Hace unas semanas, Argentina aprobó un nuevo programa de “precios justos” para frenar la inflación. Cualquiera que tenga un conocimiento básico de economía, sabe que esto no es más que la trasnochada idea de controlar precios: una “solución” por parte de los burócratas a un problema que ellos mismos ocasionaron. De esta forma, todos los carteles de los supermercados argentinos indican a los consumidores que el precio del bien es “justo”. Pero, realmente, ¿qué es “lo justo”?, ¿en el mercado existe “lo justo»?
A lo largo de la historia, esta idea también conocida como precios tope o precios máximos, son básicamente intervenciones del Gobierno sobre el mercado. Todo ocurre cuando, para ilustrar, puede que exista un precio en el mercado que al Gobierno le parezca que es demasiado elevado y entonces prefiere fijar el precio por ley; este nivel al cual se fija el precio se encuentra por debajo de aquel que el mercado había establecido. Por ejemplo, hoy puedo ir al supermercado y un kilo de azúcar a precio de mercado me puede costar 280 pesos –por usar la moneda argentina–; así, si al Gobierno le pareciera que es demasiado caro y que vulnera a ciertos sectores de la población porque no pueden acceder al bien, imponen una ley con la que no se podrá vender el kilo de azúcar a más de 250 pesos (por supuesto, a quien lo venda por encima de ese “precio justo” será sancionado).
Es cierto, en principio se lee y suena muy bonito, y parece que todos nos beneficiamos, aunque en verdad no es así. Y es que claro, si esto sucediera, ningún país tendría inflación y todos los precios serían muy baratos para todo el mundo. Sin embargo, lo que sí ocurre es que cada vez que el Gobierno impone precios máximos que están por debajo de lo que establece el mercado, aparece el fenómeno de la escasez, tan simple y sencillamente porque no todo el mundo puede adquirir ese producto al precio estipulado por el Gobierno. Ejemplos de escasez podemos encontrar en numerosos lugares, países y episodios de la historia. Uno va a un supermercado intentando comprar la canasta de “precios justos” y va a ocurrir en numerosas ocasiones que no los encuentre disponibles. En Venezuela pasa a menudo, y en Perú en los ochenta también sucedió: largas colas por comprar los productos cuyo precio es “justo”, situación que al final del día no termina siendo justa ni para el productor ni para el consumidor.
¿Escasez?, ¿no se supone que estaríamos mejor?
Con mayores detalles, lo que sucede es que cuando aparece un precio máximo que está por debajo del mercado, las cantidades que se demandan son mucho mayores que las cantidades que se ofrecen. Los economistas explican esto acudiendo al clásico gráfico de oferta vs. demanda.
Por un lado, la curva de demanda nos indica que cuanto más alto sea un precio, menores cantidades demandadas habrá, y viceversa, escenario que, sin duda, puedes verificar en tu vida diaria. Si hay algo que te gusta, lo compras pagando un precio “x”, pero seguramente si un día encuentras ese mismo producto a la mitad de precio, te vas a llevar mucha mayor cantidad de ese producto.
Por el otro, la curva de oferta dice que a medida que los precios suben, habrá mayores cantidades ofrecidas de ese bien o servicio. Asimismo, la economía completa el análisis diciendo que en aquel lugar en donde la curva de oferta se cruza con la curva de demanda, aparecerá algo llamado precio de mercado o precio de equilibrio: ese lugar es donde el comprador y el productor están dispuestos a intercambiar bienes y servicios voluntariamente en el mercado. Es decir, se ponen de acuerdo en cuánto el comprador está dispuesto a pagar y el productor a ofrecer, aunque ello no sucede por intervención estatal, pues es parte de la idea de la mano invisible que Adam Smith nos contaba en La riqueza de las naciones.
Habiendo entendido lo anterior, introduzcamos en este análisis el precio máximo fijado por el Gobierno. Si nosotros fuéramos el mercado del azúcar y el precio de equilibrio estuviera en 280 pesos (trayendo de nuevo el ejemplo anteriormente citado), y luego el Gobierno estableciera un precio máximo de 250 pesos, lo que sucedería es que las cantidades demandadas ahora ya no coincidirían con las cantidades ofrecidas; he hecho, con el precio de 250 pesos, las cantidades demandadas serían mayores que antes, pese a que las cantidades ofrecidas ahora son menores. A esta diferencia se le denomina escasez.
Dos consecuencias adicionales
El primer problema es que, fruto del control de precios, a los productores se les ha impuesto una pérdida económica, generando además, un desincentivo en la producción. Así las cosas, si antes vendías a 280 pesos, pero el costo eran 260 pesos, y ahora se te obliga a vender a 250 pesos, estarás perdiendo 10 pesos por cada kilogramo de azúcar que produces. Si eso lo generalizamos para toda la economía, entonces lo que en realidad está haciendo el Gobierno es perjudicar todo el aparato productivo, provocando en última instancia la caída del volumen de producción. En simple, una peor calidad de vida para todos.
El segundo problema es que la dinámica de los controles puede hacer que un control lleve a un nuevo control, que a su vez se siga de otro control, y así progresivamente quede toda la economía regulada con la política nociva en mención. El gran economista Ludwig von Mises fue quien explicó este mecanismo mediante el cual el Gobierno, con las buenas intenciones de controlar el precio de la leche en el supermercado, terminaba después controlando los precios de todos los insumos de la leche, controlando los salarios de quienes participaban en toda la cadena de producción, controlando las tasas de interés y, finalmente, sometiendo la economía a un control generalizado.
En resumen, ¿hay tal cosa como el “precio justo”? Absolutamente no. Por lo menos, no el que quiere imponerse desde el Ministerio de Economía. A nuestra perspectiva, el único “precio justo” se encuentra en el punto de equilibrio, donde los consumidores y productores están dispuestos a intercambiar libremente y sin intromisiones trasnochadas del Gobierno.
Este artículo apareció por primera vez en nuestro medio aliado El Bastión.
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