@andfelltobon
El título de esta columna pareciera ser la consigna más enarbolada y defendida por los adalides de la política intelectual colombiana durante las últimas semanas (literalmente: las últimas dos semanas). Aquí y allá se luchaban, enardecidos y acaso ciegos, los dos bandos que competen a toda disputa, a saber: los que están a favor y los que están en contra. Un público impasible, inalterable, observaba con aparente morbosidad el asunto. Sin embargo, a pocos importaba.
De un lado, quienes defienden el voto el blanco, daban y dan cuenta de la manifestación de un derecho que se pretende inalienable como es el de la participación electoral. Consideran que quien vota en blanco, no solo lo hace para frenar la labor de unos cuantos aspirantes con dudosas referencias, sino para poner el sistema en tela de juicio mediante la neutralización de una institución recurrentemente impugnada.
Quienes defienden la redirección del voto en blanco hacia candidatos que se lo merecen, abanderan dos consideraciones. En primer lugar indican que votar en blanco solo garantiza el mantenimiento en el poder de los partidos que hasta el momento han gobernado el Congreso, en función de la dinámica de umbrales. Y en segundo lugar indican que el voto en blanco es un castigo férreo dirigido a los pequeños partidos, donde se encuentran los prohombres y adalides de la recuperación de nuestro rumbo como nación.
En suma, quienes defienden el voto en blanco dirigen su atención a la neutralización de instituciones impugnadas, y los que lo atacan simple y llanamente pretenden redirigir los votos hacia sus necesitadas urnas.
Estoy cansado de que el discurso de los académicos que se meten en la política sea el de abanderados que se creen con la verdad en la punta de la lengua. Acaso la imagen de mártires y héroes les queda pequeña, pues no solo son ignorados y vituperados, sino que son la salvación mesiánica que nadie se atreve a descubrir. Si su discusión respecto al voto en blanco estuviese dirigida únicamente a denunciar los peligros que este conlleva para las elecciones parlamentarias, el mensaje subversivo no debería ser la redirección de estos votos hacia las urnas de los pequeños partidos. Si el interés de tales candidatos fuera efectivamente pedagógico, el trato hacia el voto en blanco debiera mantenerse sobre esta misma línea. Sin embargo, están en campaña y pretenden hacer ver como si no lo estuvieran. Pareciera que están enseñando la dinámica de un proceso electoral, cuando están direccionando las consideraciones de los incautos hacia decisiones que en principio no hubieran tomado. A esos hombres y mujeres, amantes de la retórica, Platón hubiese gustado gritarles: ¡Sofistas!
La democracia pretende válidas todas las voces, no erradas ni mal direccionadas algunas. Nuestro sistema no es ni intenta ser aristocrático (la oligarquía está a unos cuantos pasos de la más trasnochada aristocracia), antes bien: asevera con orgullo su carácter democrático. Quienes votan en blanco no están cometiendo un error. Todo lo contrario, están ejerciendo el derecho absoluto de indicar que una institución impugnada no puede seguir en funcionamiento. Los ciudadanos colombianos estamos en todo nuestro derecho de levantar la voz y propugnar por un cambio. Si garantizamos una democracia dirigida a asuntos que valgan la pena, por fin lograremos actuar colectivamente como ciudadanos sin esperar la llegada del cuatrenio. Permitir la acción colectiva hoy, es garantizar la permanente existencia de una ciudadanía crítica y atenta, con los ojos puestos en quienes nos representan.
Señores políticos de la nueva clase, de esa que se pretende sana e inteligente, permítanme regalarles un consejo a lo mejor tonto: guardad coherencia.
[author] [author_image timthumb=’on’]https://fbcdn-sphotos-d-a.akamaihd.net/hphotos-ak-prn1/t1/1488896_10202086754224487_208028205_n.jpg[/author_image] [author_info]Andrés Felipe Tobón Villada Politólogo de la Universidad EAFIT y actual candidato a la Maestría en Estudios Humanísticos de la misma Universidad. Ha publicado en revistas académicas locales como Cuadernos de Ciencias Políticas del pregrado en Ciencias Políticas de la Universidad EAFIT, y en revistas indexadas internacionales como Razón Española. Asimismo, participó en la creación del cuarto tomo del Diccionario crítico de Juristas Españoles, Portugueses y Latinoamericanos (Hispánicos, Brasileños, Quebequenses y restantes francófonos) de la Universidad de Málaga. Actualmente se desempeña como docente y consultor analista en la Universidad EAFIT. Leer sus columnas.[/author_info] [/author]
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