculo electoral. En todo caso, el hecho de que ambas potencias retomen el diálogo directo representa un alivio temporal para los mercados.

En paralelo, las reservas internacionales de China aumentaron ligeramente en mayo hasta 3,285 billones de dólares, lo que refleja cierta estabilidad financiera pese al complejo entorno global. Sin embargo, el desafío estructural para China sigue siendo doble: mantener la estabilidad macroeconómica sin ceder el control político, y al mismo tiempo sostener su estrategia industrial bajo presión internacional.

 

México y América Latina: resiliencia comercial bajo presión y fragilidad estructural en la inversión

En medio de una creciente reconfiguración del comercio global, México logró consolidarse como el principal socio comercial de Estados Unidos durante abril de 2025, justo en el mes de mayor agitación arancelaria en lo que va del siglo. Sin embargo, detrás de este liderazgo hay señales estructurales preocupantes. Según datos de la Oficina del Censo estadounidense, las exportaciones mexicanas hacia EE. UU. cayeron un 2,7% interanual, y su participación en las importaciones totales descendió del 15,9% al 15,1%, reflejando una pérdida de dinamismo relativa frente a competidores asiáticos como Vietnam y Taiwán, que aumentaron sus embarques en más de 40%.

A pesar de ello, México mantuvo un superávit comercial de US$ 14.023 millones, un incremento del 2,8% respecto a abril de 2024. Esta aparente fortaleza responde en parte al efecto anticipación generado por los aranceles, que distorsionó los flujos comerciales y benefició coyunturalmente a ciertos exportadores. En términos agregados, México lideró el comercio bilateral con EE. UU. durante los primeros cuatro meses de 2025, con una participación acumulada de 14,7%, superando a Canadá (13,1%) y muy por encima de China (8,7%).

Sin embargo, esta robustez externa contrasta con la debilidad de los fundamentos internos. La inversión fija bruta en México cayó un 4,9% interanual en el primer trimestre, marcando su peor inicio de año desde la crisis pandémica de 2020. El retroceso fue liderado por una contracción del 22,4% en la inversión pública, en un contexto de contención fiscal tras el déficit récord del 5,7% del PIB en 2024. Este ajuste presupuestal —acelerado por la necesidad de concluir las obras emblemáticas del gobierno saliente— ha limitado significativamente el gasto en infraestructura no residencial. La inversión privada también retrocedió 2,5%, afectada por la incertidumbre comercial regional, la transición política y la volatilidad financiera global.

En contraste, la confianza del consumidor en México repuntó a 46,7 puntos en mayo, su nivel más alto desde diciembre de 2024. Este indicador sugiere una percepción positiva por parte de los hogares, posiblemente alentada por la fortaleza del tipo de cambio, el crecimiento del empleo formal y la moderación de la inflación. No obstante, esta confianza aún no se traduce en un repunte de la inversión, y la brecha entre el consumo y la formación de capital sigue ampliándose.

En Chile, la inflación interanual subió a 4,4% en mayo, impulsada por el alza en los precios del transporte aéreo internacional (+7,8%), alimentos y servicios digitales. El acumulado del año muestra una variación de 2,4%, dentro de márgenes manejables, aunque con cierta presión sobre el poder adquisitivo. En el frente institucional, destacó la entrada en vigor del Acuerdo Marco Avanzado entre la UE y Chile, que moderniza la relación bilateral tras más de dos décadas del acuerdo original. El nuevo marco impulsa la cooperación en áreas como clima, energía verde y seguridad digital, y supone la eliminación de la mayoría de aranceles entre ambas partes.

En Brasil, el Banco Central alertó sobre el impacto sistémico que puede generar la guerra arancelaria global. Según su Informe de Estabilidad Financiera, los riesgos externos superan en relevancia a los internos, con mención especial a la posible desestabilización del flujo comercial y la exposición de Brasil al contagio por shocks de liquidez. A esto se suma la preocupación por el creciente apalancamiento de los hogares y las tensiones fiscales persistentes, pese a una leve mejora en la percepción de sostenibilidad de la deuda pública.

