Prisioneros del conflicto: las raíces de la violencia interminable en Colombia

Colombia ha vivido atrapada en un círculo de violencia que pareciera resistirse a cualquier intento de ruptura. Más allá de las implicaciones históricas o políticas, comprender esta persistencia exige mirar también hacia los procesos psicológicos y neurobiológicos que alimentan la guerra como una falsa solución. En colombia la violencia ha tenido todas sus formas y expreiones, la brutalidad a la que se ha expuesto varias generaciones es muy dolorosa.


La neurociencia social ha demostrado que los seres humanos somos especialmente sensibles a la construcción de identidades de grupo: el “nosotros” frente al “ellos”. En contextos de polarización, como los que se viven en algunos paises y entre ellos nuestra amada Colombia, el cerebro activa circuitos relacionados con la amenaza , particularmente la amígdala, encargada de procesar el miedo,  que predisponen respuestas defensivas o agresivas. De esta manera, cuando un sector de la sociedad percibe al otro como peligroso, la biología misma refuerza la disposición a justificar la violencia. No hay marcha atras, el contrario es mi enemigo.

En Colombia, esta dinámica se ha vuelto crónica. Tantas décadas de conflicto  han terminado moldeandodo a generaciones que asocian la seguridad con la fuerza y la resolución de disputas con el uso de armas. Desde la neuroplasticidad entendemos que las experiencias repetidas consolidan patrones de respuesta, es decir  la exposición constante a violencia fortalece circuitos neuronales que normalizan la agresión y dificultan la adopción de actitudes cooperativas. En terminos prácticos, la guerra no solo destruye cuerpos; también reconfigura nuestros cerebros.

A esto se suma el impacto del estrés tóxico que millones de colombianos han vivido por desplazamientos, amenazas,secuestros  o personas fallecidas. Estudios en neurociencias han revelado que la exposición prolongada a violencia altera la función del eje hipotalámico-hipofisario-adrenal y de esta manera se altera la forma en que regulamos emociones, memoria y toma de decisiones. En sociedades traumatizadas, las respuestas impulsivas y defensivas se vuelven más probables, creando un caldo de cultivo para la repetición del conflicto. Se vuelve persistente.

Pero la neurociencia también abre caminos de esperanza, esa misma plasticidad que consolida la violencia puede tambien ser reorientada hacia la reconciliación y la empatía. La La posibilidad de implementar programas educativos centrados en regulación emocional, resolución pacífica de conflictos y construcción de memoria histórica tienen un fundamento biológico sólido,  en terminos senclillos se pueden remodelar circuitos cerebrales, promoviendo una cultura de paz más duradera.

Para lograr romper el círculo de violencia en Colombia, no depende únicamente de acuerdos políticos o reformas sociales, que son esenciales sino también de reconocer que estamos lidiando con cerebros moldeados por el conflicto. Es escencial comprender estas raíces neurobiológicas que nos invita a un cambio cultural profundo, que debemos pasar de la respuesta instintiva del miedo y la agresión, hacia un modelo consciente de cooperación y justicia.

A fin de cuentas, la pregunta que surge es si elegiremos seguir prisioneros de nuestras propias redes neuronales entrenadas en la guerra, o si apostaremos por reentrenar de una vez por todas , como sociedad a los circuitos de la paz.

Luis Rafael Moscote-Salazar

Medico Neurocirujano
Consejo Latinoamericano de Neurointensivismo (CLaNi), Colombia
neuroclani.org

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