Populistas en su salsa

En Medellín, los populistas de ambos extremos ideológicos consiguieron hacer de la marcha por Palestina el espectáculo que dio el tono de sus campañas al Congreso y la Presidencia en 2026 y a gobernaciones y alcaldías en 2027. Nada se ve bien.

El concejal del bate y los insultos, Federico, Gustavo, salieron al escenario y prometen permanecer ahí.

La primera victoria de los autoritarios fue ocultar a ciudadanos que encontraron en la protesta pública su medio para rechazar el genocidio de Israel en Gaza y reclamar el fin de esa guerra. De esas voces, sus reclamos, modulaciones, nadie habla; muchos, por el contrario, los estigmatizan y hasta insultan, como si fuera obligatorio estar de acuerdo con los criminales que siembran dolor en Gaza.

El máximo logro de los extremistas es garantizarse llenar los espacios públicos. Hasta quienes declaramos abominar sus formas, sus decisiones, los seguimos iluminando con nuestros reflectores, como lo hago mientras escribo esto, como usted lo hace mientras lo lee.

El del bate se ganó una investigación, y ojalá sanción, disciplinaria y más desprecio del que había acumulado con su homofobia, sus mediocres insultos y su inolvidable papel en el fracaso de la revocatoria del dañino, asuntos tal vez menores que a él le garantizan la notoriedad mediática y virtual por la que desespera, y que a la Alcaldía le ofrecen la mampara que consigue bajar el tono a las preguntas sobre el grupo de contratistas que la Alcaldía de Federico Andrés Gutiérrez ha llamado “gestores de seguridad y convivencia”, adalides del orden que antes fueron miembros de la fuerza pública y hoy, dice el gobierno municipal, actúan desarmados, aunque todos vimos que tienen piernas para patear y manos para puñetear.

El alcalde de Medellín es ¡quién lo duda! un populista cercano a la extrema derecha, libertario en economía, moralista monástico si se trata de cómo vivimos, autoritario radical en seguridad y paternalista en inversión social. Un perfil que representa al atrio de La Candelaria que se fascina con sus espectáculos.

No es extraño que defienda las patadas que da el grupo paraestatal porque, parafraseo, lo están obligando a esas actuaciones, tampoco desentona el estruendoso silencio de la Alcaldía, la Personería y otros despachos, para condenar las amenazas al querido profesor Max Yuri Gil, estas sí voces que deben ser investigadas y sancionadas con la fuerza de la ley.

El equipo de civiles con formación militar o policial que son contratistas de la Secretaría de Seguridad, no funcionarios públicos sujetos de vigilancia especial, debutó pateando a marchistas que arengaban frente a un local comercial, según la cuidadosa crónica de El Armadillo, el relato más veraz de los hasta ahora dados sobre esa tarde. ¿Amedrentaron a otros?, puede ser y no es grato sentirse con miedo. ¿Sus gestos y pintas son feos?, también. ¿No deberían estar encapuchados? No. ¿Debían actores amparados por la autoridad de la Alcaldía de Medellín violentarlos? Jamás.

La historia no oficial y no oficiosa de Medellín, esa que se cuenta en voz baja entre amigos y lágrimas, recuerda al Departamento de Seguridad y Control, su subsiguiente Departamento de Orden Ciudadano, creados por la Alcaldía de Medellín, y a la Convivir manejada por la Asocomunal y emanada de la Gobernación de Antioquia. El papel de esos grupos en el uso de calabozos oficiales como lugares de tortura y maltrato, en la generación de terrorismo sicológico, en dolorosas muertes y masacres, está por contar: es casi imposible documentarlo; de lo que es posible hablar es de la absoluta inutilidad del DSC y el DOC para contener el vandalismo dañino o las protestas enardecidas. ¿Alguien piensa que podemos volver a la oscuridad de los ochenta y noventa, cuando el peor bandido, pero no el único, era Pablo Escobar?

A los exacerbados populistas de derecha les responde el también explosivo y pantallero Gustavo Petro. ¿cómo iba a perderse esa pelea? Siendo Petro, Gustavo presionó y hasta amenazó con una fuerza internacional y poderosa llamada a ponerle orden a la ciudad. Sus peroratas terminaron siendo la confesión que le faltaba sobre su escaso conocimiento de la Constitución que está “escrita con la letra de todos” y, ¡oh, oh!, del Acuerdo de Paz.

Un precandidato dice que Duque y Petro han sido no presidentes. Si hubieran asumido y ejercido sus obligaciones tal vez habrían cumplido con el aparte del Acuerdo Final que exige reglamentar la protesta social, para garantizar su ejercicio en el marco de derechos de los insumisos, sí, y también para generar el marco que consiga exigirles respeto a los derechos de los que no protestan, de los distintos a ellos.

Esa reglamentación aplazada sí que hubiera sido útil para lo que llega, pero las instituciones y las normas que las regulan poco van con los afanes de los populistas que andan ligeros entre tropeles y peleas, ojalá siempre menores.

Luz María Tobón Vallejo

Periodista. Exdirectora del periódico El Mundo, profesora, investigadora en comunicación.
Actualmente lidera la Iniciativa por la Minería Consciente, un proyecto de la sociedad civil por el diálogo social y la comunicación pública en entornos mineros.

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