Política del espectáculo

 “la mente brillante de Quintero nos sugiere cerrar el Congreso, como si clausurar esta institución democrática trajera consigo un país sin corrupción y clientelismo. Pero detrás de esta ocurrencia no hay audacia, sino tufillo dictatorial, que no busca mejorar la política sino callar a quienes discrepamos. Quintero nos trae el truco clásico del populista: disfrazar de valentía lo que es desprecio por la deliberación, porque en su manual de gobierno la democracia no se discute, sino que se obedece.”


Daniel Quintero Calle, ex alcalde de Medellín, es precandidato presidencial por el Pacto Histórico, movimiento político de izquierda y centro izquierda cuyo principal líder es el presidente Petro. Su precandidatura dentro de aquel movimiento político causó mucho revuelo. Inclusive, personajes como Gustavo Bolívar, Susana Muhamad y Maria José Pizarro, que tienen más trayectoria dentro esa colectividad, rechazaron abiertamente su llegada. Por ejemplo, la mayoría de ellos han señalado que les parece preocupante que un sujeto imputado por corrupción participe como precandidato del Pacto Histórico, porque deslegitima su proyecto progresista. En síntesis, puede decirse que dentro del Pacto Histórico actualmente sigue habiendo tensiones por la llegada de Quintero y muchos no pretendían que participara de las consultas.

No obstante, así como tuvo detractores, también tuvo defensores, entre ellos, el Presidente, quien señaló que las acusaciones que pesan sobre el ex alcalde son persecutorias y que sus acciones como la puesta de la bandera de Colombia en Isla Santa Rosa, que ahora es objeto de controversia con el Perú, se corresponden con lo que siempre han pregonado ellos. Esa defensa férrea de Petro sobre Quintero solo demuestra un asunto: parecer ser que el “independiente” nunca lo fue. ¡Vaya casualidad!

Pero, enfoquémonos, querido lector, en dos de las propuestas de Quintero para lograr la presidencia de la República. En primer lugar, el sujeto en cuestión propone 4 millones de lavadoras para las familias colombianas, porque, según él, se aumentaría el PIB en un 5%; en segundo lugar, propone cerrar el Congreso, porque la corporación está, para él, en contra de los intereses del pueblo. A priori, estas propuestas podrían parecer “razonables”, o al menos hay un grupo de personas que les parece que cumple esa característica, pero hay que mirarlas con detenimiento porque consagran dentro de sí un populismo y un antitecnicismo exacerbado.

Inicialmente, me gustaría cuestionar de donde saque el precandidato que entregar 4 millones de lavadoras aumentaría en un 5% el PIB de la nación. ¿Según quién? ¿Por qué no presentó el informe detallado al respecto? Y mi hipótesis es que no lo hizo, en razón de que carece de informe y de datos reales que puedan cumplir con la finalidad propuesta. Además, no se puede olvidar que cuando gobernó Medellín, propuso entregar más de 6.000 lavadoras a madres cabeza de familia, pero para desgracia de estas mujeres honradas, honestas y trabajadoras no entregó ni una. ¿Cómo puede alguien prometer que va a a impactar positivamente la vida de 4 millones cuando le costó impactar un número muchísimo menor? Eso solo demuestra dos cosas: improvisación y populismo.

En segundo lugar, ¡Cómo va a pretender Quintero cerrar el Congreso de la República! Con la corporación se podrán tener muchísimos reproches, inclusive yo los tengo, pero clausurarlo es mancillar la democracia y el Estado de Derecho. El Congreso de la República no solo expide leyes, sino que se encarga de hacer control político, por consecuente cerrarlo implicaría gobernabilidad a discreción del señor a diestra y siniestra.

En definitiva, la mente brillante de Quintero nos sugiere cerrar el Congreso, como si clausurar esta importantísima institución democrática que representa al pueblo trajera consigo un país sin corrupción y clientelismo. Pero detrás de esta ocurrencia no hay audacia, sino tufillo dictatorial, que no busca mejorar la política sino callar a quienes discrepamos. Quintero nos trae el truco clásico del populista: disfrazar de valentía lo que es desprecio por la deliberación, porque en su manual de gobierno la democracia no se discute, sino que se obedece. Colombia lo último que necesita son discursos polarizantes, antitécnicos y populistas.

Allan Arias Palacios

Estudiante de Derecho de la Universidad Pontificia Bolivariana. Miembro fundador del Grupo de Estudios Constitucionales. Columnista en Al Poniente y en el Blog de la Revista Derecho del Estado, de la Universidad Externado de Colombia. Participante del Modelo Congreso Estudiantil Universitario llevado a cabo en el Congreso de la República, donde pude quedar entre los 10 mejores senadores. Mis pasiones son el liderazgo, la política, la escritura, el futbol y mi país.

Comentar

Clic aquí para comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.