Estudiante universitario: «Profesor, yo soy estudiante de economía. ¿Qué podría yo hacer durante 6 meses en un territorio rural del país?”
Desde hace un par de años he venido repitiendo una idea que considero podría ser tenida en cuenta o por lo menos discutida al momento de pensar en una reforma educativa.
En una de las conferencias que dicté hace algunos meses, sostuve que, de tener poder en el Ministerio de Educación colombiano, promovería una ley para que todos los universitarios del país, imitando en algo a los médicos, desarrollaran un semestre rural en alguno de los municipios de su departamento o de la nación. Al finalizar la charla, uno de los asistentes tomó la palabra y preguntó:
- «Profesor, yo soy estudiante de economía. ¿Qué podría yo hacer durante 6 meses en un territorio rural del país?”
Ante tal inquietud, solo pude atinar a responder de dos maneras:
- Podría usted asesorar a las comunidades en proyectos de educación financiera o en algún tipo de formación para que puedan acceder a beneficios económicos brindados por entidades nacionales o internacionales. Además, le aseguré que tendría la posibilidad de aprender mucho de ellos y que después de trabajar por unos meses allí, sin esperar nada a cambio, su vida, seguramente, ya no sería igual.
Incluso, llegando a ser más osado o, como dirían algunos, hasta atrevido, he sugerido también en algunos espacios de discusión, formar a los estudiantes de los grados 9, 10 y 11 en temas de ciudadanía y cultura de paz, convirtiéndolos en agentes replicadores tanto en sus colegios como en otros escenarios; y permitiéndoles a la vez desarrollar habilidades, transmitir conocimientos, crear escenarios de convivencia y al mismo tiempo validar su requisito de alfabetización. En contextos como los que se promueven cátedras como la de la paz y se requiere reconstruir tejidos sociales, nada mejor que formar líderes y transmisores de esperanza.
Ya sé que algunos verán esto como una propuesta utópica e inviable, pero desde mi perspectiva considero que, con apoyos institucionales y voluntad política, puede convertirse en una forma de ampliar el impacto de lo que ya viene lográndose desde los voluntariados.
Así entonces, tal vez no sea descabellado implementar procesos piloto y pensar que al igual que existen brigadas de salud a lo largo de muchos territorios, puedan igualmente consolidarse algún día: brigadas jurídicas, psicológicas, literarias, pedagógicas, económicas, lúdicas, entre otras. En pocas palabras, personas que quieran compartir sus conocimientos. Así, para que parodiando a Marx, aunque de otra manera, podamos decir: ¡filántropos, profesionales y ciudadanos de todo el país, uníos…!