Deberíamos ponerle un poco de color a todo, que las rayas y las formas decoren de alguna manera esta selva cuadriculadamente gris que llamamos ciudad, que el arte se vea en las paredes públicas y en los cimientos urbanos.
Uno de los últimos debates que se ha traído a coalición en las últimas semanas, trata sobre la legitimidad de las obras pictóricas que se hacen en los espacios públicos, los argumentos van desde el carácter estético de cómo se debe ver la ciudad, hasta el nivel de vandalismo que representa un dibujito en un puente.
Pero, antes de tomar postura en este debate debo hacer una salvedad, dibujar, rayar o manchar la propiedad privada de otro individuo es una violación directa a sus derechos, pues ningún individuo tiene la potestad de decidir sobre el aspecto de la pared del vecino, pues si bien, éste quisiera una frase de Coelho en su puerta, o una frase anti sistémica probablemente hubiese estado ahí desde siempre.
Por parte de los focos más conservadores de la sociedad, se dirá, que un grafiti es símbolo de rebeldía o anarquía, posturas que si bien, expresan formas distintas de ver la realidad, no son incompresible como para ignorarla o arremeter contra ellas. Así, otro asunto de mayor talante es decir que quien hace una obra pictórica es un criminal, criminalizar las acciones sin un sustento, o más bien sin una razón, no es más que estereotipos, pero estos estereotipos discriminadores pueden llevar hasta la muerte, o ya se nos olvidó la muerte de Diego Becerra Grafitero bogotano asesinado por el cuerpo policial metropolitano.
Es que el punto no es convencerlos de la importancia de dibujar en los puentes, es más bien aceptar sin exclusión, sin la necesidad de rechazar, o al menos sostener debates con argumentos sólidos, y no decir “que la ciudad se ve sucia” , pues entre más pintura más vida, y no hay nada más bello que algo vivo.
Así, con el argumento del respeto por lo público, que la suciedad, que qué es eso tan feo, recuerden que todo depende de la perspectiva y con la regla con la cual lo midan, si el bien es tan público, porque usted es quien está decidiendo como debe estar, con pintura gris o llena de colores, igual es una imposición, no es nada distinto de lo que se quejan; con la diferencia que unos se toman el trabajo de expresar algo, llámelo ideología o estilo de vida a través de múltiples líneas que se funden en letras, rostros y empíreos para la ciudad.
Sí la libertad radica en hacer lo que mi ser me mande sin dañar a otro, el arte urbana podrá seguir, pues cualquiera está en las facultades de expresarse a través de lo que le plazca en lo que es de todos, lo público.
Pues tocando otras aristas, los grafitis y todos los géneros derivados, cobijados en el término obras pictóricas, muestran una cultura, una manifestación social propia, que cuenta con la expresión de ideas a través de la pintura y aerosoles, la no permisión o el no reconocimiento de estas identidades con sus actividades solo muestra la irracionalidad latente con la cual nuestra sociedad aún hoy en día no es capaz de aceptar .
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