Realidad en el espejo

La situación en Venezuela ofrece un caso convincente para que Colombia reflexione sobre su propia trayectoria. Las acciones de Nicolás Maduro Moros son un espejo de las de Gustavo Francisco Petro Urrego y el progresismo socialista, hechos que se desencadenarán en 2026. Quienes se resistan a aceptar las advertencias sobre el gobierno del cambio deben saber que han sido debidamente notificados.


La situación en la República Bolivariana de Venezuela ha llegado a un punto de no retorno, situación coyuntural a la que siempre se supo podían llegar. Con el paso del tiempo, la población mundial observará si la comunidad internacional se convierte en cómplice de la consolidación de la dictadura en el país vecino. Lo que hoy se observa en Venezuela es la corrosión demagógica de una ideología de derecha neoliberal, que propugna un falso discurso de dignidad y solidaridad, que se ha hecho cada vez más evidente. Una falsa narrativa de cambio que se ha calcado e instalado en Colombia, donde los defensores del Pacto Histórico ya fomentan un clima de odio y resentimiento hacia los opositores, aquellos que llaman la oligarquía terrateniente, el sector productivo, los banqueros y quienes tienen perspectivas diferentes a las social progresistas.

La situación actual en Venezuela está provocando una crisis migratoria sin precedentes en América Latina. Muchos ciudadanos ya se han ido y seguirán emigrando en busca de oportunidades en el exterior, mientras el gobierno de izquierda explota sus recursos y manipula el proceso electoral. Es imperativo que las culturas democráticas rompan relaciones con Nicolás Maduro Moros y repudien su ilegítima «victoria». Es indiscutible su fracaso en las urnas y su intento de retener el poder mediante diversas formas de engaño. El movimiento progresista socialista se está estableciendo como un régimen cada vez más autoritario, típico de quienes han estado operando al margen de la ley. Para tales individuos, la malversación es algo rutinario y la prevaricación, algo habitual, el fraude es su principal modus operandi, y han declarado la guerra al mundo democrático.

El entorno que hoy cubre a los venezolanos no puede pasarse por alto. Se trata de un golpe de Estado y se ha robado la voluntad del pueblo, que desea y exige libertad. El apego al poder, similar a lo que Gustavo Francisco Petro Urrego ha demostrado en Colombia, tiene un impacto perjudicial en la vida de los ciudadanos. Quienes creen ser la excepción a la regla se resisten a concluir un ciclo de engaños. Los agentes del cambio pretenden influir en los ignorantes, están haciendo creer a los colectivos populares que, a pesar del escándalo, no pasará nada. Es crucial pasar a la acción ahora, para lo cual es vital desenmascarar la realidad del progresismo socialista. La elevación de los principios de un Estado social de derecho denota que en este momento las fuerzas del orden están equivocadas y alineadas con el pensamiento de un individuo sin escrúpulos, engañoso y despreciable.

La ingenuidad y amnesia temporal de los latinoamericanos les lleva a menudo a considerar las dictaduras como democracias y a suponer que el progresismo socialista siempre gana las elecciones limpiamente. El liderazgo de naciones como Venezuela y Colombia está en manos de individuos que una parte importante de la población percibe como cobardes y astutos, pseudo políticos que muchos ya consideran enemigos. Gobernantes que se niegan a aceptar la voz del pueblo, y del mundo, sujetos que demuestran que la verdadera cuestión no es quién ganó, sino cómo la política crea una compleja red de circunstancias que erosionan la dignidad humana, la autonomía y la soberanía. Contextos que requieren de soluciones innovadoras que no proceden precisamente de la ideología de izquierda. Es difícil encontrar una solución cuando quienes se proclaman agentes del cambio perpetúan en esencia las mismas prácticas, o incluso peores, que han criticado durante años.

