¿Por qué el uno no fue dos?

Existen cosas, o eso creemos, que son tan unilaterales como el hecho de vivir. Todo en la vida es una idea, es un pensamiento, un anhelo de algo. La mesa no es mesa por que sea una mesa, la mesa lo es por que alguien así lo quiso; nada es algo por su voluntad, nada es algo por otras voluntades.

Eso ha pasado con el uno. El uno no es uno por un anhelo propio, por su querer o por un querer reposado o razonado; el uno es uno porque alguien, en un momento de la existencia, le dio por darle el “honroso” lugar después del cero y antes del dos; es uno porque alguien pensó que escribir una línea en vertical significaba lo primero y entronizó aquello tan en lo profundo que ya hoy en día es tan imposible e incierto pensar en el uno como otro… se perdería la lógica y la mecánica de las cosas.

Pero ¿Y si el uno hubiera querido ser dos? o ¿Por qué el uno no fue el cero? La respuesta es muy elemental: No fue lo que quería porque no lo dejaron. No dejaron que el uno se negase a ser el primero con el que se inicia el conteo (al cero nadie lo menciona), no dejaron que se negase a ser con el que se premia la virtud, no dejaron que escogiese si quería ser él… no le dieron el chance de escoger ser silencio.

Quien pensó que el uno era el inicio de todas las cosas no tenía intenciones de darle libre albedrio para que decidiera, para eso estaba él y para eso están los creadores: Para señalar el (su) camino.

A lo mejor si al uno no le hubiesen dado su lugar y lo hubiesen dejado ser el dos la matemática sería diferente y todas aquellas lógicas de las físicas geométricas, aritméticas más otras tantas, serían tan diferentes que se podrían sentir como propias; a lo mejor las cuentas regresivas comenzarían 3, 1, 2, 0 y hubiese dejado por sentado que ser no depende de quien lo desea sino de la voluntad individual que lo desea.

Pero nadie es lo que quiere y si lo es, muy subrepticiamente, sabe que lo que es no es por su querer directo sino por confabulaciones que lo llevaron hasta ese punto. El uno puede tener todas las intenciones de ser dos pero NUNCA podrá serlo porque aunque quiera la humanidad no se lo permitirá, si el uno entra en rebeldía también lo hará el cero, el mismo tres y así otros tantos, incluidos los seres humanos.

Para poder ser se necesita no ser, es decir, impedir que de otros se tenga rastro en si mismo; el uno no podrá ser dos por que en su ser tiene el rastro de quien lo creo y al haberlo creado otro nada puede ser propio pues habrá algo que, inescindiblemente, llevará al principio. El uno es la imagen de su amo, así como nosotros. El uno es un relegado, un luchador anacoreta que deja su protesta sumida en el silencio esperando el momento de la rebelión. El uno es como ciertos seres que conozco: el reflejo de su amo, el reflejo de quien los constipa, el reflejo de quien los domina y que al final le dice que nada importa si eres el primero.

¿Cree usted que si el uno pide permiso a su creador para convertirse en el dos, este, lo dejará? La respuesta es no. Como mucho le dirá que se sume con otro uno para que sea dos, pero por si mismo le estará vedado. Es que no se puede ser dos por si mismo porque a todos nos han dicho que para serlo hay que estar conjugado y que error…a veces un uno es más que un dos o un millón.

Y así las cosas… Si al uno no lo dejan ser dos ¿Cree usted que lo dejarán ser a usted mismo? La respuesta es no, porque así como el uno tiene quien lo cree y lo controle, usted también.

Andrés Felipe Pareja Vélez

Editor de la sección de cultura de Al Poniente, escritor por gusto, defiendo al hombre, la ciencia y la razón, ergo no puedo ser ni de izquierda ni de derecha.