Política y servicio

Hace unos pocos días un amigo político, por cierto, a quien aprecio bastante me dijo estas palabras: «La política no es un privilegio, es una responsabilidad superior«, palabras que encierran una poderosa verdad sobre el rol que los líderes y representantes públicos deben desempeñar en la sociedad. En un mundo donde muchas veces se asocia la política con el poder, el estatus y el privilegio, esta reflexión nos invita a cambiar el enfoque y recordar que ser parte de la política implica una misión mucho más grande y trascendental: el bienestar común. Hoy he querido retomar dichas palabras y sobre ellas escribir estas cortas líneas, las cuales espero sean un buen consejo para aquellas personas que trasegan en el difícil camino de la política

La política, en su esencia más pura, debería ser el acto de servir a la comunidad. No es una vía para el enriquecimiento personal ni una forma de elevarse por encima de los demás, sino una herramienta para generar cambios y mejoras en la sociedad. Los políticos deben recordar que han sido elegidos para representar a sus ciudadanos, para defender sus derechos y para trabajar incansablemente por el bienestar de todos. Es una carga importante, que no debe tomarse a la ligera ni tratarse como un privilegio para unos pocos.

UN LIDERAZGO BASADO EN LA ÉTICA

Entender la política como una «responsabilidad superior» implica asumir que los políticos deben ser ejemplos de integridad, honestidad y transparencia. La sociedad necesita líderes que comprendan la magnitud de su tarea, que no solo se limiten a cumplir con sus funciones, sino que trabajen con una visión ética y moral. Los buenos políticos son aquellos que no se ven a sí mismos como superiores, sino como servidores que deben rendir cuentas constantemente a quienes les otorgaron su confianza.

EL COMPROMISO CON EL BIEN COMÚN

La verdadera responsabilidad en la política no radica únicamente en tomar decisiones importantes, sino en hacerlo siempre pensando en el bien común. Cada acto y cada medida deben orientarse a beneficiar a la mayor cantidad de personas posible, sin distinción de clase, género o ideología. Cuando la política se percibe como un privilegio, existe el riesgo de caer en la tentación de gobernar para unos pocos, de legislar solo para el beneficio propio o de grupos selectos. Sin embargo, la política como responsabilidad superior nos exige mirar más allá de nuestros propios intereses y pensar en el impacto colectivo.

CONSECUENCIAS DEL OLVIDO

Cuando la política se desvía de su verdadera naturaleza y los políticos la ven como un privilegio, las consecuencias para la sociedad pueden ser desastrosas. La corrupción, la ineficiencia y el desgobierno son algunos de los síntomas más claros de esta desviación. Cuando los políticos se concentran en sus propios intereses, la desigualdad se acrecienta, los derechos de los ciudadanos se ven comprometidos y la confianza en las instituciones se destruye.

UNA INVITACIÓN A REFLEXIONAR

Este llamado a ver la política como una responsabilidad superior debería ser un recordatorio constante tanto para los que ocupan cargos de poder como para quienes los eligen. Es fundamental que la ciudadanía exija a sus líderes responsabilidad, compromiso y ética en cada uno de sus actos. Solo a través de esta conciencia de servicio y de un compromiso con el bien común podremos aspirar a una sociedad más justa y equitativa.

En resumen, la política es, ante todo, un deber para con los demás. Es la oportunidad de hacer historia desde el liderazgo y de marcar una diferencia positiva en la vida de las personas. Comprender que no es un privilegio sino una responsabilidad superior es clave para transformar el ejercicio del poder y construir un futuro más justo y solidario.

Luis Carlos Gaviria Echavarría

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