El Centro Internacional de Investigaciones Sociales y Económicas (IBSER por sus siglas en inglés) es una entidad académica sin fines de lucro creada con el objetivo de conectar, transferir y aplicar conocimiento en organizaciones públicas, privadas y sociales. Nuestra misión la llevamos a cabo a través de tres mecanismos: 1) La construcción de capacidades a través de seminarios, cursos, y otras formas de educación y entrenamiento; 2) La construcción de conocimiento, incluyendo proyectos de investigación y consultoría y 3) La veeduría a través del “Centro para la Integridad Pública” que incluye proyectos de investigación para el control político y actividades de cabildeo encaminadas a reorientar recursos públicos en proyectos socioeconómicos de tipo progresista.
En cumplimiento de nuestra misión ponemos al servicio de los lectores de «Al poniente» nuestros conocimientos y capacidades para contribuir a la reflexión sobre alternativas de desarrollo por parte de todos los sectores sociales. En este sentido, la reflexión girará alrededor de subtemas tales como: La captura del Estado, de la cultura y del pensamiento; la dimensión científica, tecnológica, y política del desarrollo; el modelo de ciudad y sus impactos; y la relación entre el conflicto y los derechos humanos.
Nuestro aporte es diferente porque no se enfoca en las discusiones propias del crecimiento, sino del desarrollo económico. Los economistas, los políticos, los sociólogos, y otros, discuten dos ideas concretas, crecimiento y desarrollo, con las que pretenden mostrar el resultado de la actividad económica y su impacto en el individuo y en la sociedad.
Tradicionalmente la economía y la política han privilegiado las ideas del crecimiento sobre las del desarrollo porque los pocos hombres dueños del poder político y económico han priorizado la acumulación de ganancias en la brevedad de sus vidas, sobre la vida y los recursos de la gran mayoría de las personas que componen la sociedad. En el capitalismo, el capital es una relación social que expresa la contradicción existente entre la apropiación privada de las ganancias y la producción social de éstas. Es decir, mientras que la producción capitalista es siempre un hecho social, porque ningún individuo puede producir aislada y solitariamente, sino que requiere el concurso de toda la sociedad para producir su mercancía, la apropiación de las ganancias no es social, sino individual. Como en el sistema capitalista es más importante la apropiación individual de las ganancias que la producción social de las mercancías, se prefiere hablar del crecimiento del individuo y no del desarrollo de la sociedad. El crecimiento es un concepto surgido del individualismo, en tanto que el desarrollo es un concepto que se origina en la cooperación. Ya que el sistema privilegia la libertad económica individual por encima de la libertad política; y la libertad del mercado por encima de la igualdad social, es entonces expreso y manifiesto su mayor interés por el crecimiento que por el desarrollo.
El desarrollo es un concepto englobante de muchos matices humanos. Es un arcoíris de muchos colores que expresa la situación actual y los anhelos y deseos de la sociedad por alcanzar una vida digna, buena y mejor. Es decir, que no basta con la idea de producción material de mercancías (crecimiento) para satisfacer necesidades básicas o superfluas, sino que exige la creación, invención o mejoramiento de otros satisfactores de la vida digna, buena y mejor, tales como las creaciones y goces educativos, epistemológicos, culturales, artísticos, recreativos, deportivos, holísticos; la disposición de medios de vida no destructivos del medio ambiente y los ecosistemas; la convivencia humana en respeto con la naturaleza, las plantas, los animales y todos los reinos; la cada vez mejor realización de los valores de la especie humana relativos a la vida misma, la felicidad, la igualdad, la solidaridad, la cooperación, la libertad y la convivencia social; la construcción del hombre nuevo por medio de la educación, la investigación, la igualdad, la solidaridad y la cooperación. En fin, el desarrollo es un concepto que supera la idea del simple crecimiento económico; está relacionado más con la sociedad que con el individuo; y en definitiva, está vinculado con la permanencia y futuro de la vida en sociedad y en el planeta tierra.
