Resumen Económico de la Semana del 01 al 05 de Diciembre de 2025

Resumen Ejecutivo

La economía global cierra 2025 en una desaceleración ordenada, aunque con señales crecientes de fragilidad para 2026. En Estados Unidos, el enfriamiento laboral y un PCE estable refuerzan la expectativa de un recorte de 25 pb por parte de la Fed en diciembre, mientras el mercado comienza a desplazar el debate hacia marzo del próximo año.

En Europa, el crecimiento sigue siendo moderado, con una Eurozona creciendo 1,4% y Alemania atrapada en bajo dinamismo. El BCE mantendrá tasas estables durante 2025, mientras el Reino Unido enfrenta los costos acumulados del Brexit, que ya ascienden a 6–8% del PIB.

En Asia, China prolonga la contracción manufacturera y lidia con una crisis inmobiliaria no resuelta, lo que hace improbable un crecimiento real cercano al objetivo oficial. Japón se acerca a su primera subida de tasas en más de tres décadas, y la India consolida el mejor desempeño de la región.

En América Latina, México enfrenta riesgos por la posible expiración del T-MEC en 2026 y un deterioro fiscal creciente, mientras Brasil confirma un crecimiento casi nulo en el tercer trimestre. En Colombia, la inflación bajó a 5,30%, pero la economía enfrenta desafíos estructurales severos: inversión mínima del siglo (17% del PIB), informalidad por encima del 55% y una trayectoria fiscal que podría llevar la deuda hacia el 60% del PIB en 2027. La negociación del salario mínimo será decisiva para la senda inflacionaria y la postura del Banco de la República.

Los mercados mantuvieron un tono positivo: la expectativa de flexibilización monetaria impulsó la renta variable global; la duración larga en renta fija volvió a mostrar valor en EE. UU. y Colombia; el dólar retrocedió frente a las principales monedas; y los metales industriales y preciosos alcanzaron nuevos máximos impulsados por un dólar débil y ajustes de oferta.

 

Estados Unidos

(Análisis elaborado con información y estimaciones de Oxford Economics)

Durante la semana del 1 al 5 de diciembre, los datos confirmaron que la economía estadounidense entra al cierre de año con un mercado laboral más frágil, un consumo todavía resistente pero cada vez más bifurcado y una Reserva Federal dividida a las puertas de su reunión de diciembre. Los recortes de empleo anunciados por Challenger repuntaron en noviembre un 23,5% anual hasta algo más de 71.000 despidos, todavía por encima de la media reciente y en niveles históricamente elevados para un mes de noviembre, pese a moderarse frente al pico de octubre. Telecomunicaciones y tecnología concentraron cerca de dos quintas partes de los ajustes, con la reestructuración corporativa y las condiciones de mercado como principales detonantes. Al mismo tiempo, el número de nuevas contrataciones acumuladas en el año se sitúa en el nivel más bajo desde 2010, reforzando la idea de un mercado laboral que se enfría más por menor creación de empleo que por un aumento brusco de los despidos. El contraste lo ponen las solicitudes iniciales de subsidio de desempleo, que cayeron a unos 191.000 casos, el nivel más bajo desde 2022, lo que sugiere que, aunque se contrata menos, quienes pierden su empleo siguen encontrando opciones, al menos por ahora.

En ese contexto, la Fed se acerca a una de sus reuniones más controvertidas de los últimos años. La combinación de menor dinamismo en las nóminas privadas, especialmente en las empresas pequeñas, y una inflación que persiste por encima del objetivo alimenta un debate interno intenso sobre la conveniencia de seguir recortando tasas. El índice de precios del gasto en consumo personal (PCE) se mantuvo firme en septiembre, con un avance cercano al 0,3% mensual y una tasa interanual en torno al 2,8% tanto en la medida general como en la subyacente. Los aranceles han aportado presión adicional sobre los bienes, mientras que la desinflación en alquileres y servicios avanza de forma gradual. El mercado descuenta prácticamente como un hecho un recorte de 25 puntos básicos en diciembre, pero los propios miembros del FOMC se mueven en una auténtica “niebla de datos” por el cierre de gobierno, que retrasó las estadísticas oficiales de empleo, y por la dificultad de calibrar hasta qué punto la economía se está desacelerando sin caer en recesión. La lógica de “minimizar arrepentimientos” inclina al comité a recortar una vez más, para amortiguar el deterioro del mercado laboral, y luego adoptar una postura más paciente en 2026.

La información de actividad y crédito refuerza este cuadro de enfriamiento controlado. El crédito al consumidor apenas avanzó en octubre, con un aumento modesto en las líneas rotativas y un crecimiento muy moderado en crédito no rotativo, apoyado en préstamos estudiantiles y de vehículos. En términos interanuales, el saldo de crédito rotativo sigue cayendo, algo difícil de conciliar con un gasto real del consumidor que aún crece cerca del 2,7% anualizado. La clave está en la distribución: el consumo lo sostienen los hogares de mayores ingresos, que utilizan menos las tarjetas de crédito, mientras que los hogares de menores recursos se acercan a sus límites de endeudamiento y enfrentan tasas en torno al 21%, muy superiores al promedio previo al ciclo de alzas de la Fed. Paralelamente, los datos de ingreso y gasto personal confirman que el tercer trimestre fue sólido, pero terminó con una nota más suave: el gasto real se aplanó en septiembre y el ingreso disponible real crece a un ritmo menor que en 2024. Parte del impulso actual proviene del efecto riqueza por revalorización de activos financieros y vivienda, nuevamente concentrado en los hogares más ricos.

El ánimo del consumidor refleja bien esa tensión. El índice de sentimiento de la Universidad de Michigan repuntó ligeramente en diciembre hasta la zona baja de los 50 puntos, aún en territorio deprimido, pero con una mejora clara en las expectativas sobre la economía futura frente a la valoración de la situación actual. La caída de las expectativas de inflación, tanto a un año como a largo plazo, al nivel más bajo desde comienzos de 2025 es una señal relevante: sugiere que, pese al ruido de los aranceles y a la persistencia de la inflación PCE alrededor del 2,8%, los hogares empiezan a percibir que las presiones de precios podrían moderarse en 2026. Sin embargo, la percepción sobre las condiciones de compra de bienes duraderos sigue siendo muy negativa, lo que encaja con un consumo más selectivo, apoyado en promociones y esquemas de “compre ahora, pague después” en los tramos de menores ingresos.

