Durante quinientos años todos le dimos palo al gran río de la Magdalena, majestuoso y rebelde, torrentoso y disperso, siempre erguido y viviente frente a los constantes y despiadados ataques de sus depredadores: los conquistadores de antaño, los taladores de bosques, los que destruyen sus afluentes, los grupos humanos que depositan en sus aguas los detritos y las basuras, los que se roban las riveras para volverlas potreros, los que tapan sus caños, los que permiten los derrames de aceites, los que roban sus arenas, los que matan los peces en procedimientos ilegales, los que secan los humedales, todos enemigos del río en trance de aprovecharlo al máximo hasta que se acabe.
¡Pero no se acaba! Siempre ha estado pendiente de una mano humanitaria, de un gobierno providente, de una Nación compasiva, de una sociedad responsable con visión de futuro, comprometida con la naturaleza y el medio ambiente, de un sector empresarial progresista que sepa promediar el monto de sus ganancias con la necesidad de auspiciar el bien común.
En Colombia no hay un bien que sea más común, más de todos, más solidario, más necesario, más útil, que el Rio Grande de la Magdalena, como lo llamaron antaño y decidió rebautizarlo la Asamblea Nacional Constituyente. El rio de los colombianos es belleza, es agua abundante para todos y para todo, riego para las siembras, es alimento esencial, es carne de pescado, es transporte, es generación de energía, es multiplicidad de humedales para el equilibrio ecológico, es fauna, es espacio insuperable para el deporte y la recreación. En este país tan rico pero tan pobre, no hay mayor tesoro que el rio Magdalena.
¿Sabe el pueblo colombiano quien se acordó, por fin, del Rio Magdalena? El Presidente Juan Manuel Santos. Desde el comienzo de su primer mandato se pronunció favorablemente en favor del rio y de su recuperación. Este tema y el propósito de propiciar la expedición de una ley de tierras me hicieron prestar atención al mandatario, antes de que reconociera la existencia de un conflicto armado interno en el país, preámbulo al comienzo de negociaciones con las Farc. Lo del rio lo cumplió haciendo gestiones para que se estudiara un Plan para mejorar el rio y su navegabilidad todo el año. Los que queremos el rio, los que conocemos su importancia, no lo podíamos creer.
Pero ahora se enredaron las obras. Los problemas que tuvo Navelena para la financiación y las trágicas actuaciones de Odebrecht, su principal socio, hirieron de muerte al más importante proyecto de recuperación del río Magdalena, desde la conquista. ¡Eso sí es estar bien de malas! El río y todo lo bueno y útil que significa, reclaman soluciones.
Con nuevas licitaciones, con otras empresas, atendiendo con rigor lo que sea necesario y transparente, el río y Colombia merecen que se cumpla el Plan acordado. El Presidente Santos no puede irse en Agosto de 2018 sin dejar su gran proyecto en ejecución.