Pocas contiendas electorales trajeron tanta emotividad como la que acaba de pasar este 27 de mayo. Colombia masivamente se convocó en las urnas para tomar partido y decidir su futuro y fruto de eso se logró derrotar la abstención y por primera vez en 20 años, ser mayor el número de quienes decidían a los que dejaban que otros lo hicieran por ellos.
La gran sorpresa fue sin duda Sergio Fajardo, quien en un remate de ciclismo al mejor estilo de nuestro compatriota Fernando Gaviria, esprintó a pocos metros de la meta, pero a diferencia de nuestro corredor, le faltó un poco para haberse llevado la victoria.
Ninguna encuesta mostraba que tan cercano hubiese estado Fajardo de Petro, por el contrario, la duda estaba en si Vargas Lleras realmente podría llegar a segunda vuelta virtud de su mencionada maquinaria, la cual no resultó ser más que el rezago de la disciplina de Cambio Radical y unos anuncios de apoyos regionales que nada sumaron.
El profesor nacido en Medellín logró cristalizar lo que muchos pensábamos iba a estar en cabeza del exalcalde de Bogotá; en él, millones de colombianos vieron la esperanza de ser la nueva vía, una alejada de las tradiciones políticas, aquella que recuperara la confianza y diera un nuevo rumbo al país. Esa misma que no realizó multitudinarias manifestaciones, sino que se fue de cuadra en cuadra conquistando corazones.
Estoy seguro que si la legislación colombiana hubiese permitido la publicación de encuestas la última semana, hoy otra sería la historia. No tengo duda que la segunda vuelta hubiese sido entre Duque y Fajardo, y también casi sin temor a equivocarme el segundo hubiese sido Presidente en los comicios llamados “segunda vuelta” a los cuales nos aproximamos.
Pero eso no se dio, ni tampoco los pronósticos a boca de urna que la mayoría de los analistas hacían en los diferentes canales de televisión al conocer los resultados. Sumaban con certeza algo convincente, los votos de Fajardo y De La Calle en favor de Petro, y a los de Vargas Lleras a las toldas de Duque. Se anticipaban a los discursos de cada uno y suponían inmediatas adiciones entre unos y otros, hechos que a la postre nunca sucedieron.
Varias entonces son las lecturas que podemos hacer de este candente e histórico momento electoral que vive nuestro país; en primer lugar, se ha engendrado una nueva conciencia política: las redes sociales han permitido vigencia a otras formas de generar electorados, el descontento de la ciudadanía es evidente y son millones los que decidieron tomar acción a través de su voto y manifestarse.
Luego sin embargo Colombia se polarizó: hoy hay que escoger entre el candidato de la derecha y el de la izquierda y ambos, de manera evidente, empezaron a dar pasitos para el centro. Y es muy importante reconocer que la campaña de Duque ha sido mucho más hábil y estratégica que la de Petro.
Los cientos de miles de seguidores del candidato de la Colombia Humana, salieron terminado el pre conteo a exigir a la Coalición Colombia y al Partido Liberal su inmediata adhesión y pasaron de plantear una coherencia ideológica a los insultos, los agravios y la presión indebida. Esto posiblemente de manera no consentida por la campaña Petrista, quien se demoró mucho en intentar apagar las brasas ardientes de sus fanáticos activistas en redes sociales.
Entre tanto, la campaña de Duque asumió su victoria con un discurso tranquilo y con un ánimo conciliador. No se quedó en el “Castro-Chavismo” si no que se fue a las calles a replicar la estrategia que el profesor Fajardo había dejado como lección pocas horas atrás y se convirtió en el hombre “chévere”, cercano, que busca atraer y genera consensos. Mientras que las maquinarias y los partidos tradicionales procuran su acomodo en esas toldas, buscando el menor daño posible y de paso no ser tratados como parias.
Petro ha querido, como era de esperarse, llevar a Duque a un terreno en el que se siente cómodo y en el que posiblemente puede tener alguna ventaja: el del debate, la contradicción, el ideológico, el de las propuestas. No obstante, el hombre del Centro Democratizo ha decidido bajar la temperatura, dejar que sus escuderos sean quienes den la batalla en redes sociales.
Sin embargo, y por el bien de lo que está en disputa, ojalá quien hoy pareciera según las encuestas ser el próximo Presidente de Colombia, acepte asistir a por lo menos un debate y poder de primera mano ver a dos hombres con modelos diferentes y bien preparados intentar convencer a un electorado a través de las propuestas.
Aunque falta tan solo una semana larga para saber quién será el sucesor de Juan Manuel Santos, este tiempo puede ser una eternidad, cualquier error o jugada maestra podría desestabilizar la balanza que ya pareciera estar bastante inclinada hacia el lugar de Duque. No obstante, y como lo pudimos constatar con los resultados de la primera vuelta, nada está escrito y aún queda mucha tela para cortar.
En razón a la decisión de Fajardo y de De La Calle de votar en blanco, es posible que por primera vez la votación en segunda vuelta sea menor a su predecesora; aun así, ojalá sigamos en la senda de superar el porcentaje de abstención.
Los estrategas de ambas campañas deben tomar con profunda calma y acelerador a fondo cada una de sus decisiones. Por ahora, y como ha sido tradicional en las últimas elecciones presidenciales, el voto se está decidiendo más en contra de alguien que en favor del propio… amanecerá y veremos. Por ahora como dicen en el campo “que el diablo nos coja al menos confesados” y que votemos a conciencia por el bien de Colombia.