En los mercados, la narrativa es la de una economía que modera el ritmo, pero que aún ofrece soporte a la renta variable, con una rotación interna significativa. Los primeros datos de la temporada navideña apuntan a un inicio sólido de las ventas, al tiempo que las utilidades de las grandes corporaciones se mantienen robustas, frente a pequeñas empresas que recortan personal y muestran debilidad en ingresos. Este entorno de crecimiento por encima de la tendencia, aunque menos exuberante, y de inflación todavía alta pero encaminada a ceder, ha favorecido una rotación reciente hacia sectores defensivos. No obstante, distintos análisis de estrategia sectorial ponen el foco en oportunidades más bien contrarias: un sector financiero que ha perdido favor entre los inversionistas pese a beneficiarse de la desregulación, la inversión en inteligencia artificial y la perspectiva de un repunte gradual en el crecimiento del crédito; sectores cíclicos como consumo discrecional y materiales que siguen contando con soporte de un PIB positivo; e industriales donde el consenso excesivamente optimista los deja expuestos a sorpresas negativas. Sobre este telón de fondo, la posible megaoperación entre Netflix y Warner Bros. Discovery, valorada en más de 80.000 millones de dólares y ya bajo fuerte escrutinio regulatorio y político, refuerza la idea de un mercado corporativo que continúa reconfigurando la cadena de valor del entretenimiento, con implicaciones de competencia, concentración y modelo de negocio que irán más allá del propio sector de medios.

 

Europa

En la Eurozona, la última lectura del PIB confirmó un tono algo más constructivo. El crecimiento trimestral se revisó al alza hasta 0,3% (desde 0,2%) y la variación interanual se mantuvo en 1,4%, con un aporte equilibrado de la formación bruta de capital fijo, el consumo privado, el gasto público y las variaciones de inventarios, mientras que el sector externo restó crecimiento. El empleo avanzó 0,2% trimestral y 0,6% interanual entre julio y septiembre, lo que consolida un mercado laboral todavía resiliente. En este contexto, una inflación general en torno a 2,2% y una subyacente algo por encima del 2% refuerzan la idea del BCE de que la política monetaria está “en un buen punto”: el escenario base sigue siendo de tasas estables durante 2025, con el mercado solo asignando una probabilidad marginal a recortes en 2026, mientras el euro se ha fortalecido hacia el entorno de 1,17 dólares.

En España, la actividad industrial mostró algo más de tracción. La producción industrial repuntó 0,7% mensual en octubre (frente a 0,3% en septiembre) y creció 1,2% interanual, con avances generalizados salvo en bienes de equipo (-1,0% interanual). Destacaron el dinamismo del sector energético (3,6%) y de los bienes de consumo duradero (1,3%), lo que sugiere que, pese al ruido arancelario global, la demanda interna sigue sosteniendo el ciclo manufacturero. Más preocupante es el comportamiento de la vivienda: el índice de precios del INE marcó un incremento de 12,8% interanual en el tercer trimestre (0,6% trimestral), muy por encima de estimaciones previas cercanas al 8%. La combinación de escasez de oferta, rebaja de tipos y encarecimiento de los arriendos está alimentando una dinámica de precios difícil de reconciliar con salarios que crecen a un ritmo mucho más moderado.

En Alemania, los pedidos de fábrica moderaron su caída al -0,7% interanual en octubre (frente a -3,4% revisado), con un avance mensual de 1,5% impulsado por la demanda interna de bienes de capital. Aun así, con un PIB creciendo apenas 0,3% interanual, la economía alemana sigue atrapada en un patrón de bajo crecimiento y elevada incertidumbre estructural. La votación de la reforma de pensiones, que pretende asegurar una pensión mínima del 48% del salario medio, ha puesto en tensión a la coalición gobernante: la resistencia de los miembros más jóvenes de la CDU refleja el temor a trasladar una carga fiscal excesiva a las generaciones futuras. Paralelamente, los presupuestos de 2026 contemplan un endeudamiento cercano a 180.000 millones de euros, más del triple que en 2024, para financiar un programa de inversión de alrededor de 126.700 millones, especialmente en defensa e infraestructuras. Alemania intenta así compensar un entorno externo más adverso con un impulso fiscal significativo, en un momento en que la industria sigue ajustándose al shock energético y al cambio en la matriz exportadora.

Para el conjunto de la Eurozona, el BCE llega a la última reunión del año con un mensaje continuista: los datos de actividad –con el PMI compuesto en máximos de 30 meses– y un desempleo estable alrededor de 6,4% respaldan la narrativa de crecimiento modesto pero positivo. Sin embargo, las sorpresas al alza en la inflación de servicios, que ronda el 3,5%, mantienen vivo el sesgo restrictivo dentro del Consejo, y elevan el umbral para considerar nuevos recortes de tasas en el corto plazo. Al mismo tiempo, la autoridad monetaria no pierde de vista los riesgos a la baja sobre el crecimiento: pérdida de cuota de mercado de las exportaciones europeas, posible retraso del nuevo esquema de comercio de emisiones (ETS II) y dudas sobre el verdadero impacto de los programas fiscales nacionales una vez se diluya el impulso inicial.

En el Reino Unido, los mercados financieros han reaccionado más a la Reserva Federal que al propio ciclo doméstico. La libra esterlina encadenó un movimiento de apreciación y marcó máximos de seis semanas, apoyada en la expectativa de recortes de la Fed, mientras que el rendimiento del Gilt a 10 años se estabilizó en torno a 4,45%. El Banco de Inglaterra llega a la reunión del 18 de diciembre con un Comité dividido entre quienes quieren asegurar de forma creíble el retorno de la inflación a la meta y quienes empiezan a preocuparse por el enfriamiento de la demanda interna. El mercado descuenta que, hacia mediados de 2026, el tipo rector podría acercarse a 3,5%, pero la trayectoria será muy dependiente de cómo se resuelva el dilema entre desinflación y crecimiento en un contexto post-Brexit.

A casi una década del referendo, el balance económico del Brexit es claramente negativo. Un reciente documento de trabajo del NBER estima que, para 2025, el PIB británico es entre 6% y 8% menor de lo que habría sido sin la salida de la UE, con una caída acumulada de la inversión de entre 12% y 18%, y retrocesos de 3% a 4% tanto en empleo como en productividad, una vez se compara al Reino Unido con un grupo amplio de economías avanzadas.

BREXIT

El ajuste no ha sido un “shock puntual”, sino un proceso prolongado de casi diez años marcado por elevada incertidumbre, desvío de recursos gerenciales a la gestión regulatoria y arancelaria, menor innovación y desalineamientos en las cadenas de suministro. La consecuencia fiscal también es relevante: distintos estudios apuntan a una pérdida anual de recaudación en el entorno del 8% del PIB por la combinación de menor productividad y empleo, lo que ha obligado a elevar la presión tributaria hasta máximos históricos para sostener unos servicios públicos que, aun así, siguen bajo fuerte tensión.

