Quiero con este articulo mostrar y reflejar una profunda preocupación y descontento sobre la situación política actual de Colombia bajo el mandato del presidente Gustavo Petro. En este contexto, quiero y es esencial abordar el sentimiento de decepción, preocupación por la estabilidad del país y el temor a una posible deriva hacia un modelo de gobernanza autoritario, similar al chavismo. Es por ello que voy a mostrar un artículo que profundice en estas preocupaciones, pero también que reflexione de manera constructiva sobre la situación y lo que podemos aprender de ella.
Colombia atraviesa un momento de alta tensión política, marcado por una creciente polarización y descontento generalizado hacia el gobierno de Gustavo Petro. Muchas voces, señalan con vehemencia la preocupación por el rumbo que está tomando el país. Sin embargo, es importante no solo comprender la raíz de estas emociones, sino también reflexionar sobre el impacto a largo plazo de la situación política actual.
LA FRUSTRACIÓN CON EL LIDERAZGO ACTUAL
La crítica hacia el presidente Petro no es un fenómeno aislado. Los cuestionamientos a su gestión se han hecho sentir desde diferentes sectores de la sociedad. Su administración ha sido acusada de no atender adecuadamente las urgencias económicas, de intentar perpetuar un modelo de gobernanza basado en subsidios y populismo, y de evadir responsabilidades críticas bajo el manto de ser una víctima de un supuesto «golpe de Estado».
En este contexto, muchos ciudadanos expresan el temor de que la administración Petro esté siguiendo un patrón ya visto en Venezuela: un gobierno que, tras su llegada al poder, busca perpetuarse mediante la polarización de la sociedad y la consolidación de un sistema basado en el control estatal de los recursos y la manipulación política. La referencia a un «socialismo tipo chavista» no es infundada para quienes ven similitudes entre las políticas que se intentan implementar en Colombia y las que devastaron la economía y las instituciones en el vecino país.
EL IMPACTO EN LA ECONOMÍA NACIONAL
Uno de los puntos más mencionados por los críticos es el manejo de la economía, particularmente la relación del gobierno con la industria minero-energética. Esta industria ha sido históricamente uno de los pilares de la economía colombiana, generando importantes ingresos para el país. Sin embargo, el enfoque de la administración actual parece estar alejado de la explotación de estos recursos, generando preocupación entre quienes ven en esta actitud una falta de interés por el crecimiento económico sostenible del país.
La idea de un gobierno que fomenta la dependencia de sectores vulnerables a través de «limosnas» o subsidios, mientras desatiende las oportunidades de crecimiento económico, genera inquietud. Los subsidios, aunque necesarios para apoyar a quienes más lo necesitan, deben ser parte de una política más amplia que promueva el desarrollo económico, la creación de empleo y la autosuficiencia. Dependiendo exclusivamente de ayudas estatales, el país corre el riesgo de generar una ciudadanía dependiente, lo cual puede ser políticamente manipulable.
DIVISIÓN SOCIAL Y POLARIZACIÓN
Otro aspecto alarmante es la estrategia de Petro de dividir a la sociedad entre «buenos» y «malos», entre quienes lo apoyan y quienes lo critican. Este enfoque de gobernar desde la confrontación no solo erosiona la unidad social, sino que crea un ambiente tóxico donde el diálogo y el consenso se vuelven casi imposibles. En lugar de gobernar para todos los colombianos, el presidente parece haber optado por una narrativa de victimización y de perpetua lucha, lo que refuerza la polarización social.
LA IMPORTANCIA DE ABRIR LOS OJOS Y ESTAR ALERTAS
El mensaje también es una advertencia sobre lo que puede estar gestándose para las próximas elecciones. La distribución de subsidios y ayudas estatales, aunque no oficialmente consideradas como gastos de campaña, tienen el potencial de comprar conciencias y asegurar votos en las urnas. La manipulación de recursos públicos con fines políticos es una táctica peligrosa que podría tener graves repercusiones para la salud democrática del país.
Frente a este panorama, la sociedad civil tiene el deber de estar vigilante, de exigir transparencia y rendición de cuentas. Es fundamental que los ciudadanos, independientemente de su ideología, permanezcan alertas y activos en la defensa de los principios democráticos, evitando caer en el fatalismo o la desesperanza. Solo a través del diálogo, la participación y el compromiso colectivo podremos asegurar que el país avance hacia un futuro más equitativo y democrático.
¿QUÉ NOS QUEDA POR HACER?
Colombia está en una encrucijada política que definirá su futuro por décadas. El descontento con la administración actual es palpable, pero más allá de las críticas, debemos enfocarnos en cómo fortalecer nuestras instituciones democráticas y asegurar que el poder se utilice para el bien común. El llamado no es solo a denunciar, sino a actuar, a estar informados y a participar activamente en la vida política del país. Solo así podremos garantizar que el rumbo de la nación no se desvíe hacia caminos peligrosos, sino hacia un futuro de justicia, progreso y unidad.
Con este artículo intento recoger el sentir de los ciudadanos preocupados por el futuro del país, al tiempo que ofrece un enfoque más amplio sobre las acciones necesarias para asegurar la salud democrática de Colombia.
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