Michael Sandel le concede al mercado unos límites porque considera en primer lugar que muchos de los intercambios económicos acentúan condiciones injustas y desiguales, y en segundo lugar, porque ve en la comercialización una visión utilitarista que degrada la condición humana y corrompe la moral o, en sus palabras, lleva a una moral vacía e insustancial. En ese sentido, Sandel plantea una discusión de largo bagaje entre colectivistas e individualistas, dando paso a una proposición idearía entre la integración del mercado y la comunidad. Así entonces, se discutirán los puntos abordados por Sandel desde el recorrido de otros autores, conectando las ideas y contrastando los puntos de vista.
Sandel abre el debate para plantear un ideal socioeconómico en donde una sociedad trascienda de la esfera económica como el desarrollo más importante para que así exista integralidad en las transacciones y un mercado más justo, neutro y moral. En la búsqueda de ese ideal Sandel expone las justificaciones al por qué la materialización corrompe y desplaza las normas morales, por qué hay desigualdad ante los precios y cómo el colectivismo moral puede ayudar al mercado a sanear de alguna manera sus pecados.
En ese intento por idealizar su punto Sandel construye un medio de contraste para resaltar la malignidad de aquello que en efecto considera ser rechazado, como la desigualdad de precios, la injusticia y la poca neutralidad del libre mercado.
Estanislao Zuleta al hablar de la idealización nos contaba: “No tenemos, por lo tanto, la menor posibilidad de elegir entre idealización y no idealización; pero podemos establecer una tipología de la idealización, de sus diversos grados de fijación, de sus combinaciones con el desengaño…”. Creo entonces, que Sandel acierta en lo primero: idealiza una visión moral que rechaza en efecto algo que para él merece una transformación, pero falla en lo segundo: no crea grados de fijación, planteamientos generales que nos permitan entender más allá de sus ejemplos las dinámicas conductuales. Es decir, aunque los argumentos de Sandel son muy claros al ejemplificar y crear una casuística necesaria para exponer sus puntos, el texto carece de profundidad si nos dedicamos a estudiar las preguntas que en esencia nos deja planteadas, como el papel que tendrían las libertades individuales si intervenimos en el mercado o cúal sería el papel de la economía en la búsqueda de un mercado más justo.
Dividiré entonces lo planteamientos de Sandel en dos puntos principales, y los abordaré individualmente, siendo el primero la injusticia que Sandel ve oculta en el libre mercado y las desigualdades que se presentan de cara a este fenómeno, y segundo, la degradación de las transacciones comerciales y la corrupción moral.
Por un lado la injusticia del libre mercado y las desigualdades plantea que las transacciones pueden tener un contenido de desigualdad auspiciado por el Estado y normalizado por la sociedad. Paradójicamente cada individuo entendido como un agente económico es libre de tomar decisiones, pero estas decisiones no siempre son libres a sus necesidades, sino que estas restringidas por una renta o por condiciones políticas que pueden sesgar sus posibilidades. Por lo tanto, Sandel refuta la teoría económica al explicar que no todos los acuerdos en el mercado son igualitarios, dadas estas restricciones presupuestales, políticas o sociales.
Bajo el planteamiento y la aceptación de la existencia de una desigualdad económica nos vemos de frente con una problemática: una injusticia social que sesga las posibilidades de las personas, y un abanico de posibilidades que el Estado tiene para resolver. Sandel al presentar este escenario le atribuye el beneplácito a una serie de acciones afirmativas que equilibren las cargas y un estado de bienestar más amplio que diluya las injusticias sociales.
Llegado este escenario, mis opiniones y las de Sandel se tajan. En consecuencia, aceptó y acompaño la idea de Sandel en cuanto acierta al decir que el mercado no lo puede comprar todo, pero en función de la búsqueda del bienestar no considero que el mercado sea un mal consejero como parece afirmar, más bien acompaño las ideas de analistas como Sergio Clavijo, los cuales afirman que: “la supuesta inferioridad de los “mercados” en la asignación de los recursos ha sido claramente refutada por casi 80 años de experimentos” refiriéndose a modelos intervencionistas que han fracasado en sus intentos por generar bienestar.
Así entonces, como lo aclaraba anteriormente, esta discusión llega a un punto de amplio bagaje en teorías, hipótesis y discusiones, donde las visiones se sintetizan en disputas académicas e ideológicas que llevan mucho tiempo librándose, por ejemplo, entre colectivistas e individualistas; libertarios y progresistas, intervencionistas y promotores del libre mercado, etc.
Por otro lado, Sandel nos expone la existencia de una degradación en transacciones comerciales y una corrupción moral como consecuencias de las acciones del mercado. Para abordar este punto comenzaré con una reflexión de Tom G. Palmer, el cual afirma: “Hay una larga tradición de pensadores, desde Montesquieu hasta Voltaire hasta Milton Friedman y Deirdre McCloskey que se han enfocado en las virtudes morales de los mercados, no simplemente en su habilidad de producir riqueza.”.
En ese sentido considero que Sandel plantea una visión absolutista que no responde a una realidad empírica, los planteamientos abordados para defender su tesis muchas veces cuentan con un componente de subjetividad que puede llevar al autor a plantear más de un posible resultado. En conclusión, sus ejemplos son una ecuación de múltiples incógnitas y no solo de una como aparenta mostrarlo Sandel.