El gran error de Napoleón Bonaparte fue entrarse en las inmensidades de Rusia en 1.812 donde fue derrotado por el que él llamó el General Invierno. Para esa campaña hizo su Grande Armée. Su regreso de Rusia sin la rendición del imperio ruso implicó su abdicación que lo llevó a la isla de Elba, cerca de Francia y de Italia.
Napoléon decidió esa campaña después de la destrucción de su armada en Trafalgar, cerca de Cadiz, por parte del Almirante Nelson, y la resistencia del pueblo español a su invasión, lo que le impidió toda tentativa de desembarcar en Inglaterra.
Antes de su loca aventura de Rusia, aunada a su “loca aventura en España”, porque así la llamó él, Napoleón estaba en su apogeo: 130 departamentos y una constelación de Estados vasallos. A todos los derrotó, con excepción de Inglaterra.
Parodiando a Alvaro Gómez Hurtado, que decía que había más conservatismo que partido conservador, me atrevo a manifestar que hay más centro democrático que partido. Por ello propongo un repliegue en lugar de una ambiciosa campaña.
El impresionante mapa de las elecciones presidenciales inmediatamente pasadas en Colombia en la primera vuelta presidencial, muestran como Antioquia se muestra impasible, altanera, distinta, sola.
Es Antioquia, entonces, el lugar adecuado del repliegue para reflexionar con cabeza fría el futuro del partido Centro Democrático y del País. Propongo entonces, ante la fatal coyuntura de la segunda vuelta presidencial, que Antioquia se convierta en el centro de pensamiento de la Centro Derecha.
Para apalancar que Antioquia sea Cadiz, es decir, el lugar desde donde se pueda rehacer un verdadero sistema democrático, como hicieron en España las Juntas de Cádiz ante la invasión napoleónica en 1.812 que dio lugar a esa hermosa Constitución, basta sumergirnos en la Constitución nuestra.
Es el concepto de la autonomía territorial, que no hemos nadado en él, el punto de partida y de inflexión, que nos obliga a construir un nuevo país, pero desde la región; en este caso, desde Antioquia.
El Centro Democrático debe suscitar una gran discusión académica, política y social desde Antioquia, e invitar a todas las fuerzas políticas, sociales, étnicas, culturales, ambientales, para que juntos hagamos obedecer de los entes centrales los reclamos de la Provincia.
Antioquia es un lugar de reuniones y no de desuniones. Fue Antioquia la que sacó a Colombia de la crisis generada por la guerra de los Mil Días y provocó el Partido Republicano. Puso Antioquia tres presidentes casi continuos: Carlos E. Restrepo, Marco Fidel Suárez y Pedro Nel Ospina.
Fue Antioquia la que le dio el triunfo a Enrique Olaya Herrera en 1.930 bajo el condicionamiento de la Concentración Nacional contra las polarizaciones de Laureano y López Pumarejo.
Fue Antioquia la que obligó a la constitución de 1.853 cuando se le trató de desmembrar en tres provincias en 1.850.
Fue Antioquia la que dio el paso firme a Confederación Granadina de 1858, al convertirse, ella misma, en Estado Soberano en 1.856.
Nuestra obligación como antioqueños en recuperar a Medellín, corazón de Antioquia, y mantener la Gobernación. Tenemos que liderar una gran alianza, al estilo de la que hicieron Rusia, Prusia, Austria, Inglaterra y España contra Napoleón, para lo cual debemos ponernos de acuerdo sobre lo fundamental como decía Álvaro Gómez Hurtado.
Hay que darle a la izquierda en Colombia su Waterloo en Antioquia.
La autonomía constitucional antioqueña debe ser el punto de la reestructuración fundamental de la República para evitar la catástrofe que se vislumbra, imitando el discurso de Rafael Núñez cuando, como Presidente del Congreso, dio posesión a Julian Trujillo.
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