En paralelo, la promesa política de “recuperar el control” tampoco se ha materializado plenamente. La inmigración neta se ha mantenido elevada, los acuerdos comerciales fuera de Europa no han compensado el acceso preferencial al mercado único y, en la práctica, el Reino Unido ha tenido que reproducir buena parte de la regulación europea para preservar su acceso al continente. Desde 2020, el PIB de la Eurozona ha crecido más que el británico y la inflación acumulada ha sido mayor en el Reino Unido, reflejando una combinación de shock cambiario, mayores costes de importación y menor capacidad de absorción por parte de su tejido productivo. Todo ello explica que una mayoría de la población británica hoy apoye una relación más estrecha con la UE, mientras el gobierno laborista explora una estrategia gradual de “reacercamiento silencioso”: alinearse en sectores clave (energía, educación, cooperación regulatoria) y reducir fricciones comerciales sin pronunciar la palabra políticamente explosiva de “reingreso”. El resultado es un modelo híbrido, en el que el Reino Unido asume parte de las obligaciones económicas de la integración europea, pero ya sin los beneficios plenos del mercado común ni de la unión aduanera.

 

Asia

En China, los mercados miran a Pekín en busca de señales claras de política de cara a las próximas reuniones de alto nivel, con la expectativa de que el Gobierno mantenga un objetivo oficial de crecimiento anual “cerca de 5%”, dejando margen para nuevos estímulos si la desaceleración se acentúa. Sin embargo, los datos recientes vuelven a subrayar la fragilidad del ciclo. El índice de gestores de compras manufacturero se ubicó en noviembre en 49,2 puntos, levemente por encima del registro previo pero todavía por debajo del umbral de 50 que separa expansión de contracción, encadenando varios meses consecutivos de debilidad en la actividad fabril. Esta lectura confirma un sector industrial que no termina de reaccionar, con una demanda interna fría y un entorno externo más exigente. La situación se ve agravada por el deterioro del mercado inmobiliario, donde la decisión de Beijing de dejar de publicar estadísticas oficiales de ventas de vivienda alimenta la percepción de una crisis más profunda y de una menor disposición a mantener la transparencia macroeconómica. El desplome del sector de la construcción pesa sobre la inversión, erosiona la riqueza de los hogares y limita la capacidad del Gobierno para anclar expectativas sin recurrir a estímulos cada vez más selectivos. Todo esto ocurre mientras China intenta sostener el relato de un crecimiento cercano al 5% en un año marcado por el aumento de los riesgos de deflación, el ajuste del crédito y la reconfiguración de las cadenas globales.

En este contexto, cobra relevancia la visita de Estado del presidente francés Emmanuel Macron a Beijing, que actúa, de facto, como vocero de una Europa que busca reequilibrar su relación económica con China y al mismo tiempo sondear el margen de maniobra diplomático de Xi Jinping frente a la guerra en Ucrania. El viaje se inserta en un intento más amplio de la Unión Europea por reducir tensiones comerciales, corregir desequilibrios en sectores donde los subsidios chinos han generado sobrecapacidad y, al mismo tiempo, diversificar mercados para amortiguar el impacto del arancel de 15% impuesto por Estados Unidos a determinados productos. Para China, el mensaje es ambivalente: por un lado, mantiene la narrativa de apertura y cooperación; por otro, refuerza un modelo de política industrial que incomoda a sus socios y alimenta el debate sobre desriesgo y relocalización industrial en Europa.

En Japón, el foco está en el posible giro de la política monetaria tras décadas de tipos ultra bajos. Los indicadores adelantados de octubre mejoraron hasta niveles no vistos desde mediados de 2024, con el índice adelantado en torno a 110,0 y el coincidente cerca de 115,4, lo que sugiere un entorno de actividad más firme. Sin embargo, esta mejora convive con un consumo todavía frágil: el gasto de los hogares cayó alrededor de 3,0% interanual en octubre, reflejando el golpe acumulado de la inflación previa sobre el poder adquisitivo y el ajuste gradual de las familias a un entorno financiero menos complaciente. En los mercados, el incremento del rendimiento del bono a 10 años hasta la zona de 1,9%, máximos desde 2007, refleja la expectativa de que el Banco de Japón deje atrás el régimen de tipos casi cero y se atreva a llevar la tasa de referencia desde 0,5% hacia algo cercano a 0,75% en la reunión del 18 y 19 de diciembre. El tono de las autoridades refuerza ese escenario: tanto el ministro de Revitalización Económica como la ministra de Finanzas han insistido en que los detalles de la política corresponden al banco central, sin expresar oposición a un ajuste gradual. La señal es clara para los inversores globales: Japón se aproxima, por primera vez en años, a una normalización más visible de su curva de rendimientos, con implicaciones para los flujos hacia renta fija internacional y para la volatilidad del yen.

En India, el mensaje es casi el inverso: una economía que acelera el crecimiento y un banco central que se permite aflojar marginalmente las condiciones financieras. El PIB avanzó 8,2% interanual en el tercer trimestre, por encima del 7,8% del trimestre previo, impulsado por un consumo privado dinámico y por un sector externo que, pese a la presión de los aranceles estadounidenses, sigue mostrando una resiliencia superior a la de otros emergentes. En este contexto, el Banco de la Reserva de la India (RBI) recortó la tasa de referencia en 25 puntos básicos, hasta 5,25%, en un entorno de inflación históricamente baja, incluso por debajo del límite inferior de su banda objetivo de 2% a 6%. El RBI acompañó la decisión con una inyección de liquidez del orden de 1,45 billones de rupias mediante compras de bonos y operaciones de swap de divisas, y revisó su previsión de inflación media a 2%, al tiempo que elevó el pronóstico de crecimiento hasta 7,3%. Se trata de una combinación poco común entre las grandes economías: un banco central que recorta tipos desde una posición de fortaleza, con un crecimiento robusto, inflación controlada y un margen de política que contrasta con el de otras regiones donde el ciclo de relajación parte de una desaceleración mucho más marcada. En paralelo, el mercado sigue de cerca la dimensión geopolítica, con la atención puesta en el encuentro entre Narendra Modi y Vladimir Putin, que refuerza el papel de India como pivote entre Occidente y Eurasia en la nueva arquitectura energética y comercial.

 

México y Brasil

En México, el debate económico de la semana estuvo dominado por tres frentes: la revisión del T-MEC, la expansión de la economía informal y el deterioro de la posición fiscal. Desde la Secretaría de Economía, el mensaje fue optimista: cerca del 90% de las ponencias en Estados Unidos respaldan mantener y extender el acuerdo comercial, señal de que la estrategia mexicana de defensa técnica del tratado está funcionando. Sin embargo, la política estadounidense introduce un grado de incertidumbre no menor. Las recientes declaraciones del presidente Donald Trump –quien insinuó dejar expirar el T-MEC para negociar acuerdos bilaterales– tensionan un marco que ha sido el principal ancla comercial del país por tres décadas. Para México, cuyo 83% de exportaciones tienen como destino Estados Unidos, la eventual salida del esquema trinacional implicaría renegociar en condiciones menos favorables, reconfigurar cadenas de valor e introducir riesgos a la estabilidad cambiaria y fiscal. Aunque la presidenta Claudia Sheinbaum y las asociaciones empresariales norteamericanas insisten en preservar el acuerdo, el costo político de una renegociación en año electoral estadounidense eleva la prima de riesgo sobre el comercio regional.

