“¡Que la irreverencia nos salve del orden caótico que nos quieren imponer!”.
Debo confesar que en algún momento de mi vida fui uribista, ocurrió cuando aún era adolescente y los deseos de vivir en una sociedad en paz unidos a la desinformación y a una personalidad totalmente indefinida, me llevaron a creer en dicha doctrina con la esperanza de que la guerra desaparecería gracias a la “mano dura y el corazón grande” de un político mesiánico que prometía lo imposible. No obstante, a medida que transcurrieron los años y me adentré un poco más en el núcleo del uribismo, pude darme cuenta de que la doctrina, no solo alimentaba una vana esperanza, sino que además, podía descargar sobre ella las frustraciones internas que llevaba conmigo y de esa forma, desquitarme con el otro de mis propios fracasos. Debo aclarar que aparte de ser uribista, era un homosexual encerrado en lo más profundo del armario y un rockero anónimo que se escondía en los ritmos modernos para evitar ser descubierto, todo eso, con el fin de no ser juzgado, condenado o simplemente, contradecir los dogmas de la doctrina que profesaba. Entonces, esas represiones internas, esas pulsiones, eran disparadas contra un enemigo en común: las personas abiertamente homosexuales, los rockeros, los metaleros, los alternativos o simplemente, los que pensaban y actuaban diferente. Ese rechazo-admiración hacia el otro se volvió obsesivo, tuve que acudir a terapia psicológica y luego de la auto-aceptación pude superarlo. Y una vez superado y asimilado, llegó la identificación, es decir, pasé del repudio a lo raro, a lo diferente, a ser yo el raro, el diferente, el homosexual, el anti-uribista. Investigué, indagué, revisé la historia con minuciosidad, cuestioné, dudé, saqué conclusiones y finalmente, pude darme cuenta de que el uribismo es una secta que está pudriendo a Colombia y yo no podía seguir defendiéndola.
Hoy, después de reflexionar sobre el atentado ocurrido en la Escuela General Santander, estoy convencido que todo este show mediático se trata de una nueva maniobra del uribismo, ellos siempre se salen con la suya y terminan sobreviviendo de la muerte política como aquel gladiador que nunca pierde una batalla aun cuando su suerte parecía echada. Me pregunto si en estos momentos cuando medio país lamenta el atentado y pone su fe en el gobierno de Duque para que nos salve del terrorismo y, el otro medio, mientras lamenta el hecho, también cuestiona y duda de la información otorgada por el Gobierno, la Fiscalía y los principales medios de comunicación por las extrañas circunstancias en las que el mismo se desarrolló, habrá alguien que se encuentre en una situación idéntica a la que me encontraba yo hace varios años: buscando un enemigo en común para señalar, culpar, responsabilizar y al mismo tiempo, desear ser como él, admirarlo, estar en una lucha constante consigo mismo; me pregunto si en estos momentos, algún uribista estará dudando para sus adentros del atentado y batallando con su mente para no contradecirse ni contradecir a su líder ni a la doctrina que practica; me pregunto si algún uribista en estos momentos admitirá que su doctrina es errada y que nos devolverá al conflicto del cual estábamos empezando a salir. Pero lo que más me cuestiono es si la represión y frustración interna de cualquier índole son los principales caldos de cultivo para doctrinas fascistas y populistas aún por encima de la ignorancia y la falta de educación o si por el contrario, todos estos factores son imperativos para que prosperen. En todo caso, conociendo el modus operandi de un gobierno uribista, se seguirán aplicando los principios propagandísticos de Joseph Goebbels en la población colombiana y esta seguirá cayendo en su trampa como lo ha hecho en los últimos veinte años.
¡Que la irreverencia nos salve del orden caótico que nos quieren imponer!