Por suerte, el coronavirus los está olvidando

¿Quién imaginaría?, el aburrido plan de ir a mercar se convirtió en una travesía casi mortal, y las escenas de película parecen haber cooptado la realidad. La peste destructora toca a miles de personas diariamente y se lleva a los confines del mundo a otros tantos. Acá, encerrados, nos ocultamos de un peligro que nunca se había atrevido a amenazarnos con tanta severidad, o al menos, no en esta parte del país.

En medio de la tormenta, la incertidumbre se vuelve protagonista y nuestros cuidados aumentan en un intento por torpedear a la muerte, diciéndole “hoy no” al mejor estilo Game of Thrones. Las acciones aumentan, a pesar de que, en Wall Street disminuyen: el gobierno se preocupa, las ayudas solidarias mal que bien toman partida, la empatía se reproduce, y el humanismo se nota a flor de piel. Y aunque se tenga que aceptar el cliché, el coronavirus vino para dejarnos una lección: “El problema de uno, es el problema de todos”.

La reflexión cobra relevancia al ver que, según el Ministerio de Salud, los departamentos de Amazonas, Arauca, Putumayo, Guainía, Guaviare, Vaupés, Vichada y Caquetá no registran casos de coronavirus, y por lo general, el resto de zonas periféricas, presentan un mínimo índice de afectación. Lo curioso al analizar el mapa es, encontrar permeado de rojo -como símbolo de alerta-, la zona céntrica del país. Pero más curioso es considerar que las zonas menos afectadas son también los lugares más olvidados por el Estado, en donde los lugarhabientes tienen que soportar la desdicha de su destino: vivir en miseria, morir, o ser desplazados, lo que suceda primero.

Es entonces en donde nos enteramos que, la zozobra padecida por los citadinos, no es mayor a la que miles de compatriotas, han tenido que sortear durante quién sabe cuántos años; nos enteramos que, hemos vivido ensimismados y envueltos en un egoísta afán diario; que hoy una virosis cruza todo el mundo, y efectivamente, nos ha hecho ver susceptibles; que muchas personas sufren en silencio, pero no debemos desentendernos, porque son la solidaridad y la empatía capaces de convertir este terruño en un lugar mejor. Amén

Silvio Alejandro Sierra Osorio

Soy un joven nacido en Pereira y criado en Santa Rosa de Cabal, Risaralda. En mi formación académica siempre he sido destacado, pero no considero que sea un factor determinante. Por otro lado, en la vida se deben afrontar nuevos retos, y considero, son las sanas ambiciones la que nos llevan lejos. La inversión de mis esfuerzos la quiero dedicar a la construcción de sociedad, pues es evidente la degradación que hoy padece nuestra sociedad.
Además de mi formación profesional en curso, pretendo tener experiencia en diversos campos, y hoy, emprendo una nueva aventura en la cual las letras y el pensamiento serán mis mejores aliados; vamos a ver como nos sale.