Puede que un radar no siempre se ajuste al estereotipo, sino a la sensación intrínseca de que podemos formar parte del otro en una sociedad como esta. Como la posibilidad no siempre es certera, nuestra intuición nos lo permitirá averiguarlo.
Ser abiertamente gay frente a personas que recién se familiarizan con el término es un poco difícil. Dichas personas cargan con muchas preguntas y podría responder cuántas mi experiencia y conocimiento sobre el tema lo permitieran. Soy de la idea de que ninguna pregunta es tonta, al contrario, es enriquecedora en un diálogo. Más de una vez se me ha dicho: ¿cómo se identifican entre ustedes? ¿cómo saben si el uno o el otro es gay? No se trata de una pregunta fuera de lugar, tiene sentido en una sociedad heteronormativa. Y es que claro, en un contexto “normal” un hombre y una mujer dan por hecho que podrían atraerse. Sin embargo, no ocurre lo mismo cuando se trata de dos personas del mismo sexo.
“Tenemos una especie de radar que nos permite detectar a más como nosotros”, eso era lo que solía contestarle a la gente. Al parecer, este término es aplicable dentro de la comunidad LGBT. ¿Qué clase de heterosexual necesitaría un radar? A esto, el libro Gay, hetero y sus razones nos ofrece una definición más cercana al gaydar (radar gay): “…la habilidad de saber quién es gay sin la ayuda de información explícita sobre su orientación sexual”.
¿Cómo es posible que este radar funcione? Más que una peculiaridad dentro de la comunidad, se trata de algo que muchos de nosotros hacemos. Nos dejamos llevar por estereotipos o pre-juicios dependiendo del ideal que tengamos acerca de un hombre o mujer hetero, así es como la aplicación del radar funciona como la manera más simplificada de detectar el cáncer de muchos conservadores extremistas: la homosexualidad. Los prejuicios no son malos, al contrario, nos permiten anticipar muchas situaciones y conocer previamente sobre algo. El problema ocurre cuando el prejuicio sobre algo es erróneo y no tiene el más mínimo acercamiento a la realidad de la otra persona. Es entonces cuando el radar falla.
Aparentemente, por el físico y lingüístico de las personas es como se comprueba la orientación de la persona. Sabemos que masculinidad y feminidad, ahora, no corresponden necesariamente a hombre y mujer respectivamente. Si una persona promedio ve a un hombre con comportamientos que usualmente caracterizan a una mujer, deduciría que es gay. Eso obedece al sentido de percepción que tenemos. En antropología, esto se acerca a una facultad interna del hombre: el sensorio común. Una capacidad para articular sentimientos y sensaciones orientados al conocimiento de algo o de alguien.
En estos casos, una inteligencia intuitiva nos permite escuchar a nuestro mundo interior (el inconsciente). Tomaremos decisiones de acuerdo a lo que la experiencia nos haya proporcionado, un conocimiento que hacemos parte de nosotros y será prudente usarlo más adelante.
Finalmente, me gustaría terminar este texto alegando a la esencia de la persona. A veces, esta es capaz de traducirse a través de su mirada o un lenguaje que solo su complemento puede entender. Puede que un radar no siempre se ajuste al estereotipo, sino a la sensación intrínseca de que podemos formar parte del otro en una sociedad como esta. Como la posibilidad no siempre es certera, nuestra intuición nos lo permitirá averiguarlo.
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