En el ámbito político, el presidente Lula da Silva relanzó la ofensiva diplomática para destrabar el acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur, interpelando directamente al presidente francés Emmanuel Macron para superar las reticencias agrícolas. Lula incluso se ofreció a dialogar con los agricultores franceses y propuso intercambios sectoriales para reducir las asimetrías regulatorias. Brasil asume desde esta semana la presidencia rotatoria del Mercosur y apuesta por cerrar el acuerdo en el segundo semestre del año, como plataforma para proyectar una mayor integración del bloque en la arquitectura comercial internacional.

 

Colombia: se agudiza el riesgo fiscal ante inminente activación de la cláusula de escape

La economía colombiana enfrenta una semana crítica, marcada por la expectativa en torno a la presentación del Marco Fiscal de Mediano Plazo (MFMP), prevista para el próximo viernes 13 de junio. La posibilidad de que el Gobierno active formalmente la cláusula de escape de la Regla Fiscal ha elevado el nivel de tensión en los mercados, ante el deterioro sostenido de las cuentas públicas y la percepción de un compromiso cada vez más laxo con la disciplina presupuestaria.

El diagnóstico es claro: el déficit fiscal acumulado al cierre de marzo llegó al 2% del PIB, el nivel más alto registrado para ese mes en la historia reciente, y las proyecciones apuntan a un déficit superior al 7% al cierre de 2025, lejos del objetivo inicial de 5%. El recaudo tributario neto, aunque ha mejorado frente a 2024, sigue por debajo de las metas planteadas en el Plan Financiero. Por otro lado, el gasto público ha continuado en ascenso, sin evidencia de esfuerzos concretos por contenerlo.

En este contexto, el Gobierno —según fuentes oficiales— ya habría iniciado el proceso formal para activar la cláusula de escape, una figura excepcional diseñada para eventos extraordinarios, cuya activación requiere concepto del CARF, análisis en el CONFIS, aprobación del Consejo de Ministros y formalización mediante documento CONPES. La reunión clave del CONFIS está prevista para el lunes 9 de junio, aunque el Gobierno no ha emitido documentos oficiales hasta la fecha.

El anuncio anticipado de esta posibilidad generó una inmediata reacción en los mercados: la rentabilidad de los TES repuntó y varios analistas, como ANIF y el propio CARF, advirtieron que no se cumplen las condiciones excepcionales requeridas para aplicar esta cláusula. Su uso —sin justificación técnica contundente— se percibiría como un retroceso institucional, debilitando la confianza inversionista, incrementando el costo de financiamiento y elevando el riesgo de una rebaja en la calificación crediticia soberana.

Desde Cartagena, durante la Convención Bancaria de Asobancaria, el ministro de Hacienda, Germán Ávila, confirmó que el Gobierno proyecta una estrategia de ajuste fiscal a diez años, que incluiría mayor endeudamiento, una nueva reforma tributaria y una renegociación gradual del marco fiscal. Ávila defendió esta hoja de ruta como un “pacto fiscal”, señalando que “cumplir con la regla fiscal como si fuera una religión podría paralizar la economía”. Subrayó que el 90% del gasto es inflexible —pensiones, transferencias y servicio de la deuda— y que cualquier recorte debe ser selectivo.

En línea con esta postura, la DIAN anunció nuevas medidas orientadas a fortalecer el recaudo, incluyendo un cambio en la retención en la fuente para ciertos sectores, que aportaría una caja anticipada cercana a los $7 billones. También se contempla, en el marco de la reforma tributaria en preparación, gravar operaciones en criptomonedas, apuestas en línea, comercio electrónico y proveedores de activos virtuales, sectores hasta ahora con escasa regulación fiscal. A abril, los ingresos tributarios acumulados ascendieron a $94,6 billones, un incremento del 9,7% frente al mismo periodo de 2024, aunque aún por debajo de las metas anuales.