Mientras tanto, la economía mexicana continúa mostrando un fenómeno dual: resiliencia macro agregada, pero fragmentación estructural. La economía informal alcanzó un Valor Agregado Bruto de 6,1 billones de pesos en el segundo trimestre, un avance de 1,9% anual, con clara desaceleración pero aún en niveles que equiparan a un tercio de la economía formal. El mapa territorial confirma una estructura concentrada: Estado de MéxicoCiudad de México y Jalisco aportaron más de 1,7 billones de pesos, reflejando la profunda dependencia de actividades no reguladas como mecanismo de empleo e ingreso. La informalidad laboral también repuntó: 600.000 personas se sumaron este año a trabajos sin regulación, llevando la tasa nacional a 55,4%, una dinámica que erosiona la productividad, limita la recaudación y dificulta la expansión sostenible del sistema de protección social.

A este cuadro se suma un deterioro fiscal notable. Con corte a octubre, la deuda pública ascendió a 18,3 billones de pesos, y Hacienda proyecta que alcanzará 19 billones al cierre del año, 600.000 millones más de lo previsto inicialmente. Esto llevaría el saldo a 53,8% del PIB, frente al 52,6% estimado hace unos meses. La advertencia de los analistas es clara: si la dinámica actual persiste, la deuda bruta podría superar el 60% del PIB para 2027, un rango elevado para un país sin calificación de grado “A”. El Banco Mundial subraya que México, Brasil y Argentina concentraron el 65% de los pagos globales de intereses en 2024 entre economías emergentes, evidencia de que el acceso ampliado al crédito externo ha venido acompañado de mayores vulnerabilidades financieras. Este aumento de la carga de intereses, sumado a la estrechez recaudatoria, reduce el margen para sostener programas sociales y de infraestructura sin recurrir a más endeudamiento.

En el frente político-comercial, la relación con Estados Unidos entra en un periodo de máxima sensibilidad. La intención del gobierno estadounidense de evaluar la continuidad del T-MEC abre dos escenarios: un proceso de revisión ordenado que mantenga la arquitectura actual o una renegociación fragmentada en acuerdos bilaterales que alterarían profundamente la integración productiva regional. Aunque Sheinbaum ha restado importancia a los comentarios de Trump, y se prepara para dialogar con él en Washington en el marco del sorteo del Mundial 2026, la realidad es que el futuro del acuerdo se definirá en un ambiente altamente politizado y con intereses divergentes dentro del propio Partido Republicano.

En Brasil, el panorama económico confirma una desaceleración progresiva pero todavía con fundamentos mixtos. El PIB avanzó apenas 0,1% trimestral en el tercer trimestre, la expansión más débil en dos años, y creció 1,8% interanual, frente al 2,4% del trimestre previo. La señal es clara: el impulso del primer semestre se agotó, y la política monetaria restrictiva del Banco Central de Brasil –con una tasa Selic en 15%, el nivel más alto desde 2006– está filtrándose con fuerza hacia la inversión y el consumo de los hogares. Aun así, la composición del crecimiento muestra algunas luces: la industria repuntó 0,8%, el agro avanzó 0,4% y los servicios crecieron marginalmente. Las exportaciones exhibieron un alza de 3,3%, desafiando el impacto de los aranceles estadounidenses y la desaceleración global, mientras las importaciones retrocedieron 0,3%, contribuyendo al superávit comercial de 5.840 millones de dólares en noviembre.

Los datos sectoriales confirman un cuadro heterogéneo. La industria extractiva y la construcción lideraron las ganancias, apoyadas por precios internacionales favorables y ejecución pública de infraestructura. En servicios, segmentos como transporte, almacenamiento e información mostraron avances significativos, en contraste con un consumo privado que pierde fuerza ante los altos costos crediticios. El IBGE destaca que, pese a que varios sectores alcanzan niveles históricos de actividad, la industria de transformación aún opera por debajo de sus máximos de 2013, un recordatorio de los límites estructurales de la economía brasileña en productividad, integración logística y complejidad exportadora.

El resultado macro más relevante es que la desaceleración aumenta la probabilidad de que el BCB inicie recortes de tasas en los próximos meses, buscando un aterrizaje suave que preserve el dinamismo exportador y reactive la inversión. Sin embargo, el desafío será calibrar los tiempos: un recorte prematuro podría alimentar presiones cambiarias, mientras que una postura demasiado lenta podría profundizar la pérdida de impulso interno. En un año marcado por cambios en los flujos internacionales de capital y mayor aversión al riesgo, Brasil necesita mostrar claridad fiscal y consistencia monetaria para mantener la confianza de los mercados.

 

Colombia

En noviembre, la inflación anual en Colombia se ubicó en 5,30%, levemente por encima del 5,20% de un año atrás, pero por debajo del 5,51% de octubre, consolidando una trayectoria de desinflación lenta, aunque todavía incompleta. En términos mensuales, el IPC avanzó solo 0,07%, por debajo del 0,27% observado en noviembre de 2024, con una composición que mezcla alivios y nuevas presiones. Por el lado alcista destacaron salud (0,71%)bebidas alcohólicas y tabaco (0,44%) y restaurantes y hoteles (0,38%), mientras que el rubro de alimentos y bebidas no alcohólicas cayó 0,72%, con descensos pronunciados en zanahoria, tomate y cebolla. En lo corrido del año (enero a noviembre), la inflación acumulada llegó a 4,82%, cifra que ya supera en 0,10 puntos porcentuales el registro del mismo periodo de 2024, lo que confirma que el alivio inflacionario es real, pero aún frágil.

Este dato se convierte en el eje de la discusión del salario mínimo para 2026. La inflación anual de 5,3%, combinada con la productividad certificada en 0,91%, ubica el llamado “aumento técnico” alrededor de 6,21%, frente al 6,42% que resultaba cuando se trabajaba con el IPC de octubre. Es decir, el propio dato de noviembre recorta algunos puntos de presión sobre la mesa, pero no la elimina. La lectura es mixta: por un lado, la caída frente a octubre respalda la narrativa de moderación de precios; por el otro, la variación anual volvió a superar la de un año atrás, lo que da argumentos a quienes piden aumentos más altos. El Gobierno ha reiterado que quiere un ajuste por encima de la inflación, mientras que los empresarios advierten que un incremento agresivo afectaría costos laborales, formalización y empleo. Con una inflación de alimentos a la baja, pero servicios como restaurantes, salud y educación todavía por encima del 7%, la negociación se mueve sobre un terreno políticamente sensible y heterogéneo en términos de impacto por deciles de ingreso.

