¿Somos libres cuando nos encontramos sumergidos en la cuidad cumpliendo con las conductas de vida moderna? o ¿tan solo empezamos a serlo cuando reconocemos nuestro perpetuo sometimiento tal como lo asegura Marx?
En mis cortos 18 años he caminado cientos de veces las coloniales calles de Tabio convencida de una realidad palpable, con olor a café y a Torbellino, cuestionándome una y otra vez, lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, lo ficticio y lo real. Entre miles de preguntas que me abordan, me tropiezo una y otra vez con la palabra “libertad”.
Si la libertad, premisa la cual amo tanto como la vida, trae consigo la felicidad quiere decir que no lo somos, si así fuese jamás traería regocijo a nuestras almas cuando la alcanzamos, no sé si me hago entender, anhelamos eso que no tenemos y cuando por fin lo obtenemos nos da un sentimiento de satisfacción inigualable, algo así como cuando una persona es privada de su libertad hasta que no experimenta lo que es estar encerrada no conoce el verdadero disfrute de ser “libre”.
Y si no es así, que lo diga Hobbes cuando empieza hablar del IUS naturalismo, esa sensación inherente del ser humano que conlleva años después a la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948 donde ratifica que: “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y en derechos y, dotados como están de razón y conciencia deben comportarse fraternalmente los unos con los otros” (Declaración Universal de Derechos Humanos, 1948).
Si leemos con cautela la segunda oración de esta declaración nos damos cuenta que entonces no somos tan libres como creemos, el estar dentro de un sistema refiere cumplir con un conjunto de normas que nos dicta cómo comportarnos, del mismo modo, quienes incumplan, no solo serán juzgados vehemente por la mayoría, encasillándolos como malas personas y excluyéndolos de la sociedad de forma casi inconsciente o mejor dicho ideológicamente, sino que también, se les aplicará la fuerza coercitiva del Estado o también llamadas cárceles.
Son estos recintos los que pueden transformar o no la vida de alguien, por eso, no es posible continuar sin antes cuestionar ¿Nosotros como sociedad estamos participando en este tipo de decisiones? lo coloco en otras palabras ¿estamos aceptando lo impuesto o nos estamos tomando el tiempo de poner en duda algo tan determinante para el futuro como lo es el sistema carcelario en Colombia?
Se han preguntado si de verdad funciona encerrar a un grupo de individuos que han incurrido en un delito tal como se ha venido haciendo durante décadas, dicho de otro modo, ¿Qué sentido tiene encarcelar a una persona para luego de un tiempo dejarla en libertad sin haber hecho ningún proceso de resocialización? Muchos seguramente a priori me van a responder “que no causen más estragos y no pongan en riesgo la vida de otros” y claro que tiene sentido, no obstante, la realidad de Colombia es un tanto diferente.
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Según el INPEC Colombia pasó en 30 años del 1.7% al 48% de hacinamiento, esto significa que están aprisionando cada día más personas dónde se les está vulnerando sus derechos por falta de espacio en los mismos establecimientos de reclusión ¿y eso a que viene al tema? Ustedes de verdad creen que cuando salgan no van a seguir poniendo en riesgo la vida de otros. O todavía mejor, han pensado en la idea de dejar en libertad a ciertos “criminales” por falta de espacio en las cárceles. Y entonces, ¿qué vamos hacer? ¿Tenemos que esperar a que eso ocurra para sentarnos a pensar y a revaluar el modelo que se ha venido manejando hace siglos?
Bauman en su libro “la globalización” publicado en 1998 por el Fondo de cultura económica ha explicado que el confinamiento espacial con diversos grados de rigidez y severidad, siempre ha sido el principal método para tratar los sectores no asimilables de la población, difíciles de controlar y propensos a provocar problemas. En Colombia esta población representa el 0,39%, dicho en otras palabras, en el último informe del Senado 2022 se encontró que hay aproximadamente 195 mil reclusos.
El problema es más profundo de lo que parece encerrar a estas personas en centros penitenciarios no hace otra cosa más que convertir la cárcel en una escuela para criminales tal como lo explica Thomas Mathiesen, sociólogo de derecho, desde la creación del panóptico hasta los últimos días, en la práctica, la cárcel nunca rehabilitó a nadie ni la condujo a su capacitación, lo que sí hizo fue penitenciarla, obligarla adoptar hábitos y costumbres típicas del ambiente penitenciario.
Del mismo modo, Donald Clemmer (1940) halló una cultura carcelaria que los volvía no aptos para una vida extra muros y menos capaces de someterse a las normas y usos de la vida común después de someterse a su condena; prueba de ello, es la escalofriante cifra del INPEC en la que confirma que el 80% de los reclusos reinciden, lo que nos conduce a pensar que en efecto Mathiesen tiene razón y el sistema carcelario en Colombia no tiene mayor sentido.