En el plano monetario, el debate sobre la tasa de interés neutral se ha reactivado. El Banco de la República y estudios recientes de BBVA Research estiman que dicha tasa —aquella compatible con un crecimiento potencial sin presiones inflacionarias— ha venido escalando y podría alcanzar el 3% en 2026. Esto complica las decisiones de política monetaria, ya que una reducción abrupta de tasas podría agravar la fragilidad fiscal e incrementar la prima de riesgo. La tasa de política actual se encuentra por debajo de esa neutralidad estimada, lo que implica que, en el contexto actual, la política monetaria no es tan contractiva como aparenta.

El ministro Ávila reiteró su crítica a la cautela del Emisor y pidió acelerar la reducción de tasas, al tiempo que defendió la necesidad de “romper los fetiches económicos” en torno a la inflación, destacando la recuperación de los salarios reales y una leve mejora en empleo formal. Subrayó además que el costo del crédito para sectores populares —con tasas de usura cercanas al 80%— sigue siendo una barrera estructural al crecimiento incluyente.

Con el MFMP 2025 a la vuelta de la esquina, la economía colombiana se enfrenta a un punto de inflexión: o reencauza su compromiso con la estabilidad macroeconómica o profundiza una senda de deterioro que puede traducirse en pérdida de grado de inversión, encarecimiento de la deuda y menor crecimiento potencial. Junio será decisivo.

A nivel informativo, Ecopetrol defendió la legalidad de la compra de la planta Termomorichal, argumentando que se trató de una obligación contractual heredada. Además, anunció que ofrecerá hasta 132 gigas térmicas de gas natural por día al mercado local, una señal relevante para la seguridad energética del país en medio de la transición energética y la incertidumbre regulatoria.

En este contexto, los próximos movimientos del Congreso y la reacción de las calificadoras ante la posible suspensión de la regla fiscal marcarán el pulso del riesgo país en las semanas siguientes. La sostenibilidad financiera del gobierno central —más allá de las señales inmediatas del mercado— dependerá de su capacidad para restaurar credibilidad institucional frente a un entorno crecientemente adverso.

 

Renta variable: avances generalizados bajo alta sensibilidad geopolítica y corporativa

Los mercados accionarios globales cerraron la semana con resultados positivos y una marcada sensibilidad a los datos macroeconómicos y a los eventos geopolíticos. En Estados Unidos, el optimismo por la resiliencia del mercado laboral impulsó a los principales índices a nuevos máximos: el S&P 500 subió 1,5% y cerró en los 6.000 puntos, el Dow Jones avanzó 1,2% hasta los 42.763, y el Nasdaq ganó 2,2%, liderado por el sector tecnológico. Esta tendencia se consolidó con un alza mensual de más del 6% en mayo para el S&P 500, pese a que persiste un tono cauto por la intensificación de las tensiones comerciales con China.

Entre los movimientos más destacados se ubicó Tesla, cuyas acciones cayeron 14% el jueves tras un conflicto público entre Elon Musk y el presidente Trump, en un episodio que reactivó el debate sobre el riesgo sistémico que representa la intersección entre política y liderazgo empresarial. La acción logró recuperarse parcialmente el viernes, al calor de una lectura más optimista del mercado sobre el posible desenlace del conflicto. En el plano corporativo, Lululemon redujo su guía de beneficios, lo que generó una caída del 20%, mientras que Broadcom, pese a reportar ingresos récord, retrocedió 2,5%, reflejando expectativas elevadas ya descontadas en el precio.

En Europa, el tono también fue favorable. El Euro Stoxx 50 avanzó 0,4% y el IBEX 35 español cerró con un alza de 0,3%, impulsados por los sólidos datos de crecimiento del PIB de la eurozona y el anuncio de nuevos programas de inversión en defensa e infraestructura por parte de Alemania, que movilizarían hasta 500.000 millones de euros en los próximos años. Entre los anuncios relevantes destacó la salida a bolsa de la alemana Autodoc en Frankfurt, mediante una oferta secundaria sin emisión de nuevas acciones, lo que representa un nuevo impulso para el mercado primario europeo.

