El actual alcalde de Medellín ha hecho una carrera inteligente en política, más no necesariamente ética. Su apuesta en el juego del poder es el anti-uribismo decidido presumiendo que esa convicción lo hace aclamado por la mitad de la sociedad colombiana, pero el espejismo de su independencia ya es más que evidente. Daniel Quintero Calle ha terminado convirtiéndose en un político con rostro joven y discurso de contra-poder arraigado a las viejas prácticas de la política tradicional.
Su independencia llega hasta la letra C de César y G de Gaviria. Con una hoja de vida interesante y una apuesta por la innovación digital, Quintero Calle se hizo rápido con reconocimiento en las toldas liberales que lo identificaron como una opción atractiva por el golpe de opinión que representó el “Partido del Tomate” en su momento. El joven alcalde llevó tomates al espacio público para invitar a los ciudadanos a tirárselos al rostro de los políticos tradicionales. Hoy, el ejercicio funcionaría perfectamente con él como blanco.
Además, el alcalde tiene rasgos bien definidos que reflejan alertas de populismo. Toda su argumentación política consiste en señalar a una élite poderosa que siempre ha sostenido el poder y que conspira en contra de los menos favorecidos; pero al mismo tiempo, en el ajedrez de la administración pública, le entrega burocracia a parte de la élite y el establecimiento, y le juega también a los tradicionales clanes políticos cuestionados durante años por oscuras relaciones con la criminalidad. Un ejemplo de esto son las denuncias bien fundamentadas que ha hecho públicas el concejal Daniel Duque sobre relaciones y contratos para fichas clave del clan de los Suárez en Bello (Antioquia).
En Bogotá, el petrismo aplaude a Quintero Calle porque en la campaña significa un bastión anti-uribista en Antioquia. Y el senador Gustavo Petro, imbatible hoy en la realidad electoral, que le ha dado cabida a políticos como Armando Benedetti y Roy Barreras, entiende que en este momento cualquier suma es mejor que una resta. Hace falta solo hablar con fuentes dentro de la propia administración y con ciudadanos genuinos para darse cuenta de que la campaña de la independencia del alcalde de Medellín no ha resultado como se esperaba.
De otro lado, sus ataques a la prensa han venido creciendo y son cada vez más antidemocráticos. A el diario El Colombiano, uno de los más longevos de la empresa periodística en Colombia, lo persigue todas las semanas no únicamente en las redes sociales, sino en la estrategia de la inversión en pauta. La realidad de los medios locales es muy diferente a la de los nacionales que no necesitan de esta por parte de los gobiernos locales para pagar salarios. Y aún con ese esquema, los únicos medios que pueden todavía mantenerse independientes del poder de turno en las regiones son los grandes periódicos tradicionales. Quintero Calle ha acusado a El Colombiano semana tras semana con argumentos espurios para cualquier contenido que lo cuestione en los hechos.
En cambio, su estrategia de comunicaciones decidió escoger medios invisibles que nadie conoce y que nadie lee para pagar por contenidos que solo hablen bien del alcalde. Una prueba es Lado B de la compañía BrandMen, dedicado exclusivamente a publicar artículos favorables para el alcalde de Medellín y el gobernador de Magdalena y con durísimos señalamientos personales contra los enemigos de estos dos. A la par, dichas empresas tienen estrategias de redes con cuentas falsas y pagos por trino a líderes de opinión para establecer tendencias sobre las administraciones que los contratan. Quintero Calle decidió apostarle a la herramienta de las bodegas en las redes y no a la financiación del buen periodismo con criterio que lo cuestione cuando deba hacerlo con base en los hechos.
No es necesario redundar en el caso de Telemedellín y su nuevo gerente, que no tiene experiencia ni en medios ni en periodismo, pero sí en hacer caso a sus jefes, especialmente a la presidente del Partido de La U, Dilian Francisca Toro.
Ahora bien, no todo es malo. Al alcalde hay que reconocerle que logró efectividad en el plan de vacunación y que ha decidido trabajar de la mano con el gobierno nacional para ejecutar su programa en beneficio de los ciudadanos. Aunque muchos se quejan de la inseguridad, el alcalde ha logrado disminuir las cifras de homicidios entendiendo la reducción natural del 2020 por la pandemia. Tiene, entre otras, una estrategia fuerte en política pública direccionada a los jóvenes y al desarrollo del talento humano en lo que el mundo más necesita hoy: desarrolladores y software. Con eso, seguramente al finalizar su mandato, la tasa de desempleo en mujeres y jóvenes que hoy alarma al total nacional será resaltable en la “Capital de la Montaña”.
El alcalde joven con el discurso anti-élite debe convertirse realmente en la imagen que se planteó en un principio. Para eso necesita independencia más allá del eslogan y abandonar la burocracia y la ansiedad por el poder que lo han tenido atado a los políticos que prometió siempre enfrentar como expresión del pueblo joven pujante antioqueño. El buen poder no se construye solo con eslóganes y una cuenta activa en Twitter.
Este artículo apareció por primera vez en Lecturas con Santiago Ángel – Blogs El Tiempo, y en nuestro portal aliado El Bastión.
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