“La verdadera riqueza se mide en innovación, no en tiempo.”
En Colombia trabajamos más, pero producimos poco. En 2024, un trabajador promedio dedicó más de 2.200 horas a su labor, una de las cifras más altas de la región. Sin embargo, el valor generado por cada hora sigue siendo de apenas 17 USD, muy por debajo del promedio latinoamericano. No es falta de esfuerzo; es que seguimos atrapados en un modelo productivo que confunde cantidad con calidad y horas con resultados.
Según el DANE, en el tercer trimestre de 2024 la Productividad Total de los Factores (PTF) creció 1,73 %, la productividad por hora trabajada subió 3,43 % y la productividad por persona apenas 1,76 %. Sobre el papel, es un avance, pero el origen de esa mejora está en la reducción de horas trabajadas, no en una verdadera transformación productiva. El fondo del problema es claro: seguimos haciendo lo mismo, solo que un poco más rápido o durante menos tiempo.
La trampa de las horas trabajadas
En Colombia, reducir la jornada laboral era una deuda histórica. Desde el 16 de julio de 2025, el máximo legal es de 44 horas semanales, y en 2026 será de 42. Es un triunfo para el bienestar de los trabajadores, pero también un punto de inflexión para el tejido empresarial: si no innovamos, menos horas pueden significar menos producción.
Los países que han reducido la jornada sin perder productividad no lo lograron por decreto, sino por automatizar tareas, optimizar procesos y capacitar al talento. Corea del Sur, por ejemplo, redujo su semana laboral de 68 a 52 horas en 2018, pero acompañó la medida con inversión en digitalización y control de eficiencia. Colombia, en cambio, sigue teniendo procesos manuales que consumen horas enteras para tareas que en otros países se resuelven en minutos.
Una economía de micro y pequeñas empresas sin músculo para innovar
El 99,5 % de las empresas colombianas son mipymes y el 95 % tiene menos de 10 empleados. Generan el 65 % del empleo nacional, pero apenas el 35 % del PIB. Esta estructura empresarial es frágil: muchas operan con recursos limitados, poca capacidad de inversión y una visión donde la tecnología se percibe como un gasto, no como una palanca estratégica.
Para el año en curso, el panorama muestra avances. Un estudio reciente reveló que el 66 % de las mipymes ya utiliza inteligencia artificial para sus operaciones. Un 48 % cuenta con una estrategia formal y un 40 % ha avanzado significativamente en su implementación en el último año. Los beneficios son claros:
67 % ha aumentado su productividad
71 % reporta mayor satisfacción del cliente
77 % aceleró procesos internos
58 % redujo tiempo en tareas repetitivas
52 % disminuyó errores humanos
69 % mejoró condiciones laborales
El problema es que todavía un 34 % de mipymes no ha dado el paso. Es decir, una tercera parte del aparato productivo sigue dependiendo exclusivamente de más esfuerzo humano, en lugar de más inteligencia de procesos.
Innovación que no escala, competitividad que se estanca
Mientras en países como Chile y México la automatización y la digitalización de las empresas ya superan el 50 %, en Colombia aún estamos en el rango del 10 al 16 % de automatización real. Esto significa que, incluso en sectores donde la tecnología está disponible, su adopción es lenta, parcial y muchas veces superficial.
Esta falta de innovación no es gratuita: un estudio proyecta que si mantenemos el ritmo actual de productividad, el país dejará de generar 243 billones de pesos acumulados hacia 2030. Ese dinero podría financiar universidades públicas, infraestructura vial, investigación científica y programas de salud preventiva.
Tres líneas de acción para romper el ciclo
Convertir la reducción de la jornada laboral en un detonante de innovación
Menos horas deben traducirse en más valor agregado. Esto significa automatizar procesos repetitivos, rediseñar flujos de trabajo y capacitar al talento para trabajar con mayor inteligencia, no con más horas.
Inversión focalizada en mipymes: El acceso a créditos blandos, beneficios tributarios y asistencia técnica debe dirigirse a proyectos que tengan impacto medible en productividad: sistemas de gestión, IA predictiva, herramientas de análisis de datos.
Cultura de medición y mejora continua: Lo que no se mide, no se mejora. Las empresas deben dejar de basar su gestión en intuición y empezar a tomar decisiones respaldadas por datos en tiempo real.
El país, no está perdiendo la carrera de la productividad por falta de trabajo, sino por falta de innovación. Seguimos pensando que el progreso depende de cuántas horas pasamos en la oficina, cuando en realidad depende de cuánto valor dejamos al final de esas horas.
La verdadera transformación no llegará con discursos, sino con decisiones valientes de empresarios que entiendan que la tecnología no reemplaza al trabajador: lo potencia. Si no damos ese salto hoy, no será solo una década perdida; serán varias.
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