¿Puede la IA ser verdaderamente creativa?

Cuando una IA crea una novela con una trama aparentemente verosímil, una canción con una letra adecuada y un ritmo autóctono raizal, una pintura que evoca emociones profundas o un borrador de artículo científico que propone una nueva teoría, ¿quién es el autor? ¿Quién es el detonante creativo? ¿El programador que diseñó el algoritmo, el usuario que proporcionó las instrucciones o la propia IA?”.


 La democratización de la Inteligencia Artificial (IA) desde 2022 ha desencadenado una revolución en múltiples esferas del quehacer humano, siendo la producción artística y científica áreas particularmente impactadas. Tras superar el escepticismo inicial, muchas personas la han incorporado a su vida cotidiana. Las universidades han expandido su oferta de posgrados en esta área, e incluso a nivel de pregrado se han modificado los planes de estudio para actualizar sus denominaciones ante el Ministerio de Educación Nacional.

Herramientas capaces de generar textos, componer música, crear videos hiperrealistas, producir imágenes que parecen captadas por un fotógrafo experto e incluso formular hipótesis científicas son cada vez más accesibles. Esto está desdibujando las líneas tradicionales entre el humano y la «caja negra» en términos de creatividad, autoría y originalidad. Si bien estas tecnologías ofrecen un potencial creativo y de descubrimiento sin precedentes, también plantean profundos dilemas éticos que exigen una reflexión crítica y urgente. En las redes sociales abundan servicios que prometen crear un e-book en menos de 15 minutos, un claro ejemplo de cómo se están difuminando los límites éticos de los derechos de autor. Proliferan apps que prometen que podrás componer tu propia canción y publicidades que ofrecen poner lo mejor del arte al alcance de tus dedos.

Nos acercamos más a ese fragmento de la canción Apocalipsis Zombi de El Cuarteto de Nos: «Ah, este simulacro virtual / Copiar y pegar, usar y tirar / Seguimos la jauría, la horda desalmada / Exigiendo más de todo pero sin pensar en nada».

Cada quien andará con un libro —atención, no una biblioteca— bajo el brazo, presumiendo su autoría. Todos crearemos nuestra propia música y realizaremos nuestras propias películas mediante la IA. Nos convertiremos en los nuevos zombis: «mira lo que escribí», «escucha mi nueva canción», «descarga mi nueva película de acción», «valora mi obra de arte»… No buscaremos sangre ni cerebros; en cambio, deambularemos errantes con nuestras «no-cosas», famélicos de likes, buscando incansablemente autovaloración y validación.

La atomización del arte y la ciencia podría ser una buena profecía. Y digo «buena profecía» porque la mejor profecía es aquella que no se cumple.

El análisis anterior  sitúa el debate en torno a la IA generativa en el arte y la ciencia cuestionando la autoría, la creatividad y la propiedad intelectual. Cuando una IA crea una novela con una trama aparentemente verosímil, una canción con una letra adecuada y un ritmo autóctono raizal, una pintura que evoca emociones profundas o un borrador de artículo científico que propone una nueva teoría, ¿quién es el autor? ¿Quién es el detonante creativo? ¿El programador que diseñó el algoritmo, el usuario que proporcionó las instrucciones o la propia IA?

Esta es la tricotomía de los derechos de autor a la cual las legislaciones y las teorías filosóficas actuales, concebidas en un mundo pre-IA, luchan por dar respuestas claras. En muchos casos, se considera que las obras generadas exclusivamente por IA no son susceptibles de protección por derechos de autor al carecer de un autor humano. Sin embargo, cuando la IA actúa como una herramienta sofisticada en manos de un creador humano —lo que se denomina «asistencia creativa por IA»— la línea se vuelve más difusa. ¿Cuánta intervención humana creativa es necesaria para reclamar la autoría? Esta ambigüedad no solo tiene implicaciones legales y económicas, sino que también afecta la valoración y el reconocimiento del esfuerzo creativo.

Paralelo al reconocimiento de la autoría intelectual divaga el concepto de creatividad y originalidad. Históricamente, hemos valorado en el arte y la ciencia la chispa única de la inventiva humana. La IA, por su naturaleza, aprende de vastos conjuntos de datos preexistentes, lo que significa que sus «creaciones» son, en esencia, complejas recombinaciones probabilísticas y derivaciones de obras humanas anteriores.

El caso mediático del filósofo y escritor Jianwei Xun ilustra perfectamente este análisis. Este autor fue creado por el filósofo italiano Andrea Colamedici mediante sistemas de inteligencia artificial generativa [1]. Aquí se presenta la tricotomía de la autoría: ¿pertenece a la IA, a los programadores o al filósofo italiano?

El «no-ser» Xun ha provocado una profunda reflexión entre los intelectuales y filósofos del siglo XXI. Su libro «Hipnocracia: Trump, Musk y la nueva arquitectura de la realidad» promete convertirse en una joya intelectual y un tema central de debate para las generaciones futuras. Sin embargo, ahora que conocemos su verdadera naturaleza, surgen preguntas fundamentales: ¿Es creíble el contenido del libro? ¿El mero hecho de saber que la IA tiene sus «manos metidas» disminuye su legitimidad?

La IA ha hackeado deliberadamente nuestra forma de pensar [2]. Lo mejor: bajo la mirada impotente del establishment actual que no sabe qué hacer —por lo menos así lo aparenta hasta hoy. Esto plantea la pregunta de si una obra generada por IA puede ser verdaderamente original o si inherentemente incurre en una forma de plagio sofisticado. Si bien la IA puede producir resultados novedosos e inesperados, su dependencia del material de entrenamiento suscita preocupaciones sobre la devaluación de la creatividad, de la originalidad humana y la posible homogeneización de la expresión artística y científica, donde los estilos y temas predominantes en los datos de entrenamiento se perpetúan. En este punto es donde el artista e/o investigador pondrá su sello distintivo.

