Creo que en la vida pocas veces un gol me ha logrado emocionar tanto como el segundo que la tricolor le marcó a Polonia el domingo pasado, ese momento sublime en que Falcao con el borde externo de su botín derecho vence a Szczęsny y corre con los brazos al cielo embargado de plenitud, gozo y gratitud.
Podría comparar esa alegría con el gol que le hizo Copete al Pasto en el arco norte del Campín en el minuto 71 ese 15 de Julio del 2012 y que coronó campeón a mi Santa Fe luego de 36 años, 6 meses y 25 días sin alcanzar una estrella en el rentado profesional colombiano. Esa misma sensación que logra robarme lagrimas cada vez que mi hijo convierte un gol y busca mi mirada para juntarnos en perfecta comunión.
Y es que el tanto que anotó Radamel no nos dio ningún título, ni llevó a nuestra selección a una hazaña que escribiera un capitulo en la historia del futbol mundial, ese gol se transformó en la manifestación hecha carne que en la vida es posible conseguir lo que se quiere, que vale la pena creer, que podemos ser más grandes que las dificultades, que la constancia salta montañas y que los sueños no son para soñarlos sino para materializarlos y vivirlos.
Nuestra sociedad se ha caracterizado por forjar ídolos para luego destruirlos, es como si la antropofagia social hiciera parte de nuestro ADN; no obstante todas estas situaciones supo gambetearlas nuestro goleador como a la más férrea defensa europea y convertir su mejor tanto, escribir la novela de su vida que sin duda es mucho mejor que cualquier producción del prime time de la televisión nacional.
Radamel Falcao García ya es inmortal, y no solo por ser el máximo artillero histórico de nuestra selección. Logró esa condición porque su vida será contada por generaciones como un ejemplo de resiliencia, un modelo de ser humano, una historia inspiradora, pero sobretodo una fórmula de como asumir una dificultad que pareciera insalvable para sortearla y catapultar la debilidad y transformarla en una verdadera fortaleza.
No sé si nuestro equipo logrará superar lo realizado en Brasil 2014, ni siquiera si podamos pasar a la ronda del “mata mata”; no obstante, estoy seguro que será difícil que un momento que no hizo mayor diferencia en un resultado deportivo, vuelva a unir el espíritu de un país como ese gol.
Deseo con todo mi corazón que los marcadores le sigan sonriendo a nuestro combinado nacional, pues entre otras cosas de manera poco inteligible, este deporte logra lo que nada más en la corta vida republicana de nuestra historia patria: hacernos uno y sacarnos las más honestas sonrisas, generar esperanza, activar la economía y hacernos convencer que somos una sociedad viable, un país del primer mundo y que nada ni nadie puede contra nosotros.
Será tarea de cada uno no dejar que ese espíritu nacional se extinga el día que se termine la participación de nuestro equipo en la cita orbital, sino que vivamos cada una de nuestras acciones cotidianas con ese profundo amor por nuestro país, nuestra ciudad, nuestra empresa y nuestra familia; esas pequeñas cosas nos ayudarían a dar el salto cuántico y lograrían que entre todos realmente transformáramos nuestra sociedad, así como Rada lo hizo con su vida.
Quiero, y con profunda convicción le pido a Dios, que siga guiado las actuaciones de nuestro “Tigre”, que sean sus goles los que logren ya no solo hacernos entender que es posible conseguir los sueños, sino que efectivamente escriban un capitulo nuevo en la historia del deporte más lindo del planeta.
Avanza raudo el mundial y serán cientos las historias que contar, no solo las deportivas: logramos indignarnos por el comportamiento de algunos compatriotas, dudamos pero no perdimos la fe ante el resultado con Japón, gritamos y nos sentimos grandes frente a Polonia, la alegría y el color cunde por cada ciudad que recibe nuestra selección y contamos las horas para saber cuál será nuestra suerte con Senegal.
Falcao, hombre de fe, ejemplo de vida familiar, líder en la cancha y fuera de ella, gracias por cada alegría que nos has regalado, gracias por ser modelo para nuestros hijos y en general para las generaciones venideras. Que orgullo que hubieses nacido en nuestra patria, que grande haces sentir el tricolor y como vibran nuestros corazones al oír las notas del himno nacional cuando las cámaras te enfocan y con sonoro grito y a ojo cerrado brota tu amor por la tierra que te vio parir. ¡Que viva Radamel Falcao García!, ¡que viva la Selección!, pero sobretodo, ¡que viva Colombia!.