En el plano de las proyecciones, el último informe de BBVA Research dibuja un escenario de crecimiento moderado, pero algo más dinámico que el de 2024. El PIB colombiano se proyecta con un crecimiento de 2,7% en 2025 y una leve aceleración hacia 2,8% en 2026 y 2027, con el consumo privado como motor principal en 2025 y una recuperación paulatina de la inversión fija, que alcanzaría tasas cercanas al 4,9% en 2026 y 2027, especialmente de la mano de más obras civiles y una normalización gradual de la vivienda. El informe anticipa además un gasto público todavía expansivo, con crecimientos estimados de 6,9% en 2025 y 4,3% en 2026, lo que mantendrá el impulso fiscal, pero también prolongará los desequilibrios de las cuentas públicas.

Sobre la inflación futura, BBVA traza una senda descendente, aunque lenta: 5,2% al cierre de 20254,5% en 2026 y 3,8% en 2027. El arranque de 2026 seguiría presionado por el ajuste del salario mínimo y por precios regulados, en particular energía y gas, pero con alivios provenientes de alimentos y bienes importados. Bajo este escenario, el Banco de la República mantendría la tasa de política en 9,25% durante 2025 y 2026, posponiendo el reinicio del ciclo de recortes para el segundo trimestre de 2027. El mensaje de fondo es que la combinación de inflación rígida, consumo relativamente sólido y un frente fiscal delicado obliga a una política monetaria más paciente de lo que desearían los sectores productivos y el propio Gobierno.

En paralelo, la OCDE mejoró su estimación de crecimiento para 2025 a 2,8%, con continuidad de esa dinámica en 2026 y un avance de 2,7% en 2027. Sin embargo, advierte que el país enfrenta vientos en contra persistentes: menor aporte del sector externo por la caída en producción de petróleo y minerales, precios internacionales menos favorables y una inflación que se mantendría por encima de la meta de 3% hasta bien entrada la segunda mitad de la década. La lectura conjunta con BBVA es clara: Colombia tendrá un crecimiento “aceptable”, pero insuficiente para cerrar brechas sociales si no logra reanimar la inversión y recomponer su competitividad externa.

El panorama se complica cuando se analiza la calidad del empleo y la distribución de ingresos. Entre enero y octubre de 2025, el número de colombianos que ganan menos de un salario mínimo llegó a 11,4 millones de personas, un aumento de 1,23 millones frente a 2024, mientras que quienes reciben exactamente un salario mínimo cayeron de 3,7 millones a 2,4 millones, una disminución cercana al 35%. En la práctica, buena parte de esa transición implica el paso desde posiciones formales con prestaciones hacia ocupaciones de menor remuneración, sin seguridad social garantizada. Aunque la población ocupada total aumentó a 23,7 millones, y el empleo asalariado creció junto con el trabajo independiente, la recomposición apunta a una estructura más informal, más frágil y con menor capacidad de sostener la demanda interna a través de un ingreso laboral estable.

El otro gran cuello de botella es la inversión, que hoy representa aproximadamente 17% del PIB, el nivel más bajo del siglo para Colombia y por debajo del promedio de sus pares regionales. Análisis como el de Corficolombiana plantean que el país debería fijarse una meta de al menos 22% del PIB para acercarse a una trayectoria de crecimiento robusto. La brecha no es solo macroeconómica, sino institucional y de seguridad. La combinación de proliferación normativa (del orden de 20 nuevas normas por semana), demoras en licenciamientos y consultas previas, sumada a un repunte en hechos de violencia, extorsión y riesgos territoriales, configura un entorno de inseguridad jurídica y física poco amigable con proyectos de largo plazo. A ello se suma el deterioro fiscal: entre 2019 y 2025, el gasto del Gobierno ha crecido cinco veces más que los ingresos, lo que ha llevado a que Colombia exhiba hoy una de las primas de riesgo más altas de la región, con impacto directo sobre el costo de financiamiento del propio Estado y del sector privado.

En este contexto se inscribe el reciente debate sobre la estrategia de manejo de la deuda y las tensiones con el Banco de la República. El Gobierno defendió el canje de TES y la transformación de deuda en activos líquidos como una salida para aliviar problemas de caja, pero las cifras muestran que el costo total en intereses a lo largo del horizonte se incrementó de forma significativa. Desde el Ejecutivo se ha responsabilizado al Emisor por mantener tasas altas, lo que encarece el servicio de la deuda y limita el espacio presupuestal. La discusión va más allá de una disputa puntual: señala una fricción de fondo entre una política fiscal que sigue siendo expansiva, con un déficit del Gobierno Central en niveles cercanos al 7% del PIB, y una autoridad monetaria que intenta anclar expectativas en un entorno de inflación todavía por encima de la meta.

La incertidumbre institucional se extiende al ámbito regulatorio financiero. La renuncia irrevocable de Mónica Higuera a la dirección de la Unidad de Regulación Financiera (URF) llega justo cuando se trabajaba en un decreto clave para modificar el régimen de inversiones de los fondos privados de pensiones, con el objetivo de reorientar una mayor porción del ahorro pensional hacia activos locales. La propuesta pretende revertir parcialmente la flexibilización introductoria del Decreto 1393 de 2020, que amplió los límites de inversión en el exterior para pensiones y aseguradoras. El trasfondo es un debate profundo sobre cómo balancear rentabilidad, seguridad y liquidez del ahorro de los trabajadores frente a la expectativa política de usar esos recursos como palanca de desarrollo interno. La salida de la directora, quien aludió a decisiones que no comparte, añade una capa de ruido en un momento en que el sistema financiero espera reglas claras y estables.

En materia de cuentas externas, la fotografía también es ambivalente. En octubre de 2025, las exportaciones alcanzaron 4.300,5 millones de dólares, cifra que implica una caída de 0,2% frente al mismo mes de 2024, es decir, unos 9 millones de dólares menos. La contracción se explica por la disminución en ventas de combustibles y productos de industrias extractivas, que siguen siendo el principal componente del total exportado, aunque en declive estructural. Al mismo tiempo, el sector agropecuario ganó relevancia, con un incremento de más del 30% y mayores ventas de café y banano, lo que compensó parcialmente la debilidad minero energética. En el acumulado enero octubre, las exportaciones suman 41.639,9 millones de dólares, con un aumento de 1,7% frente a 2024, cifra positiva, pero insuficiente para alcanzar la meta aspiracional de 50.000 millones al cierre del año. El presidente de Analdex ha advertido que, con la caída de combustibles, la perspectiva de menor producción y precio del café para 2026 y la posibilidad de mayores importaciones, el desafío externo será aún mayor el próximo año.