Es una desafortunada realidad que quienes desafían el statu quo corren el riesgo de ser objeto de persecución. En la actualidad, los principios democráticos se contemplan con escepticismo y se consideran una mera fachada bajo un régimen dictatorial. Es ampliamente reconocido que la izquierda es experta en explotar las vulnerabilidades de un pueblo urgido y necesitado, que a menudo se muestra reacio a enfrentarse a un sujeto que, en el ejercicio del poder, carece de acción decisiva, organización y capacidad para ejecutar los planes gubernamentales. La situación ha llegado a un punto en el que es evidente que la cuestión no es la llegada de un líder socialista, sino la forma en que cede el poder. El comunismo es incompatible con la democracia. Ningún tirano o aspirante a tirano, incluido su presidente, ha renunciado nunca al poder. A quienes promulgan el progresismo socialista nunca han podido destituirlos por medios democráticos.

La fachada de democracia que los líderes izquierdistas intentan exponer se está erosionando gradualmente a medida que recurren a tácticas cuestionables. No se rigen por los límites del lenguaje, e intentan activamente ofuscar la postura de la oposición en cuestiones clave. La situación en Venezuela sirve como ejemplo de advertencia que llama a los colombianos a prepararse para los retos que se avecinan en un futuro próximo. Las acciones de Gustavo Francisco Petro Urrego y su gobierno en relación con la situación actual en Venezuela no son meramente cómplices; son una clara indicación de las consecuencias potenciales para Colombia si esta crisis continúa sin abordarse. Las acciones de la dictadura, el fraude y la corrupción, aplaudidas hoy por los chavistas del Pacto Histórico, constituirán la base de su actuación en la nación de cara a 2026. El silencio cómplice de su mandatario sugiere que el gobierno colombiano distante está de la voluntad del pueblo venezolano y apoya de forma irrestricta la dictadura corrupta de Nicolás Maduro Moros.

Será difícil establecer un futuro sostenible en un país profundamente dividido y escéptico ante las políticas estatales. El camino a seguir requiere estabilidad. Las naciones que promueven la emigración, y se someten a otras, están erosionando la capacidad de resistencia de un pueblo que se esfuerza por evitar una guerra civil partidista que impediría alcanzar un gran acuerdo en el plano electoral. Quienes están erosionando hoy la integridad de las instituciones son los mismos individuos que explotan el miedo para mantener su posición de poder. Opresores que hacen uso de las fuerzas del orden y del poder judicial para perseguir y silenciar a sus oponentes. El estado actual de la democracia en América Latina es motivo de preocupación. La prevalencia de resultados controvertidos está distorsionando la voluntad popular. A la luz de los factores mencionados, es imperativo que los colombianos actúen con cautela para evitar que se repita la experiencia venezolana. Es crucial impedir un escenario en el que el país caiga en la misma desastrosa realidad que enfrentan actualmente sus vecinos.

Los que creyeron en la promesa del progresismo socialista ya han identificado las deficiencias de este enfoque. A medida que se acercan los comicios de 2026, se verá la fuerza relativa de los partidarios de la continuidad y de los que creen que hay que reconstruir la nación desde los cimientos. Es imperativo que Colombia garantice una solución eficaz. El Pacto Histórico y Gustavo Francisco Petro Urrego no son muestra de trabajo, éxito, coherencia o razón. El enfoque autocrático que actualmente adopta el gobierno es el eje operativo desde el cual su presidente busca asegurar su posición. Por lo tanto, es indispensable que la oposición demuestre inteligencia e ingenio para formular una estrategia política que derrote a la izquierda sin recurrir a las mismas tácticas que ellos emplearon para llegar al poder, es decir, crear el caos y para atomizar una sociedad democrática como la colombiana.

Andrés Barrios Rubio

PhD. en Contenidos de Comunicación en la Era Digital, Comunicador Social – Periodista. 23 años de experiencia laboral en el área del periodística, 20 en la investigación y docencia universitaria, y 10 en la dirección de proyectos académicos y profesionales. Experiencia en la gestión de proyectos, los medios de comunicación masiva, las TIC, el análisis de audiencias, la administración de actividades de docencia, investigación y proyección social, publicación de artículos académicos, blogs y podcasts.

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