Recordar y Encontrarse: Una Odisea de Encuentros y Desencuentros en la Tragedia de la Vida

En el lenguaje, hay palabras que resuenan con una fuerza especial, como si al pronunciarlas evocaran algo más allá de su significado literal. Dos de esas palabras son “recordar” y “encontrarse”. Ambas, con raíces profundas en el latín, nos conducen hacia el terreno emocional y existencial de la vida, ese espacio donde los encuentros y desencuentros se entrelazan, guiando nuestros pasos en un viaje tan incierto como inevitable. En ellas, encontramos reflejos de los caminos que recorremos, los recuerdos que guardamos, y los destinos que enfrentamos.

La palabra “recordar” nos invita a volver al origen de lo que somos, al latir del corazón. Proviene del latín recordari, que combina re- (de nuevo) y cor (corazón). Así, recordar es más que un ejercicio de la mente: es revivir con el alma, es sentir cómo las emociones pasadas vuelven a fluir con la intensidad de las mareas. Como esas olas que retornan incansablemente a la orilla, los recuerdos regresan una y otra vez, trayendo consigo el eco de lo vivido, lo amado, lo perdido. Virgilio, en la Eneida, nos habla del peso de la memoria, del dolor que arrastra el pasado nos muestra que recordar es tanto un refugio como una fuente de sufrimiento, pues lo perdido nos asalta con la misma fuerza que los momentos de alegría.

Para Eneas, recordar Troya no es solo mirar atrás, es llevar consigo una ciudad caída, un hogar destruido que palpita en su pecho. El pasado no es solo lo que dejamos atrás, es lo que seguimos llevando con nosotros, como una llama que arde en el corazón.

Si recordar es regresar, “encontrarse” es avanzar, pero con el riesgo de la confrontación. La palabra tiene su origen en el latín incontrare, derivada de in (en) y contra (enfrentarse, oponerse). Encontrarse no es simplemente coincidir; es un choque, una revelación que nos saca del camino trazado y nos enfrenta a lo inesperado. Eurípides, en Medea, retrata el encuentro más devastador: el de Medea y Jasón. Aquí, el encuentro no es un abrazo, sino una colisión entre dos almas rotas, entre el amor y la traición, entre lo que fue y lo que ya no será. Como Medea, a menudo nos encontramos con lo que nos hiere, y en esos encuentros, como en las tragedias, descubrimos quiénes somos realmente.

La vida está llena de esos encuentros inesperados, algunos que anhelamos y otros que jamás imaginamos. En Edipo Rey de Sófocles, Edipo, en su afán por descubrir la verdad sobre su origen, se enfrenta a una realidad tan oscura como ineludible. El destino, ese hilo invisible que guía nuestros pasos, lo confronta con una revelación que jamás habría querido conocer: su propia identidad es su condena. Como Edipo, en nuestras búsquedas más profundas a menudo nos encontramos con verdades que preferiríamos ignorar, pero que, inevitablemente, nos transforman para siempre.

El viaje de la vida está marcado por esos encuentros y desencuentros que no siempre siguen el guion que esperábamos. Como las tragedias griegas nos enseñan, el destino se entreteje en las casualidades, los errores y los descubrimientos. En este baile entre lo que buscamos y lo que encontramos, lo importante no es solo el destino final, sino lo que el trayecto nos revela. A menudo, el verdadero hallazgo no es la meta, sino las confrontaciones y las revelaciones que nos obligan a cambiar de rumbo, a replantearnos el viaje mismo.

Horacio, en su poesía, nos recuerda que mientras buscamos, la vida sucede. Nos insta a vivir el presente con la urgencia del carpe diem, pero no podemos olvidar que, en medio de ese impulso, siempre están presentes los desencuentros, esas desviaciones inesperadas que nos separan de lo que creíamos seguro. A veces, el amor no es correspondido, los sueños no se realizan y la muerte interrumpe la esperanza. Pero incluso esos desencuentros tienen su propósito. Son las grietas por donde la luz entra, donde descubrimos nuestras fuerzas y nuestras fragilidades.

Así, recordar y encontrarse son dos actos inseparables en nuestra existencia. Recordamos no solo para revivir el pasado, sino para darle sentido a lo que somos hoy. Y nos encontramos, una y otra vez, con lo inesperado, con lo que no habíamos previsto, con aquello que desafía nuestras expectativas. Las tragedias griegas nos muestran que la vida es ese continuo viaje entre el corazón y el destino, donde los recuerdos son el viento que nos empuja, y los encuentros, las rocas con las que chocamos. Y, sin embargo, en cada golpe, en cada vuelta del camino, hallamos la esencia de lo que significa estar vivos.

Como escribió Sófocles: «Nadie puede escapar a lo que está escrito, pero en el encuentro con el destino, aprendemos el arte de vivir».

Melissa Arboleda

Melissa Arboleda, comprometida y apasionada he dedicado mi carrera a explorar temas de relevancia social y promover el diálogo público sobre cuestiones fundamentales para nuestra sociedad contemporánea.

Con una sólida formación académica que incluye estudios en Historia del Arte, Ciencias Políticas y actualmente en Derecho, poseo una perspectiva multidisciplinaria que enriquece mi análisis y comprensión de los temas que pretendo aborda en las columnas.

Mi interés por la política y la participación ciudadana ha sido una constante a lo largo de mi vida, impulsándome a involucrarme activamente en debates y discusiones sobre el rumbo de nuestra sociedad. Como defensora de la justicia social, abogo por políticas inclusivas que garanticen la igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos.

Además de mi compromiso con la política y la justicia social, soy es una amante apasionada de la literatura. Con un profundo aprecio por las letras que me ha permitido desarrollar una voz única y perspicaz que refleja una sensibilidad hacia las complejidades del ser humano y su entorno.

creo firmemente en la necesidad de un sistema legal que priorice la rehabilitación y la reintegración de los individuos, en lugar de enfocarse exclusivamente en la retribución punitiva. Comprometida con la humanización del derecho penal reflejo en cada una de mis columnas, la búsqueda para generar conciencia y promover el debate sobre esta cuestión crucial para nuestra sociedad.

A través de este espacio, busco inspirar el pensamiento crítico y fomentar un diálogo constructivo que contribuya al avance de nuestra sociedad hacia un futuro más justo y equitativo.

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