En Asia-Pacífico, los mercados mostraron una dinámica mixta. El Hang Seng retrocedió 0,5%, mientras el Topix japonés y el BSE Sensex indio subieron 0,5% y 0,9%, respectivamente. Aunque la llamada entre Trump y Xi fue calificada como “positiva”, no se tradujo en anuncios concretos que modificaran el sentimiento del mercado. En India, el recorte sorpresivo de 50 pb por parte del RBI reforzó el entusiasmo de los inversores, llevando al Sensex a niveles cercanos a máximos del trimestre.

En Colombia, el COLCAP cerró la semana en 1.651 puntos, con una variación semanal de +0,28%. El comportamiento estuvo marcado por la recompra de acciones de Enka (+9,2%), que fue la acción con mejor desempeño de la semana. Le siguió Ecopetrol (+3,93%), que recibió impulso tras la ratificación de su calificación BB+ por parte de S&P, aunque con perspectiva negativa debido al deterioro en el gobierno corporativo. También se destacó BVC, con una valorización de 3,47%.

No obstante, el mercado colombiano mostró alta volatilidad en la jornada del viernes, con una caída intradía del 0,14%, atribuible a la creciente preocupación por la posible activación de la cláusula de escape de la Regla Fiscal. Entre las acciones con mayores caídas se destacaron Banco Villas (-4,55%), Banco de Occidente (-2,27%) y Corficolombiana ordinaria (-2,19%), reflejando una mayor aversión al riesgo frente a emisores financieros sensibles al entorno fiscal y regulatorio.

En conjunto, los mercados globales se acercan a niveles récord, aunque la estabilidad es frágil. El deterioro en los indicadores adelantados, las tensiones comerciales no resueltas y la inminente revisión de políticas fiscales —tanto en Colombia como en Europa y EE. UU.— sugieren que la cautela seguirá marcando la pauta de corto plazo, especialmente en sectores sensibles a la regulación y al costo del capital.

 

Renta fija: la presión fiscal reconfigura las curvas y eleva los costos del financiamiento soberano

El mercado de deuda pública global experimentó esta semana una reconfiguración significativa, marcada por la sensibilidad a los datos macroeconómicos, las decisiones de política monetaria y, en el caso colombiano, por un deterioro notable en la percepción de riesgo fiscal. Las curvas soberanas reaccionaron con aumentos en los rendimientos en prácticamente todos los segmentos, aunque con dinámicas diferenciadas entre economías avanzadas y emergentes.

En Colombia, la curva de TES tasa fija registró desvalorizaciones generalizadas, impulsadas por la creciente probabilidad de que el Gobierno active la cláusula de escape de la Regla Fiscal. Esta posibilidad —anticipada en declaraciones oficiales— encendió las alarmas del mercado, que ya internaliza un escenario de déficit superior al 7% del PIB en 2025, lo que marcaría el mayor desequilibrio fiscal desde la pandemia. Los vencimientos más castigados fueron los de junio 2032 (+31,3 pbs), febrero 2033 (+28,2 pbs) y octubre 2050 (+30,1 pbs). En contraste, el TES noviembre 2025 se valorizó (-19,7 pbs), reflejando una fuerte preferencia por títulos de muy corto plazo, en un entorno de aversión creciente al riesgo soberano de largo plazo.

La curva de TES UVR también reflejó tensiones. Los aumentos fueron generalizados, liderados por el UVR abril 2035 (+32,1 pbs) y el UVR mayo 2055 (+30,6 pbs), una señal clara de que las expectativas inflacionarias de largo plazo están repuntando ante la pérdida de credibilidad fiscal. A lo largo de la curva, los rendimientos aumentaron entre 3,3 y 9,6 pbs, salvo en el TES UVR 2049, que corrigió levemente (-3,0 pbs).

