“Los maestros literarios nos recuerdan que la incapacidad de escribir sobre cualquier tema es una señal, no una razón para darse por vencido. Entonces, ¿qué herramientas tenemos para superar esto y seguir adelante con nuestras palabras?”
Mi trabajo es escribir. Escribir para mí es como caminar. Es como respirar, algo tan natural que se convierte en un acto reflejo. Aunque hay personas que me consideran escritor aún no he publicado sino unas columnas de opinión y uno que otro resumen académico. Mis días transcurren entre palabras. Dedico mis horas a representar mis vivencias en el papel, juego con las palabras y resuelvo dejar plasmada una oración de cierta forma para causar cierto efecto. Escribo y nada más. Sin embargo hay algo que me aqueja en los momentos donde no encuentro las palabras por decir. Me resisto a caer en el cliché del «bloqueo creativo» porque generalmente la creatividad solo funciona con inspiración y la inspiración nos parece como algo divino que llega a nosotros. Sábato lo decía: la inspiración soy yo mismo que me siento a escribir. Pero, ¿qué hacer cuando incluso esa inspiración parece abandonarnos? ¿Cómo lograr plasmar palabras en el papel cuando el abismo de la página en blanco se hace inabordable? Entonces, ¿qué escribir cuando no se puede escribir?
Si usted, amigo lector, ha explorado los altibajos de la escritura, seguramente entiende la profundidad de esta lucha. Sabrá el peso de lo que estoy diciendo. Los maestros literarios nos recuerdan que la incapacidad de escribir sobre cualquier tema es una señal, no una razón para darse por vencido. Entonces, ¿qué herramientas tenemos para superar esto y seguir adelante con nuestras palabras? Mi vida es la escritura, pero no me identifico plenamente como escritor. ¿Por qué? No lo sé. ¿Cómo se forja un escritor? ¿Cuáles son los pasos a seguir? ¿Qué estilos explorar? ¿Qué lugares frecuentar? ¿Dónde buscar formación? No dejo de pensar en mis posibilidades. Posibilidades posibles o no.
El trabajo de un hombre es un reflejo de lo que es, lo que piensa durante el día. Esta verdad resuena en mí de manera constante. Entonces, llego a la conclusión de que soy, en esencia, un escritor que se dedica a escribir sobre por qué no puede escribir. ¡Soy un escritor! He optado por abrazar la imposibilidad de escribir, desafiándola desde adentro, no como un fin en sí mismo, sino como una manera de comprenderla y, finalmente, superarla. Sin embargo, a pesar de mis esfuerzos, no lo consigo. Me siento como el que esperó a que le abrieran la puerta frente a una pared sin puerta, recordando a Pessoa. Pero aquí, en medio de esta danza frustrante, encuentro una oportunidad. Al atravesar la esencia de mi deseo de escribir, de mi deseo de escritor, encuentro mi fracaso. Pues he de serlo y lo pronunciaré: soy un escritor fracasado.
Por lo tanto, si usted es un lector que se siente atrapado en la búsqueda de su propia voz como escritor, le insto a recordar que el camino hacia la maestría no es lineal ni predecible. No se trata solo de escribir lo que se espera de uno, sino de explorar las sombras y los misterios de la conciencia, luchando constantemente con la idea preconcebida de lo que debería ser como escritor. La imposibilidad de escribir puede ser un paso en el camino hacia la autenticidad y el descubrimiento de uno mismo como escritor. Es un viaje en el que la propia frustración se convierte en una aliada en la búsqueda de la creatividad y la expresión más profunda. Por eso ante esta situación los invito a escribir sobre lo que no pueden escribir cuando quieren escribir.
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