“Si queréis conocer a un hombre, revestidle de un gran poder. El poder no corrompe, desenmascara.» Pítaco de Mitilene.
A lo largo de la historia de la humanidad el poder ha tenido diferentes rostros, pero siempre el mismo interés: el monopolio absoluto. En otras palabras, el deseo de poseer un control pleno que lo convierta en amo, señor y juez de todas sus resoluciones. Un verdadero “Gran Hermano” al estilo del propuesto por el escritor Británico George Orwell en su obra 1984.
Con los recientes ataques a Siria por parte de una coalición internacional (Estados Unidos, Francia y Reino Unido) quedó más que demostrado que esos anhelos siguen latentes, ya que la preocupación no son los ciudadanos sirios, sino la consolidación de una estrategia que permita a los gobiernos agresores posicionarse mejor en una región rica en recursos y en la que han venido perdiendo protagonismo debido a la influencia de otros actores como Rusia, China e Irán.
Pero estos últimos (Rusia, China e Irán) tampoco son un sinónimo de filantropía para el pueblo sirio, pues sus verdaderas intenciones se enmarcan en tratar de mantener el poder conseguido en la zona; ejemplos de ello son la venta de armas por parte de rusos y chinos al gobierno de Bashar al Assad, un jugoso contrato de explotación minera (fosfato) y otro de redes telefónicas que esperan ser ejecutados por Irán, y una estratégica base naval Rusa en el puerto de Tartús que le permite al gobierno de Putin mantener su salida al mar Mediterráneo y por ende su relación comercial con Europa.
Así las cosas, el mundo parece estar en manos de megalómanos delirantes a quienes se les ha entregado el poder por medio del voto ciudadano y cuyas acciones han traspasado todos los límites (Consejo de Seguridad de la ONU, Carta de Naciones Unidas, Organismo de Derechos Humanos, entre otros) y en la mayoría de ocasiones han quedado impunes. Basta con recordar el caso del entonces presidente George Bush y su Secretario de Estado Collin Powell, cuyas mentiras para justificar la invasión a Irak, siguen sin ser juzgadas.
Bajo este panorama, quedan entonces tan solo la resistencia y la denuncia como armas para quienes reprochamos cualquier tipo de absolutismo. Tal vez sea la hora, como lo fue hace 50 años, en 1968, en Paris, Praga, Tlatelolco o Chicago, donde se requiere más que nunca la voz de los ciudadanos pronunciándose en contra de la guerra y en favor de una utopía que se resuma en un lema como: “la imaginación al poder”.