Como ciudadano colombiano lo más probable es que haya conocido del mencionado “Proceso de paz con las Farc”. Igualmente también es muy probable que haya conocido todas las ideas que se disparan con ira los “santistas” y los “uribistas” intentando contradecir de cualquier forma la tesis del otro. Cada vez que entramos a ver las noticias o leer los periódicos y revistas, vemos como se hace alusión al político o seguidor que menciona frases como “Asesino del anhelo de paz de los colombianos” o “comunista que entregará el país a las Farc” entre otras. Y una pregunta que cualquiera podría plantearse para hacer un análisis objetivo y serio del asunto sería: ¿a quién le creemos?, ¿quién dice la verdad?
Evidentemente es un asunto meramente político y no se puede saber quién tiene la verdad pues depende de a cuál ideología se le atine. Eso sí, claro que se puede estudiar al menos los argumentos de ambas partes para pensar si verdaderamente la idea que intentan exponerle al público es válida o no en términos objetivos.
Resulta todo un entretenimiento de ocio ver cómo la gente en las redes sociales acusa de “comunistas” a Santos o a los que defienden las negociaciones. No parece muy claro ese tipo de argumento, pues el comunismo se caracteriza por ideales como la eliminación de la propiedad privada (es decir llegar a un punto en donde nadie tenga nada a su nombre sino que todo sea de la sociedad común como lo planteó Marx) o la consolidación de un Estado sumamente controlador para la búsqueda de su misma eliminación (pues como se busca llegar a una situación en la que la sociedad se gobierne a sí misma con las mismas características materiales y sociales, se llegaría a un punto en que el Estado ya no sería útil). ¿Les suena lógico pensar que de la noche a la mañana el Estado colombiano desaparecerá y todos nos regiremos por las reglas del comunismo? Piénsenlo ustedes.
Además, haciendo la aclaración de que a Uribe le tocó la época antiterrorista ultraderecha de la administración Bush, y por tanto de que parece encarnar en Colombia las “buenas costumbres conservadoras” del antiterrorismo y el antisocialismo chavista; parece que algunos de los seguidores de Uribe todavía sienten esa satisfactoria sensación propia de la Guerra Fría de proteger a muerte una serie de principios denominados “capitalismo” que van en contraposición de la revolución cubana, venezolana y de todos los gobiernos de izquierda que fueron dominando por Latinoamérica durante finales del siglo XX y lo que va corrido del siglo XXI. Un paréntesis breve: esto es muy irónico, porque Santos podría ser incluso más capitalista que Uribe; debido a que Santos estudió modelos de desarrollo ecónomico en London School of Economics, ejerció el ya desaparecido ministerio de comercio exterior durante el gobierno de César Gaviria y representó al país en conferencias internacionales sobre asuntos económicos del café en Londres durante el gobierno de Julio César Turbay. Esto puede dar la sensación de que un aristócrata rolo, frío y calculador sea más el representante de una economía capitalista que un patrono paisa de las montañas. Hay que ponerle cascumen al asunto.
Ahora bien, pensar que el “país se le está entregando a las Farc” es muy exagerado. Empezando por que una parte considerable del territorio colombiano ya está controlado por las Farc (para saber más sobre esto lo invito a leerse “Jueces sin Estado” de Muricio García Villegas, muy recomendado). Ya de por sí es inapropiado pensar que porque existiría una desmovilización (es decir dejar la guerra ideológica por vía armada y comenzarla por vía política), tendría que existir necesariamente una “entrega del país”. En todos los países civilizados los partidos de extrema derecha e izquierda están sentados en el congreso debatiendo y no escondidos en las praderas armados. Para entregar un estado a un movimiento político, éste lo debe dominar y debe estar sentado en las sillas que dirigen los altos cargos políticos.
En este orden de ideas, la única forma de pensar que las Farc “se tome el país” por vía política sería que escogiésemos a Timochenko de presidente, a Iván Márquez de cabeza de lista en el congreso por el partido de las Farc, y a los dirigentes de las divisiones de las Farc en los despachos municipales y departamentales de cada lugar del país. Si no quiere que éstos sean sus dirigentes, no vote y democráticamente se acabó el problema. Si piensa que “debajo de la mesa” se puede estar acordando un puesto directo hacia estos cargos públicos (que es un argumento muy malo porque esto sería abiertamente inconstitucional con la escogencia pública de alcaldes y congresistas y por tanto la Corte Constitucional lo prohibiría en Colombia), sería no irse muy lejos a lo que puede pasar hoy en día en la política común y corriente “santista” o “uribista”. Lamentablemente, esto es una espina en la política de lo que precisamente por suceder a lo largo de toda la historia colombiana no se le puede ahora responsabilizar totalmente a las Farc. Tanto ellos, como los paras y como algunos políticos ya de por sí hacen esas actividades. ¿Entonces el hecho de que las Farc se movilice hacia el debate político hará que más o menos cargos públicos sean escogidos corruptamente, o será que bajo una serie de reglas en el Congreso les será más difícil meter un alcalde a las malas? Piénselo dos veces antes de argumentarlo.
En conclusión, no se trata de defender las negociaciones en la habana, sino de defender la racionalidad. Como todo en la vida, este tipo de sucesos conllevan una serie de sacrificios, y aunque sea algo que nos duela a todos, esto no debe ser una espina a la hora de progresar como país. Siguiendo la línea de racionalidad, está más que probado que en cincuenta años de conflicto armado el Estado colombiano no ha sido capaz de acabar por vía armada a las Farc, ni éstos al Estado. A partir de esta idea, ¿le parece lógico mandar entonces a la selva a los jóvenes de escasos recursos que no tuvieron como pagar libreta militar (son la mayoría del ejército) en defensa de una idea guerrerista contra unos guerrilleros que probablemente son también jóvenes de escasos recursos reclutados “a las malas”? ¿O será que la guerra es más bien ideológica y que ésta debe manejarse desde el Congreso?. Nuevamente, piénselo dos veces. La invitación es a, como dice el dicho por ahí, “no tragar entero”.
New deal neoliberal?
Así es Viktor. Luego de que el modelo Keyseniano fracasara, el expresidente Roosevelt crea la política del New Deal que terminó convirtiéndose en una gran ayuda para el manejo del Neoliberalismo de principios del siglo XX (anterior del modelo Keyseniano): regulación estatal para el buen manejo de la economía neoliberal.
Se equivoca gravemente Santiago, el modelo que fracasó no fue el Keynesiano, fue el liberal clásico, el Keynesiano fue el que surgió para suplir esos errores de la antigua teoría. Lo invito a consultar los principios del modelo Keynes, donde el Estado se vuelve prestador y regulador del mercado. El neoliberalismo busque donde quiera empezó en 1970, el New Deal es anterior a la segunda guerra mundial. Revise mejor sus fuentes.
Revisé de nuevo mis documentos de la universidad y veo que tiene razón; al confundir los conceptos de neoliberalismo y liberalismo clásico. De todos modos, sigo pensando que la tesis principal no pierde vigor; pues claramente se denota que las políticas económicas de Santos en relaciones exteriores van muy encaminadas a que Colombia tenga mayor compromiso con la economía globalizada a como fue en la administración pasada.