Patria boba seguimos siendo, peleando entre nosotros como peones en un tablero de ajedrez.
Desde el pacto social, nos restringimos en libertad para empoderar al Estado, recibiendo a cambio una promesa de garantizarnos dignidad. Sin embargo, los centros de salud sólo sueltan medicamentos y servicios esenciales a quienes tutelen, la privatización de la educación ha favorecido el desvío de los recursos destinados a la alimentación de los menores, la matrícula en las IES dejó de ser gratuita, las marchas se volvieron el pan de cada día careciendo de sentido y siendo sólo paños de agua tibia ¿Podemos llamarnos dignos, si mendigamos salud o educación?
La centralización encubierta que socava la autonomía de las entidades territoriales hoy es motivación para ciertos personajes que proponen un sistema federalista ¿resultará necesaria la división política, económica y jurídica para que unos pocos dejen de robar en su tierra? y aún más fatalista sería pronosticar otra guerra civil ¿Qué tanta sangre se derramará antes de despertar como pueblo? Patria boba seguimos siendo, peleando entre nosotros como peones en un tablero de ajedrez.
La igualdad es una mera ficción, el extranjero que lee nuestra constitución se imagina el ideal de Nación, pero al visitarnos se burla al toparse con uno de los tantos asentamientos informales, y habitantes de calle, que a este paso resultará ser la mayoría. Al mercado laboral no se accede por mérito o idoneidad sino por intercambio de favores, y si hay algún escéptico es cuestión que visite las secretarías. Somos un pueblo indolente, que continúa tirándose la pelota al cabo de un año de las elecciones, esperando incrédulamente que un mandatario solucionará problemas de antaño, pero cuando tenemos la oportunidad de hacernos escuchar y velar por la más habitual injusticia, el miedo y la resignación no nos permite accionar, y los pocos que se sublevan no los respaldamos.
Perdimos la confianza en todo servidor público, en quienes hacen las leyes y pretenden ejecutarlas, hoy resulta lo mismo hablar de guerrilla, paramilitares o ejército, porque nos matan al azar sin importar la inclinación política ¡De partidos estamos abastecidos! ¿Se convertirá el Estado en un asegurador de riesgos o por el contrario se desintegrará? Los abogados, galenos y maestros ya no son profesiones respetadas, por el contrario, subvaloradas y tendientes a ser titulares en noticias por delitos contra la vida, libertad, integridad y formación sexual.
Se ha llegado al límite de pensar que la solución es volvernos homicidas de los delincuentes, retroceder en la historia para colgar cabezas en las plazas, difundiendo el miedo cuál periódico amarillista. Cegados sólo lograríamos reafirmar a quienes han sido verdugos de nuestro país que tenemos el derecho de decidir quien vive o muere indignamente. Agrietar el derecho internacional humanitario en definitiva no es el camino. Sin embargo, hay bandos que creen que de este modo “la pensarían dos veces antes de delinquir” ¿acaso no intimida lo suficiente vivir sin siquiera una libertad relativa? ¿es preferible estar preso a estar muerto? ¿tiene la vida sentido sin libertad? Atrevámonos a creer que la delincuencia está más estrechamente relacionada con factores socioeconómicos, educativos y culturales que con la gravedad de las penas.
Siempre ha resultado crucial la intervención de los pedagogos para que logren la ilustración en los más jóvenes, que deben ser encaminados a elegir un propósito de vida que materialice el interés general. Lo que no suele escucharse es que la empatía debe iniciar por los directivos y el núcleo familiar para que no pongan trabas a la ardua labor de formación en un menor y futuro ciudadano. Pues un niño que se le alabe la astucia para hacer trampa resultará ser uno que robe sin remordimiento y quien en todo momento le vigilen para hacer lo correcto será un ignorante y engañado por sí mismo.
Comentar