En paralelo, tanto BBVA Research como Fitch y la OCDE llaman la atención sobre el frente político y fiscal. Fitch mantiene una perspectiva neutral, pero subraya la incertidumbre política y normativa, en particular por la falta de claridad sobre la reforma al Sistema General de Participaciones y la distribución futura de competencias y transferencias hacia entidades territoriales. El riesgo es que una combinación de gasto creciente, ingresos modestos, presión por ajustar el salario mínimo por encima de la inflación, tarifas energéticas al alza y mayor dependencia de financiamiento a tasas altas termine erosionando los márgenes operativos del sector público y desplazando inversión hacia el pago de deuda.

El resultado es un cuadro complejo: una inflación que desciende, pero no cede del todo, una economía que podría crecer por encima del 2,5% en 2025 y 2026, pero con inversión y exportaciones rezagadas, un mercado laboral que agrega empleo al costo de una mayor informalidad y un frente fiscal que combina déficits elevados con decisiones de deuda cada vez más escrutadas. El margen de maniobra para 2026 descansará menos en nuevas expansiones del gasto y más en la capacidad del país para reconstruir confianza, reactivar la inversión productiva y ordenar su marco institucional y regulatorio.

 

Renta variable

Los mercados accionarios cerraron la semana con un sesgo mayoritariamente positivo, en un entorno dominado por la expectativa de que la Reserva Federal concrete un recorte de tasas en diciembre. La combinación de un mercado laboral que empieza a mostrar signos de enfriamiento y una inflación medida por el PCE subyacente alineada con el consenso reforzó la probabilidad implícita cercana al 87% de una baja de 25 puntos básicos en la próxima reunión. La destrucción de 32.000 empleos en el sector privado según ADP, junto con un PCE general en torno al 2,7% anual y un núcleo todavía cerca del 2,9%, alimentó la narrativa de “desinflación sin recesión”. Con Wall Street acercándose a sus máximos históricos, el apetito por riesgo se mantiene elevado y deja intacto el escenario de un repunte estacional de fin de año, siempre y cuando no aparezcan sorpresas negativas en los datos de empleo oficiales.

En Estados Unidos, los principales índices registraron ganancias moderadas, en una semana de rotación sectorial intensa. La renta variable se apoyó tanto en el ángulo macro –tasas a la baja en 2026 y menor presión inflacionaria– como en noticias corporativas puntuales. Destacó el anuncio de que Netflix acordó la compra de los activos de estudios y streaming de Warner Bros Discovery, en una operación estimada entre 72.000 y 83.000 millones de dólares, lo que reacomodó las valoraciones en el sector de medios y contenidos: el mercado castigó a Netflix en el corto plazo tras el fuerte esfuerzo de inversión, mientras premiaba a WBD con valorizaciones de un solo dígito alto. A ello se sumó el repunte de Salesforce, tras reportar utilidades por encima de lo esperado, y el avance de Unity Software después de una revisión al alza de su precio objetivo por parte de Wells Fargo, apoyada en una visión más constructiva sobre el segmento de videojuegos y monetización digital. En contraste, la corrección de Nvidia y la fuerte caída de las criptomonedas moderaron el impulso tecnológico al inicio de la semana, recordando que la toma de utilidades en los ganadores del año sigue siendo un riesgo latente. El ajuste de recomendación de British Petroleum por parte de Bank of America, rebajándola a “subponderar”, también puso un freno relativo a la energía tradicional en un contexto de mayor sensibilidad a la transición energética y a los márgenes de las grandes petroleras.

En Europa, la renta variable tuvo un comportamiento más débil. Los principales índices –Stoxx 600, CAC 40 y FTSE 100– retrocedieron en un entorno marcado por la combinación de menor tracción macro, incertidumbre geopolítica y un Banco Central Europeo que insiste en que la política monetaria está “en un buen punto” y no contempla recortes inminentes. El mercado sigue digiriendo la idea de tipos altos por más tiempo en un contexto de crecimiento modesto y, al mismo tiempo, comienza a descontar un mejor 2026: Citigroup fijó su precio objetivo para el Stoxx 600 el próximo año en 640 puntos, apoyado en una política fiscal algo más expansiva y una normalización gradual de las condiciones financieras, con una expansión de utilidades cercana al 8%. A nivel micro, el rebote de Bayer cercano al 10%, tras señales de que el litigio por el glifosato podría acotarse y reducir el riesgo de nuevas demandas, fue interpretado como una corrección de riesgo legal más que como un cambio estructural en su tesis de inversión. En sentido contrario, Philips retrocedió pese a avances en soluciones de salud apoyadas en IA: el discurso prudente sobre el crecimiento futuro y el historial reciente de problemas regulatorios llevaron a los inversionistas a exigir una prima de cautela. En paralelo, Meta avanzó luego de trascender que recortaría hasta un 30% del presupuesto destinado al metaverso, movimiento leído como una reasignación disciplinada de capital hacia proyectos de inteligencia artificial con retornos más visibles.

En Asia, el comportamiento fue mixto. El Nikkei 225 corrigió ante la creciente especulación de que el Banco de Japón podría subir su tasa de referencia del 0,5% al 0,75% en la reunión del 19 de diciembre, apoyado en la mejora de los indicadores adelantados y coincidentes y en una inflación que se ha mantenido por encima del objetivo del 2%. La señal reiterada por el gobierno japonés de que respetará la independencia del banco central, aun en un contexto de rendimientos soberanos a 10 años cercanos a máximos de más de una década, reforzó la percepción de un giro lento pero firme del régimen monetario ultraexpansivo. En contraste, el Nifty 50 en India y el Hang Seng en Hong Kong lograron avances, apoyados en la expectativa de un ciclo de relajación monetaria más rápido en economías que ya muestran desinflación más profunda y en la búsqueda táctica de valor en mercados que han quedado rezagados frente a Wall Street. El resultado neto es una región en la que la dispersión entre ganadores y perdedores aumenta, y donde el factor tasas –subidas potenciales en Japón, recortes en India y otras economías emergentes asiáticas– se convierte en el principal motor de rotación.

En Colombia, la renta variable tuvo una semana de alta actividad, con un comportamiento de dos tiempos. El MSCI COLCAP alcanzó primero nuevos máximos históricos por encima de los 2.100 puntos, apoyado en la percepción de valorizaciones atractivas, mejores resultados corporativos y flujos locales más constructivos, para luego cerrar con una corrección moderada cercana al 0,55%, alrededor de 2.104 puntos. El movimiento sugiere que, más que un cambio de tendencia, se trató de una toma de utilidades después de la ruptura de resistencias técnicas relevantes. En términos de flujo, PF Cibest volvió a liderar los volúmenes negociados, acompañada por Ecopetrol e ISA, mientras que en el lado de valorizaciones destacaron PromigasGrupo Aval y BHI. Las mayores caídas recayeron precisamente en algunos de los nombres que venían liderando el rally, como PF Cibest, PF Davivienda y Fabricato. Al mismo tiempo, se consolidó el buen momento de compañías como Terpel, Mineros y Cibest, que cotizan en torno a máximos históricos, reflejando una combinación de historias defensivas, exposición a flujos en dólares y apuestas específicas de inversionistas locales.

