“Cada año llegan millones de dólares en remesas, pero también se pierden millones en comisiones. Blockchain podría devolverle a las familias colombianas lo que les pertenece”.
Cada vez que un colombiano en el exterior envía dinero a su familia, no solo cruza una frontera física: también enfrenta un sistema financiero que muchas veces parece diseñado para castigar al que menos tiene. Hoy, en pleno 2025, enviar una remesa desde Estados Unidos a Colombia puede costar entre el 5% y el 8% del valor total. No es poca cosa, si consideramos que el país recibió más de 10.200 millones de dólares en remesas en 2024, una cifra que representa no solo un récord histórico, sino una dependencia cada vez más profunda de este flujo económico.
Desde mi perspectiva, con especial interés en economía digital, no puedo evitar preguntarme: ¿por qué seguimos aceptando un sistema tan ineficiente cuando ya existe tecnología para hacerlo mejor?
Una solución que ya existe, pero pocos entienden
El blockchain, muchas veces asociado únicamente a las criptomonedas, tiene aplicaciones concretas en el terreno de las remesas. Las llamadas stablecoins activos digitales anclados al valor del dólar o el euro permiten hacer transferencias internacionales en minutos y con costos operativos inferiores al 1%. Plataformas como Stellar, Ripple, Celo o Bitso ya están operando con este modelo en países como México, Argentina y Brasil.
¿Por qué no en Colombia?
El problema no es la tecnología. El problema somos nosotros: nuestra regulación rezagada, la falta de educación financiera digital y el miedo natural que genera lo nuevo cuando aún no lo entendemos del todo.
¿Qué estamos perdiendo?
Cuando un trabajador colombiano en Nueva York envía 300 dólares a su familia en Buenaventura, el sistema tradicional puede comerse hasta 20 dólares en tarifas y comisiones. Eso puede parecer poco desde una oficina en Bogotá, pero en la realidad de muchos hogares colombianos, son tres días de mercado o el pasaje mensual de un hijo que estudia.
Ahora multipliquemos ese “descuento invisible” por los más de 10.000 millones de dólares anuales en remesas. La cifra es escandalosa: cientos de millones de dólares que se quedan en intermediarios que poco valor agregan y mucha fricción generan.
¿Y si Colombia se adelantara?
El país ya tiene una oportunidad concreta para liderar en América Latina el uso de blockchain para remesas. Contamos con un ecosistema fintech dinámico, una población digitalmente activa y una necesidad social urgente: reducir la desigualdad en el acceso financiero.
Pero no basta con la tecnología. Se necesitan tres cosas:
- Un marco regulatorio claro y moderno, que dé seguridad jurídica a quienes desarrollan y usan estos servicios.
- Educación financiera digital masiva, especialmente en zonas donde se recibe mayor volumen de remesas.
- Alianzas entre bancos tradicionales, fintechs y plataformas blockchain, que permitan escalar pilotos y ganar confianza del usuario.
No se trata de reemplazar bancos. Se trata de sumar.
Este no es un llamado a “criptonizar” el país ni a destruir el sistema financiero tradicional. Es un llamado a abrir la puerta a una nueva infraestructura financiera más justa y eficiente. Los bancos que entiendan esto podrán adaptarse y competir. Los que no, verán cómo otras plataformas ocupan su lugar.
Porque no se trata solo de enviar dinero. Se trata de cómo lo enviamos, cuánto cuesta y a quién beneficia realmente ese sistema. Si la tecnología existe, si los casos de éxito ya son visibles y si las necesidades son tan claras, la pregunta ya no es si blockchain puede transformar las remesas en Colombia.
La pregunta es: ¿cuánto más vamos a esperar?.
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