Muy preocupante que Ricardo Roa y Saul Kattán, dos incondicionales de Gustavo Petro, quedaran de presidentes de Ecopetrol y de su Junta Directiva. De alto riesgo para Colombia, porque se sabe de la posición irresponsable de Petro y de su ministra de Minas contra la economía petrolera del país. Y por otras razones.
Lo primero que dijo Irene Vélez al saludar el nombramiento de Roa fue que Ecopetrol “también podrá convertirse en una empresa de energías limpias, pionera de la transición en Colombia y el continente. Desarrollos en tecnologías energéticas con hidrógeno, geotermia y eólicas costa afuera, permitirán fortalecer a la empresa más importante del país”. Así desconoció de plano el carácter de empresa petrolera de Ecopetrol, sector del que puede derivar por décadas grandes ingresos, si se administra con acierto. Y lo dijo sin que este gobierno haya publicado, en ocho meses, un solo estudio que demuestre que Ecopetrol debe reducir su actividad petrolera y gasífera, para ponerse a competir con las trasnacionales que controlan esos otros negocios, en los que puede sufrir enormes pérdidas. Que en su infantilismo no atenten contra la gallina de los huevos de oro.
Es más: las únicas cifras que ha mostrado la ministra Vélez sobre petróleo y gas fueron unas falsas por las que debió haber renunciado, engaño para inflar las reservas y preparar el ridículo de Davos ratificando que la Colombia de Petro –país único en el mundo– no firmará nuevos contratos para buscar hidrocarburos.
Y Ricardo Roa además no tiene hoja de vida para ser presidente de Ecopetrol. Porque, para empezar, el Consejo Nacional Electoral no le aprobó las cuentas de la campaña de Petro, de la que fue gerente, porque la investiga por violación de los topes de financiación y platas de empresas fantasmas.
De otra parte, como alcalde de Bogotá, Gustavo Petro nombró a Ricardo Roa presidente de la Empresa de Energía de Bogotá (EEB), que luego sería el GEB. Y Roa, con pésimo criterio, puso a Néstor Ferney Pérez como jefe de Trecsa en Guatemala –de propiedad de la EEB–, quien, por escandalosa y corrupta irresponsabilidad, fue condenado a 67 meses de cárcel y a pagar $800 millones por “administración desleal agravada”.
Pero si Pérez pagó por sus delitos, no fue porque Roa cumpliera con su deber legal, pues ni lo despidió del cargo ni movió un dedo para acusarlo ante la justicia, acusación que debió hacer Astrid Álvarez, sucesora de Roa en la jefatura de la EEB (ver enlace)
Y es digno de ver el descaro con el que en 2016 Ricardo Roa le mintió a Caracol sobre este caso (ver enlace).
Después Roa asumió la dirección de la Empresa de Energía de Honduras, controlada por William Vélez, negocio que fracasó por problemas legales. Y el mismo Petro le ha hecho a Vélez duras acusaciones. El 12 de diciembre de 2020, por ejemplo, dijo que “es el zar del aseo y la electricidad en Colombia junto con Alberto Ríos y ha sido acusado de lavar dineros de los paramilitares. Es el contratista preferido de Uribe”, concluyó (ver enlace). Nadie puede acusar a Roa ni a Petro de ser escrupulosos.
Tan contrario a Ecopetrol ha sido Petro, que aplaudió que Duque la obligara a malgastar $14,2 billones en acciones de ISA, pésimo negocio que justificaron con la falacia de llamarlo “verde”. Cuántas vivezas, estupideces, mentiras y torcidos se están tapando en el mundo con el manto del falso ambientalismo.
Por último, es obvio que tumbó a Ecopetrol la trasnacional de “cazatalentos” que le lavó la cara a Ricardo Roa, y a sabiendas además de que ya estaba elegido.
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