La curva nominal también mostró una leve empinación. El spread 2s10s subió 2,3 pbs, reflejando que la presión de tasas se concentra en los vencimientos medios y largos. El mercado local se ve además presionado por factores adicionales como la revisión a la baja del crecimiento por parte de la OCDE, la falta de claridad sobre los costos fiscales de la reforma pensional y la expectativa de nuevos ajustes impositivos en la reforma tributaria que el Gobierno prepara.

En Estados Unidos, los Treasuries cerraron la semana con pérdidas, lideradas por los tramos cortos y medios. El informe laboral de mayo —con creación de 139.000 empleos y tasa de desempleo estable— superó las expectativas y llevó al mercado a moderar el escenario de recortes por parte de la Reserva Federal. La curva se aplanó, con el spread 5s30s rompiendo por debajo de su media móvil de 50 días. El rendimiento del bono a 2 años subió 13,9 pbs, el de 10 años +10,5 pbs, y el de 30 años +3,7 pbs, con el T-note a 10 años alcanzando el 4,51%, su nivel más alto desde mayo.

En Europa, el movimiento fue opuesto. Los rendimientos de los bonos soberanos descendieron levemente tras los mensajes del BCE, que si bien adoptó un tono más prudente tras su recorte de 25 pbs, dejó abierta la posibilidad de un último ajuste adicional en diciembre. El Bund alemán a 10 años bajó 1 pb hasta 2,57%, mientras que los gilt británicos replicaron el movimiento de los Treasuries, con el bono a 10 años subiendo 3 pbs hasta 4,65%.

En resumen, el entorno global de renta fija está siendo redibujado por una nueva narrativa de política fiscal: en Estados Unidos, los datos sólidos postergan los recortes; en Europa, el alivio monetario continúa con cautela; y en Colombia, el mercado ya castiga la incertidumbre institucional. Las decisiones que se tomen en las próximas dos semanas, especialmente con la presentación del MFMP y la eventual activación formal de la cláusula de escape, definirán el rumbo de los rendimientos soberanos y la capacidad del país para financiarse sin comprometer su estabilidad macroeconómica.

 

Divisas: volatilidad cruzada entre resiliencia económica y tensiones fiscales

El mercado cambiario global cerró la semana con movimientos mixtos, reflejo de la tensión estructural entre datos macroeconómicos resilientes y una creciente incertidumbre política y fiscal. El índice dólar (DXY) retrocedió 0,1% semanal, a pesar de un sólido informe de empleo en EE. UU. que registró 139.000 nuevos puestos y una tasa de desempleo estable, lo que reforzó la percepción de solidez en el mercado laboral estadounidense. Si bien este resultado pospuso las expectativas de recortes de tasas por parte de la Reserva Federal, el dólar no logró sostenerse sobre el umbral clave de 99 unidades, presionado por el ruido comercial, los riesgos de recesión y la ambigüedad de la política económica del presidente Trump.

En este contexto, el euro logró fortalecerse 0,4% semanal, alcanzando un máximo de seis semanas en 1,1495, impulsado por el recorte de tasas del BCE y un tono más agresivo de lo esperado. Sin embargo, retrocedió tras la publicación del dato laboral estadounidense, cerrando en 1,1395, lo que moderó sus ganancias. La atención del mercado se centró también en los anuncios preelectorales del Gobierno alemán sobre nuevas inversiones en defensa e infraestructura, que si bien impulsan el euro a corto plazo, generan inquietudes fiscales en el mediano plazo.

Por su parte, el yen japonés se depreció 0,6%, presionado por la falta de definición en la política del Banco de Japón frente a un contexto de debilidad económica creciente, y por la presión diplomática tras nuevas fricciones con EE. UU. La debilidad del yen reaviva el debate sobre la sostenibilidad del diferencial de tasas entre Asia y Occidente, y genera especulación sobre posibles intervenciones verbales o regulatorias en Tokio.

