Muchas veces las personas que tenemos la fortuna de ser padres, decimos que en el momento exacto que vemos a los ojos de nuestros hijos, nos vemos reflejados en ellos, sin embargo creo profundamente que este planteamiento es bastante errado, tanto en su esencia como en su finalidad.
Mi hija no es mi reflejo, mucho menos es un molde en el cual pueda esculpir las ideas, sueños u objetivos que como adulto tengo, ella es sin lugar a duda esencia pura, un espíritu libre que tiene en cada célula de su cuerpo la inocencia propia de un alma nueva, por eso, ¿para qué mancharla? ¿Para qué impregnarla de mis errores y mis falencias? Ella es libre, libre en su desarrollo, con la capacidad innata de generar cambios, de vivir, de tener en sí la vida en sus manos.
Creo que si debo acompañarla, estar ahí a su lado para escucharla, atender sus lágrimas y vivir sus éxitos, pero no estampar en su espíritu la marca amarga de la adultez, hoy ella es luz y esperanza, la marca viva de mi anhelo más grande.
Su vida, es en sí el más precioso regalo, es la perfección que como ser humano junto a su madre pude conseguir.
Escribo estas líneas luego de ver a mi hija de 15 meses, fijamente a los ojos, y encontrar allí un fuego gigante, una vida hermosa, una mujer única, que estoy seguro llegara a ser.
Hoy escribo estas líneas porque vi en su vida, el culmen de mi existencia y el inicio de mi reto más grande…….. acompañarla de la mano a vivir.
Para ti TATA de mi corazón.
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