No imagino la idea de vivir sin el periodismo, el oficio más bello del mundo. No concibo el mundo sin el poder de las historias, de la inmersión en la realidad. El periodismo es la magia de la simplicidad, él habita en todos los rincones impensables, es imagen y palabra, acompañado de la reportería y la pasión del que descubre en las letras la vida.
Gabriel García Márquez nos relata en esta historia, el naufragio de un hombre que estuvo a la deriva en una balsa por diez días. Hoy me atrevo a comparar este náufrago con el periodismo, aquel que se ha quedado a la deriva, esperando que lo rescaten de la sombra del sensacionalismo, el clientelismo y otros demonios.
Luis Alejandro Velasco nos aventura en su desventura, en aquellos diez días donde su reloj no para, a pesar de los trastes por los que le toco pasar cuando El A.R.C. “Caldas” se sumergió en las aguas del Caribe, dejando solo una balsa con un solo tripulante.
Este reportaje fue publicado por entregas en el periódico El Espectador de Bogotá en 1955 y más tarde en libro en 1970. Este libro es la reconstrucción periodística de lo que el sobreviviente de la tragedia le contó a Gabriel García Márquez.
En una Colombia polarizada esta historia se dignificaba por el hecho de que un hombre venció su suerte y logro salir como un héroe de las entrañas del mar, pero ese no era el único hecho que debía contarse y que gracias a la valentía del medio y del gran Gabo, se conoció que el Destructor de Caldas no solo pereció a causa de la furia del mar sino por su carga, aquella que termino siendo moral y política. Aquí estaba la verdad, la carga estaba mal distribuida en cubierta, razón por la cual la nave no pudo maniobrar para rescatar a los tripulantes.
“Hay libros que no son de quien los escribe sino de quien los sufre, y éste es uno de ellos”. Así lo expresa García Márquez y por esto a través de estas líneas nos cuenta una historia narrada en primera persona, contada por Alejandro Velasco, el cual sobrevivió a todo pronóstico. En el mar sus zapatos o un cinturón pueden convertirse en comida, un reloj en su mejor amigo y unas gaviotas en su única esperanza, ¿o quizá en comida? El tic tac del reloj puede ser desesperante y el estar rodeado por tiburones, aterrorizante.
Esta historia es la reivindicación del periodismo, de ese amor a las historias y el arte de narrar, de rescatar la reportería estancada en las salas de redacción, Una historia de ese periodismo que emerge de las entrañas de aquellos que llevan como bandera este oficio.