Entre las monedas emergentes, el desempeño fue más favorable, aunque condicionado por una elevada volatilidad intradía. El real brasileño lideró las ganancias con un avance de 2,8%, impulsado por el fuerte crecimiento del PIB en el primer trimestre, especialmente en el sector agrícola. El peso mexicano subió 1,7%, desafiando la incertidumbre institucional generada por la reconfiguración de la Corte Suprema, mientras el peso chileno se fortaleció 1,1%, respaldado por una inflación mayor a la esperada, que elevó las expectativas de ajuste monetario.

En Colombia, el peso presentó un comportamiento errático, condicionado por los rumores de una posible suspensión de la Regla Fiscal. En las primeras horas del viernes, la divisa llegó a depreciarse hasta 1,3%, alcanzando un máximo semanal en medio de la tensión local, pero luego revirtió casi por completo las pérdidas, cerrando en COP $4.116, prácticamente sin variación frente al día anterior. A nivel semanal, el peso colombiano acumuló una ganancia moderada del 1,0%, aunque con señales de fragilidad estructural que podrían intensificarse si se confirma la activación de la cláusula de escape y se deteriora la percepción de sostenibilidad macroeconómica.

En conjunto, el mercado de divisas continúa operando bajo la lógica de “risk rotation”, donde el dólar alterna episodios de refugio con momentos de debilidad técnica, mientras las monedas emergentes capturan flujos tácticos sin lograr consolidar tendencias estructurales. La política monetaria de la Fed, los desarrollos fiscales en América Latina y las decisiones comerciales de EE. UU. seguirán marcando el pulso de los cruces cambiarios en las próximas semanas.

 

Commodities: repuntes defensivos entre señales de sobreoferta y fragilidad industrial

Los mercados de materias primas cerraron la semana con una marcada volatilidad, reflejando tensiones estructurales en la oferta, reacomodos geopolíticos y movimientos especulativos ante un entorno global de creciente incertidumbre. El precio del petróleo registró un fuerte rebote al cierre del viernes —6,5 % en el WTI (USD 64,77) y 4,3 % en el Brent (USD 66,63)— impulsado inicialmente por una percepción de recuperación de la demanda, especialmente desde sectores intensivos en energía. Sin embargo, este optimismo se vio matizado por la confirmación de que la OPEP+ ha incrementado su producción en más de 1,3 millones de barriles diarios desde abril, lo que eleva el riesgo de una sobreoferta estructural que podría presionar los precios a la baja en julio, en ausencia de nuevos recortes coordinados.

Pese a la fragilidad del balance entre oferta y demanda, los precios se han mantenido estables en torno a los USD 65 por barril durante los últimos dos meses, sostenidos por factores exógenos como las interrupciones logísticas derivadas de incendios forestales en Canadá, la continuidad de conflictos bélicos, y una relativa distensión comercial entre Estados Unidos y China, tras la llamada directa entre Donald Trump y Xi Jinping. Un componente adicional que aportó soporte fue la reducción sostenida en el número de plataformas petroleras activas en EE. UU., que acumulan ya seis semanas consecutivas de descenso, abriendo la puerta a una moderación en la producción estadounidense a corto plazo.

En el segmento de metales preciosos, el oro se valorizó un 0,6 % hasta alcanzar los USD 3.310 por onza, respaldado por datos macroeconómicos débiles en Estados Unidos y un renovado apetito por activos refugio, en medio de la fragilidad institucional en economías emergentes y el aumento de riesgos regulatorios en países de alto endeudamiento. El comportamiento de la plata fue aún más destacado: subió 9,1 % hasta los USD 36 por onza, en respuesta a un repunte de la demanda industrial —particularmente en sectores vinculados a la energía limpia y la electrónica—, en un contexto de déficit estructural de suministro que ha comenzado a impactar inventarios físicos.

