A simple vista Daniel Quintero parecería tan solo un retorcido dirigente con más ganas de likes que de trabajar por la ciudad que lo eligió, un socialbacán que se encontró de pronto con el poder, y como un adolescente sin ética que juega a ser alcalde.
Pero menospreciar a Quintero Calle puede ser uno de los errores más grandes, pues detrás de cada ataque mediático, de cada decisión y de cada trino venenoso, hay un plan detallado para quebrar la moral de los medellinenses, y dejar a la ciudad en manos de los politiqueros populistas que lentamente se atornillan en las entidades del conglomerado público.
En el manual del perfecto populista, la guatemalteca Gloria Álvarez señala que todo populista llega siempre con el discurso del pueblo y el anti-pueblo, y a este último se le culpa de todos los males habidos y por haber. Para Chávez el anti-pueblo eran los yankees y la “oligarquía fascista”, para Petro es el uribismo, y para Quintero Calle, el “fajardo-uribismo” (pacto de chuscalito), el empresariado antioqueño (GEA) y la ciudadanía que legítimamente quiere revocarlo.
Todo el discurso de odio que destila Quintero se enfoca en atacar estas tres figuras, queriendo poner a la ciudadanía en la dualidad pueblo vs anti-pueblo, dejando a Medellín en una confrontación política ajena a nuestra tradición, y mostrándolo como el héroe impoluto de un cuento que él mismo se inventó.
Esta pelea deja serias cicatrices en la población, ya que se pierde confianza en la institucionalidad, en el proyecto de ciudad y nos deja inmersos en un discurso de lucha de clases que fractura la moral de los paisas ¿Pero por qué? Recordemos que Quintero Calle viene apoyado por estructuras políticas que no son autóctonas y que han visto en Medellín y su dirigencia político-empresarial, un talón de Aquiles para sus propósitos centralistas que tienen como fin último la toma hostil del poder.
En pocas palabras, están neutralizando a la ciudad y al departamento que se ha negado a arrodillarse (como otrora José María Córdova lo hizo ante pretensiones tiránicas), que además maneja un presupuesto abultado gracias a EPM (de ahí el interés de politizarla) y que juega un papel importante en la política nacional en favor de los intereses de los antioqueños.
La implosión de la ciudad no es algo improvisado; obedece a un plan maquinado contrario a los intereses legítimos de los medellinenses, y pensar que a Quintero Calle lo mueve la vanidad y la adulación, es dejar de mirar el panorama completo.
¡Ojo Medellín! A Quintero Calle hay que mirarlo más allá del efecto Adán. Debemos cerrar filas de cara al 2023 protegiendo a nuestro empresariado y convergiendo sobre los fundamental para seguir construyendo sobre lo ya construido.
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