Comenzamos el sexto mes del segundo año de la pandemia igual que desde el 7 de agosto de 2018: sin gobierno. Nunca en la historia reciente el discurso terrorista y destructivo del orden institucional colombiano había tenido tanto éxito y legitimidad de discurso -lo que llaman “el trono moral”- tanto por la complicidad de los mismos de siempre -medios hegemónicos y alternativos “progres”, academia, Rama Judicial, cultura y emprendimiento juvenil- con un total silencio por parte de quien debería generar las pautas: el Gobierno Nacional.
“El arma más importante que tiene un joven no es una piedra, no es una bomba incendiaria, es el voto”.
Andrés Pastrana Arango, ex presidente de Colombia (1998-2002)
“El orden de los factores no altera el producto” dice la regla principal de la multiplicación en matemáticas. Y los problemas se han multiplicado a niveles que nunca en la historia problemática reciente de nuestro país se habían visto ni con la frecuencia e intensidad con que ahora se destruye la esperanza. Son tiempos solamente comparables a la crisis financiera de 1999-2001 o tal vez a las guerras civiles partidistas que bañaron en sangre por siglo y medio a la República.
Hoy, 9 de junio cuando se redacta esta columna, hubo otro intento por parte de la étnia Misak de tumbar monumentos en Bogotá, ahora los de los Reyes Católicos en cercanías al aeropuerto El Dorado, cuyo acceso está bloqueado, al igual que todo el sur de Bogotá. ¿Y donde viven? En el campus de la Universidad Pedagógica Nacional, ubicado en el corazón financiero de la ciudad en la calle 72, mientras los docentes y estudiantes no pueden regresar aún a sus clases escolares ni universitarias. Sería interesante escuchar al rector Leonardo Fabio Martínez dando explicaciones al público y a un jurista constitucional a ver si no pueden ser compatibles la autonomía universitaria con el respeto a los recursos públicos, los mismos que sostienen la existencia de dichas instituciones.
Una de las entradas del Campus principal de la Universidad Pedagógica Nacional.
Ahora ante una apertura gradual total, al estilo de “¡sálvese quien pueda!” ante pandemia, Covid-19, gobiernos regionales mediocres, ausencia de presidente y de Partidos de gobierno que se encuentran por fuera de su deber institucional de promover una idea de Estado y sociedad funcional y mejorando los problemas y situaciones inesperadas que afecten la calidad de vida de las poblaciones y comunidades que hacen parte de la sociedad colombiana desde el punto de vista económico, social y ambiental.
Por último, es importante tener en cuenta las reflexiones dadas por el ex presidente Andrés Pastrana sobre la crisis actual y cómo es clave hacer dos cosas: dejar de centralizar la culpa en el Ejecutivo sin mirar los otros componentes del Poder Público, en especial el Legislativo por el cuál podemos votar cada cuatro años. En todos los partidos políticos, inclusive en la izquierda hay opciones que han relucido por su coherencia y apoyo a la continuidad democrática y patriótica; los que han sido patrocinadores políticos del caos y la anarquía creo que ya son muy conocidos y no vale la pena mencionarlos.
Un congreso nuevo, representativo de las regiones, inclusivo y que premie la meritocracia de quienes trabajaron en el período legislativo más difícil de la historia con resultados en leyes beneficiosas para la población es la clave para consolidar la gobernanza y reconstruir de la mano de una opción democrática. Y desde allí mediante la participación ciudadana y en el equipo de trabajo de una comunidad política más allá de lo electoral trabajar alrededor de causas y proyectos comunes que beneficien a las regiones y empoderen a la ciudadanía frente a los grupos de monopolio del poder desde lo criminal o el secuestro de la representación ciudadana.
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