Millones de páginas de escritores, así como cantidades exorbitantes de horas de imágenes, audio y video [3], son utilizadas para alimentar los entrenamientos [4]. Miles de escritores [5], pintores reconocidos [6] y demás personalidades del ámbito artístico se quejan constantemente sin que sus protestas generen un verdadero eco. Por allá —parece una fecha antiquísima— en 2023 el sindicato de actores y guionistas de Hollywood se declaró en huelga ante la inminente y profética intromisión de la IA en los asuntos creativos [7]. Después, en 2024, con los artistas de videojuegos fue una nueva justa por el mejoramiento de condiciones laborales y cláusulas para protegerse de la IA [8].

Más allá de estos desafíos puntuales, el uso extensivo de la IA en la creación artística y científica nos obliga a reflexionar sobre el futuro de la creatividad humana y el propósito mismo de estas disciplinas. Si las máquinas pueden generar arte y conocimiento de manera eficiente, ¿cuál será el papel de los artistas y científicos humanos?

Algunos argumentan que la IA puede ser una poderosa herramienta colaborativa, liberando a los humanos de tareas tediosas y permitiéndoles alcanzar nuevas cotas de creatividad e innovación. En este escenario optimista, la IA complementa y potencia la inteligencia humana. Otros, sin embargo, expresan un temor fundado a la devaluación del trabajo humano, la pérdida de empleos en sectores creativos y científicos, y una eventual atrofia de nuestras propias capacidades creativas si dependemos en exceso de las máquinas.

La pintura, por ejemplo, enfrenta el desafío de cómo valorar una obra generada por algoritmos frente a una creada por la mano y la intención directa de un artista. Hay concursos donde se valida el uso de la IA como condicionante de la obra para concursar. Las novelas y cuentos escritos por IA, aunque puedan seguir estructuras narrativas coherentes, a menudo carecen de la profundidad emocional y la comprensión matizada de la condición humana que caracterizan a la gran literatura. En el ámbito científico, si bien la IA puede acelerar el análisis de datos y la identificación de patrones, la formulación de preguntas de investigación significativas, la interpretación crítica de los resultados y la comunicación ética de los hallazgos siguen requiriendo el discernimiento humano.

Es crucial invertir en investigación sobre cómo mitigar los sesgos en los algoritmos y cómo asegurar que la IA se utilice de manera que aumente, y no reemplace, la creatividad y el intelecto humanos. Las instituciones educativas y culturales tienen un papel fundamental en la formación de creadores y científicos capaces de utilizar estas herramientas de manera crítica y responsable.

No defiendo el error, lo mal estructurado o lo mediocre. Como docente e instructor por más de 15 años, me he esforzado en cultivar el pensamiento crítico en quienes pasan por mis aulas y ambientes de aprendizaje. Sin embargo, cuando una persona publica un artículo con ciertos errores que una IA «nunca cometería», creo que esas imperfecciones le añaden misterio y sofisticación. Con sus límites, por supuesto. No se trata de equivocarnos por deporte.

Quienes vimos Indiana Jones sabemos que, a partir de los errores en la película, se han entretejido varias leyendas. El error nos hace humanos y es lo más hermoso de nosotros. A través de los errores descubrimos nuevas cosas. Es, podría decirse, parte esencial del pensamiento divergente.

La definición de autoría, la valoración de la originalidad, la lucha contra los sesgos, la asignación de responsabilidad y la preservación del núcleo de la creatividad humana son desafíos que requieren una cuidadosa consideración y una regulación proactiva.

La frontera ética es dinámica y, a medida que la IA evoluciona, también debe hacerlo nuestra comprensión y nuestra capacidad para guiar su desarrollo en beneficio de la humanidad.

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[1] https://www.nationalgeographic.com.es/ciencia/este-es-libro-ano-pero-su-aclamado-autor-no-existe-es-ia_24696#

[2] https://www.infobae.com/economist/2023/04/28/yuval-harari-cree-que-la-inteligencia-artificial-hackeo-el-sistema-operativo-de-la-civilizacion-humana/?outputType=amp-type

[3] https://www.xataka.com/robotica-e-ia/openai-se-quedo-datos-para-entrenar-su-ia-asi-que-transcribio-millon-horas-youtube-para-gpt-4/amp

[4] https://es.wired.com/articulos/revelan-lista-de-paginas-que-sirvieron-para-entrenar-inteligencia-artificial

[5] https://www.xataka.com/robotica-e-ia/dejad-usar-nuestro-trabajo-ia-8-000-escritores-amenazan-demandar-a-openai-meta-google/amp

[6] https://www.latimes.com/espanol/entretenimiento/articulo/2023-08-31/artistas-visuales-luchan-contra-empresas-de-ia-para-proteger-su-obra

[7] https://www.latimes.com/espanol/eeuu/articulo/2023-07-22/por-que-la-inteligencia-artificial-es-uno-de-los-motivos-de-las-huelgas-en-hollywood

[8] https://www.bbc.com/news/articles/c4ngy53qyq8o

Erlin David Carpio Vega

Ingeniero Ambiental y Sanitario, Especialista Tecnológico en Procesos Pedagógicos de la Formación Profesional y Magíster en Ciencias Ambientales. Más de 15 años de trayectoria en el sector público y privado. Docente, Instructor e Investigador. Autor de varios artículos científicos, capítulos de libro y libros de investigación. En la actualidad es Instructor del Área de Gestión Ambiental Sectorial y Urbana del SENA. También es columnista en El Pilón.

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