La tecnología tiene la capacidad de cambiar nuestras relaciones sociales y económicas. La informática, la programación y la inteligencia artificial están cambiando la relación existente entre producción, trabajo y consumo. Por un lado, cada vez se necesitan menos personas para producir mercancías debido a la automatización que pone en riesgo la supervivencia de una creciente masa de trabajadores. Por el otro lado, cada vez se necesitan menos mercancías para consumir los mismos productos y servicios gracias a la economía “del compartir” y los modelos de negocios del siglo XXI como Uber®, Netflix®, AWS®, etc con consumos más asequibles, eficientes, y sostenibles.
Los abrumadores cambios de nuestro presente local y global demandan constituir una original cultura de la enseñanza que responda al contexto de crisis y transformación general donde lo disruptivo resquebraja nuestras instituciones, formas de vida y de producción de tal manera que ya no las reconocemos ni las habitamos. La incomprensión de está dinámica del cambio nos arrastra al conflicto –un buen ejemplo son los debates en torno a Uber®– que solo se superará si decidimos en favor de la novedad y en beneficio de la mayoría. Por eso invitamos a explorar y participar de propuestas educativas que acudan a la innovación tecno-científica, especialmente en el ámbito de las comunicaciones, entre cuyos efectos más importantes tenemos la emergencia de una inédita ciudadanía cuya ágora es la Internet y sus diferentes Web.
Dicha enseñanza debe entonces promover la inclusión, la apropiación y uso intensivo de la cultura digital, de ahí que se deba dirigir especialmente a un público que a través de las TIC ya empezó a habitar una original forma de inteligencia colectiva, que les obliga a aprender y pensar de otro modo, para innovar y decidir nuevas formas de vivir y recrear los lazos en relación a la Familia, el Trabajo y la Comunidad.
Los ciudadanos de Medellín gozan de los beneficios de las nuevas tecnologías y los negocios alternativos de tipo disruptivo, a la vez que es víctima de un modelo tradicional que priorizando el crecimiento económico ha hecho de los gobiernos una simple herramienta de repartición de recursos públicos hacia contratistas.
El gobierno, al no ser capaz de coordinar un modelo de desarrollo de largo plazo, debe contentarse con sugerir proyectos de corto plazo que vende como buenas ideas a sus electores para así justificar la repartición de los recursos que en últimas, y en mayor medida, quedan en manos de las grandes empresas que se han especializado en financiar las cada vez más caras campañas en una dinámica de inversiones de bajo riesgo con alta rentabilidad. De esta manera, las pocas empresas privadas que tienen el Estado en su bolsillo tienen la capacidad de expulsar familias pobres de terrenos subvalorados para luego revalorizarlos con nuevos proyectos urbanísticos; direccionar grandes inversiones públicas hacia proyectos ejecutados por sus filiales y subsidiarias; crear leyes, normas y regulaciones para que las familias direccionen porcentajes cada vez más altos de sus salarios hacia empresas privadas especulativas a través de impuestos, tasas, seguros, fondos, y multas; construyen consensos y dirigen la opinión pública utilizando los grandes medios de comunicación que están bajo su control; y en últimas, fortalecen un sistema donde la mayoría tiene cada vez menos y son menos los que se quedan con la gran mayoría.
Así se genera un círculo vicioso donde las inequidades engendradas por el sistema generan conflictos que a su vez son un obstáculo para que las economías puedan avanzar hacia mayores niveles de desarrollo e inclusión. La superación del conflicto colombiano se convirtió en uno de los retos más importantes para el país, lo cual implica atender las causas que le dieron origen y alimentaron la confrontación armada en Colombia. La paz será el resultado de dicho proceso, entendida como la no utilización de la violencia como expresión de la lucha política y la superación de la pobreza, la desigualdad, la corrupción y la exclusión social. Identificar las soluciones más acertadas a la problemática nacional y las vías para su implementación será el gran aporte que desde los partidos políticos, la organización popular y los centros académicos como IBSER estamos comprometidos a propiciar. Los acuerdos entre el gobierno y las FARC son un punto importante de referencia hacia la construcción de la paz, pero en sí mismos no constituyen la paz. Desde este espacio en Al Poniente, aspiramos también a contribuir en este sentido.