En el frente corporativo, el anuncio de que la IFC (Grupo Banco Mundial) adquirirá alrededor del 7,1% del Holding Davivienda Internacional por 150 millones de dólares fue leído como una señal de confianza en el potencial de la banca colombiana y su plataforma regional, en particular en Centroamérica y el financiamiento sostenible. La operación envía un mensaje favorable sobre gobernanza, estándares ambientales y sociales, y capacidad de crecimiento rentable en segmentos de crédito inclusivo y digital. Por su parte, Promigas anunció un acuerdo con Zelestra Corporación para adquirir una plataforma de activos de generación renovable con 1,4 GW contratados en Colombia, Chile y Perú, reforzando la narrativa de transición energética y diversificación de fuentes de ingreso más allá del negocio tradicional de transporte de gas. En conjunto, la bolsa local sigue beneficiándose de un contexto de tasas reales atractivas, múltiplos por debajo de sus promedios históricos y episodios puntuales de noticias corporativas positivas, pero opera bajo la sombra de la discusión del salario mínimo de 2026 y de un entorno fiscal y político que los inversionistas monitorean de cerca al ajustar sus posiciones tácticas.

 

Renta fija

El mercado de renta fija local cerró la semana con un tono claramente constructivo, marcado por valorizaciones generalizadas en los TES tasa fija, mientras que la deuda indexada a inflación mostró una dinámica más heterogénea. La curva TES tasa fija registró uno de los desplazamientos bajistas más fuertes de los últimos meses, impulsado por un renovado apetito por duración en moneda local y por la expectativa de que el dato de inflación de noviembre se consolide cerca de 5,3%–5,4%, reforzando la narrativa de desinflación gradual. En el tramo medio–largo, referencias como ago-2026 (-20,5 pbs)mar-2031 (-25,2 pbs)jun-2032 (-36,3 pbs) y feb-2033 (-29,2 pbs) lideraron las valorizaciones, mientras que el extremo largo capturó un movimiento aún más pronunciado: sep-2036 (-56,8 pbs)nov-2040 (-51,8 pbs)oct-2050 (-59,2 pbs). El impulso provino tanto de gestores locales aumentando exposición a duración como de mayor demanda internacional tras la visibilidad generada por la exitosa colocación del primer bono verde internacional de Bogotá, que reforzó el interés por instrumentos sostenibles denominados en pesos.

El comportamiento del tramo corto fue más cauto. El nov-2025 cerró sin variaciones y los ajustes en nodos como nov-2027 (-1,6 pbs) fueron marginales, reflejando la prudencia de los inversionistas frente al arranque tenso de la negociación del salario mínimo de 2026, donde propuestas iniciales de incrementos de doble dígito podrían mantener presionada la inflación de servicios. El mercado incorpora el riesgo de un desanclaje parcial de expectativas de corto plazo, especialmente si la discusión del salario mínimo se extiende o escala en términos políticos, lo que explica la preferencia por acumulación de duración en tramos medios y largos y no en el frente corto.

En los TES UVR, la sesión evidenció una dispersión significativa. Nodos como mar-2027 (+1,8 pbs) y mar-2033 (+8,0 pbs) se desvalorizaron de forma moderada, incorporando una prima por la posibilidad de que la combinación entre negociación salarial y la inminente lectura del IPC preserve expectativas de inflación algo más elevadas en horizontes de uno a cinco años. En contraste, referencias más largas como abr-2029 (-20,3 pbs)ene-2031 (-12,0 pbs)feb-2037 (-9,0 pbs) y feb-2062 (-16,7 pbs) se valorizaron, reflejando la apuesta por una convergencia más clara hacia la meta del Banco de la República en horizontes amplios, así como una mayor demanda estructural por activos reales que se benefician del auge del financiamiento sostenible y de mandatos institucionales orientados a gestión de riesgo climático. La dinámica en UVR confirma que el mercado separa cuidadosamente los riesgos: presiones inflacionarias de corto plazo, pero una visión más benigna del ciclo a partir de 2026.

En el frente internacional, la semana estuvo marcada por un repunte global de rendimientos. En Estados Unidos, los Treasuries ampliaron su corrección en una sesión dominada por ventas técnicas y posiciones de cobertura previas a las subastas de 10 y 30 años. El rendimiento del Treasury a 2 años subió 7,3 pbs, el 10 años +12,4 pbs y el 30 años +13,0 pbs, moviendo la parte larga hacia niveles cercanos a 4,14%. El detonante inicial fue el tono más agresivo del Banco de Japón, que sorprendió al mercado al dejar abierta la puerta a un ajuste más rápido en su política monetaria, generando ventas simultáneas en deuda soberana global. Sólo hacia el cierre de la semana el dato del PCE de septiembre en 2,8% anual y las revisiones de bancos de inversión —incluido Morgan Stanley, que confirmó su expectativa de un recorte de 25 pbs en la reunión de la Fed del 9–10 de diciembre— lograron moderar parcialmente el repunte, aunque sin revertirlo.

Europa se movió en la misma dirección. El bund a 10 años avanzó 3 pbs hasta 2,80%, muy cerca de su nivel máximo de marzo, mientras que los gilts del Reino Unido extendieron pérdidas en el tramo largo (+4 pbs). Bonos italianos y franceses también cedieron, aunque con movimientos más moderados. Este ajuste estuvo amplificado por el fuerte deterioro en la deuda canadiense, que reforzó el sesgo vendedor en los portafolios globales ante expectativas de políticas monetarias estrictas por más tiempo.

En Colombia, la curva TES COP presentó un movimiento mixto y con marcado aplanamiento. Los diferenciales 2s10s5s30s se comprimieron 17,1 pbs y 11,5 pbs, respectivamente, en una semana donde los rendimientos oscilaron entre -12,6 pbs y +7,8 pbs. El mejor desempeño estuvo en el nodo 2026 (-12,6 pbs), mientras que sectores medios y largos tuvieron desvalorizaciones parciales, con excepción de TES 2035 (+3,6 pbs) y TES 2046 (+0,8 pbs). En UVR, el movimiento fue más uniforme: caídas entre 4,7 pbs y 14,5 pbs, salvo la referencia 2027, que nuevamente se desalineó del patrón con un repunte marginal de 1 pb. En flujos, los inversionistas extranjeros retomaron posición compradora durante las primeras cuatro semanas de noviembre, acumulando cerca de COP $97.000 millones, impulsados por compras netas de COP $485.000 millones en UVR que compensaron ventas en TES nominales. Este comportamiento contrasta con las fuertes salidas de octubre y encaja dentro del reacomodo técnico tras el efecto del TRS en francos suizos, que dejó un saldo neto de COP $33,27 billones en manos de no residentes al cierre de octubre.

