En Colombia, así como en diferentes países latinoamericanos, los mundos indígenas y afrodescendientes han vivido una expropiación de territorios desde hace muchísimos años; estas expropiaciones, las han llevado a cabo sociedades y naciones que piensan en un crecimiento económico, creyendo que su visión del mundo es la válida, frente a otras visiones ancestrales que tienen comunidades indígenas y afrodescendientes en el continente. A partir de esto, se entiende que la Tierra, como lugar de convergencia de diferentes sociedades, saberes, etnias y culturas, no es un único mundo; la Tierra, como planeta, es un lugar donde se encuentran muchos mundos.
Es claro que las personas, desde diferentes espacios sociales, no dimensionan la relevancia e importancia que tienen esos mundos en la construcción de las sociedades existentes, siendo cada uno de ellos un fragmento que tiene una incidencia en la vida del resto de seres humanos y no humanos. Como continente latinoamericano, se dice que las naciones pertenecientes al mismo comparten una identidad y una realidad similar, la cual genera un sentimiento de hermandad y solidaridad cuando una comunidad o grupo de personas pasa por momentos negativos o de crisis.
A lo largo del tiempo, diferentes académicos y estudiosos del continente han generado un Pensamiento Crítico Latinoamericano, el cual ha luchado de manera constante contra los gobiernos neoliberales y capitalistas, sin embargo, en ocasiones este pensamiento pareciera estar ausente en momentos importantes para los pueblos y las naciones. (Sader, s.f.) De ahí que el Pensamiento Crítico Latinoamericano deba tener en cuenta los saberes y organizaciones de las comunidades indígenas y afrodescendientes, siendo estos elementos una de sus mayores expresiones. En el mundo actual en que se vive, muchas personas no consideran estas formas de pensamiento como válidas, quienes se encargan de otorgarle al sin número de mundos que existen una mirada homogeneizadora.
A partir de esto, se cuestiona el papel que tiene el Pensamiento Crítico en las transformaciones sociales (Escobar, 2017), ya que a través de este, se vislumbran formas de pensar y de sentir diferentes a lo socialmente establecido por las masas y naciones consideradas potencias mundiales. Se toman y adaptan en los países latinoamericanos diversos modelos, tanto económicos como políticos y bélicos que Estados Unidos ya ha utilizado. Este país es el referente a seguir por la mayoría de naciones en Latinoamérica, tanto en el pasado como en el presente.
El Pensamiento Crítico Latinoamericano, ha buscado el reconocimiento de los mundos indígenas y afrodescendientes, los cuales han sido vulnerables al poder, ya que al ser considerados como minorías étnicas, se ha caído en el error de no ser tenidas en cuenta al momento de tomar decisiones en diversos países, minimizando sus saberes y por ende, sus posibilidades de ser escuchados al proponer nuevas dinámicas que van enlazadas con un pensamiento colectivo, pero a la vez autónomo, que busca reconocer en la Tierra la unión de todos los seres vivos y su importancia para la continuidad de la vida. De ahí que diversas comunidades establezcan sus propias prácticas económicas y culturales, con el fin de luchar por sus territorios y defender a la Pacha Mama (Escobar, 2017).
La comunicación, entendiéndose como el proceso interactivo que surge de la relación entre dos o más sujetos para la construcción de significados y por ende, de sentido, es algo transversal y cotidiano en la vida de los seres humanos, proporcionando también información los seres no humanos, tales como animales, plantas y ríos, entre muchos otros.
Escobar (2017), dice que los movimientos de educación y comunicación popular, inspirados por Orlando Fals Borda, con su IAP: Investigación Acción Participativa, y por Paulo Freire, generaron movilizaciones transformadoras en los años 70 y 80, frecuentemente relacionadas con las luchas revolucionarias marxistas y otras posturas de izquierda, las cuales hacían énfasis en la importancia de tomar en serio los conocimientos empíricos y vernáculos que tenían los pueblos; de forma especial, están en contacto con la Tierra y sus raíces. Estas posturas, buscaban resaltar lo que los indígenas y los afrodescendientes, al vivir en sus territorios nativos, tenían – y tienen – para dar a otros mundos, pero que, al ser tildados de contrarios y diferentes, no eran ni han sido tenidos en cuenta para el desarrollo de las naciones.
Por lo anterior, se propone que el papel de nosotros, los comunicadores sociales, vaya ligado a un sentir y a un pensar cohesionados; a un lenguaje sentipensante, como lo dice Eduardo Galeano, para que nos convirtamos en facilitadores y en intermediarios que nos encarguemos de visibilizar a esas comunidades que no son reconocidas ni tenidas en cuenta por los gobernantes ni por los poderosos, y mucho menos, por los ciudadanos del común. Esto, para los gobiernos neoliberales y de derecha, puede verse como una amenaza a lo que hacen; sin embargo, lo que aquí se plantea es que los comunicadores sociales seamos partícipes de esa lucha social que las diferentes minorías han estado llevando a cabo durante tanto tiempo, teniendo como profesionales, pero ante todo, como ciudadanos, un principio ético de justicia social, que nos permita actuar en aras de la defensa de sus territorios, los cuales se ven amenazados por los sistemas económicos neoliberales y por una modernidad que busca que cada ser humano sea individualista y se ocupe de sus propios asuntos, siendo uno más dentro del sistema de mercado que actúa y consume en pro del mal llamado progreso, el cual enriquece a unos cuantos (Escobar, 2017).
Los comunicadores, deberíamos de cumplir con el rol de acompañantes, defendiendo los intereses colectivos de los indígenas y afrodescendientes, ya que al existir un mundo que se considera superior a otros mundos – al ser capitalista, moderno y patriarcal – puede llegar a afectar en grandes dimensiones los diferentes modelos de vida existentes en estas comunidades, al no concebirse por parte de los poderosos, que la economía no es un fin que justifique pasar por encima del otro y por ende, pisotear su valor como ser vivo.
El poder que tenemos los comunicadores para aportarle a esta sociedad latinoamericana es enorme. Tenemos la capacidad de llevar la palabra de la mano de las comunidades a la acción, al tener presente un espíritu de lucha, fundamental para ser inclusivos y reconocer otras voces que han sido invisibilizadas, en defensa de su dignidad y sus derechos. Lo que esos otros mundos desean es tener una vida autónoma, en lugar de ser dependientes, como lo dicen las mujeres de la comunidad negra de La Toma en el Cauca, “una vida donde no nos toque mendigar, ni ser víctimas” (Escobar, 2017, p. 56).
Como comunicadores sociales, debemos de encargarnos de eliminar los diferentes estigmas y señalamientos existentes en la sociedad, con el fin de resignificar al otro y de hacerlo visible desde el lugar que le corresponde. Toda práctica social, cuenta con antagonismos (Escobar, 2017), sin embargo, este no debe ser un impedimento para que esta nueva generación, sea la constructora de una sociedad latinoamericana inclusiva, en donde haya cabida para todos, sin importar su origen o posición social. Es importante que como comunicadores sociales, comprendamos que “la esperanza no es la certeza de que algo pasará, sino de que algo tiene sentido, pase lo que pase” (G. Esteva, s.f.), para así, aportar al fortalecimiento de diversos mundos que quieren avanzar y seguir viviendo sin hacerle mal a nadie, al ser portadores de un mensaje de esperanza para quienes se sientan excluidos.