Años atrás, los políticos eran individuos que daban una imagen imponente: alguien a quien no se le podía acercar nadie y que se sabía que era de un plano corrupto. Hoy en día, el marketing político se ha encargado de modificar sus aspectos, creando un personaje que proyecte todo lo contrario; un “ciudadano” más, alguien a quién acudir cuando se esté viviendo una “injusticia social” y quien nos salve del gran desastre que han generado los políticos del pasado, porque claro, “ellos son diferentes”.
El político de izquierda es fácil de identificar. Su partido, por lo general, traerá algún color rojo o similar a este, unos hasta llevan una estrella en su logo y el nombre es fácil de recordar. A estos políticos siempre se les va a encontrar su propaganda en los barrios más necesitados y los vas a ver en persona mientras están marchando en alguna manifestación que ellos mismos crearon para tener contenido en su cuenta de Instagram. Cualquier injusticia dentro del feminismo, el ambientalismo o el movimiento LGBTIQ+, serán los primeros en saltar. ¿Esto quiere decir que les importa? Por supuesto que no. Lo que les importa es ser vistos por el grupo de presión para hacerse reconocidos y en las próximas elecciones tener más poder.
El político de derecha es un poco más complejo. Sus simpatizantes siempre dirán que es inexistente porque el estereotipo de ellos es que sea una copia idéntica de Donald Trump. Sin embargo, es fácil verlos de la mano de creadores de contenido obsesionados con la Agenda 2030 de la ONU y el daño que le hace a nuestra sociedad. Los encontrarás en persona en cualquier marcha pro-vida, cristiana protestante o cristiana católica. Fingirán preocuparse por los emprendedores y las PYMES, aunque son capaces de utilizar el dinero de nuestros impuestos para mantenerlas y ayudarlas; nada diferente a lo que hace la izquierda con los “más necesitados”. Su familia, junto con tu voto, serán lo que más quieran en este mundo. ¿Realmente les importa preservar los valores? Por supuesto que no. Lo que les importa es ser vistos por un grupo de presión conservador para hacerse reconocidos y en las próximas elecciones tener más poder.
El político de centro, centroizquierda o centroderecha, es un político tibio que tiene miedo de perder cualquier tipo de voto. Dependiendo de la zona geográfica, actuará como le convenga. Si es en un barrio de un bajo nivel económico, dará propaganda izquierdista, más si es en un lugar con un nivel mucho más elevado, podrá ofrecer publicidad de derecha. En redes sociales también la jugada cambia dependiendo de la edad a la que se esté dirigiendo; si se comunica con gente joven, tratará de ser lo menos conservador posible y empatizar con las problemáticas que a estos les incomoda, para, asimismo, ser el estereotipo que los jóvenes quisieran alcanzar a ser, pero cuando busca llegar a gente más madura, no dejará de criticar a los políticos antiguos de izquierda y de derecha, y como los votantes tienen memoria del daño que el Estado les ha generado en el pasado, este tiene que ponerse la capa de “tu nueva esperanza”. ¿Realmente serán diferentes a los políticos del pasado? Por supuesto que no. Lo único que les importa es ser vistos por todos los ciudadanos que están cansados de la misma izquierda o derecha y quieren apostarle a algo nuevo para “generar el cambio”, hacerse reconocidos y en las próximas elecciones tener más poder.
El político “liberal”, por su parte, se vale del eslogan “ni de izquierda, ni de derecha”. Este, es el político más peligroso de todos. Sus intenciones siempre serán buscar la “minimización del Estado”, ¿qué tan mínimo? no lo sabemos, aunque lo suficiente para que siga existiendo junto con los impuestos. Este político es el que saldrá a campaña con propuestas que los liberales clásicos y los libertarios usan como argumentos en contra del intervencionismo, y siempre dirá que el libre mercado es superior al socialismo; no obstante, seguirá cobrando de sueldo del dinero que te ha sido arrebatado por el Estado. Es por el que, muy probablemente, Ayn Rand hubiese votado (sarcasmo) y el que jamás dejará de utilizar la palabra “libertad” en cada discurso que vaya a ofrecer. ¿Realmente nos dará libertad? Por supuesto que no. Quizás al principio intente hacer un cambio, pero después probará lo que es tener poder y ahora no querrá soltarlo más. En ocasiones son los que menos votos tienen, algo que el mismo Mises sabía, porque para que la democracia favorezca a los liberales, todos los votantes en absoluto deben serlo.
No importa el color del disfraz que traiga puesto el político. Recuerda el común denominador de todos ellos: su búsqueda del poder público. Ellos en épocas de campaña siempre te van a decir lo que quieres oír y, cuando les otorgues el poder, te van a traicionar y comenzarán a buscar sus propios intereses para no dejarlo o para obtener todo el poder que esté a su alcance.
Si a mí me preguntan: Cómo ves al político, ¿De amigo? O ¿Enemigo? Mi respuesta siempre será ENEMIGO… No lo dudes.
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Este artículo apareció por primera vez en nuestro medio aliado El Bastión.
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