¿Se han percatado que Colombia ha hecho de su sistema carcelario un modelo en el cual netamente se vigila y castiga a cada uno de los reclusos? a lo que quiero llegar no hay mejor forma de explicarlo que con el sistema de salud colombiano, modelo curativo y no preventivo ¿este que ocasionó?
En un estudio hecho por la universidad de la Sabana se indicó que cada año mueren en el país 180 mil personas por negligencias y enfermedades que pudieron ser curadas a tiempo, en este orden de ideas, al parecer los colombianos tenemos la mala suerte de vivir en un perpetuo bucle y bueno sí, para qué nos decimos mentiras, esa mala suerte también tiene nombre, a quién de todos nosotros le es más conveniente implantar un modelo económico, fácil y malo si no es al Estado, lo mismo sucede con el sistema carcelario.
Luego de haber hecho la respectiva analogía nos damos cuenta que pocas veces se observa el problema desde su raíz (causas) y se planea resolverlo desde ahí ¿por qué? En primer lugar, esperamos que el problema sea muy difícil de controlar y en segundo, nuestra cultura política está muy inclinada a radicalismos, para los colombianos generalmente solo existen dos grandes grupos, los buenos y los malos, lo buenos son libres y los malos van a la cárcel, es más, si la pena de muerte volviera a estar en discusión para ser legítima cuántos colombianos creen que votarían por el sí y cuántos por el no, evidentemente, no hago esta advertencia más qué de los resultados del plebiscito por la paz hace unos años dónde perdimos y le apostamos al conflicto, ya ven a lo que me refiero si nosotros mismos como pueblo exigimos este tipo de medidas ineficaces que puede dar el Estado.
Continuando en esta línea, ¿Cuál es la base moral para imponerle a alguien un castigo con el fin de impedir que otras personas comentan actos similares? La pregunta es un tanto incómoda ¿por qué aquellos a quienes castigamos son en la mayoría personas pobres y estigmatizadas que necesitan ayuda más que castigo? Bueno eso lo sabe perfectamente Bauman cuando explica que no es igual el crimen en la cima, igual a, empresarios, políticos, ustedes saben personas pudientes que el crimen en la base, personas que les toca vivir del día a día, aquellas que no tienen tiempo de pensarse este tipo de discusiones.
En la cima, despojar a una nación de sus recursos se llama “fomento del libre comercio”, robar a familias y comunidades se llama “reducción del personal” o “racionalización”. Estas personas tienen prácticamente todo a su favor, han creado con cautela sus propias artimañas como lo es la red de transacciones empresariales, adicional, estos delitos por lo general están mal tipificados los que significa que se convierten en crímenes difíciles de detectar y por supuesto, como es de esperarse la vigilancia del público es errática y esporádica en el mejor de los casos, inexistente en el peor.
Si a este punto ya te preguntaste si hay una forma de solucionarlo, la respuesta es sí, y para esto debe existir un proceso de resocialización, en primer lugar donde se puedan identificar los patrones por los cuales estos sujetos años después son privados de su libertad, y de esta forma, atacar el problema desde su raíz, en segundo lugar, evitando a toda costa la reproducción del crimen y ¿cómo se evita al menos en un pequeño porcentaje? Evitando caer en señalamientos que hagan sentir inferior a esta persona, muchos de ustedes se preguntarán por qué evitar señalarlos si cometieron un delito y bueno ese no es el problema en realidad, el problema per se es el lugar que ocupan en la sociedad, no olvidemos la cima y la base.
Y en tercer lugar, no pueda faltar ya sean eficaces o no, pero solo tiene sentido el proceso de resocialización, si a los ex reclusos les esperan puestos de trabajo esto cobra el ánimo de que el trabajo los aguarda con impaciencia.
En conclusión, Foucault lo dice en unos de sus textos, lo ÚNICO que busca el principio de vigilancia (las cárceles) es el control social, la sociedad contemporánea está sumergida en un error que con el tiempo se va pagar muy caro: querer dar soluciones fáciles a problemas complejos, busca solamente con este sistema carcelario economía y uniformidad de los dominados, no busca cambiar ni reeducar a nadie.
Más allá de establecer un juicio de valor al respecto, los invito a cada uno de ustedes piense este problema que nos afecta todos de manera directa o indirecta, para que podamos juntos construir un mejor país, una Colombia despierta políticamente y dispuesta a pagar el precio de la transformación.
Gracias
Todas las columnas del autor en este enlace: https://alponiente.com/author/saradgarcia/
Referencias
Bauman, Z. (2010). La globalización. México: Fondo de cultura económica .
Valencia, F. (2017). El panóptico más allá de vigilar y castigar . Universidad Nacional , 511-529.
Foto portada: Moreno, J. (2019) Cárceles del país: entre ricos privilegiados y hacinamiento de pobres. El tiempo, Colombia. https://www.eltiempo.com/colombia/las-carceles-de-colombia-entre-ricos-privilegiados-y-hacinamiento-de-pobres-362158
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