 

Divisas

El mercado cambiario global cerró la semana con un dólar estadounidense debilitado, en un entorno dominado por la expectativa casi completamente incorporada de un recorte de 25 puntos básicos por parte de la Reserva Federal en su reunión de diciembre. El índice DXY retrocedió hacia niveles cercanos a 99,0, mínimos de cinco semanas, reflejando una combinación de factores: un flujo sostenido hacia activos de riesgo, un PCE en línea con lo previsto, ausencia de información laboral completa por los retrasos asociados al shutdown y la posibilidad de un sesgo más dovish si se confirma el nombre de Kevin Hassett como próximo presidente de la Fed. La reacción del mercado fue coherente con un dólar estructuralmente presionado por el ajuste en expectativas de política monetaria y por un ciclo internacional que favorece la rotación hacia monedas con fundamentos más sólidos o respaldos institucionales más estables.

Entre las divisas del G10, el yen japonés lideró las ganancias durante buena parte de la semana, respaldado por señales crecientes de que el Banco de Japón podría materializar un aumento de tasas en diciembre, un giro relevante tras décadas de política ultraexpansiva. Aun así, hacia el cierre, el yen cedió parte del terreno inicial, afectado por comentarios más prudentes del gobernador Ueda. El euro y la libra esterlina se mantuvieron firmes cerca de sus máximos recientes: el primero apoyado por una inflación preliminar consistente con los objetivos del BCE y el segundo impulsado por la reacción positiva del mercado al nuevo presupuesto británico y a la revisión al alza del PMI compuesto. El franco suizo mostró una ligera apreciación, beneficiándose de su posición tradicional como refugio en un contexto de menores tasas esperadas en EE. UU., mientras que el yuan se mantuvo estable gracias a intervenciones de bancos estatales chinos que evitaron una apreciación excesiva.

En los mercados emergentes, el comportamiento fue mixto. El real brasileño (+2,2%) volvió a destacarse gracias a la percepción favorable sobre sus fundamentos macroeconómicos y a un balance externo más robusto, consolidándose como una de las monedas con mejor desempeño del año. El peso chileno (-0,5%), en cambio, corrigió pese al rally del cobre, afectado por toma de utilidades después de varias semanas de fortalecimiento. El peso mexicano (-0,6%) se depreció ligeramente, reflejando una posición de cautela del mercado ante un escenario de estabilidad cambiaria prolongada y expectativas más conservadoras sobre la trayectoria del tipo de cambio en los próximos años.

El peso colombiano presentó dos lecturas distintas según la ventana temporal considerada. En el cierre diario, el USD/COP terminó en COP $3.841, con una apreciación del dólar cercana a $40 frente al jueves, reflejando una sesión dominada por factores locales que elevaron temporalmente la percepción de riesgo: tensiones políticas internas, ruido regulatorio asociado a los posibles cambios en el régimen de inversión de los fondos de pensiones y una lectura más sensible del mercado sobre la relación bilateral con Estados Unidos, especialmente tras señales de mayor alineación estratégica con China.

Sin embargo, en la lectura semanal, el COP mostró una ganancia acumulada de 2,3%, apoyada en flujos locales favorables, cobertura de portafolios y un entorno internacional que —a pesar de episodios de volatilidad— mantuvo un tono relativamente constructivo para emergentes. Esta dualidad refleja la sensibilidad del peso a los choques políticos internos y a las narrativas regulatorias, incluso en semanas donde el diferencial de tasas y la dinámica inflacionaria tenderían a respaldarlo.

 

Commodities

La semana en materias primas estuvo marcada por un equilibrio inestable entre tensiones geopolíticas, señales de oferta restringida y un entorno financiero que favorece a los activos reales ante la expectativa de recortes de tasas por parte de la Reserva Federal. En el mercado energético, el petróleo mantuvo una trayectoria lateral con sesgos alcistas, reflejo de un tablero geopolítico más incierto que nunca. Los ataques ucranianos a infraestructura energética rusa —incluido el impacto reportado sobre la refinería de Syzran y las recientes agresiones a petroleros en el mar Negro— añadieron presión sobre la percepción de riesgo en la cadena logística. A esto se sumó un deterioro en la relación entre Estados Unidos y Venezuela, que reactivó la posibilidad de restricciones adicionales a las exportaciones de crudo venezolano, un factor que históricamente ha reforzado la volatilidad en el mercado del Caribe.

En el plano de la oferta estructural, la OPEP+ decidió mantener sin cambios sus objetivos de producción para inicios de 2026, un gesto que intenta preservar la cohesión interna tras meses de discusiones sobre la capacidad máxima de bombeo entre los países miembros. El mercado interpretó esta decisión como un intento de estabilizar precios en un contexto de demanda aún frágil y riesgos geopolíticos crecientes. En este escenario, el Brent cerró cerca de USD 63, mientras que el WTI se ubicó alrededor de USD 60,18, con incrementos semanales de 1,0% y 2,8%, respectivamente. El impulso provino tanto de la expectativa de un entorno monetario más benigno como de los choques temporales de oferta.

En metales, la dinámica fue más contundente. El cobre rompió marcas históricas en la Bolsa de Metales de Londres, alcanzando niveles cercanos a USD 11.450 por tonelada, equivalente a un alza semanal del 3,4%. La combinación de un dólar más débil, inventarios mínimos en Asia y señales de caída en la producción chilena —mayor productor global— reforzó el temor a un desabastecimiento en un mercado ya ajustado por la demanda asociada a transición energética y electrificación.

El oro exhibió un comportamiento más volátil. Aunque a inicios de la semana superó máximos de seis semanas, impulsado por compras netas de bancos centrales que en octubre totalizaron 53 toneladas, cerró con un retroceso de 1,0%, ubicándose cerca de USD 4.196 por onza. La moderación respondió a toma de utilidades, pero el sesgo de fondo sigue siendo alcista: un dólar debilitado, expectativas de recortes en las tasas estadounidenses y compras oficiales sostenidas respaldan la demanda por el metal. Las compras de Polonia y Brasil fueron particularmente destacadas, reforzando la tendencia de acumulación de reservas por parte de economías emergentes.

La plata continuó su trayectoria ascendente, valorizándose 3,2% hasta ubicarse alrededor de USD 58,20, apoyada por una fuerte demanda física y crecientes señales de escasez de oferta, especialmente en América Latina y Asia. Su repunte supera incluso el del oro en términos relativos, reflejando tanto las presiones industriales como su creciente atractivo como activo refugio alternativo.

 

Nota del Autor

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Enrique Ariza

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