Por su parte, el cobre se apreció un 3,2 %, cerrando la semana en USD 482,9 por libra, a pesar de la presión bajista derivada de los nuevos aranceles estadounidenses sobre metales industriales, una medida que introduce un sesgo negativo sobre la demanda global. La resiliencia del cobre obedece a su carácter estratégico para la transición energética y al hecho de que, en el corto plazo, la demanda desde Asia y Europa se mantiene activa, a pesar de los ajustes cíclicos en manufactura.

En conjunto, el comportamiento de los commodities esta semana refleja una dinámica de recomposición táctica de portafolios, donde la búsqueda de cobertura y los movimientos defensivos predominan frente a la falta de claridad sobre la trayectoria del crecimiento global. La oferta ampliada por parte de la OPEP+, las decisiones fiscales de grandes economías emergentes y la evolución del conflicto arancelario impulsado por Trump seguirán marcando el ritmo de los precios en las próximas semanas.

 

Trump vs. Musk: cuando el poder deja de ser neutral

En el corazón del sistema capitalista moderno se ha sostenido —al menos en teoría— un principio básico: el mercado y el Estado operan como esferas complementarias pero separadas. El uno crea valor, el otro impone reglas. Pero cuando Elon Musk y Donald Trump entran en confrontación abierta, esa separación se rompe, y con ella se desvanece la ilusión de neutralidad institucional.

Esta no es una disputa entre dos hombres poderosos. Es el síntoma de un fenómeno más profundo: la erosión de los mecanismos tradicionales de control del poder en un sistema que ya no distingue claramente entre capital, tecnología, política y narrativa pública.

Trump no actúa solo como presidente. Lo hace como un actor que busca recuperar el monopolio del poder desde el Estado, y en su visión no caben centros de influencia paralelos, mucho menos empresarios con autonomía geopolítica. En este modelo, la política no admite contrapoderes, y la disciplina fiscal, la política exterior o la adjudicación de contratos se convierten en armas para premiar lealtades o castigar disidencias.

Musk, en cambio, no representa al empresario tradicional. Encabeza un nuevo tipo de actor sistémico: una corporación-persona que opera con alcance interestatal, autonomía narrativa y músculo geopolítico. Tesla no solo vende autos: condiciona cadenas de valor globales. SpaceX no solo lanza satélites: sostiene la infraestructura de defensa de aliados de EE. UU. en zonas de conflicto. X no solo reemplazó a Twitter: se convirtió en una arena política donde se define, moldea o anula la opinión pública.

El choque entre ambos no es anecdótico. Es estructural. Revela que el sistema de gobernanza estadounidense —basado en pesos, contrapesos y reglas impersonales— está cediendo ante una lógica de poder personalista, donde tanto el político como el empresario creen que no deben responder ante nadie más que su propia visión del orden.

Y para los mercados, eso es profundamente desestabilizador. No por el efecto inmediato en el precio de Tesla o los contratos de SpaceX, sino porque marca una tendencia: la política deja de ser predecible, y el capital deja de estar protegido por instituciones neutrales. Cuando la competencia entre proyectos de nación se convierte en un juego de amenazas, sanciones y vendettas, los inversionistas ya no analizan fundamentos. Analizan impulsos.

Este conflicto no solo reconfigura la relación entre empresa y Estado. También revela los límites del modelo norteamericano como referente global de gobernabilidad económica. Si el país que exportó la idea de reglas claras ahora permite que las decisiones públicas se tomen en función de enemistades personales, ¿qué mensaje se transmite a otras democracias con menor madurez institucional?

Lo que estamos presenciando no es una pelea entre un presidente y un empresario. Es un reflejo de que el poder contemporáneo —político, económico, tecnológico y simbólico— se ha vuelto demasiado concentrado, demasiado personalizado y demasiado impredecible. En ese entorno, el riesgo sistémico ya no es una disrupción externa: es el propio sistema, cuando olvida cómo contener a sus propios actores.

 

Nota del Autor

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Enrique Ariza

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